El santuario: la esencia del adventismo
La Iglesia Adventista parece tener más tolerancia para con los lapsos morales que para con dudas acerca de la interpretación de los 2.300 días de Daniel 8:14. ¿A qué se debe esto? Sin duda a que “la escritura que más que ninguna otra ha sido el fundamento y la principal columna de la fe adventista es Daniel 8:14”.1 Arnold Wallenkampf declara: “El ministerio de Cristo en el santuario celestial en nuestros días” es la única “joya de verdad” no recibida de otra iglesia.2
Indudablemente, el santuario es nuestra única creencia peculiar. Dudar de esta creencia es conciderado como la negación de la validez de nuestros orígenes y de la autenticidad de nuestra experiencia de la mano guidadora del Señor en nuestro pasado. Cabe, entonces, preguntarnos cuál es la esencia de nuestra doctrina del santuario. Para contestar esta pregunta quiero primeramente hacer claro lo que no es la esencia de la doctrina del santuario.
La expiación
La doctrina del santuario está relacionada a la expiación, pero no es en sí la expiación. Este puesto de honor le pertenece exclusivamente a lo ocurrido en la cruz del Calvario en el primer siglo. Ningún proceso que comenzara en los cielos en el siglo diecinueve puede usurpar la posición privilegiada que ocupa el Calvario en la fe cristiana. Pablo estableció la agenda de toda nuestra predicación y enseñanza:. “He decidido conocer entre vosotros sólo a Cristo, y a éste crucificado” (1 Cor. 2:2).
En el capítulo anterior, Pablo declara haber sido enviado a proclamar el evangelio, y que lo hacía en forma sencilla, “de tal manera que el poder de la cruz de Cristo no se vuelva ineficaz” (1 Cor. 1:17). Nótese que aquí Pablo identifica la proclamación del evangelio con la predicación de la cruz de Cristo. No en balde declara: “No deseo jamás gloriarme excepto en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gal. 6:14).
Todas las palabras usadas en el Nuevo Testamento para hacer referencia a la redención están ligadas a la muerte de Cristo en la cruz. Ni su vida sin pecado, ni aún su resurrección, y seguramente tampoco su intercesión en los cielos están relacionadas terminológicamente a la redención expuesta en el Nuevo Testamento de la manera como lo está la cruz.
Arquitectura
La esencia del santuario tampoco tiene que ver con la arquitectura del santuario celestial. Elena White escribió: “Ninguna mente humana puede penetrar el misterio en el cual el Todopoderoso habita y trabaja”.3
Sin duda, la mayoría de nuestros pioneros concibieron el santuario celestial como un edificio de dos habitaciones, y visualizaron que en 1844 Jesús pasó literalmente de la primera a la segunda. Pero esto no es la esencia de nuestra doctrina del santuario. Si nuestra peculiar “joya de verdad”, como dijera Wallenkampf, es que nuestro Cristo resucitado pasó de un compartimento a otro, ésta resulta ser una insignificancia barata y tenemos un mensaje de poca importancia para los últimos días.
Por esta razón el “Documento de consenso” publicado después de la Jornada de Glacier View en 1980 hace referencia a la primera fase del ministerio celestial, en la cual “Jesús hace eficaz los beneficios de su sacrificio continuamente a favor nuestro”, y a una fase final en la cual “tienen lugar el juicio, la vindicación y la purificación”.4 Este documento no hace referencia alguna al paso de Cristo de un compartimento a otro.
Velos
La esencia del santuario celestial tampoco tiene que ver con velos. En el santuario celestial, ¿hay dos velos?, ¿un velo? o ¿ningún velo? ¿Pasó Jesús detrás del primer velo después de su ascensión y detrás del segundo en 1844? (Eso fue lo que nuestros pioneros enseñaron.) ¿O pasó detrás de ambos velos después de su ascensión? ¿O se trata de significados teológicos y no de números o posiciones literales?
Según el Documento de consenso, “el lenguage simbólico del lugar santísimo, ’detrás del velo’, se usa para comunicar la certeza de nuestro acceso directo, libre a Dios ([Heb.] 6:19–20; 9:24–28; 10:1–4)”.5 Si esto es así, la Epístola a los Hebreos no debiera interpretarse como si diera los detalles de la arquitectura celestial. Ella sólo clarifica los beneficios provistos por la cruz de Cristo.
