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Guerra, virtud y la búsqueda de un nuevo adventismo

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[Esta es la tercera entrega de la información sobre el congreso celebrado a mediados de mayo en la universidad adventista de Friedensau sobre el impacto de la Gran Guerra en el adventismo. Usted puede leer la primera crónica pinchando aquí, y la segunda, aquí.]

 

 

El último día del congreso en la Universidad adventista de Friedensau titulado “El Impacto de la I Guerra Mundial en los adventistas del Séptimo Día,” fue en realidad un medio día con suficientes preguntas como para entretenerse toda la vida. Las preguntas fueron cruciales –si uno piensa mucho en ellas, mareantes. Dejarlas a un lado arrojaría nuevas dudas, al parecer, sobre la autenticidad del adventismo. Era el final de la conferencia y muchos de los participantes, tal vez todos ellos, se preguntaban si esta iglesia, con su tendencia a la auto-satisfacción doctrinal, podría reunir el coraje suficiente para afrontar el reto.

La mañana del jueves, 15 de mayo, se inició con las palabras de devoción de Roland Fischer, profesor de teología práctica en Friedensau. Anticipando una excursión por la tarde a la cercana Wittenberg, se recordó a los oyentes que al leer “toda la Biblia de manera diferente”, Martín Lutero, el gigante de la Reforma, había cambiado el mundo.

Los más de 100 participantes de la conferencia llegaron a sentir un profundo acuerdo en que un desastre tuvo lugar en el adventismo en Alemania durante la Primera Guerra Mundial. Los líderes clave insistieron en que los adventistas alemanes su sumaran – hasta el punto de matar a los demás, incluso en sábado – al esfuerzo nacional de guerra. Los miembros que objetaron fueron expulsados sumariamente. El adventismo se fracturó y la fractura ha persistido durante cien años. Lo que es más, la mancha moral señalada por todo esto seguía hasta hoy sin limpiarse. ¿Fue el adventismo una comunidad de pacifismo, o se volvió cómplice de la violencia?

[Hasta el último día del congreso], los presentadores habían dicho o dado a entender que era hora de cambiar el adventismo, de leer la Biblia de una manera nueva. ¿Qué puede significar esto? La cuestión se había filtrado a través de toda la conferencia, a veces explícitamente, a veces bajo la superficie mientras los historiadores ofrecían su detalle narrativo. El jueves por la mañana, esta cuestión se convirtió en el foco.

Michael Pearson, filósofo y especialista en ética de Newbold College, hizo algunas observaciones sobre la virtud y sobre la guerra. Con la esperanza de que la conferencia de alguna manera ampliara nuestras “simpatías”, se preguntó si, a medida que la Primera Guerra Mundial se ponía en marcha, alguien pensó detenidamente –consideró realmente– el dolor que esta causaría. Y ¿quién de nosotros hoy en día, prosiguió, se habría resistido a la “propaganda del gobierno” y a la “presión de las expectativas de la sociedad”?

La tentación de actuar con violencia era, y sigue siendo, una prueba del carácter humano. Aunque la reflexión moral normalmente se centra en ver qué demanda el deber, o qué curso de acción podría producir los mejores resultados, Pearson argumentó que si nos centramos en el “carácter del agente”, un enfoque que él llama “ética de la virtud”, la iglesia podría abordar los deseos y hábitos que determinan el carácter y afectan a cómo los seres humanos se comportan, especialmente cuando están “bajo coacción.” El crecimiento moral de la persona y la acción moral se producen, según la ética de la virtud, en el contexto de una comunidad nutritiva; las historias explicadas en ella, las lecciones aprendidas allí, dan forma a los hábitos del corazón. Así la ética de la virtud se pregunta por el carácter de la comunidad, no sólo por el del individuo.

