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Escuela sabática: ¿Quién era Jesús? O, el Mesías de muchos rostros

(Traducido por Carlos Enrique Espinosa)
“Tiene que haber habido algo en Jesucristo, no sólo misterioso sino con muchos matices, si tantos pequeños Cristos tallados se pueden inspirar en él” (G. K. Chesterton). Y los más pequeños Cristos son abundantes y contradictorios. Jesús ha sido retratado como un hombre célibe (J. D. Crossan), como homosexual (Gene Robinson), como un lujurioso donjuán heterosexual (Martin Scorsese), o como un hombre de familia casado (W. E. Phipps). Ha sido considerado un líder de la guerrilla (S. F. G. Brandon), un pacifista (J. H. Yoder), y un político inocente (Oscar Cullmann y Martin Hengel).
Ha sido el fundador de un culto a los hongos (John Allegro), un líder carismático o curandero (Martin Hengel, Geza Vermes), un trabajador de la magia (Morton Smith), un presentador de principios para el éxito en los negocios (Bruce Barton, El Hombre que nadie conoce), un miembro de los ascetas Esenios (Barbara Thiering), así como “un glotón y un borracho” (Lucas 7:34). Ha sido representado de todas las formas imaginables, desde un ario de ojos azules a un negro de África, y que ha logrado visitar no sólo su propia Palestina, sino también lugares tan lejanos como el Japón, la India y América. Cristo debe haber sido un hombre notable para que se lo vea de tantas maneras contradictorias.
Además, tenemos ciertos eruditos modernos eternamente dedicados a La búsqueda del Jesús histórico (el título del famoso libro de Albert Schweitzer), mientras que una minoría sostiene, como A. G. Wells, que Jesús es el producto de la imaginación creadora Pablo y que no existió realmente (¿Existió Jesús? 1975). Este último escepticismo fue ilustrado humorísticamente en la irreverente comedia británica, El Vicario de Dibley. En opinión de la ficticia obispo femenina de Wickham, “Jesús no existió, e incluso si lo hizo, él definitivamente no era cristiano”. Las pruebas de la existencia humana de Jesús son abrumadoras, pero lo que arruina la última parte de la broma es que no es broma: es verdad que Jesús no era cristiano; era un judío del primer siglo.
Por supuesto, las preferencias del doctor Goebbels (el ministro nazi de Propaganda e Ilustración Pública) pueden negar esto: “Jesús no era un judío. No hace falta la prueba histórica, porque es así”. Pero la erudición histórica moderna ha colocado a Jesús plenamente en el contexto del judaísmo del primer siglo (por ejemplo, E. P. Sanders, Jesús y el judaísmo; J. P. Meier, Un judío marginal). Esta es una certeza indudable acerca de la identidad de Jesús. Él era judío. Su judaísmo está fuera de toda duda. Él fue circuncidado al octavo día, adoraba regularmente en la sinagoga en el Shabbat, guardaba la Pascua y otras fiestas judías, hablaba arameo, reverenciaba la Torah (la Ley), su Dios era el Dios de Israel, su estilo de la enseñanza era judío, las cuestiones que él debatía eran judías, y vivió toda su vida en Palestina.
Sin embargo, también fue un enigma para sus contemporáneos judíos; incluso para los que lo encontraron magnéticamente atrayente y lo siguieron como maestro. Intentaron todas las clasificaciones obvias: Juan el Bautista, Elías, Jeremías, un profeta como Moisés (Mateo 16:14; Juan 6:14), pero ninguna parecía adecuada. Los Evangelios captan un sentido de creciente admiración en la gente y en los discípulos, usando numerosas palabras que significan “asombro”. Nótese la acumulación creciente en el Evangelio de Mateo:

  • Mat. 8:27 (NVRS) “Estaban asombrados, diciendo: ¿Qué clase de hombre es éste, que aún los vientos y el mar le obedecen?”
  • Mat. 9:33 (NVRS) “Y cuando el demonio fue lanzado fuera, el que había sido mudo habló, y la multitud se asombró, y dijeron: Nunca se ha visto nada como esto en Israel”.
  • Mat. 12:23 (NVRS) “Todos en la multitud se asombraron y dijeron: ¿Puede ser éste el Hijo de David?”
  • Mat. 13:54 (NVRS) “Estaban atónitos y dijeron: ¿De dónde sacó este hombre esta sabiduría y estos hechos de poder?”
  • Mat. 14:33 (NVRS) “Y los que estaban en la barca le adoraron diciendo: Verdaderamente eres el Hijo de Dios”.
  • Mat. 16:16 (NVAR) “Simón Pedro respondió: Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente”.