Tipos veterotestamentarios
La esencia del santuario celestial no es definida por los tipos del Antiguo Testamento, a menos que sean interpretatados por el Nuevo Testamento. Hebreos dice que Cristo se sentó o entró en el santuario celestial “después de haber hecho purificación por el pecado” (1:3) y “después de haber realizado la eterna redención” (9:12). Cristo entró delante de la presencia de Dios después de su ascención no para completar la expiación, sino porque ya estaba realizada.
Los tipos de la asperción de sangre en el Antiguo Testamento encuentran su antitipo en la cruz, no en ofrendas hechas en el cielo. La interpretación definitiva de la cruz es proporcionada por el Nuevo Testamento, no por los tipos del Antiguo Testamento. Es por esto que el Documento deConsenso declara que “él [Jesús] es la realidad simbolizada por los sacrificios del día de la expiación y todos los demás antiguos oficios sacerdotales”.6
Fechas exactas
Finalmente, la esencia del santuario celestial no está en las fechas. El Documento de consenso reconoce que si bien la interpretación de días como años tiene apoyo bíblico, no está “explícitamente identificada [en las Escrituras] como un principio básico de la interpretación profética”.7 Esta explicación dice mucho.
En la práctica, pocos adventistas le dan mucha importancia al año 1844. ¿Acaso algún adventista vive su vida cristiana consciente de una fecha? No sé de un credo o de otra denominación (a menos que sean los Testigos de Jehová) en toda la historia del cristianismo que haya establecido una fecha como prueba de discipulado. El Nuevo Testamento no se ocupa en calcular las sequencias de tiempo en el libro de Daniel. No lo hace con el tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo del capítulo 7, ni lo hace con los setenta sietes del capítulo 9, ni con las 2.300 tardes y mañanas del capítulo 8, y tampoco con los 1.290 y 1.335 días del capítulo 12.8
El significado de la crucifixión no reside en la fecha cuando ocurrió. Los relatos evangélicos de la crucifixión fechan la muerte de Cristo en los años cuando Poncio Pilato era prefecto de Judea (26–36 d.C.). El Nuevo Testamento no se preocupa por ser más exacto. Asi como la importancia del Calvario no está en su fecha sino en su significado, de la misma manera la esencia de la doctrina del santuario no está en su fecha sino en su significado.
Contrariamente a lo que muchos adventistas con frecuencia han dicho erróneamente, la esencia de la doctrina del santuario no es la expiación en el cielo, ni sus compartimentos, ni sus velos, ni los tipos veterotestamentarios, ni una fecha. Si este es el caso ¿cuál es, entonces, su esencia?
La esencia de la doctrina del santuario
Lo condicional de la salvación
Nuestros pioneros pensaron que si aceptaban la idea de que la expiación había sido finalizada en la cruz, sólo los elegidos recibían perdón por sus pecados (Calvinismo), o todos lo recibían (universalismo). Al conectar a la expiación con el primer y el segundo compartimento del santuario creyeron haber encontrado una posición intermedia: En el primer compartimento se hizo expiación por todos, en el segundo se aplicaba la expiación sólo a aquellos “que han confesado y abandonado sus pecados”.9 Esta manera de ver las cosas provee un valioso punto de vista, pero debe ser expuesta con cuidado a fin de no devaluar el significado del Calvario.
La Biblia nos enseña que la expiación neutralize de una manera inexplicable el poder destructor del pecado e hizo posible que los seres humanos sean reconciliados con Dios. Dios reconcilió al mundo consigo mismo a través de la muerte de Cristo (2 Cor. 5:19). Con todo, cada ser humano es instado individualmente a reconciliarse con Dios (v. 20). En la muerte de su Hijo, Dios asumió el costo de su perdón, pero ese perdón no es algo que automáticamente cubre nuestros pecados. Es una invitación al gozo de la renovación del compañerismo con Dios.
