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El optimismo y la salud

¿Habría alguna diferencia si, cuando Jesús sanó a la gente les hubiera elogiado por su optimismo en lugar de su fe? Sabemos que estos dos términos son similares ya que ambos expresan expectativas positivas sobre el futuro, pero hay diferencias parcialmente captadas por el artista que ilustró el folleto de este trimestre de la Escuela Sabática.

El personaje de la lección 6, sobre la fe y la curación, parece estar en meditación u oración reflexiva. Las palmas abiertas y la expresión serena parecen indicar un espíritu receptivo y la aceptación de la voluntad de Dios. El grabado de la lección 11, sobre el optimismo y la curación, presenta un gran contraste. El gesto hacia arriba de sus brazos y la sonrisa radiante transmiten energía, entusiasmo y la fuerza de la fe. Uno casi puede oír gritar, “¡Alabado sea el Señor!” Ambas figuras representan dos diferentes estados de ánimo en la vida del cristiano, que tienen un papel importante en la salud y la curación, pero, para ser honestos, ¿no es el optimismo más difícil de sostener, sobre todo si uno no tiene una inclinación natural hacia esa actitud? ¿Incrementa el espíritu optimista la posibilidad de curación? Ese parece ser el mensaje del Salmo 37:4, “Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón.”

En los últimos años, se ha dado considerable atención al optimismo, en la medida en que los investigadores intentan descubrir el vínculo biológico entre la actitud y la salud. Aunque nada se ha probado de modo concluyente, los estudios apoyan la conexión mente-cuerpo. Los cristianos no nos sorprendemos de esto, ya que creemos que Dios nos creó como seres integrales, y que esta integración significa que la mente puede influir en el cuerpo, ya sea para bien o para mal. Hay algunas personas, sin embargo, que dan una nota de advertencia sobre el optimismo. En su libro, Anatomía de la esperanza: cómo prevalecer frente a la enfermedad, el autor Dr. Jerome Groopman, profesor de la Escuela de Medicina de Harvard, describe a los pacientes que ha atendido a través de los años y que han tenido que hacer frente a enfermedades muy graves. Contrasta a los pacientes que pasan por las diversas etapas de la enfermedad manteniendo el optimismo, frente a los pacientes que se basan en lo que él llama “la verdadera esperanza”. Él cree que los optimistas son menos realistas acerca de la enfermedad debido a su supuesto de que “todo saldrá mejor”. Si la enfermedad empeora, pueden culparse a sí mismos por no ser lo suficientemente optimistas. Centrarse principalmente en los resultados positivos afecta la calidad de su toma de decisiones, debido a que sus opciones no incluyen la realidad de su condición. Por el contrario, aquellos que confían en función de la esperanza, funcionan en un nivel cognitivo superior en sus decisiones, ya que asumen y afrontan lo negativo, así como los aspectos positivos de su enfermedad. Por supuesto, no hay garantías para ninguno de los grupos.

A través de los años ha habido muchos pastores con audiencias de televisión que han hecho de los ministerios de sanidad una parte significativa de su misión. Apoyan la vigorosa fe optimista como la clave de acceso a premios celestiales tales como la salud, la riqueza y el éxito. Jason Byassee dice que tales ministerios le dan tanto crédito a la importancia de una actitud positiva, que Dios puede parecer innecesario (“Sé feliz: el evangelio de la salud y la riqueza”, Christian Century, 12 de julio de 2005, pp. 20-23). Se refiere a los ministerios como la promoción de un “evangelio de la prosperidad”: mejora tu actitud, mantén la cabeza en alto, y las bendiciones de Dios van a llover sobre ti (p 20). Hace años me dirigí a uno de esos programas donde el ministro carismático animaba a los espectadores a solicitar un pequeño trozo de tela roja sobre el que él había rezado, como un punto de contacto para la liberación de la fe para la curación física. También hacía hincapié en la importancia de enviar semillas de dinero para activar la curación. Por curiosidad envié una donación de US$ 2 al ministerio, y así obtuve mi tela; luego comencé a recibir una serie de elementos (semillas de mostaza, hostias, bolsas de comida) y documentos en colores sobre los milagros en espera que serían míos apenas soltara las semillas de dinero que tenía en mis manos. Comencé a sentirme como tratando de manipular a Dios, así que retiré mi nombre de la lista de correo.