Hay un claro desarrollo en estos textos a partir de la pregunta “¿Qué clase de hombre es éste?”, hasta el acto de adoración que proclama “Verdaderamente eres el Hijo de Dios”, y “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente”.
Ya en las primeras décadas después de la crucifixión de Jesús, los primeros cristianos dirigen sus oraciones a Cristo y se dirigen a él en busca de gracia (es decir, el favor divino). Que los primeros creyentes judíos hacían esto—lo cual es increíble teniendo en cuenta su fuerte compromiso con el monoteísmo—se demuestra por la preservación de la invocación aramea maranatha (“nuestro Señor viene”) en 1 Cor. 16:22–23. Esta invocación se repite en griego en Apocalipsis 22:20, y también se encuentra en el texto litúrgico más antiguo que se ha conservado, Didajé 10:6.
Orar a Jesús por ayuda y bendición lo coloca en la posición de Dios—y los judíos creyentes deben haber reconocido eso. De esta manera, la fe cristiana en la divinidad de Jesús no fue la creación de reflexiones teológicas sutiles, sino la consecuencia de su adoración espontánea. La repentina exclamación de Tomás expresando su fe, es un acto de culto y adoración (“Mi Señor y mi Dios”, Juan 20:28). La reflexión teológica tuvo lugar más tarde, cuando los cristianos trataron de conciliar el monoteísmo heredado del judaísmo con lo que ocurría en sus cultos diarios. Los escritores del Nuevo Testamento reflejan la realidad de la adoración cristiana primitiva cuando aplican a Jesús las funciones y los títulos que tradicionalmente eran prerrogativa exclusiva de Dios (por ejemplo, el título Señor y el perdón de los pecados en su nombre).
Pero las primeras oraciones cristianas indican también algo más, a saber, que “la parusía [la Segunda Venida] es esencial para la comprensión cristiana de quién es Jesús” (Bauckham, 2001, 270).1 Los primeros cristianos vivían dentro de un marco temporal calificado por la esperanza mencionada en el deseo expresado con frecuencia, “hasta que [él] venga” (Mat.10:23; Juan 21:22-23; 1 Cor. 4:5; 11:26). Esto significa, por supuesto, que no aceptaban que la crucifixión de Jesús fue el final de su vida. Que Dios le levantó de los muertos es un hecho igualmente esencial para la comprensión de lo que Jesús era y es. La creencia en su resurrección también transformó su comprensión de la muerte de Jesús, de una tragedia a un triunfo, lo cual es especialmente significativo para mí, que estoy escribiendo esto en el Domingo de Pascua. Fue la resurrección lo que suscitó la fe de los discípulos, tal como ellos lo testificaron (1 Cor. 15:1–11), y no fue su fe la que creó la historia de la resurrección de Jesús de entre los muertos, como algunos dicen.
En el momento del furor por la película de Martin Scorsese, La última tentación de Cristo, la edición de la revista Time del 15 de agosto de 1988 publicó una historia de portada con el título “¿Quién es Jesús?” (Richard N. Ostling). Fue la decimosexta ocasión en que Time puso el rostro de Jesús en la portada. Su departamento de arte seleccionó diecisiete retratos (tanto antiguos como modernos) de entre un centenar de imágenes, para crear un retrato compuesto de Jesús que resultara sorprendente. Aunque algunas de las sugerencias acerca de la identidad de Jesús son contradictorias con otras, no hay duda de que la identidad de Jesús es variada.
Así que, ¿quién fue, o es, Jesús? Él es el Señor resucitado, y es un judío del primer siglo. Él es el Hijo de Dios, y también es nuestro hermano (Hebreos 2:11). Él es el Salvador del mundo (Juan 4:42), y es también un profeta de Dios. El es la Vida del mundo (Juan 6:51), y es el Crucificado (1 Cor. 1:23). Él es el revelador de Dios (Juan 1:18; 14:9–10), y vino en la debilidad de la humanidad (Rom. 8:3; Heb. 2:14,17). Lo adoramos como Dios, y lo conocemos como a un amigo (Juan 15:14–15).
Notas y referencias
1. Richard Bauckham, “El futuro de Jesucristo”, en Bockmuehl Markus, ed., The Cambridge Companion to Jesus (Cambridge: Cambridge University Press, 2001), 265–80.
Norman H. Young es miembro honorario de la comunidad de investigación de Avondale College, en Cooranbong, Australia.

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