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“Formando relaciones”

Hubo un tiempo en que yo era contraria a la idea de ir a una bien conocida cadena de tiendas de café. No me gustaba mucho el café colado [pasado] y, lo que consideraba mejor, yo quería apoyar a las tiendas locales e independientes.

Entonces un día, hace unos años, estaba en uno de esos días donde todo sale mal. Al fin, tuve que ir al centro para una entrevista; el viaje lo hice en bicicleta, lo que me tomó una media hora, con un clima de 35ºC. El regreso a casa fue largo y caluroso, teniendo que pedalear largos tramos cuesta arriba. Estaba cansada y de mal humor. Me sentía un poco misántropa.

Cuando llegué a casa, encontré algo delante de mi puerta que cambió completamente mi estado de ánimo. Era un pequeño paquete de café molido y una tarjeta de la cadena de cafeterías antes mencionada, diciendo que acababan de abrir una nueva tienda en el centro comercial que está directamente detrás de mi casa, y que querían hacer amistad con los vecinos. Dentro de la tarjeta había un cupón para tomar un café gratis, y una invitación a visitar la tienda.

“¡Eres mi amigo!” Le dije al pequeño paquete de café, dirigiéndome a la casa para prepararme una taza.

No sólo visité la tienda poco después, la he estado visitando —y a sus numerosos hermanos y hermanas— fielmente desde entonces.

Últimamente he estado pensando en las relaciones y en la forma en que tiñen nuestras experiencias, para bien o para mal. Esto se hace más evidente en los negocios y empresas. Muy a menudo, lo llamamos “servicio” —un buen servicio o un servicio malo— pero en realidad se trata de una relación.

Todos tenemos historias. El mozo de restaurante que no estaba prestando atención a nuestro pedido y se equivocó, y entonces se reaccionó con altivez cuando se le llamó la atención. Los empleados de la tienda que hicieron un gran esfuerzo para encontrar un producto para nosotros, y luego, además, lo envolvieron para regalo. Si bien hay otros factores que pueden influir en nuestros sentimientos hacia un negocio, a menudo se reducen a la forma en que somos tratados. Y cómo nos tratan, o nos sirven, puede marcar la diferencia en nuestra opinión acerca de un negocio.

Por supuesto, la gente de los negocios y la industria de servicios pueden añadir que esto también funciona a la inversa. Hay clientes que pueden alegrar su día sólo por entrar, con o sin una compra, mientras que otros pueden aportar grandes ingresos, pero hacer su día miserable.

Todo se reduce a esto: La manera cómo nos relacionamos con la gente tiene un profundo impacto en la calidad de nuestra vida, y en las decisiones que tomamos. Y también en la vida y las decisiones de los demás.

No es sorprendente que la Biblia tenga mucho que decir sobre esto, desde las historias acerca de relaciones —entre las personas y las naciones— a los consejos del mismo Jesús.

“Por lo tanto todo lo que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas”, dice Jesús en Mat. 7:12.

Si una interacción con un empleado de tienda puede hacer o romper nuestra lealtad con un negocio, ¿cuánto más importantes son nuestras interacciones en el ambiente espiritual —ya sea en la iglesia o en otro lugar, como representantes de Cristo?

En Efesios, Pablo escribe: “Os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados”. Y en caso de que haya alguna duda sobre lo que esto implica, añade: “con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efe. 4:1-3).

Lo que aprendí en ese día caluroso de verano, hace tantos años, es que los más pequeños gestos pueden tener un efecto duradero. Tanto en nuestras relaciones como en nuestro destino —o en el de otra persona.

1) La misantropía es una actitud social y psicológica caracterizada por una aversión general hacia la especie humana [Nota del traductor].

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