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“LAS ESTADÍSTICAS Y LA MISIÓN”

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La lección de esta semana destaca la necesidad de informar acerca de la actividad misionera de testificación, y de mantener estadísticas precisas. Esto no es, precisamente, muy emocionante.  Enseñé Historia y Religión en el Colegio Newbold durante diez años, pero en un curso, en Historia de la Economía, enseñé lo que regularmente llamaba “Métodos cuantitativos para historiadores” –es decir, Estadística.  Cada año, cuando los estudiantes se daban cuenta de que, a pesar de que estaban tomando un curso de Historia, iban a tener que lidiar con las estadísticas, podía ver ciertas expresiones en sus rostros, primero tedio, a menudo seguía el miedo y, finalmente, algo parecido a la sensación de traición.  (Sin embargo nunca sentí arrepentimiento, ¡porque creía que el aprendizaje de las estadísticas era algo bueno para ellos!).  Y me pregunto si no habrá habido alguna respuesta negativa similar al tema de esta semana de la Guía de Estudio de la Biblia para Adultos.

Es notable, sin embargo, que la recogida de estadísticas, especialmente sobre la misión, es algo que la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha hecho siempre.  Desde nuestros primeros días, literalmente, se presentaba en las sesiones de la Conferencia General (que hasta 1889 que se celebraron cada año) un informe oficial sobre las estadísticas, haciendo hincapié en la cantidad de miembros, el número de bautismos y el número de congregaciones.  Este informe anual también era publicado: en un principio, en la Review and Herald, a continuación, a partir de 1883 en el Anuario, y en la década de 1890 en el Boletín de la Asociación General (ahora difunto) donde aparecía un informe anual publicado de acuerdo a un formato estandarizado y ya no sólo en la forma de un informe escrito al Congreso de la Asociación General.  Desde 1907, ha sido publicada-como un volumen independiente, el Informe Anual de Estadística (http://www.adventistarchives.org/documents.Asp?CatID=11&SortBy=2&ShowDateOrder=true).  Mantener estadísticas, como una forma de trazar el éxito de la misión de la iglesia, es algo muy típico de los adventistas del Séptimo Día.

Sin embargo, si miramos la Escritura, a primera vista la actividad de mantener registros de miembros parece más bien dudosa.  En I Crónicas 21 nos encontramos con que la idea de David de contabilizar el número de las personas aparece como una idea verdaderamente demoníaca: el versículo 1 dice: “Se levantó Satanás contra Israel e incitó a David a hacer un censo de Israel”.  Y en respuesta, el versículo 7 dice: “Este mandato fue . . . malo ante los ojos de Dios, de manera que Él castigó a Israel” (NVI).   Ahora, nosotros, como Iglesia, somos el Israel espiritual.  ¿Cuál es la lección aquí para nosotros?  ¿Deberíamos estar manteniendo estadísticas?

El primer elemento a destacar es que, de hecho, los hijos de Israel eran contados regularmente –vemos esto no sólo en el Libro de los Números y en el Libro de Esdras, sino que encontramos también las estadísticas de los israelitas, durante el reinado de David, en I Crónicas, capítulos 12 y 27.  El registro de números, cuantificar el tamaño de la “iglesia”, es muy característico del Antiguo Testamento.  ¿Por qué, entonces, David fue condenado por censar al pueblo?  Lo malo de las acciones de David, que se describen en I Crónicas, no estaba en la enumeración sino en la motivación.  Elena G. de White escribe sobre ello en Patriarcas y Profetas, en la página 747:

“El orgullo y la ambición indujeron a este trabajo del rey.  La numeración de las personas muestra el contraste entre la debilidad del reino, cuando David ascendió al trono, y la fortaleza y prosperidad bajo su gobierno”.

Hay aquí algo muy aleccionador para los adventistas del Séptimo Día.

Contar los miembros, el número de iglesias e instituciones, el número de empleados, el volumen de los diezmos y las ofrendas, todo esto es absolutamente esencial si vamos a hacer el mejor uso de los recursos, y si vamos a llevar a cabo la tarea con eficacia.  ¿Cómo podemos planificar la plantación de iglesias, o invertir recursos en la misión, si no sabemos cuántos adventistas hay, y dónde viven?  Sin estadísticas completas, precisas, relevantes, fácilmente podríamos terminar haciendo grandes esfuerzos en las áreas donde la Iglesia es fuerte, e invertir muy poco tiempo, esfuerzo y dinero en áreas donde somos débiles.  Esto no es teoría: literalmente ha ocurrido.  Los adventistas del Séptimo Día están fuertemente concentrados en algunas áreas del mundo: en Brasil, hay un adventista por cada 152 personas; en las Filipinas, uno por cada 132 habitantes; en Papúa Nueva Guinea, uno por cada 27; y en Jamaica, sorprendentemente, hay un adventista por cada 11 personas.  Mientras tanto, en los países europeos hay un adventista por cada varios miles de personas; en países como Argelia, Marruecos y Turquía, la proporción es de uno por más de medio millón, y en Irán y Afganistán, hay millones de personas para cada adventista del Séptimo Día.

