“¿No mejor que una flor?”
(Traducido por Carlos Enrique Espinosa)
“Siempre que haya frío y desnudez en la tierra a tu alrededor, no puede haber ninguna duda, en absoluto, de que el esplendor de la vestimenta es un crimen.” John Ruskin
¿La ropa hace al hombre, o a la mujer? ¿Debería hacerlo?
Yo no soy complicada con la ropa. Si algo me calza, no me pica, y no es de un color que aborrezca (como el naranja), lo voy a llevar. Yo realmente odio comprar ropa, así que probablemente la use hasta que se caiga a pedazos. Pero aún así, tengo que admitir que hay veces en que lo que me pongo me importa –a veces afecta a mi estado de ánimo o mi confianza; a veces afecta a la forma en que la gente se relaciona conmigo. Yo no iría a una entrevista de trabajo en jeans o pantalones cortos. No me pondría un vestido de noche para un día de campo. Y es un hecho de la vida que juzgamos y somos juzgados por nuestra apariencia, y la ropa tiene mucho que ver con eso.
Para algunas personas, sin embargo, esto es más profundo. Lo que llevan los define tanto frente al mundo como ante sí mismos. Para algunos podría ser simplemente que pueden proyectar más confianza si tienen un traje informal o un vestido bien cortado. Otros, sin embargo, se fijan en las marcas del diseñador. Y en el extremo están las pobres almas para quienes la adquisición de ropa se convierte en un fin en sí mismo. Para todos los mayores de 40 años, el nombre de Imelda Marcos es un sinónimo de extravagancia e indulgencia excesiva. (2.700 pares de zapatos me huele a algo gravemente patológico).
Hace más o menos un año, yo estaba visitando la iglesia de mi cuñada en Australia, y un simpático joven predicador estadounidense que estaba de visita tomó el sermón. No se parecía a un predicador tradicional –tenía barba, largas rastas rubias, y estaba vestido con lo que parecía un uniforme militar de los viejos tiempos– pero habló con mucha pasión y compasión de las personas a quienes ministraba, a los cuales debe haberles parecido bastante conservador.
Nos dijo que el verano después que terminó la universidad, él y un par de amigos decidieron hacer algo altruista, y uno de ellos sugirió “ir a trabajar con la Madre Teresa”. Así que tomó el teléfono y de alguna manera consiguió una conexión con su misión en la India. Una voz respondió, y le preguntó por la Madre Teresa. La voz respondió que ELLA ERA la Madre Teresa, y le preguntó qué podía hacer por él. Terminó trabajando tres años con ella, y nos contó una breve historia que describe maravillosamente a la Madre Teresa. Nos contó que ella tenía unos pies terribles –que había sufrido con los pies durante la mayor parte de su vida. Y la razón era que cuando las donaciones de zapatos llegaban a la misión, cuando necesitaba un nuevo par, siempre elegía el peor para sí misma a fin de que otros pudieran tener los zapatos buenos.
Lo que Ruskin pregunta al principio de este comentario es si podemos justificar gastar dinero en ropa, cuando hay tanto sufrimiento y pobreza en el mundo. Para mí esa no es una pregunta demasiado difícil, porque casi no gasto dinero en ropa de todos modos. Pero ¿puedo extrapolar la pregunta incluyendo elementos que una persona con frío y hambrienta podría considerar un lujo? ¿Puedo pasar de largo ante una persona sin hogar y dirigirme a Starbucks para tomar un café con leche y caramelo grande? ¿Puedo justificar los viajes al extranjero (mi debilidad personal) cuando sé que hay miles de niñas y mujeres en el mundo que son analfabetos?
Debo confesarles que si yo fuera rica, estaría tentada a gastar mi dinero no en ropa de diseño, sino en entradas muy caras para la ópera, en volúmenes encuadernados en cuero de literatura clásica del siglo 19, en vacaciones en ciudades europeas para comprar arte y antigüedades. Estas son las cosas que me definen. Para usted puede ser que sea un coche nuevo cada año, una gran casa, vacaciones exóticas, las mejores escuelas para sus hijos, o tal vez un trabajo exigente. Esas cosas que otras personas van a ver, y por las cuales nos van a juzgar.
Ahora, no estoy diciendo que todos debemos vivir una vida sobria y austera, privarnos de todos los lujos y las cosas que hacen la vida un poco más fácil. Todo lo que estoy diciendo es que tal vez deberíamos mirar las cosas que creemos que nos definen, y preguntarnos si podríamos estar gastando nuestro dinero, tiempo y energía en algo mejor. Después de todo, Jesús mismo dijo: “Considerad los lirios, cómo crecen: no trabajan ni hilan, pero os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos”.