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Urías el heteo: “Estas cosas pasan”

El relato de 2 Samuel 11 es conocido tradicionalmente como la historia de David y Betsabé. Predicadores, artistas y músicos han aprovechado el encuentro entre estos dos personajes y lo han utilizado para moralizar sobre los peligros de la lujuria sexual. Urías, si es que es mencionado, es visto como la víctima del deseo de David por su esposa, y su asesinato juega un papel secundario en el adulterio entre Betsabé y el rey. En realidad, sin embargo, Urías juega un papel mucho más importante que su esposa en esta historia. Ella aparecerá en el centro del escenario más adelante, cuando maniobre para instalar a su hijo Salomón en el trono. Pero aquí ella está en un segundo plano, es la belleza que es usada y abusada por David. La atención se centra en su esposo Urías, que es un complemento con David. Como Lot es para Abraham, y Esaú es para Jacob, así es Urías para David en este episodio. Su función es la de marcar un contraste con David, y revelar la verdadera naturaleza del rey. No podemos considerar al uno sin el otro.

La narrativa hebrea se caracteriza por ser parca en su valoración explícita de los personajes. La caracterización es transmitida indirectamente a través de una serie de estrategias. Las más importantes aquí son las de contraste y repetición. La primera frase nos dice que la acción tiene lugar en la época del año en que los reyes “salen” (2 Sam. 11:1, “a la guerra” no está en hebreo). Sus hombres podrían estar en el campo de batalla, pero el rey David se queda en casa –en la cama, para ser precisos. La indolencia de David, que finalmente sale de la cama por la tarde, contrasta perturbadoramente con sus soldados que arriesgan sus vidas. Aún más preocupante es su insensible actitud hacia Betsabé. La cronología interna de los datos sugiere que David tenía unos cuarenta y siete años de edad. Sin embargo, su edad madura no ha producido ni sabiduría ni integridad, sino simplemente una toma de conciencia de su poder. Él la ve, “envía” por ella, y duerme con ella (vv. 3-4). Anteriormente había “enviado” a Joab y al ejército a la guerra. El verbo “enviar” se utiliza no menos de doce veces en el capítulo, sobre todo para subrayar que David está en control. Por lo tanto, tienen derecho a una sonrisa irónica cuando, por el contrario, Betsabé “envía” a decirle: “Estoy embarazada”.

Sin inmutarse, David “envió este mensaje a Joab: ‘Envíame a Urías, el heteo’.” Y Joab lo envió a David. Esto pone de relieve la repetición de que lo que sucede en esta historia es el resultado de una planificación consciente y de la estrategia detallada de David. El lector podría preguntarse, ¿por qué razón podría haber enviado David por Urías? ¿Para confesar su conducta imprudente? ¿Para pedir perdón? ¿Para sobornar a Urías a fin de que guardara silencio? ¿Para amenazarlo? Las largas conversaciones entre David y Urías no sólo sugieren los motivos de David, sino que también contrastan a los dos hombres para que sus personajes se destaquen cristalinamente.

David comienza con el Plan A, instando a Urías: “baja a tu casa…”. Por qué quiere que Urías haga eso, no se dice explícitamente, pero es dado a entender cuando el texto agrega: “… y lava tus pies” –pies es un eufemismo ocasional hebreo para referirse a los genitales. Aun así, el narrador no nos dice por qué David quiere que Urías, por sobre todo, pase tiempo con su esposa. Sin embargo, esta insinuación indirecta hace que la trama se torne aún más interesante para el lector, sobre todo cuando, a través de la repetición, una vez más leemos que Urías “no bajó a su casa”. David no lo puede creer y le pide una explicación. Urías se limita a establecer que sus colegas están en peligro en el extranjero, en estas circunstancias, ¿cómo podría él dormir con Betsabé? Piensa en eso, David, ¿cómo pudiste?

Así que David tiene que pasar al plan B. En una recepción en palacio, David hace que Urías se emborrache –sin duda el alcohol eliminará los principios del hombre. Pero una vez más, Urías “no bajó a su casa”. La repetición crea este contraste inquietante: Urías, borracho, tiene más principios que David, sobrio. Y esos principios son la perdición de Urías.

David pasa al Plan C, simple, eficiente y letal. Urías debe morir. Y otras personas tendrán que morir para que esto parezca un accidente. La naturaleza cruel de este truco se magnifica cuando David firma la sentencia de muerte de Urías y lo pone en manos del hombre desprevenido para que lo entregue a Joab, quien elaborará el engaño militar que lo matará. David y Urías nunca volverían a reunirse. Pero ya fue revelado lo suficiente cuando estaban juntos, a través del contraste y la repetición, para que podamos evaluar el verdadero carácter de ambos.

Una vez que Urías ha muerto, nuestro narrador emplea otra técnica del arte narrativo hebreo – la demora. Hasta el v. 17, la historia se ha contado con la típica economía de palabras del hebreo, y los acontecimientos han seguido rápidamente, uno tras el otro. Empezando en el versículo 18, sin embargo, el ritmo disminuye considerablemente. Somos informados, en un estilo prolijo, de detalles que no son esenciales respecto a lo que se le debe decir a David, hasta llegar al v. 24. Esta es una estrategia deliberada utilizada por los narradores hebreos para retrasar el clímax, de modo que cuando finalmente llegue lo reconozcamos como el punto desde el cual podemos reflexionar sobre la narración. El punto culminante específico que se demora en la respuesta de David a la muerte de Urías, finalmente llega en el v. 25: “No tengas pesar por esto, porque la espada devora, ya a uno, ya a otro”. En otras palabras, “No te preocupes, estas cosas pasan”.

“Estas cosas pasan”. Sin embargo, como cualquier lector puede ver, lo que sucede en esta historia no es “por casualidad”. Es una historia de injusticia de principio a fin. Y todas estas injusticias –la explotación sexual, el adulterio, el asesinato, las maquinaciones despiadadas, y las mentiras descaradas— todo ello, David las desecha con un gesto de su mano. “Estas cosas pasan”. Pero no hubieran pasado si David no hubiera estado en el control de principio a fin.

“Estas cosas pasan”. ¡Claro! Las personas íntegras como Urías, a menudo tienen que sufrir. Vivir de acuerdo a altos estándares morales con frecuencia no resulta en bendición. Mientras que por otro lado, los manipuladores inmorales como David suelen salirse con la suya –una verdad observable en la Iglesia, así como en el mundo.

“Estas cosas pasan”. Lo que pasa en esta historia, por supuesto, es que Urías se encuentra muy por encima de David como una persona íntegra. En una historia llena de cuidadosos contrastes, una sugerencia frecuente es que el inmoral David contrasta con Urías, el hombre de fe. Mientras que Urías ciertamente tiene integridad, afirmar que tiene fe en Dios va más allá de la narración. Él no menciona a Dios ni a la ley. Su negativa de “ir a su casa” apela a un código común antiguo de honor militar, no específicamente a la ética bíblica. La insistencia del narrador en llamarlo Urías, el heteo, a la luz de lo anterior, sugiere que, si bien Urías milita en el ejército de Israel, y ha adoptado el nombre de Israel, no es necesariamente un seguidor del Dios de Israel. Si esto fuera así, entonces Urías podría ser uno de los primeros ejemplos, porque ciertamente no es el último, de una persona “de afuera” de la comunidad de fe que da testimonio a los de adentro.

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