Con esto en mente, Pearson señaló que los jóvenes adventistas británicos se enfrentaron al reclutamiento militar durante la Primera Guerra Mundial, y cuando eligieron ser “objetores de conciencia”, o trataron de guardar el sábado, tuvieron que lidiar con el desdén, la intimidación e incluso la tortura. Sin embargo, su comunidad eclesiástica los apoyó. Cuando un estadounidense que estaba sirviendo como presidente de Asociación en el Reino Unido comenzó a abogar por el servicio combatiente, se le pidió que renunciara. En Alemania, por el contrario, fueron los líderes los que pidieron a los miembros que “no alienaran el poder imperial alemán.” Fue un fracaso moral reconocido en “una especie de disculpa” ofrecida por los líderes de la iglesia adventista mundial en 1923. En cuanto a los Adventistas Reformados en Alemania, ellos se mantuvieron virtuosos ante la tentación al “actuar en acuerdo con su grupo de referencia más importante, la comunidad de los cielos.”

En todo esto, “el verdadero fracaso de la virtud fue sistémico” – el enfoque de la iglesia en el “propio interés corporativo”, las preocupaciones escatológicas que dejaron a los adventistas “sin preparación” para las cuestiones de “preocupación social” ¿Estamos, Pearson preguntó al final, “paralizados por nuestra historia”? ¿No “deberíamos reexaminar periódicamente las historias que tanto nos han sostenido y consolado?

La última presentación de la conferencia habló de cómo avanzar como adventistas. Estuvo a cargo de Reinder Bruinsma, un pastor con amplia experiencia y muchos años de servicio y administrador de los Países Bajos. Las tres cuestiones fundamentales planteadas por el congreso, dijo, son la coexistencia de la deriva moral y la seguridad en nuestras predicciones proféticas, la cuestión sobre cómo responder fielmente ante la guerra y la paz, y la amenaza de la fragmentación en la vida de la iglesia.

Bruinsma comenzó con el último de ellos. La división que resultó en el movimiento adventista de la Reforma es el “cisma más importante” de la iglesia hasta la fecha, pero la “polarización”, dijo, es un peligro muy presente hoy en día, como lo demuestran las diferencias sobre cuestiones tales como los reclamos sobre la identidad adventista, las preguntas sobre la homosexualidad y el tema de la ordenación pastoral de la mujer. La cuestión de fondo se refiere a la hermenéutica, o la teoría de la interpretación bíblica; él criticó en particular el uso “acrítico” del “enfoque historicista” aplicado a los escritos apocalípticos (predicen-escenarios extremos, precisamente), lo que conduce, continuó, a la especulación arriesgada y divisiva.

Bruinsma dijo que una mayor amenaza a la unidad de la iglesia es lo que él llama “la dicotomía entre el adventismo moderno y posmoderno”. Detrás de esta controversia hoy en día está la existencia de “dos subculturas distintas” en la sociedad, con los más jóvenes adventistas cada vez más atraídos hacia la posmodernidad, con sus inquietudes sobre la intolerancia y la jerarquía y su abrazo de la flexibilidad y la libertad.

Los miembros y los líderes tienen que hacer frente a estos desafíos, dijo Bruinsma, minimizando el ego y la sed de poder. Tiene que haber más margen para la “variedad de opiniones” y más honestidad acerca de los problemas con los enfoques convencionales de la Escrituras, especialmente los problemas relacionados con las lecturas de predicción del futuro del material apocalíptica de la Biblia. A la luz de la cuestión de la guerra y de la paz, la necesidad de una comprensión de la doctrina “práctica” y “centrada en la vida” es a la vez fundamental e innegable. Al igual que “la especulación improductiva,”

centrarse en compresiones de la fe “racionales” o “proposicionales” es a la vez irrelevante y peligroso.

La clave de la “nueva relevancia” que la iglesia debe buscar es la atención cristiana a la creación y a las relaciones humanas – y no menos importante, Bruinsma añadió, adoptar “la opción radical por la paz y la reconciliación.”

[…] La visita que después del congreso se hizo al Wittenberg de Lutero subrayó la importancia de nuevas lecturas de las Escrituras. […]

En la adoración de todas las mañanas en Friedensau, el servicio terminó con el canto del Laudate, una traducción latina de la primera línea del Salmo 117: “Cantad, pueblos todos, cantad al Señor”. Por la confesión en el congreso de la insuficiencia adventista , por el redespertar de las aspiraciones adventistas, por las nuevas amistades y la nueva reconciliación, la alabanza a Dios fue totalmente apropiada, viendo como los participantes partían de regreso a casa.

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