El perdón es ofrecido universalmente, pero la experiencia de compañerismo como su resultado es personal. Así como el propósito del pecado es destruir relaciones, especialmente nuestra relación con Dios, de la misma manera el propósito de la gracia es restaurar nuestra relación con Dios y con nuestro prójimo. No podemos recibir el perdón y rechazar al Perdonador. El perdón renueva nuestra unión con Dios. Es imposible recibir el perdón divino y rechazar el ofrecimiento de compañerismo con Dios (“Y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo” [1 Juan 1:3]).
La doctrina adventista del santuario nos recuerda que la confianza del cristiano no es seguridad carnal. Como toda relación, nuestra relación con Dios es un puro regalo, pero al mismo tiempo, como cualquier otra relación, demanda una conducta consecuente. Esta no es una opción, sino una absoluta necesidad. Lo que hacemos en compañerismo con Cristo es de tan vital importancia como el haber recibido el regalo de esa relación.
“Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él: arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis aprendido, creciendo en ella con hacimiento de gracias” (Col. 2:6–7). “Si nosotros dijéremos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no hacemos la verdad” (1 Juan 1:6).
La doctrina del santuario, por lo tanto, no nos permite tergiversar el evangelio como un mero mecanismo para remover la culpa de nuestros pecados sin que ese mismo evangelio nos desafíe, nos transforme, nos acondicione para vivir en compañerismo con Cristo. La confianza del cristiano acepta la condicionalidad de la oferta evangélica. La seguridad carnal no está dispuesta a ello. Notemos las siguientes declaraciones condicionales:
Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios: la severidad ciertamente en los que cayeron; mas la bondad para contigo, si [ean— en Griego] permanecieres en la bondad; pues de otra manera tú también serás cortado (Rom. 11:22).
Por el cual [evangelio] asimismo, si [ei] retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano (1 Cor. 15:2).
[A]hora empero [Dios] os ha reconciliado en el cuerpo de su carne por medio de muerte, para haceros santos, y sin mancha, e irreprensibles delante de él: si [eige] empero permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído (Col. 1:21b–23a).
Mas Cristo como hijo, [fue fiel] sobre su casa; la cual casa somos nosotros, si [ei] hasta el fin retuviéremos firme la confianza y la osadía de la esperanza (Heb. 3:6).
Porque participantes de Cristo somos hechos, si [eanper] conservamos firme hasta el fin la confianza que tuvimos al principio (Heb. 3:14).
Esto quiere decir que la doctrina del santuario nos impide malinterpretar el Calvario como un instrumento que hace posible pecar sin sentido de culpabilidad. Nos recuerda que nuestra purificación depende de que nuestra fe en Cristo sea una realidad dinámica. Bien lo declara el Documento de Consenso: “De manera que el juicio que se realiza al finalizar los 2.300 días revela nuestra relación con Cristo, manifestada en la totalidad de nuestras decisiones. Señala lo realizado por la gracia en nuestras vidas en la medida en que hemos hecho nuestro el regalo de Su salvación”.10
El juicio de los creyentes anterior al segundo advenimiento
Algunos cristianos, entre ellos algunos adventistas, enfatizan las palabras de Juan 5:24 (“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me ha enviado, tiene vida eterna; y no vendrá a juicio, mas pasó de muerte a vida”) y niegan que los creyentes tendrán que comparecer ante un juicio futuro. Su razonamiento es que la perspectiva de tener que comparecer en un juicio futuro le quita al creyente la confianza en su salvación. Hay que reconocer, sin embargo, que Juan se refiere a la condenación que puede sobrevenir como resultado del juicio, sin por eso negar la posibilidad de un juicio futuro, como resulta claro en los versículos 27 al 29.
Otros, por su parte, alegan que Daniel y Apocalipsis enfocan exclusivamente al poder perseguidor, de modo que para los creyentes la única perspectiva es la vindicación. El deseo de excluir a los creyentes de un juicio futuro es, sin duda, comprensible, pero es contrario a las Escrituras. Los adventistas han tenido la humildad de incluir no solamente a los de afuera sino también a sí mismos en el juicio de Dios. Hay demasiados textos acerca del juicio de los creyentes para poder evitar esta verdad (véase, por ejemplo, Rom. 14:10; 2 Cor. 5:10; Heb. 10:30).
