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“La naturaleza como fuente de salud”

 

(Traducido por Carlos Enrique Espinosa)

¿La naturaleza como fuente de salud?  ¿La naturaleza en contraposición a . . . , en contraste con . . . , como una alternativa a . . . qué?   ¿De qué “Naturaleza” estamos hablando?

¿Este es el mundo de mi Padre. . .  canta toda la naturaleza y “me rodea y suena la música de las esferas”?  En la naturaleza cantante del himno familiar, la Gran Cadena del Ser ordenó el movimiento jerárquico de las estrellas y los planetas, de los querubines y serafines, de los seres humanos sobre los animales, los Señores sobre los siervos, y la salud se asocia probablemente con el conocimiento y con mantener el lugar de uno.  ¡Qué diferente de la Naturaleza de Thomas Jefferson, padrón legal de los cielos estrellados y fuente de los derechos naturales “inalienables” sobre los que escribió en la Declaración de Independencia de los EE.UU.!

¡Y qué diferencia con estas dos tenía la Naturaleza de los trascendentalistas Emerson y Thoreau, y la de su heredero espiritual a finales del siglo XIX, John Muir.  La Naturaleza Trascendentalista era una confusión creativa, una combinación de dos ideas incompatibles: la Naturaleza material visible como un emblema o sacramento de una realidad divina, frente a la materia como mera apariencia, un velo del Espíritu Absoluto que había detrás.  El primer punto de vista, el de la Naturaleza sacramental,  reclamaba una ética de armonía e identificación con la Naturaleza, y una apreciación de su poder y belleza sublime.  El segundo punto de vista, el de la Naturaleza como velo e ilusión, motivaba una ética del dominio sobre la naturaleza por el poder de la mente.

Hay indiciosde estos puntos de vista trascendentalistas detrás de la lección 12 de esta semana, de la Guía de Estudio Bíblico para Adultos, pero en primer plano, inevitablemente, está Elena G. de White (MC, 261-68; PP, 49-50).  La Naturaleza de Elena de White es el Médico de Dios, y tiene una respuesta clara y decidida a mi consulta sobre “la naturaleza en contraposición a qué”.  La Naturaleza en contraposición a la Ciudad, por supuesto, la ciudad como la enfermedad de la Humanidad.  La ciudad de Elena de White tiene calles llenas de ruido, excitación y confusión, con personas ansiosas de conseguir lujos, viviendo los excesos de la vida artificial de la moda.  Es un lugar de humo, polvo y gases venenosos, lleno de tentaciones para la gente de apetitos innaturales.  LaNaturaleza de Elena de White, en contraste, es un lugar de aire puro, de sol alegre, flores y árboles, huertos y viñedos, de ejercicio al aire libre y jardinería.  En última instancia, es un contraste entre el Edén y el mundo caído.  Así dice el autor de la lección, parafraseando a la Sra. White: “Después de todo, Dios puso a nuestros primeros padres en un jardín, no en una plaza de ciudad.  Algo en nosotros resuena mejor con un campo de lirios que con un estacionamiento de asfalto”.

Expuseestas ideas en una activa clase de Escuela Sabática hace unas semanas, y la dicotomía de la Sra. White de la Naturaleza frente a la ciudad fue objeto de una severa deconstrucción.  Un miembro afirmó que los adventistas habían hecho muy mal con su rechazo de la ciudad.  Según él, aferrándose a una reacción anticuada contra los dolores del crecimiento urbano del siglo XIX, los adventistas habían hecho caso omiso de los múltiples esfuerzos bien desarrollados para que las ciudades sean habitables, con parques y espacios abiertos, códigos sanitarios y de vivienda, desarrollos residenciales de ingresos mixtos, y otros avances similares.  Los adventistas permanecieron ignorantes y/o hostiles a la vibrante diversidad y riqueza cultural de la vida urbana.  La implicación era que Elena G. de White, o más bien el uso indebido de Elena G. de White, había perpetrado este mal.  Otro miembro ofreció como advertencia el caso específico de un familiar en África, que había establecido un hospital misionero en una ciudad, desafiando directamente a los administradores de la iglesia que insistían en el consejo de la Sra. White de establecer los centros de curación en el campo.  Lo que el médico misionero sabía es que los líderes de la iglesia eran ciegos al hecho que en África “Naturaleza” significa terreno virgen, el reino de los depredadores y parásitos, donde es probable que la vida humana sea desagradable, brutal y breve.  La ciudad, por el contrario, es el lugar en que el artificio humano podría crear un entorno favorable para la vida humana.  Localizar un centro para la curación y la salud en la selva es, para los africanos, un absurdo peligroso.