Esto no es motivo para la complacencia y alivio en aquellas áreas en las que las misiones han tenido éxito, pero ha sido un hecho destacado en la historia de los adventistas del Séptimo Día nuestra voluntad, desde que la Asociación General se estableció hace 149 años, de tomar los recursos del Todo y aplicarlos donde más se necesita.  Si recopilamos y analizamos estadísticas de manera eficaz, ellas nos guiarán en la inversión de recursos con la mayor eficacia posible, para que el mensaje del tercer ángel realmente llegue a “toda nación, tribu, lengua y pueblo” (Apocalipsis 14:6, NVKJ).

Pero hay otras maneras de utilizar las estadísticas, y esto nos lleva de nuevo al censo de David, la reacción de Dios, y la observación de Elena de White sobre la razón por la que Dios se enojó.  Por supuesto, los líderes denominacionales a menudo utilizan las estadísticas para ayudarlos a hacer mejor la tarea.  Pero a veces los líderes enfatizan el crecimiento en las estadísticas con un sentido de orgullo: pueden contrastar explícita o implícitamente las cantidades de iglesias, miembros, pastores, diezmos y ofrendas, con las que existían cuando ellos llegaron al cargo —puede ser que las palabras “¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué?” no se expresen, ¡pero el sentido es evidente! 

Alternativamente, puede haber la tentación, y no sólo entre los administradores, de contrastar nuestras cifras, ya sea en esta iglesia local, esta asociación, esta unión, o esta división, con las de otros países –y sacar la conclusión de que somos más fieles que los adventistas en otros lugares del mundo.  A veces nos sentimos tentados a contrastar nuestro crecimiento con el de otras iglesias cristianas y, de nuevo, contrastar la cercanía de nuestra relación con Dios con la de ellos.

Sin embargo, siempre que hacemos cualquiera de estas cosas, nos estamos concentrando en nosotros mismos y en nuestra propia fortaleza.  Lo que corresponde es centrarse en Jesús y en la fortaleza que viene de confiar en él.  Aquí, creo, la historia del censo de Israel hecho por David tiene una lección potente para la iglesia remanente de Dios, como el Israel espiritual del siglo XXI.  Con demasiada frecuencia, nuestros informes estadísticos son una fuente de orgullo, con demasiada frecuencia damos a entender que los números —¡y los números grandes!— son lo más importante.  Pero la Escritura enseña enfáticamente que, con Dios, la fortaleza no está en los números.

Hay dos razones para asegurar que los informes estadísticos y la recopilación de datos son parte integrante de la misión.  La primera, como ya se mencionó, es asegurar un uso óptimo de los recursos de la iglesia como un todo para la misión.  Pero el segundo objetivo es ofrecer una mejor atención pastoral.  La Iglesia Adventista del Séptimo Día hace muy bien, al menos en algunas partes del mundo, en el “reclutamiento”, pero la retención es un problema importante en todas partes.  Cada cien bautizados como adventistas en la década de 2000, poco más de 20 ya no son miembros.  Sin embargo, si no sabemos quiénes son nuestros miembros, ni cuántos somos, ¿cómo podemos tomar las medidas adecuadas para nutrirlos en la fe?  Si con demasiada frecuencia hemos caído en el error de pensar que hay fortaleza en los números, ese ha sido el tipo de números en que más nos hemos interesado: bautismos.  Sin embargo, nuestra verdadera tarea es llevar almas al reino celestial —la gran comisión nos dice que debemos enseñar a la gente, hacerlos discípulos y bautizarlos.  Si consideramos que el buen pastor deja todo de lado y pone todo su empeño en la búsqueda de sólo una oveja que le faltaba en un rebaño de cien, nuestra tasa de pérdida de miembros en la Iglesia Adventista debería ser objeto de una seria reflexión, e incluso arrepentimiento.

En suma, pues, la lección de la Escuela Sabática de esta semana está del todo correcta en hacer hincapié en la importancia de la recopilación y análisis de datos para la evangelización y el testimonio.  Necesitamos saber cuántas ovejas están en el rebaño, para que podamos ser buenos pastores, y para que podamos utilizar los recursos donde más se necesita.  Los números nunca deben convertirse en un fin en sí, pero el objetivo de disponer de estadísticas exactas es un medio vitalmente importante, si queremos alcanzar nuestro fin, que es proclamar el evangelio y el mensaje del tercer ángel.

(Traducido por Carlos Enrique Espinosa)

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