Además, es dificil negar que los textos acerca del juicio en Daniel y Apocalipsis involucran al pueblo de Dios. Estos libros no fueron escritos a babilonios o romanos, sino a creyentes. Las anécdotas de las pruebas en Daniel 1 (la comida del rey), 3 (la imagen del rey), y 6 (el edicto real prohibiendo la oración) fueron escritas para advertir a los creyentes que la fe en Dios puede poner en peligro sus vidas.
La fraseología de Daniel 12:1–3—”en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallaren escritos en el libro”, y “unos para vida eterna, y otros para verguenza y confusión perpetua”—también indica que Dios ha de separar a los fieles de los infieles dentro de su pueblo. Paul Petersen demostró en un artículo reciente que Daniel incluye al pueblo de Dios en el juicio.11 Pareciera que la advertencia es que los que acceden a las demandas del cuerno pequeño han de recibir la recompensa del cuerno pequeño.
De la misma manera, a la luz de los elogios y las condenaciones dadas a las siete iglesias cristianas en Apocalipsis 2 y 3, es imposible aceptar que la severa amonestación contra la adoración de la bestia y su imagen en Apocalipsis 14:9–12 no atañe a los creyentes.
Según Pablo, el juicio tiene que ver con las obras, inclusive las de los creyentes (Gal. 5:21; Rom. 2:1–11; 1 Cor. 6:9–10; 2 Cor. 5:10; Efe. 5:5). Como ya hemos visto, Daniel y Apocalipsis también dejan claro que el juicio incluye a los creyentes. “Tanto para Pablo como para los autores de los evangelios sinópticos, el juicio comienza con los de la casa de Dios”.12 Al afirmar que los creyentes son juzgados antes de la Seguna Venida, los adventistas emplazan el juicio en la era evangélica.
De acuerdo con este punto de vista, el juicio anterior al advenimiento tiene lugar cuando los beneficios del ministerio de Cristo todavía pueden ser recibidos.13 Tal vez debiéramos otra vez enseñar que el juicio de los cristianos tiene lugar antes del segundo advenimiento, tal como lo enseñaran nuestros pioneros. Al aferrarnos a la fecha precisa de 1844, dislocamos el juicio de la mayoría de los creyentes del segundo advenimiento, y lo convertimos en un extenso proceso en vez de un evento climáctico.
Lo importante es que los cristianos han de comparecer en el juicio, y que hay abundante misericordia en él—la expiación es efectiva aún. Pero, ¿quiénes son los que reciben misericordia en el juicio? Todos aquellos cuyas vidas establecen la realidad de su profesión de fe; los misericordiosos son los que reciben misericordia en el juicio (Mat. 5:3; Sant. 2:13). No podemos reclamar los beneficios del Calvario y rehusar vivir según su perspectiva. Sería como querer ser un jinete para poder usar vestimentas coloridas pero rehusar montar el brioso caballo.
La fraseología del santuario usada por los adventistas afirma que si bien la crucifixión se efectuó en el tiempo, ella afecta a todos los tiempos. Sus beneficios están al alcance de todo pecador arrepentido (pudiéramos decir en referencia al ministerio en el primer compartimento), y de todo creyente perseverante (en referencia al ministerio en el segundo compartimento). Afirmar que los creyentes deben tomar en serio su comparecencia ante el juicio no es algo contrario al evangelio, sino una advertencia de que una raíz que no da fruto está muerta. La dirección y la consistencia con la que un cristiano vive indican la autenticidad de su profesión de fe.
Nadie está sin pecado en el juicio, pero los que viven en Cristo toman en serio el evangelio en su trato con sus semejantes. Nada es más eficaz que la cruz en insistir que ame a Dios y a mis semejantes: “Un amor tan maravilloso, tan divino, demanda mi alma, mi vida, mi todo”.14
Si la dirección de mi vida me distancia de la cruz, entonces la cruz me condena. Si se me ha perdonado una deuda de diez mil talentos, mi conducta debe ser más consecuente con la generosidad del rey que la manifestada por el siervo que no quería perdonar (Mat. 18:23–35). Fue la mezquindad del siervo, en contraste con la generosidad del rey, lo que lo condenó. Este es el valor práctico del juicio que precede el advenimiento. Le recuerda a los creyentes que el regalo del evangelio debe ser puesto de manifiesto en las transacciones diarias de la vida si es que el evangelio ha de lograr su cometido.
