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¡Espera! Miremos esto otra vez: el bautismo

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(Parte de una serie esporádica que muestra otro punto de vista sobre los aspectos del adventismo)

El bautismo, como lo practica la Iglesia Adventista del Séptimo día, pareciera no ser bíblico.

«Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos le contestaron: Cree en el Señor Jesús y serás salvo… Enseguida ellos lo bautizaron». Hechos 16:30,33.

«… le habló de la Buena Noticia acerca de Jesús. Mientras iban juntos, llegaron a un lugar donde había agua, y el eunuco dijo: “¡Mira, allí hay agua! ¿Qué impide que yo sea bautizado?” …y Felipe lo bautizó». Hechos 8:35-37.

«Pedro contestó: “Cada uno de ustedes debe arrepentirse… y ser bautizado en el nombre de Jesucristo”… Los que creyeron lo que Pedro dijo fueron bautizados… en ese mismo día». Hechos 2:38,41.

Ahora, yo no soy uno de los que cree que debemos hacer todo justo como se hacía en los tiempos del Nuevo Testamento. Las prácticas, las culturas y las percepciones cambian con el transcurso tiempo. Pero en estos 3 ejemplos, podemos inferir algunas cosas importantes a tomar en consideración.

Primero: muy poco tiempo pasó entre la decisión del oyente de ser un seguidor de Jesús y su bautismo.

Segundo: no hubo vacilaciones para estudiar doctrina, profecía y/o prácticas. No hubo demora para determinar si los candidatos habían cambiado su vida y sus hábitos. No era determinado si los candidatos eran dignos o seguros para bautizar. No había un listado de proposiciones a las cuales jurar lealtad. No había una denominación a la cual unirse.

Tercero: en cualquiera de los casos anteriores, el llamado era a creer en la buena noticia de Jesús. Punto. En otras palabras, los candidatos creían y se aferraban al evangelio de un Salvador. Y eso era todo lo requerido para ser digno de ser bautizado en Jesús.

Ocasionalmente asisto a una iglesia sin denominación los sábados en la tarde después de asistir a mi iglesia. Hubo un momento de contracultura para mí cuando el pastor dijo, con voz alta, un sábado en la tarde: «No tienes que creer para pertenecer. Solo únete a nosotros y creceremos juntos». ¿Qué? ¡Eso no está bien!

Luego el pastor dijo: «Tenemos tinas listas para el bautismo. Si quisieras darle tu corazón a Jesús, por favor ven para ser bautizado». ¡Asombroso! ¿Ahora? ¿No después? ¿Confiar en su decisión en el momento? ¿Hacerlo ahora? ¿Es seguro?

Aparentemente esta práctica está funcionando; 18,000 asisten cada fin de semana. Vienen desde cualquier circunstancia que exista en sus vidas para crecer juntos. Vienen para beber mensajes acerca de Jesús y la vida con Jesús.

Así que, ¿cómo es que tenemos una forma completamente diferente de bautismo? ¿Cómo llegamos a la conclusión donde el bautismo es al final de un proceso de enseñanza, averiguaciones, observaciones, monitoreo, cuestionarios y consentimiento? ¿Por qué no aprovechamos el momento cuando una persona dice que quiere ser bautizado, que quiere ser «enterrado y luego resucitar» para vivir con Jesús? ¿Por qué no podemos bautizarlos en ese momento diciendo: «No tienes que creer todo todavía, pero ahora eres un hijo de Dios. Ven, crezcamos juntos»? ¿A qué le tenemos miedo? ¿Qué creemos que pasaría si siguiéramos los ejemplos bíblicos? ¿Son nuestras iglesias realmente hospitales para pecadores, como dicen muchos? ¿O son vitrinas para los santos? ¿Son lugares para que los santos se pongan la máscara de adventistas sin importar lo que hay detrás? ¿Tenemos miedo de que la persona recién bautizada aparezca y diga: «Ahora, dime otra vez, ¿por qué nos reunimos los sábados?»? ¿Sería muy vergonzoso si se aparecieran oliendo a tabaco o a alcohol? ¿Nos escandalizaríamos si llegaran vistiendo shorts a la iglesia?

