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Escuela sabática-Discipulado: incomprensión versus recuerdo

Cuántas veces al recordar el pasado nos ha sucedido aquello de “¡Ahora lo entiendo!”. Todos hemos pasado por esa experiencia, unas palabras que escuchamos, unos hechos que vivimos y que no alcanzamos a entender en su momento. Pasado el tiempo…, a veces al cabo de mucho, mucho tiempo, aquella experiencia cobra sentido, como si de una revelación se tratara.

Las palabras son las mismas, los hechos quedan ya como invariables, pero con el paso del tiempo aquella experiencia empieza a tomar cuerpo, ocupa un lugar en nuestra vida. Esas palabras, esos hechos que aislados quizá no consiguen alcanzar un significado, junto con muchos otros, que acontecen a lo largo del devenir de la vida, forman una cadena de acontecimientos, y al volver la vista atrás podemos trazar una línea en la que cada palabra, cada hecho ocupa su lugar y momento precisos. Todo encaja.

Los discípulos de Jesús de Nazaret—los más preparados para entender su misión, son los escogidos por él—cuando empiezan a recordar a Jesús, después de la muerte y resurrección de su Maestro, empiezan a asaltar sobre su mente sus palabras, sus hechos, aquello que en vida no comprendían, Jesús caminando sobre las aguas, cinco panes y dos peces alimentan a miles…Jesús es muerto…Jesús resucita… es entonces, con el recuerdo, que empiezan a encajar las piezas del rompecabezas.

El evangelio de Juan, el último de los evangelios, probablemente el testamento del último de los discípulos vivos, es un ejercicio de recuerdo, o sea, de reflexión de todo lo sucedido; es el evangelio donde queda de forma más patente como los discípulos necesitan recordar su pasado con Jesús para entender lo incomprensible.

El libro de los signos—el evangelio de Juan llamará signos (semeia) a los que los sinópticos califican de milagros (dynameis)— se relata como ya desde el inicio los discípulos deben empezar a recordar:

Entonces recordaron sus discípulos que está escrito: ‘El celo por tu casa me consume’. Los judíos, replicando, le dijeron:

¿Qué signo nos muestras para obrar así

Jesús les respondíó:

‘Destruid este templo y en tres días lo levantaré.’ (Juan 2: 17–19)

Jesús, unos días antes en Caná de Galilea, transforma el agua de las tinajas para las purificaciones en “mosto-sangre”. El primero de los signos de Jesús—la primera de las diez “señales” de Moisés ante el rey de Egipto, convertir el agua en sangre. Pocos días más tarde, durante la fiesta de la Pascua, “purifica” el templo de Jerusalén. Y los discípulos necesitan recordar unas palabras…“recordaron…que está escrito.”

El evangelio de Juan tras relatar los signos de Jesús, empieza un nuevo apartado el libro de la gloria. Aquí también el inicio requiere que los discípulos recuerden:

‘¡Hosana!

¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el rey de Israel!’

Jesús, habiendo encontrado un asnillo, se montó en él, tal y como está escrito:

‘No temas, hija de Sión;

mira que viene tu rey viene,

montado sobre un pollino de asna.’

Esto no lo entendieron sus discípulos al principio, pero cuando Jesús fue glorificado, entonces recordaron que esto estaba escrito acerca de él…’ (Juan 12: 13–16)

Jesús, pocos días atrás en Betania, resucita a Lázaro. El último de la serie de siete signos que relata el evangelio de Juan “signos-milagros”—la última de las “señales” de Moisés ante el rey de Egipto, preservar la vida de los primogénitos de Israel. Jesús otra vez en Jerusalén por la fiesta de la Pascua, pero ahora triunfante. Los discípulos otra vez acuden al recuerdo de las palabras: “recordaron que esto estaba escrito.”

Cuando volvemos hacia atrás con el recuerdo las palabras, los hechos…en definitiva la historia, nuestra propia vida cobra su verdadero significado. Cuando nacemos, tanto física como espiritualmente, es como una libreta repleta de hojas en blanco que la vida y sus avatares se van a encargar de rellenar. Pero solo al final de la vida, una vez se ha recorrido un largo trecho, es posible avistar todo el cuadro de la existencia. Es entonces cuando sabemos quiénes somos, o mejor, quiénes hemos sido. Es cuando la vida está terminando que podemos llegar a saber.

Solo al final de la historia de Jesús los discípulos están en condiciones de saber cuál es el sentido del acontecimiento, quién es realmente Jesús:

¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?

No está aquí, sino que ha resucitado. Recordad cómo os habló cuando aún estaba en Galilea, diciendo: ‘Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y sea crucificado y al tercer día resucitar’.

Entonces recordaron sus palabras. (Lucas 24: 5–8)

Al final de la vida de Jesús es posible empezar a entender qué ha hecho Jesús, qué ha significado. Pero, ¡atención!, como todo hecho histórico Jesús continúa revelándonos quién es. El Imperio Romano, la Revolución Francesa, el crack bursátil de 1929…aún hoy continúan siendo una revelación y un desafío para quienes intentan escarbar en el sentido de la historia. La historia de la humanidad esta repleta de ocultaciones que se resisten a ser desveladas y de las que solo alcanzamos a ver esbozos parciales. Solo al final de la historia será posible conocer su sentido último.

Para Pannenberg—autor en sintonía con el movimiento de la nueva búsqueda del Jesús histórico (the new quest), reacción al periodo denominado por algunos autores de “no búsqueda” (no quest), cuya cabeza visible fue Rudolf Bultmann—Dios, que se revela en los acontecimientos de la historia, no podrá ser conocido plenamente sino cuando esta nuestra historia termine. La resurrección de Cristo es la anticipación del fin de los tiempos, le da pleno sentido a la historia, y por lo tanto constituye la revelación definitiva de Dios.

Moltmann va más allá, si bien la resurrección de Cristo realiza y confirma de manera anticipada la promesa de Dios, no la agota, sino que nos remite al futuro. Un futuro que se abre a la parusía de Cristo, momento de la realización definitiva de la promesa de Dios. Si bien, la ascensión gloriosa de Jesús es la promesa de la realización de la justicia de Dios, esta no se cumple en su totalidad hasta que todos se levanten de los muertos, al igual que Jesús resucitó.

Hasta la resurrección de Cristo los discípulos no podían tomar el camino de la comprensión de Jesús. Comprensión que está creciendo a lo largo del transcurso de la historia de la iglesia, y todo esto nosotros lo estamos recibiendo y acrecentando, a la espera del cumplimiento definitivo de la totalidad de la historia, momento de la revelación final de Dios.

El sentido de los acontecimientos se nos descubre una vez que estos finalizan. Por lo que hasta alcanzar el final nuestra “incomprensión” permanece, pero por la fe reconocemos en el transcurrir de la historia los hechos de Dios que nos revelan algo de él.

Bibliografía

Charpentier, Etienne. Cristo ha resucitado. Estella (Navarra): Verbo Divino, 1983. (Cuadernos bíblicos, 4).

Moltmann, Jürgen. Teología de la esperanza. Salamanca: Sígueme, 1968.

Pannenberg, Wolfhart. Fundamentos de cristología. Salamanca: Sígueme, 1974.

Ramon-Carles Gelabert es médico y miembro fundador de la Asociación de Universitarios Adventistas de España (AEGUAE). En la actualidad reside en Barcelona, España, y se dedica a escribir sobre teología, salud, ciencia y religión.

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