“Si alguno dice, Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Porque el que no ama a su hermano al cual ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1 Juan 4:20). “Si la iglesia trata de obtener los frutos de la salvación sin asumir las responsabilidades que conlleva el juicio, ello le traerá pérdidas y aún la ruina”.15
El Nuevo Testamento no tiene miedo de usar el verbo “hacer” en el contexto de la salvación (Lucas 10:28,37; Rom. 2:10,14; Gal. 6:9; Efe. 2:6–8; 6:8), ni se expresa negativamente acerca de las buenas obras (Mat. 5:16; Hechos 9:36; 2 Cor. 9:8; Efe. 2:10; Col. 1:10; 2 Tes. 2:17; 1 Tim. 2:10; 5:10,25; 6:18; 2 Tim. 2:21; 3:17; Tito 1:16,23; 3:1,8,14). Nuestros actos, obviamente, dan la pauta de nuestra fe en Cristo, pero no tienen valor en sí mismos. Se trata de compañerismo, de comunión. La pregunta es: ¿seguimos en la práctica viviendo por fe en él? Una respuesta positiva sólo puede estar fundada en los frutos de nuestra vida.
Obviamente, sin la intercesión de Cristo ningun santo, mucho menos un pecador, puede callar al acusador de los hermanos en el juicio. Al fin de cuentas, “con la misma medida que midiereis, os será vuelto a medir” (Lucas 6:38), “porque juicio sin misericordia será hecho con aquel que no hiciere misericordia: y la misericordia se gloría contra el juicio” (Sant. 2:13). De esta manera nos juzga el evangelio, ya sea negándonos o confirmándonos según la consistencia con que nuestros hechos niegan o confirman el amor y la misericordia que Dios demostró en la cruz (2 Cor. 5:14–15).
El juicio previo al advenimiento es confirmado por los tres puntos siguientes:
- Hay un juicio de los creyentes basado en las obras hechas por la gracia.
- La misericordia de Dios es para los que hacen misericordia.
- Por lo tanto, este juicio es previo al advenimiento, cuando la misericordia de Dios está todavía disponible.
La consumación de la cruz
Como es de esperarse, los adventistas ansían el retorno de Cristo. Ansían el dia cuando el pecado y la muerte, que han sido vencidos por el evangelio (2 Tim. 1:10), sean abolidos universalmente. Nuestra expectativa del futuro, sin embargo, no nos hace indiferentes al presente. Lo opuesto es la realidad. Un pueblo que verdaderamente ora porque la justicia de Dios reine es celoso de que haya justicia ahora. Un pueblo que espera un cielo nuevo y una tierra nueva no se despoja del presente. Un pueblo que ansía la paz venidera se compone de pacificadores, puesto que ansiar una cosa y hacer lo opuesto es el peor pecado del Nuevo Testamento: el pecado de la hipocresía.
Los adventistas esperan el día cuando Dios y su Cristo morarán con los redimidos, cuando Dios ha de secar toda lágrima. Las lágrimas son el producto del pecado, a menudo el resultado de nuestro menosprecio, indiferencia u odio para con nuestro prójimo. Ya no habrá lágrimas cuando no haya más pecado. En el día de la expiación, después de haber hecho sacrificios para la purificación del lugar santísimo, del lugar santo, y del altar del incienso (Lev. 16:20), Aaron salió del santuario y confesó los pecados del pueblo sobre la cabeza de un macho cabrío vivo. Simbólicamente, este macho cabrío entonces llevaba los pecados confesado al demonio del desierto: Azazel.
Para nosotros, esto quiere decir que la responsabilidad última por el pecado descansa finalmente sobre un ser sobrenatural perverso. Si bien el problema del mal crea serios problemas para la fe en Dios, la perspectiva bíblica es que la causa del pecado es Satanás, pero su abolición es obra de Dios. Por lo tanto, los adventistas son optimistas, un pueblo con esperanza que ve a Dios activo en el mundo en el presente, encausando su curso hacia el día de la restauración, cuando El ha de hacer nuevas todas las cosas. El santuario simboliza y confirma el cumplimiento de nuestra esperanza de un mundo en el cual mora la justicia, y solamente la justicia.
