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“¡Algo apesta en esta habitación!”

 

(Traducido por Carlos Enrique Espinosa)

La visión de Zacarías acerca del sumo sacerdote vestido con “ropas sucias” puede ser una de las mejores escenas cliché que en toda la Biblia.  Sin embargo, los lectores adventistas pueden encontrarse bastante impermeables a su poder.  Hemos conocido esta escena desde la infancia.  La frase “vestiduras sucias” vive en nuestro cerebro al igual que otros tantos versículos de la Biblia casi desgastados a través de la repetición inútil.  ¿Qué tan “sucias” pueden estar las prendas después que han sido esterilizadas por las lenguas de tantos devotos que les recuerdan a los demás cuán pecaminosos somos realmente?  ¿Cuán pecaminoso puede ser un pecado que sólo sobrevive como una palabra?

¿Qué tan sucio puede ser “sucio”?  Bueno, en inglés el término “sucio” viene del Inglés Antiguo, y aún más atrás, del proto-germánico y, finalmente, de la lengua proto-indoeuropea.  En el Inglés Antiguo, sucio significa “contaminado, impuro o nauseabundo”.  Es significativo que, tanto la palabra del Inglés Antiguo que significa “sucio” (fulthe) como la palabra del Inglés antiguo que significa “nauseabundo, fétido” (fulian), comparten la misma raíz, ful.   La palabra ful probablemente se remonta a la lengua proto-indoeuropea, donde originalmente existía como raíz pu.  Lo sabemos porque nos encontramos con esta misma raíz utilizada en otros idiomas, como el latín y el sánscrito, en el sentido de algo que huele mal.  En latín la raíz pu significa literalmente “apestoso” –de ahí la palabra moderna “pútrido”, “putrefacto”.  En griego, la palabra puon significa”la descarga de un dolor”, y en sánscrito la palabra puyati significa “algo que se pudre y huele mal”.  Suponiendo que la versión King James [en Inglés] (y la de William Tyndale) tiene la traducción correcta, ahora tenemos no sólo un sacerdote sucio, también tenemos un sacerdote que apesta.

¿Qué tipo de suciedad apesta?  El idioma hebreo es muy concreto.  La palabra hebrea que se traduce “sucias” en Zacarías 3:4 [“viles” en la versión Valera] es ‘tsow‘, una palabra que simplemente significa ‘tema, asunto’.  Encontramos otros dos lugares en la Biblia donde se usa esta palabra: en Isaías 28:8 la palabra ‘tsow‘ significa “vómito”, mientras que en Isaías 36:12 ‘tsow‘ se refiere a lo que la población de Jerusalén iba a comer en la situación in extremis durante el asedio inminente (“expuestos a comer sus propios excrementos …”).  Así, en hebreo la palabra ‘tsow‘ no significa el tipo de tierra limpia que se encuentra en su jardín orgánico, ni se refiere al polvo que se puede quitar de los muebles.  En su lugar, se refiere a los excrementos humanos (de ambos extremos).  Ahora contamos con algo así como el valor total de la palabra “sucias” que se encuentra en Zacarías.  El Sumo Sacerdote de Dios tiene la apariencia y el olor de usar vestiduras contaminadas con su propio vómito y sus propias heces.

La imagen del Sumo Sacerdote incontinente nos da una visión más verdadera del pecado que la que nuestra época abstracta prefiere.  Jesús podría estar aludiendo a la visión de Zacarías cuando dijo, “todo lo que está fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar, sino, más bien, es lo que hay dentro del hombre lo que le hace sucio”.  El problema, por supuesto, con las personas incontinentes es que tienden a ser reincidentes.  Dios ordena que el Sumo Sacerdote sea desnudado de sus vestiduras viles y vestido con ropa limpia, pero menudo me he preguntado ¿qué garantía tenemos de que el Sumo Sacerdote no va a perder el control y excretarse encima de nuevo?  Tal vez Satanás quiere enfatizar el mismo punto cuando se “resiste” a lo que ve como una decisión ingenua de Dios de ofrecer otra oportunidad a este sacerdote plagado de pecado.  Observe también que Zacarías no puede dejar de participar en la misericordia creciente de Dios –el profeta sugiere poner también una “mitra limpia” en la cabeza del sacerdote (Zacarías pudo haber sido ofendido por la suciedad del Sumo Sacerdote, pero demuestra de forma espontánea un estado de ánimo redentor).  Sin embargo, en medio de todo este entusiasmo por los nuevos comienzos, Satanás introduce la siguiente pregunta: ¿por qué seguir poniendo vestiduras limpias a un hombre que está enfermo con el equivalente moral de la disentería?

La respuesta de Dios es directa: “Satanás, Dios te reprenda”.  Pero ¿cuál es la base de este reproche?  ¿Ha refutado Dios a Satanás sobre bases racionales, o simplemente ha usado su autoridad?  En realidad, los motivos de este reproche son nada menos que el poder y la autoridad de Dios, es decir, el poder que le corresponde a Dios para salvar.  El fundamento de todos los destinos humanos se encuentra en el poder de Dios para salvar o, al contrario, en nuestro poder de rechazar esa salvación.  Podemos asumir con seguridad que Josué, el Sumo Sacerdote, había aceptado el poder de Dios para salvarlo, y por lo tanto Satanás perdió el debate.  Parece que Dios posee una fuente inagotable de ropa limpia.

¿He cocinado demasiado las metáforas de Zacarías?  Tal vez.  Pero sin duda nunca podemos ser demasiado concretos cuando se trata del pecado o la salvación.  El verdadero peligro radica en las abstracciones (y los clichés), ya que cuando no podemos ver ni oler la suciedad de nuestros propios pecados, el perfume estimulante de la gracia parece superfluo.  Curiosamente, sólo después de que el Sumo Sacerdote ha sido vestido con las vestiduras puras y justas provistas por Dios, el Ángel del Señor lo exhorta a ser diligente y a “caminar en mis caminos”; una secuencia del acto redentor que no  deposita la confianza en la capacidad del Sumo Sacerdote de “hacerlo mejor en el futuro” sino en el poder de los actos incesantes de la misericordia divina para convertir inexorablemente nuestros corazones sucios.  Parece, entonces, que la única barrera real para una obediencia voluntaria y alegre que brota desde el interior, se encuentra en nuestra tendencia a encontrar tolerables nuestros olores pecaminosos (si no deprimentemente dulces) y las manchas nauseabundas de nuestras faltas, simplemente disfuncionales.  Creo que todos podríamos considerar el respirar más profundamente para lograr un cambio.

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