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Salvar almas: La misión y la salvación

(Traducido por Carlos Enrique Espinosa)

En Hechos de los Apóstoles, Elena de White escribe:

La iglesia de Dios es el organismo designado para la salvación de los hombres. Fue organizada para el servicio y su misión es llevar el evangelio al mundo. Desde el principio ha sido el plan de Dios que a través de su iglesia se refleje en el mundo su plenitud y su suficiencia. Los miembros de la iglesia, los que él ha llamado de las tinieblas a su luz admirable, han de mostrar su gloria. La iglesia es depositaria de las riquezas de la gracia de Cristo, y por medio de ella esta gracia debe manifestarse, incluso a “los principados y los poderes en los lugares celestiales”, el despliegue completo y definitivo del amor de Dios. (Elena de White, Hechos de los Apóstoles, 9) (Efesios 3:10).

La iglesia es un lugar donde el mensaje de la salvación es proclamado. Pero, ¿qué significa ser salvo?

Desde hace mucho tiempo he pensado en el significado de la salvación y me pregunté a mí mismo: ¿Qué significa ser salvo? Muchas de las personas que he tenido el privilegio de conocer a través de mi trabajo como investigador y como terapeuta, parecen tener la necesidad de redefinir la salvación. Me pregunto ¿qué significa “ser salvos” para estas poblaciones distintas? ¿Qué significa para las trabajadoras sexuales ser salvas? ¿Qué es la salvación para las víctimas de la trata de seres humanos? ¿Qué significa experimentar el evangelio para los que están pasando por lo más profundo de una depresión? ¿Y qué significa para la población de Darfur?

Según Associated Press, seiscientos millones de niños en Asia viven en la pobreza y se ven privados de las necesidades básicas tales como alimentos, agua potable, atención de la salud o la vivienda. Aproximadamente trescientos millones de niños menores de dieciocho años carecen de más de una de estas necesidades básicas. ¿Qué pasa con ellos? ¿Qué les decimos acerca de la salvación? ¿Qué significa para ellos ser salvos?

Estas preguntas son difíciles, pero es esencial que reflexionemos en ellas. Pensar en las vidas de estas personas me trae a la memoria una cita a menudo citada: “La religión es para aquellos que tienen miedo del infierno. La espiritualidad es para quienes han pasado por el infierno”. Una trabajadora sexual que entrega su cuerpo a cambio de vivienda y alimentos, para que su nuevo bebé pueda tener un lugar donde dormir y leche para alimentarse, no está pensando en la vida futura en una ciudad con calles de oro, con voces de ángeles, el árbol de la vida, o piedras preciosas. Ella sólo quiere sobrevivir para poder cuidar de su hijo, para ofrecerle un futuro mejor que el de tener que comerciar con su cuerpo por una habitación para dormir y comida en la mesa.

¿Qué decir acerca de la salvación a una madre cuya hija ha sido objeto de la trata de seres humanos y vendida a otro país? ¿Cómo decirle a un potencial suicida lo que necesita para ser salvo, cuando el cielo está lejos de su mente y no sabe nada más que de su desesperación existencial?

Conocer a estas personas en la vida real me hace reflexionar sobre el significado de la salvación. He llegado a creer que ser salvo es lo mismo que ser amado. Dios es amor. Y puesto que el pecado es alejamiento de Dios, el amor es recuperar la relación de uno mismo con Dios, es ser descubiertos por Dios. Esto es ser salvados. El sabor de la salvación llega a nosotros cuando tenemos la experiencia, la vivencia existencial de ese amor incondicional.

He pasado por algunas circunstancias bastante difíciles en mi vida. El dolor era profundo y enrevesado. Hubo muchas noches de agonía que pasé de rodillas, rogando a Dios simplemente sin decir nada. Pero a través de este período hubo gente compasiva cuyas palabras y acciones me dieron fuerza para seguir adelante. Hay momentos en que el amor se convierte en realidad a través de la ternura, la bondad, la compasión, y el aliento.

El Amor sostiene. Da sentido a la vida cuando en ciertas circunstancias la insensatez impregna nuestros días. Nos salva sobre todo en las profundidades de la desesperación, cuando uno anhela simplemente la sanidad y no la promesa del paraíso glorioso. El amor hace la vida posible. Ser amado es salvarse. Quizás para muchos, esto es la salvación.

¿Cómo se relaciona esta comprensión de la salvación con el llamado a la misión? Creo que tiene todo que ver con la misión. Uno de los textos relativos a la misión que más se citan, es el de Juan 14:6. Cuando Tomás preguntó: “Señor, no sabemos dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?” Jesús respondió: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí”.

Este pasaje es mencionado a menudo como el fundamento mismo de la misión cristiana, porque no hay otro camino a la salvación sino creer en Jesucristo. He tenido numerosas conversaciones con los estudiantes que luchan con este texto en el contexto de la diversidad religiosa. Lo que hace que este texto sea más complicado para mí es la observación que oí de mi difunto profesor, Brian de Alwis, cuando yo hacía mi trabajo de graduado en la India: “Antes de que cualquier misionero hubiera traído el Evangelio a la India, Dios ya había estado aquí”.

Su comentario me hace consciente de que Dios está con los suyos de todo el mundo, en todo momento. Y él ha elegido muchos medios posibles para comunicar la compasión y el cuidado, algunos de los cuales ni siquiera parecen aceptables para nosotros. Debido a esta perspectiva en relación con el trabajo continuo de Dios en todas partes y en todas las culturas del mundo, he llegado a ver Juan 14:6 de modo diferente.

En consonancia con la opinión de que ser salvo es ser amado, creo que cuando Jesús dijo: “Yo soy el camino”, él estaba hablando acerca de una metodología. Si alguien desea ir a Dios, tienen que seguir el camino de Jesús. Este camino es la vida que vivió, una vida de compasión y cuidado amoroso hacia los demás. Una vida de sencillez y sacrificios. Un vida guiada por el amor y que se define por el amor. Cuando en realidad seamos capaces de vivir esta vida, poco a poco vamos a obtener una visión de Dios, de quién es Dios verdaderamente.

No se trata sólo de profesar o creer. El camino hacia Dios es el camino de Jesús. Es la manera en que vivimos nuestras vidas, comprometidos con la compasión. Es en la experiencia de la compasión y en la búsqueda de la expresión de lo incondicional en nuestras vidas que podemos llegar a conocer existencialmente quién es Dios realmente. Para mí, esta es una invitación a vivir y no sólo a hablar o predicar. La misión aquí es el llamado a la compasión, porque ser amados puede ser la liberación en esencia.

Ver la misión desde esta perspectiva me ayuda a entender más claramente cuál es el mensaje que tenemos que dar al mundo. Nos convertimos en el pan para un niño hambriento, en un abogado para las víctimas de la trata de seres humanos, en una ayuda para las profesionales del sexo que desean una vida mejor, en la presencia de consuelo para un moribundo, en un oído para los padres que están de duelo, en una taza de agua fría para los que están sedientos. El Evangelio está en las obras mismas, porque es amor que salva.

Siroj Sorajjakool es profesor de religión y de asesoramiento psicológico en la Escuela de Religión de la Universidad de Loma Linda, California.

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