Aquellos a quienes Jesús sanó no se ajustaban a alguna fe, o a un modelo de actitud. Jesús sanó a algunos individuos a distancia, por lo que la fe que fue descrita era la del intercesor, y no la del inválido. Permitió la curación de muchos que creían que simplemente tocar su túnica sería suficiente. Sin duda, muchos se mostraron optimistas acerca de lo que Jesús podía hacer por ellos, otros permanecían en un “silencio de esperanza”, y algunos, como el cojo en el estanque de Betesda, estaban sorprendidos de que un extraño les pudiera hacer un milagro de curación. Tal vez una de las curaciones más significativas fue la de un paralítico cuya fe no está descrita, pero que tenía cuatro amigos que lo llevaron a Jesús. Fue la fe de los amigos la que lo llevó a Jesús a través del techo. Fue la fe de esos amigos lo que conmovió a Jesús profundamente. Jesús sanó, no sólo el cuerpo paralizado del hombre, sino también su alma paralizada, y el hombre se fue alabando a Dios.

Cuando leemos que Jesús sanó a TODOS los iban a él, y luego nos acordamos de aquellos por los que hemos orado con seriedad, pero que no fueron sanados, nos quedamos con preguntas de peso. ¿Qué ventaja tiene el cristiano, en el ámbito de la curación, sobre la persona que no cree en Dios? El optimista secular se limita a confiar en los últimos resultados de la investigación científica, o en los medicamentos más recientes, manteniendo los dedos cruzados para “la buena suerte”. El optimismo se basa en lo tangible. Para el cristiano, sin embargo, la trayectoria de la fe y el optimismo no se acaba con la petición de oración, sino que termina en el Nuevo y Eterno Reino de Dios. El optimismo se basa en la creencia y fe en las promesas de Dios, y una de las cosas más preciadas de ese futuro perfecto es que el estado de salud será la norma bendecida.

Es mucho más difícil para Dios no responder a nuestras oraciones pidiendo sanidad, que para nosotros no ser sanados. Dios tiene mucho más en juego. Su carácter es la revelación suprema del amor y, desde luego, la curación está en consonancia con el amor. Cuando Dios permite un aborto involuntario, la muerte de los niños, el sufrimiento prolongado a causa de las enfermedades, o la muerte prematura de un cristiano optimista y comprometido, podemos luchar mucho para conciliar su carácter con su respuesta a la situación. Nuestra pérdida, sin embargo, durará sólo lo que dura nuestra vida. En cambio Dios puede perder hijos e hijas por toda la eternidad, lo que a su vez plantea de nuevo que no respondiera a sus oraciones por la curación.

Hay momentos en que la fe parece hecha pedazos y nos quedamos sólo con fragmentos acuñados por preguntas sin respuesta. Dios entiende cuando dependemos más de los demás que de él durante esos tiempos. En una carta escrita por Elena G. de White a una mujer que experimentaba graves dudas y miedo, ella dice: “Yo sé que el Señor te ama. Si no puedes confiar en tu propia fe, confía en la fe de otros. Creemos y esperamos por ti. Dios acepta nuestra fe en tu nombre” (Testimonies, Vol. 2, p.319).

Dios nunca es confundido por la forma en la que luchamos para encontrarlo cuando nuestras oraciones no son contestadas como esperábamos. Él entiende perfectamente nuestro sentimiento de separación de él. Anhela el día en que pueda cumplir con todo lo que él ha prometido. Él restaurará para nosotros más que simplemente un espíritu de optimismo que mira hacia el futuro. Él nos invita a comenzar El Futuro con él.

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