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“La importancia de la terminación”

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Para mí, hay una pregunta (entre las muchas que surgen de la lección de esta semana) que especialmente clama por una respuesta, y la pregunta es ésta: (en el contexto de la actividad creadora de Dios) ¿cuál es el significado de la idea de terminación?  (Génesis 2: 1-2).

Es seguro que existe un significado especial, porque Dios le dio a la terminación de su obra una señal conmemorativa, una que los adventistas hemos defendido de manera señalada.  Pero ¿será posible que hayamos defendido la señal del sábado sin extraer el significado pleno de su significado, una buena parte del cual, como argumentaré, se encuentra dentro del significado de la “terminación”?

Esta pregunta, si ha de ser tratada con provecho, requiere que aclaremos el significado de “finalización”.  Me propongo hacer esto, no como una reflexión filosófica sobre la palabra en sí, sino más bien prestando atención al pasaje bíblico más amplio en el que aparece la palabra “acabó” o “terminó”.  Se procederá, en primer lugar, por explorar lo que la terminación de la obra no significaba, y luego trataremos de aclarar lo que en realidad quería decir.

Qué es lo que la “terminación” no significó

Me acuerdo de un amigo durante mis años de estudios en la escuela secundaria, que en sus primeros episodios de rebelión adolescente proclamó que él no querría vivir en el cielo porque la perfección sería aburrida.   Lo que sucederá en la Tierra Nueva es lo que seguramente pasaba, también, en este mundo recién creado.  Pero, ¿tenía mi amigo una imagen real de la perfección?  ¿Había entendido lo que significa la “integridad” o “perfección” de las obras de Dios?

El mundo que Dios hizo era perfecto, aunque esa no es la palabra que Moisés usa para describirlo.  Dice que Dios vio que era “bueno”, y lo repite siete veces.  Y en el último día de la serie, Moisés usa las sílabas de su lengua nativa lo mejor que puede intentando expresar la bondad inexpresable.

Pero esta perfección, esta bondad, era cualquier cosa menos aburrida, ya que no había nada en ella semejante a la idea griega de la perfección, ese estado impasible donde todo se ha vuelto inmóvil, elevado y retirado de la terrenalidad y las exigencias de los seres vivos.  No, la plenitud del mundo de Dios estaba llena de movimiento, conociendo tanto la necesidad (nótese que dije necesidad y no deseo) y la satisfacción de la necesidad, como el anhelo y el cumplimiento del anhelo.  No, esa plenitud era un comienzo, no un final, un fenómeno que sólo puede ser conocido en Dios.  Los poderes del hombre y las bestias se iban a ejercitar con una bondad siempre expansiva.  Había dominio que ejercer (Gén. 1:26) y crecimiento gracias a una fecundidad que llenaría todo el mundo (1:28).  Iba a existir el cultivo de todo lo bueno y lo mejor, la satisfacción de un río de vida que no dejaría de fluir (1:29, 30 y 2:15).  En otras palabras, la plenitud estaba llena de un potencial de mayores desarrollos.

Esta plenitud de una obra terminada, sin embargo, como sabemos de sobra, era condicional.  Esto nos lleva a nuestro segundo punto, el significado real de la plenitud señalada por el sábado.

Qué quería decir “terminación”

El significado de la plenitud, de lo completado o terminado, en el relato de la creación se encuentra en conexión directa con la plenitud que es afirmada siete veces por Dios, diciendo que lo que hizo era “bueno”.  En los talones de la séptima afirmación viene la declaración de que Dios terminó su obra, y la inauguración del descanso sabático (Gén. 1:31; 2:1,2).  Me parece que Dios sella mediante el sábado la bondad y el carácter completo de lo que ha hecho.  Es como si Él estuviera diciendo a Adán y a Eva, y por lo tanto a todos sus descendientes,  “Lo que he hecho para vosotros, lo que les he dado, no puede ser superado.  No puede ser mejorado.  Les he dado lo mejor que se puede dar”.

Dos cosas deben tenerse en cuenta a la luz de esta afirmación.  La primera es que la integridad de la creación no fue sólo física, sino también moral y espiritual.  Lo que se creó no era sólo material, era un patrón moral y espiritual.  Se les dio un modelo a seguir en cuanto a que fueron creados a imagen de Dios.  Además, esta imagen debía ejercerse en el contexto de polaridades radicales: el mando y la obediencia, la regla y la sumisión.  Los dos estaban para ser gobernados y gobernar, someter y ser sometidos.  Y en la aceptación de esta estructura dada, prosperarían y conocerían la abundancia de la vida –la terminación que fue un comienzo, la conclusión que estaba llena de potencial.

Dicho más brevemente, la señal de la integridad en el signo del sábado marcó los límites entre el Creador y la criatura.  Sólo entrando verdaderamente en el orden terminado de Dios, sin traspasar los límites propios de la existencia de las creaturas, la humanidad conocería la vida, es decir, el reposo.

Esto nos lleva directamente a la segunda cosa que hay que tener en mente –el Universo en el que el mundo y el hombre fueron creados ya conocía la transgresión de los límites de las creaturas.  Y la tentación de transgredir la integridad que Dios creó, pronto irrumpiría también en este mundo.

Os dejo algunas sugerencias, no extensamente desarrolladas, que tal vez sea material para continuar el debate.

(1) ¿Es posible que el primer ataque de Satanás en el contexto de este mundo recién hecho haya sido un ataque al sábado, es decir, un ataque a los límites de las criaturas frente al Creador, tal como lo indica el día de reposo?  Después de todo ¿no estaba sugiriendo Satanás, al tentar a Eva, que el mundo y la vida que recibieron de Dios no estaba verdaderamente completa, sino que podrían completarla mediante su actuación independiente?  Y si es así, ¿no sugiere esto que el adventismo no ha estado lejos de dar en el blanco cuando sugiere que el sábado se encuentra en el centro del conflicto que ha envuelto a nuestro planeta?  Porque no hay otro mandamiento que esté tan cerca de los fundamentos de la rebelión de las creaturas traspasando sus propios límites.

(2) Del mismo modo, ¿no es posible que el sábado haya sido dado al hombre desde el principio como una defensa contra las maquinaciones satánicas, que Dios en su presciencia sabía que iba a enfrentar?

(3) Y por último, ¿no sugiere todo esto que la lección de vital importancia para todos nosotros es la de la sumisión a la palabra divina, que “el hombre no vive sólo de pan sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, y que si no aprendemos esta lección transformamos al sábado en una parodia?

Oh, sí, tal como Lutero señaló hacia el final de su vida: “Nosotros somos mendigos”, o dicho simplemente, torpes aprendices que seguimos trabajando en la lección más elemental de todas, la del significado de ser criaturas.  No hay lugar para reclamos de sofisticación aquí, no hay espacio para la pompa intelectual o para el orgullo.  Ni siquiera hemos aprendido a deletrear.  Oh, pero para aquellos que lo hacen, la terminación de la obra de Dios, una vez más, se demostrará plena de potencial.  “Acerquémonos, pues, diligentemente para entrar en ese reposo, no sea que alguno caiga siguiendo el mismo ejemplo de desobediencia” (Hebreos 4:11).

(Traducido por Carlos Enjique Espinosa)

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