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La naturaleza de Dios: La base para la Expiación

(Traducido por Carlos Enrique Espinosa)

Aprendemos los conceptos relacionados con la expiación desde nuestros primeros años. Le tiré el pelo a mi hermana, y para expiar mi pecado no tuve dinero en el bolsillo durante la semana. Me olvidé del cumpleaños de mi madre, por lo que me apresuré a gastar el dinero de la semana en flores, para expiar mi culpa. Rompí la ventana de la cocina con una pelota de críquet mal encaminada, y como expiación tuve que lavar los platos durante una semana. Por lo tanto, sabemos todo acerca de la expiación, ¿verdad?

Se aplica en este caso esa desgastada frase que demasiado a menudo se aplica a los conceptos teológicos, “todo lo que sabemos es incorrecto”. Especialmente cuando se trata de la expiación.

En respuesta a la observación de que estábamos a punto de pasar casi un trimestre entero debatiendo sobre la expiación, un buen amigo respondió “¡era hora!” Porque los temas centrales del cristianismo, tales como la manera de volver a Dios para estar otra vez en armonía con él, no son (¡o no deberían ser!) fórmulas secas, sino vitales para nuestra experiencia cristiana. Porque la expiación que Dios desea está basada en su carácter. Los conceptos acerca de Dios son muy variados, y reflejan el hecho de que la naturaleza de Dios y sus acciones están en el centro del conflicto en la gran controversia. Por lo tanto, no es de extrañar que algunos hayan rechazado las ideas distorsionadas que han recibido. “Tal como es el hombre, así es su Dios; por eso tan a menudo Dios ha sido objeto de burla”, escribe Goethe. Otros no tienen absolutamente ninguna idea de Dios—y en cierto sentido esto es preferible a las ideas perversas que difaman el carácter de Dios. En palabras de Plutarco, “es mejor que se no tenga ninguna opinión de Dios que tener una que sea indigna de él; porque lo primero es sólo incredulidad—pero lo otro es desprecio”.

Aquí es donde algunas de nuestras ideas acerca de la expiación vienen a la escena, como aquellas en que lo que fue la intención original ha tomado significados diferentes, e incluso opuestos. Por lo tanto, es apropiado revisar una breve historia de la palabra.

La palabra expiación se utilizó por primera vez en 1513, y fue empleada por Tyndale en su traducción de la Biblia de 1526. La palabra expiar, de la cual al parecer se deriva expiación, no se conoce sino hasta 1555, como una “regresión” a partir del término expiación. Por lo tanto, la pregunta es ¿qué significa expiación? La historia que has oído es verdad: expiación realmente significa “de-una-mente” [que es una traducción literal de la palabra en inglés]. La idea es estar en unidad, en armonía. Se trata de una palabra “inventada”, formada por la unión de “de” y “uno”, como a los escritores de la época les gustaba hacer libremente. Para citar Un Diccionario Etimológico del Inglés Moderno: “Expiar: Originalmente reconciliar, de la frase adverbial “de-una”, y la preservación de la antigua pronunciación de la última palabra, al igual que en sólo, solamente”. Esa es la razón por la que hoy decimos “expiar” y “de una” en una manera diferente, que oculta su origen común [Nota del traductor: La relación entre las dos expresiones es más clara en el idioma inglés]. Pero, en realidad, cuando se las utilizó por primera vez, las dos significaban la misma cosa. (Téngase en cuenta también la observación de que la pronunciación original de la palabra uno continúa en las palabras solamente [una-mente] y únicamente [única-mente]).

El Diccionario Oxford Abreviado describe así la palabra expiación: “La condición de estar en uno con los demás; concordia, acuerdo”. No aparece aquí el concepto de que es necesario pagar una multa, ni el de apaciguamiento, o de aplacar a una persona hostil. Se trata simplemente de “unidad”. La misma fuente da una definición más: “3. Espec. en TEOL. La reconciliación o restauración entre Dios y los pecadores. 1526 (Tyndale)”. Y, a continuación, añade la nota: “Expiación es utilizado por diversos teólogos en el sentido de reconciliación, propiciación. (No aplicada así en ninguna versión del NT)”,—¡un interesante comentario “teológico” en una obra que normalmente no se ocupa de asuntos religiosos!

Esto está muy lejos del significado que la palabra expiación ha asumido en el presente: el de hacer algo en la forma de un pago o multa para “expiar” algunas irregularidades; una muy palabra muy “legal” en la que se da una compensación y se cumplen obligaciones. Como lo dice el Diccionario Universal Chambers: “Expiar: hacer algo bueno para mostrar que uno lamenta haber hecho algo malo”.

El Nuevo Diccionario Colegiado Webster‘s también ilustra el cambio de significado: “Expiación: 1. Arcaico. Concordia; la reconciliación. 2. Reparación satisfactoria por una ofensa o lesión”. El significado arcaico era el sentido original, la segunda definición de “hacer una enmienda” es el significado más utilizado hoy en día.