Otro miembro, un biólogo, señaló que cuando idealizamos la Naturaleza, tenemos que ser muy selectivos.  La Muerte Negra, que disminuyó la población europea en un tercio en la Baja Edad Media, fue después de todo un proceso natural.  El folleto, en la Lección 12, anuncia que la Naturaleza, después de la caída en el pecado, está llena de violencia y terror.  Mientras escribo, las autoridades japonesas están respondiendo a un mortal tsunami desencadenado por un terremoto de magnitud 8,9 con epicentro en sus costas del noreste.  Eso también es la Naturaleza.

Entonces, cuando la Naturaleza se convierte para nosotros en una fuente de salud y curación, o de inspiración y revelación, debemos reconocer que se trata de una Naturaleza que nosotros mismos hemos construido.  Por supuesto que no construimos nuestra Naturaleza de la nada, o partes sueltas.  Más bien, seleccionamos las partes que tengan sentido para nosotros, para nuestros propósitos en particular.  La Naturaleza de la Sra. White como Médico y refugio de la Ciudad es una de tales construcciones.  Al igual que todos los demás elementos de nuestras religiones, es una vasija de barro que contuvo el tesoro de la luz de Dios durante un tiempo, y que todavía es válido para algunos, en algunos lugares.

Sin embargo, a pesar de toda esta relativización de la idea de la Naturaleza, y del reconocimiento de toda la violencia, peligro y muerte que encontramos en los procesos naturales, nadie en la clase que dirigí estuvo dispuesto a desechar por completo la idea de que había algo restaurador, algo que da vida en aquello, sea lo que sea, que tratamos de comprender cuando hablamos de la Naturaleza.  Un colega desde hace mucho tiempo, que ha ofrecido un variado, prolongado y distinguido servicio a nuestra comunidad comentó, con una gran subestimación, lo que hace en y alrededor del Pacific Union College y la iglesia, afirmando que le encanta lo que hace.  Sin embargo, encuentra que las largas caminatas que hace en las montañas al este de Calistoga, California, son un cambio esencial y un respiro frente a este trabajo que él ama.  Incluso el miembro al que le encanta la ciudad reconoció la importancia de los parques y espacios abiertos de un entorno urbano habitable –la naturaleza preservada y cultivada por el artificio humano en medio de la ciudad.  Y, por supuesto, los senderos favorecidos por mi colega de Calistoga son conservados por un parque estatal como la Naturaleza para su uso.  Para que la Naturaleza sea restaurativa y un medio de curación, parece requerir una gran cantidad de doma y protección de parte de los seres humanos a los que cura.

Y así, mañana por la mañana de acuerdo a mi costumbre, voy a tener mi propio día de reposo de “caminata en la naturaleza” por medio de un kayak en el Lago Hennesey, un pequeño embalse creado por una presa en Conn Creek, el río que fluye a través de Angwin, California, mi ciudad natal.  A medida que el sol sale en esta pequeña joya de la “Naturaleza”, creado por la ciudad de Napa para el suministro de agua, he visto águilas y halcones pescadores que luchan en el aire por los derechos de pesca en el agua.  He visto y fotografiado somormujos occidentales que anidan en las cañas y que luego llevan a sus polluelos en sus espaldas mientras nadan y bucean.  He visto a las nutrias de río masticar cangrejos de río.  Todo esto es una delicia, aunque no para el cangrejo de río.  Puedo hacer un buen ejercicio en el aire puro y bajo la luz del sol naciente, entre las flores y los árboles que Elena de White parece haber tenido en mente cuando hablaba de la Naturaleza.

Y luego hay momentos raros como el intercambio penetrante, dulce y sorprendentemente fuerte entre dos somormujos comunes, del que fui testigo el pasado mes de abril.  Levantaron ecos, creando matices de sonido como de una multitud cuando aún eran sólo dos que, hasta donde yo sé, nunca se juntaron.  Dí un vistazo a uno de ellos mientras yo remaba, una criatura grande y formidable que se mecía plácidamente en las ondas.  Se zambulló sin graznar de nuevo, pero la “conversación” anterior fue inolvidable.  Fue como si toda la tristeza, todos los anhelos, y toda la alegría de esa pequeña creatura hubieran rodado juntos y hubieran destilado en sus gritos.  Tal vez para ellos eran sólo las hormonas y el fenómeno del apareamiento; para mí fue como tocar lo intemporal.  No tengo una teología que pueda abarcar y dar sentido a todo lo que experimento en ese lago.  Pero puedo dar testimonio de que la Naturaleza, en ese momento, fue una sublime y estimulante fuente de salud.  Por ello doy las gracias al Dios Cuyo Reino yo anhelo como los somormujos anhelaban estar juntos.

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