Parece que quisiéramos limpiar a la gente hasta el punto en el que no se pueda detectar mucha diferencia entre los santos recién salidos del horno y los santos más santos. Tal vez anhelamos tener solo colores de una cierta paleta o música de un solo tono. Tal vez nuestra autoimagen solo puede soportar una cierta cantidad de variaciones durante las etapas del cristianismo en nuestro medio. Tal vez esperamos que las personas suban la escalera un cierto número de peldaños antes de que digamos: «Está bien, ahora me siento cómodo aceptando tu decisión de seguir a tu Salvador».

En nuestros 3 textos, Jesús, Pedro, Pablo y Felipe reconocieron las decisiones de inmediato; y creo que los ángeles se regocijaron en ese preciso momento también. Dios no impone un periodo de espera para recibir los beneficios de ser creyente. En el momento en que una persona cree que Jesús es su salvador y decide seguirlo es cubierto por la justicia de Jesús. ¡Inmediatamente!

Pero tal vez somos más sabios que el cielo. Seguramente sabemos más que Pedro, Pablo y Felipe porque no seguimos sus prácticas en los versículos anteriormente citados. Aparentemente nosotros tenemos mejores prácticas.

Cuando le decimos a una persona que ha decidido seguir a Jesús que tienen que pasar por un proceso antes del bautismo, en efecto estamos rechazando el aceptar su decisión. ¿Conoces el himno «Tal como soy»? No es verdad en nuestro medio. El himno no debería de estar en nuestro himnario. Tal como eres no es suficiente para nosotros. Puede ser suficiente para Jesús pero no para nosotros.

¿Quién nos creemos que somos para decirle a la gente que tienen que aceptar un montón de teología y limpiar sus vidas antes de que reconozcamos la decición más fundamental que un cristiano puede hacer? Jesús dijo: «Ven a mí tal como estás. Cubriré tu vida pecaminosa con mi justicia pura». Nosotros decimos: «Permítenos que te enseñemos y te observemos y tal vez nos decidamos a dejarte entrar». ¡Indignante! Y eso probablemente es lo mejor que podemos decir al respecto.

Jesús acepta al pecador que clama por él. Él dice que el pecador ahora es su hijo adoptivo. Dice que el pecador ahora está cubierto por su sangre. No hay periodo de limpieza. Debemos seguir el ejemplo y las prácticas de Jesús.

En la actualidad, nuestra práctica del bautismo pareciera ser una forma de legalismo, quizás un vestigio de los días en que la gente como el presidente de la Conferencia General, el editor de Review and Herald, y otros líderes de la iglesia durante la discusión de 1888 sostuvieron que el objetivo era cumplir la ley perfectamente.

«El legalismo dice que Dios nos amará si cambiamos. El evangelio dice que Dios nos cambiará porque nos ama» (Tullian Tchividjian, citado en The God-Shaped Heart (El corazón formado por Dios) de Timothy R. Jennings). Nuestro ritual de bautismo envía el siguiente mensaje legalista: la iglesia te amará y aceptará si has cambiado.

Lo cierto es que practicamos el bautismo menos como un reconocimiento de la gracia salvadora de Jesús por el pecador, y más como la emisión de un boleto de entrada al club. Tú sabes, el club de los santos donde todos utilizan máscaras de la cultura del adventismo. Solo permitimos el ingreso de gente al club después de haber procesado su solicitud y han pasado la revisión con nosotros. No pienses que estoy inventando todo esto, aquí hay una cita de la página 44 del Manual de la Iglesia:

«Los candidatos, individualmente o en una clase bautismal, deben recibir una cuidadosa instrucción, basada en las Escrituras, acerca de las prácticas y las creencias fundamentales de la iglesia, y las responsabilidades de los miembros. El pastor debería demostrar a la iglesia, a través de un examen público, que los candidatos han sido bien instruidos, que están listos para dar ese importante paso y que, por práctica y conducta, demuestran estar dispuestos a aceptar las doctrinas y los principios de conducta de la Iglesia, que son la expresión externa de esas doctrinas…»

¡En ninguna parte en los pasajes anteriores dice alguna palabra sobre que el candidato toma la decisión de que Jesús es su Salvador! Dice cosas como «por práctica y conducta demuestran». En otras palabras, demuéstranos que ya has cambiado y te permitiremos entrar al club. No deja espacio para que el pecador arrepentido venga tal como es para ser bautizado, como la personas en los textos bíblicos al inicio.

Al inicio mencioné que la forma en que practicamos el bautismo pareciera no ser bíblico. La verdad, la anterior cita del Manual de la Iglesia pareciera no ser bíblica también. Suena temerosa y a la defensiva, como si los adventistas estuvieran en una fortaleza y tenemos que cuidar las puertas y las ventanas de las hordas bárbaras. ¿Somos inseguros?

Se me rompió el corazón un sábado en que una amorosa familia que era nueva en nuestra iglesia local, y que asistía a mi clase de Escuela Sabática, me dijeron que se iban de entre nosotros. Habían estado asistiendo por alrededor de un año. Cuando pregunté el porqué, me dijeron que nosotros hacemos mucho más difícil el ser adventista que el ser cristiano. ¡Wow! Pensé si, sin saberlo, había levantado barreras en sus mentes. Su decisión fue en respuesta a una clase bautismal a la que su hija asistía.

Pero, ¡espera! Veamos esto nuevamente.

No tenemos que seguir bautizando de la misma forma en la que lo hemos estado haciendo. Podemos decidir también como Pedro, Felipe y Pablo, en bautizar a la gente en el momento en que ponen sus vidas en las manos de Jesús nuestro Salvador.

Si alguien dice: «Creo en la sangre salvadora de Jesús y deseo seguirlo», deberíamos responder: «¡Aleluya! Vamos a bautizarte ahora mismo. Serás una nueva persona y ahora creceremos juntos. ¡Te amamos!»

¿A qué le tenemos miedo? ¿Qué creemos que pasará si bautizamos a los pequeños, sin pulir, recién convertidos? Bueno, tenemos que averiguarlo.

La verdad es que nuestra iglesia está muy escondida. Es insoportablemente lento incluso reconocer la necesidad de un cambio, mucho menos cambiar realmente. La burocracia de la iglesia encuentra extremadamente difícil el modificar las creencias y las prácticas que existían cuando Elena White murió en 1915. Probablemente, los cambios en las prácticas del bautismo deberán fluir desde la parte más baja porque le podría tomar a la burocracia 50 años (como el ordenar mujeres) y aun así no alcanzar una decisión prudente sobre una nueva forma de prácticas bautismales.

Así que, pastores, ancianos, miembros de la junta directiva de iglesia, solo háganlo. Usen la escritura como su guía. Bauticen a la gente como lo hacían Pedro, Felipe y Pablo. Pero si lo hacen, es posible que deban repensar cómo llevar a las personas recién convertidas a su entorno y nutrirlas. Ellos serán como bebés en el bosque; ellos necesitarán un amor tierno, amistad y una amable influencia para llevarlos por el camino. ¡Qué emocionante desafío para una congregación exhibir el tipo de aceptación amorosa que ayudaría a los cristianos recién llegados a crecer en madurez!

Solo digamos: «Ven, únete. ¡Creceremos juntos!» Siguiente en la serie: ¡Espera! Miremos esto otra vez: el diezmo

 

Haga clic aquí para leer la versión en inglés de este artículo.

 

Edward Reifsnyder es un consultor en salud. Él y su esposa, Janelle, viven en Fort Collins, Colorado, Estados Unidos.

Traducido al español por Jocelyn González Van Horne.

Foto por Yoann Boyer en Unsplash

 

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