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1 Juan 5:1-12; para Sabat el 29 de agosto

Una hermana pregunta en la clase de Escuela Sabática: “Pastor, una hermana de la iglesia me dice que no puede conversar más conmigo porque yo no soy tan espiritual como ella.” Recibí esta pregunta unas semanas atrás cuando discutíamos la Primera Epístola de Juan. Esta epístola no sólo refleja enfrentamientos similares entre dos grupos opositores, sino también revela las diferentes estructuras de poder en conflicto por la supremacía del entendimiento espiritual en puntos de fe. Particularmente, sobre la aceptación de la realidad histórica y espiritual de Jesús en una sola persona.
En la epístola hay una clara distinción entre las categorías de “ellos” y “nosotros” (2:19). Las declaraciones continúan endemoniando (demonizing) y separando entre “hijo/as de Dios” y del “diablo” (3:10); los que son “del mundo” y los que son “de Dios” (4:5-6). Hay un contraste entre el “mundo entero que está bajo el maligno” (5:19) y “los que han conquistado el mundo.” Esta disputa no es entre creyentes e incrédulos, sino que es un conflicto familiar entre creyentes en la misma iglesia. Antagonistas, separatistas, y oponentes han sido los términos usados para referirse a aquellos que han salido de “nosotros” pero que “no eran de nosotros” (2:19). Sin embargo, una lectura incisiva demuestra un problema de auto-identidad cuando el autor/es se refiere no solo aquellos a los cuales denomina también el “resto” de la congregación. Declaraciones como: “si decimos que…” (1:6, 8,10); “en esto sabemos” (2:3,5, 29); “tengamos confianza” (2:28); “nadie os engañe” (3:8); “en esto conocemos que somos de la verdad” (3:19), “por esto sabemos” (4:13); “si sabemos que él nos oye” (5:15), reflejan un estado espiritual ambivalente sobre su confianza en la congregación. Estos términos pueden aun reflejar casos de burla y desesperación de parte del autor, quién no está muy seguro sobre la condición espiritual de su iglesia.
Nuevamente en el capítulo 5, el autor repite su tesis principal: Aquellos que pertenecen a “nosotros” deben creer que Jesús es el Christos (5:1). Lamentablemente, las traducciones modernas minimizan el uso de Cristo del significado original como Mesías—el Ungido de Dios. Todo el problema reside en la aceptación de Jesús como el Mesías profético prometido en las Escrituras Judías, “nacido de Dios” (5:1) o el “hijo de Dios” (5:4). Esto se complica al tratar de entender una reconstrucción histórica de los grupos en disputa en el primer siglo.
Las creencias cristianas del primer siglo sobre un Mesías histórico no eran difíciles de aceptar. El Nuevo Testamento describe una expectación común con la existencia de varias figuras (ej: Teudas, Judas, el egipcio, etc.) Sin embargo, para la mayoría de miembros Judíos de la iglesia primitiva, cualquiera enseñanza en contra del monoteísmo aceptando un solo Dios-el Padre constituía un caso contrario a la creencia fundamental. En realidad, el último versículo separado del contexto general de la epístola, “guardaos de los ídolos” puede ser entendido en oposición al contexto particular de la idolatría. “Jesús el Mesías es el verdadero Dios y dador de vida eterna.”
Así mismo, los cristianos gnósticos jugaban un rol definitivo en la división de las congregaciones. Su sistema de creencias chocaba con el Judaísmo en categorías como: la dicotomías de la divinidad en el ser humano; en la creencia de luchar contra los diferentes niveles cósmicos mediados por héroes, semidioses, hijos de dios, y dioses opuesto a la aceptación de una naturaleza en necesidad de arrepentimiento; en el concepto de obtener la salvación a través de revelaciones, el conocimiento y la luz; y aún más importante, en el hecho de aceptar a un dios que muere, como el que también trae la vida eterna y tiene el testimonio verdadero.
Las tres pruebas de este testimonio verdadero que el autor presenta son aún mas problemáticas y difíciles de entender: Jesús es el que vino por “agua” y por “sangre” (5:6). No existe ni una referencia en las Escrituras para esta frase. La más cercana alusión es la descripción de Jesús en la cruz (sangre y agua, Juan 19:34). Al parecer, los recipientes de la carta habrán entendido el significado de esta difícil “prueba.” La historia de la interpretación muestra además de insertar unas líneas de comentario adicional al texto original que a lo menos existen algunas interpretaciones alegóricas (simbólicas): estas son referencias al bautismo, la cena del Señor y su muerte vicaria. Ninguna de ellas ha probado tener resultados satisfactorios, pero a lo menos enfatizan la idea de una intervención divina en el plan de salvación.
El autor recurre a testimonios más poderosos: el Espíritu y Dios mismo son verdaderos y cualquiera señal de incredulidad de parte de los miembros de la iglesia convierte o hace a Dios un mentiroso (5:10). El tiempo perfecto en griego que enfatiza una acción que ocurre en el pasado pero continua con consecuencias en el presente, demuestra la intervención divina en el bautismo y en la cruz, de esta forma, haciendo el testimonio de Dios superior. La pruebas testimoniales concluyen con ecos de una acción en ocurre en el pasado (aoristo) “Dios nos dio vida eterna” (5:11), pero que al mismo tiempo, esta interpretación de un testimonio doble en el bautismo y en la cruz crea posibles problemas de soteriología (salvación) al incluir el bautismo. Tal vez, esta podría ser una alusión a la victoria de la primera y segunda muerte. Cualquiera sea la solución, el caso es claro: Si “ellos” quieren ser parte de “nosotros” deben creer (tener fe) en el Jesús histórico y en el espiritual como la misma persona, “nacida de Dios” al mismo tiempo como “Dios.”
Volviendo a la pregunta inicial de esta hermana afligida porque otro miembro de iglesia no quiere asociarse con ella y Otros que son considerados espiritualmente inferiores. Creo que el autor concluye que cualquier caso de superioridad de fe debe tratarse a la luz de la aceptación y apropiación de la vida eterna de Jesús-Dios. Sin embargo, esto debe también acordarnos que discusiones y oposiciones, puntos de vista y opiniones diversas fueron siempre parte de la iglesia. Cualquiera que se sienta superior espiritualmente al Otro, debe recordar que “todo aquel que ama es nacido de Dios” (4:7) y que “debemos creer en el nombre de su Hijo Jesús el Mesías/El Ungido de Dios, y nos amemos unos a otros como nos ha mandado (3:23).

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