Conclusión
¿Cuál es el camino hacia el futuro? El famoso sociólogo Rodney Stark llegó a la conclusion de que “el éxito de los movimientos que buscan conversos depende de su éxito en crear redes sociales por medio de conexiones interpersonales directas”. La mayoría de los nuevos movimientos religiosos pronto fracasan, cree él, porque se convierten en redes cerradas. Para poder crecer exponencialmente a largo plazo, argumenta Stark, un movimiento necesita “desarrollar técnicas que le permitan mantenerse como una red abierta, capaz de penetrar otras redes sociales adyacentes”.16
Si hemos de predicar el evangelio de la cruz dentro de un contexto que mantiene unidos el juicio y el segundo advenimiento y que es relevante en el siglo veintiuno, tal vez debemos poner a un lado algunos elementos que pertenecen al siglo diecinueve, cuando el movimiento estaba en pañales. Estos elementos incluyen el día oscuro, la caída de las estrellas y el terremoto de Lisboa. Tal vez el juicio anterior al advenimiento debe ser desligado de sus ataduras a 1844 y ligado más directamente a nuestros tiempos.
Sea como fuere, un movimiento que va en aumento debe saber cuál es la esencia de su mensaje y ,por lo tanto, estar dispuesto y ser capaz de cambiar. Si por alguna razón perdemos el empuje reformador de nuestros orígenes, entonces puede ser que el dictamen de Stark, de que los movimientos convertidos en redes cerradas fracasan, llegue a ser cierto acerca de nosotros.
Referencias
1. Elena G. de White, The Great Controversy between Christ and Satan [El conflicto de los siglos entre Cristo y Satanás] (Oakland, Calif.: Pacific Press, 1980), 409.
2. Arnold Wallenkampf, “A Brief Review of some of the Internal and External Challenges to the Seventh-day Adventist Teachings on the Santuary and the Atonement” [Una breve reseña de los argumentos que han surgido interna y externamente contra las doctrinas advntistas del santuario y la expiación], en Arnold Wallenkampf y W. R. Lesher, eds., The Sanctuary and the Atonement [El santuario y la expiación](Washington, D.C.: Review and Herald, 1981), 582.
3. Ellen G. White, The Ministry of Healing [El ministerio de curación](Mountain View, Calif.: Pacific Press, 1909), 429, 48.
4. J. R. Spangler, ed., “Consensus Document: Christ in the Heavenly Sanctuary” [Documento de consenso: Cristo en el santuario celestial], Ministry (Oct. 1980): 16–18.
5. Ibid., 17.
6. Ibid.
7. Ibid., 18.
8. Las referencias en Apocalipsis 12:14 y 13:5 no especifican detalles ni calculan el tiempo.
9. J. H. Waggoner, The Atonement: An Examination of a Remedial System in the Light of Nature and Revelation in Two Parts [La expiación: Una investigación de un sistema remediador a la luz de la naturaleza y la revelación en dos partes] (Oakland, Calif.: Pacific Press, 1884), 198.
10. Spangler, “Consensus Document”, 18.
11. Paul A. Petersen, “What’s the Problem? The Context of Daniel 8: 13–14” [¿Cuál es el problema?: El contexto de Daniel 8:13–14], Biblical Inspiration, 3 de agosto, 2002, 3.
12. Calvin J. Roetzel, Judgment in the Community: A Study of the Relationship between Eschatology and Ecclesiology in Paul [El juicio en la comunidad: Un estudio de la relación entre la escatología y la eclesiología en Pablo] (Leiden: Brill, 1972). 179.
13. Spangler, “Consensus Document,” 17.
14. Isaac Watts, “When I Survey the Wondrous Cross,” Seventh-day Adventist Hymnal, no. 54 [Nota del traductor: Original inglés del himno titulado en castellano “Al contemplar la excelsa cruz”.]
15. Roetzel, Judgment in the Community, 178.
16. Rodney Stark, The Rise of Christianity: How the Obscure, Marginal Jesus Movement Became the Dominant Religious Force in the Western World in a Few Centuries [El surgimiento del cristianismo: Cómo el oscuro, marginal movimiento de Jesús vino a ser la fuerza religiosa dominante en el mundo occidental en unos pocos siglos (San Francisco: Harper, 1997), 20.
(Traducido por Herold Weiss)