El significado original también aparece en los diversos comentaristas antiguos de la Biblia. Nótese el comentario de Udal sobre Efesios 2:16, que hace que el significado de “en un” sea claro como el agua: “Y, al igual que como hizo que los judíos y gentiles fueran uno entre ellos, así también los hizo uno con Dios, de modo que no debería haber nada que rompa la expiación [la “de-una-mente”], sino que las cosas del cielo y las de la tierra deberían estar unidas como si fueran un solo cuerpo. “(Si bien es claro que tales escritores no tenían “buena ortografía”—incluso la ortografía de una misma palabra es diferente en una misma línea—la intención es evidente. Expiación (o at-one-ment!) es el estado o situación de estar “en uno”, o sea, dos partes que se ponen de acuerdo).

¿De dónde salió el significado moderno de la indemnización, el pago y la expiación? En una palabra, de la Reforma, especialmente de los “formuladores” tardíos de credos, sistemas y teorías de la expiación.

Utilizando modelos jurídicos altamente desarrollados de lo que logró la muerte de Cristo, las teorías de la expiación hicieron gran hincapié en la necesidad de proporcionar a Dios una indemnización, el pago de una multa por la culpabilidad, etc., a fin de que su ira judicial fuera entonces apaciguada. Para algunos, la cruz se convirtió en la fórmula jurídica por la cual Dios satisfizo su necesidad de castigar al hombre, y la sangre de Cristo se transformó en la “moneda” mediante la cual la culpabilidad del hombre fue anulada. Este concepto de que la reconciliación realizada por Cristo es una “transacción”, incluso parece sugerir que el problema es Dios: como si él es el que debe ser reconciliado con nosotros, en lugar de nosotros con él. (Sin embargo, se debe tomar nota de la opinión contraria de la Escritura: “Dios estaba, en Cristo, reconciliando al mundo consigo mismo” (2 Cor. 5:19).

Otros peligros de este énfasis en el aspecto penal incluyen:

  • La sugerencia de que Dios no está tan dispuesto como el Hijo a perdonarnos.
  • La presentación de Dios como un ser hostil, y la necesidad de apaciguamiento.
  • Que la salvación es cuestión de aceptar la fórmula correcta.
  • El planteo de que el pago mediante la sangre es absolutamente necesario como una condición previa para el perdón divino.
  • Lo que indicaría que el principal problema es la culpabilidad legal.
  • Suponer que lo que se necesita es la imputación de los méritos de Cristo (concepto cercano a la doctrina de la superabundancia de los méritos de Cristo, que están “disponibles” para suplir el déficit humano).

Por lo tanto, el problema no está en la palabra expiación, que aún conserva en sus partes componentes las palabras originales y el significado original. El cambio ha surgido como resultado de la forma en que se ha utilizado la palabra, como una descripción de los sistemas que ven a la salvación como si se tratara de una especie de ajuste legal para la legitimación del pecador ante Dios, y como una especie de transacción que se lleva a cabo entre Cristo y Dios para que la indemnización se efectúe, se cancele el castigo, y la ira de Dios sea propiciada o aplacada.

Por lo tanto, mucho depende del punto de vista que se tenga de la naturaleza de Dios. Si él está enojado y es hostil, y usted está en problemas legales, entonces el concepto de la expiación como “enmienda” sería claramente atractivo. Pero si Dios es tal como Jesús lo revela (“si me has visto, has visto al Padre”, etc.), entonces la expiación se verá de un modo muy diferente.

En última instancia, Dios vino personalmente a revelar el tipo de persona que es, de una manera suprema en la cruz. Allí vemos el verdadero significado de la expiación—la forma en que Dios nos gana para volvernos al amor y la confianza, a la manera correcta de pensar y de vivir. El objetivo de Dios es la reconciliación, y nosotros somos los que estamos en rebelión y los que necesitamos ser reconciliados con él. Dios no tiene necesidad de reconciliarse con nosotros, porque siempre nos ha amado, incluso en nuestro estado pecaminoso. “Siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”, porque “él nos amó primero” (Romanos 5:8, 1 Juan 4:19).

Tenemos que volver al significado original de la expiación y ser “puestos en la situación correcta” (léase romanos en el TEV para comprender la sencilla verdad acerca de la forma en que esto ocurre). También tenemos que entender correctamente lo que se ha hecho con esta hermosa palabra expiación, que describe muy bien lo que Cristo vino a lograr—la unidad de toda la creación (Juan 1:4), siendo uno con el Padre para que nosotros podamos ser uno (Juan 17: 21), y la re-unificación de los seres humanos para que estemos de nuevo con Dios (Juan 17:24).

No es que alguien es salvado a través de la afirmación de que ese alguien está en lo correcto cuando claramente no lo está, sino a través del poder transformador de Dios, que se muestra tan claramente en la cruz. Somos hechos uno con Dios por Dios mismo, pero no a través de ciertas maquinaciones legales. Nuestra necesidad no es principalmente la de ser perdonados (a pesar de que esto es, sin duda, importante para nosotros), sino la de ser transformados—de enemigos rebeldes en amigos de confianza. Ese es el objetivo de Dios en la expiación.

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