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“¿De dónde eres tú?”

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Para sorpresa de algunos, Según Juan exhibe elementos que son característicos del docetismo. Esta doctrina dice que los discípulos vieron a Jesús vivo después de su crucifixión porque el Logosque se había encarnado es un ser divino y, por lo tanto, no sufrió la muerte. En otras palabras, la misión del Logos no era morir para realizar un sacrificio expiatorio, sino revelar a los seres humanos el camino de la salvación. Su misión salvadora no requería su muerte y resurrección. En este evangelio las enseñanzas de Jesús enfatizan cómo obtener vida eterna, y no se registra ni un solo exorcismo. En vez de enseñar usando parábolas del reino, un tema apocalíptico, Jesús destaca las realidades espirituales usando un lenguaje dualista con reverberaciones filosóficas, en vez de un lenguaje apocalíptico que enfatiza el triunfo sobre los poderes del mal. Desde un mismo comienzo del relato, sin referencia a su nacimiento, se proclama que se trata de un ser divino que ha estado con Dios desde “el principio” y que en realidad es Dios.

Estas conexiones con el docetismo, sin embargo, quedan ampliamente contradichas porque en este evangelio la muerte de Jesús en la cruz juega un papel importante, y “el príncipe de este mundo”, un personaje netamente apocalíptico, tiene algo que ver con su muerte. Aún más importante es que el Cristo Resucitado vive en el cuerpo del Jesús crucificado (20:27). En contraste, el Evangelio de Tomásy “Q” (la fuente con dichos de Jesús usada en la redacción de Según Mateoy Según Lucas) contienen sólo enseñanzas de Jesús con muy poca información circunstancial y no incluyen la pasión y la muerte de Jesús, o referencias a su resurrección.

Por su parte Según Juan contiene el relato de la captura, el juicio y la crucifixión de Jesús, donde no queda duda que él murió. El evangelio, por lo tanto, no puede ser considerado docético por la manera en que presenta el juicio y la crucifixión. Sin embargo, hay notables diferencias con los relatos de los evangelios sinópticos, especialmente por la ausencia de las horas de angustia en el huerto de Getsemaní. Frente a la turba que lo busca, él es el que controla la situación, y cuando dice “Yo soy” los que venían a tomarle prisionero caen de espaldas al suelo (18: 6). Judas no lo traiciona dándole un beso. Su divinidad nunca queda en duda, y la muerte no representa al enemigo que debe ser vencido.

En el juicio ante Pilato, cuando Pilato quiere ponerlo en su lugar recordándole que tiene poder de vida y muerte sobre él, Jesús le hace notar que, en realidad, su poder como procurador imperial es derivado del poder que viene de Dios, o sea de él (19: 11). En la cruz Jesús no alude al Salmo22 como la clave para la interpretación de su muerte, como en Según Marcos. El salmo destaca que el que se siente abandonado por un dios que no hace justicia termina proclamando que Dios ha hecho justicia y ha llevado a cabo la salvación prometida (Sal. 22: 27 – 31). En Según Juan Jesús en la cruz proclama “Consumado es” (19: 30). Lo que se esperaba que él hiciera ha sido hecho ya antes de su muerte. O sea, su muerte no es el agente de su triunfo, sino el punto final de su “obra”. Es la “señal” que todos deben ver. Es su retorno al Padre.

En Según Marcosen el juicio ante Caifás diferentes testigos presentan acusaciones contradictorias y por lo tanto éstas no justifican la condena de Jesús (Mc. 14: 58 – 60). Esto hace que Caifás, algo exasperado, le haga una pregunta fulminante: “¿Eres tu el Cristo, el Hijo del Bendito?” (Mc. 14: 61). A esta pregunta Jesús le da una respuesta directa: “Yo Soy” (Mc. 14: 62). Con esto Caifás ha conseguido lo que buscaba: Jesús es culpable de blasfemia (Mc. 14: 64).

En Según Juan el Sumo Sacerdote le pregunta “acerca de sus discípulos y de su doctrina” (18: 19), y Jesús esquiva la pregunta notando que eso se lo debiera preguntar a quienes le han escuchado en el templo, la sinagoga y otros lugares públicos. Frustrado y sin un cargo definido, el Sumo Sacerdote envía a Jesús a Pilato, y éste les hace la pregunta obvia a los que se lo entregan: “¿Qué acusación traéis contra este hombre?” (18: 29). Incapaces de hacer una acusación directa, “los judíos” admiten no tener un cargo específico contra él diciendo que Pilato puede estar seguro que no le están trayendo un hombre inocente (18: 30).

Esta maniobra sirve para establecer que “los judíos” quieren que Pilato pase sentencia de muerte contra alguien que no es, como ellos dicen, un malhechor. Cuando Pilato les dice que lo juzguen de acuerdo a “vuestra ley”, ellos dicen “a nosotros no es lícito matar a nadie” (18: 32). El narrador explica que en realidad se trataba de la necesidad que se cumpliera la profecía que él iba a morir “levantado” (12: 32), o sea, crucificado. Bajo la ley de Moisés hubiera muerto apedreado, como Esteban.

El relato del juicio de Jesús en Según Juan está construido sobre cuatro preguntas hechas por Pilato. Ellas están estructuradas orgánicamente en la teología del evangelio. La primera es: “¿Eres tu el Rey de los Judíos?” (18: 33). Jesús esquiva esta pregunta preguntándole a Pilato de dónde sacó esa idea. Dos veces en este evangelio Jesús ha sido visto como un rey. Solamente Según Juan informa que después de la alimentación de los cinco mil surge en la multitud un movimiento para coronarle rey (6: 15). En esa ocasión Jesús se escabulle al monte a orar solo. Más tarde, cuando Jesús entra a Jerusalén, la multitud que sale a recibirle con ramas de palmas y entra a la ciudad con él proclama: “Bendito el que viene en el nombre del Señor: el Rey de Israel” (12: 13, citando Zac. 9: 9). Esta vez la reacción de Jesús es montarse en un pollino de asno, dando a entender que, en realidad, no es un rey.

En torno a esta pregunta es también necesario notar que en Según Juan no se hace referencia a Jesús como el hijo de David. La opinión popular es que es oriundo de Nazaret. Siendo que se espera que el Mesías sea un descendiente de David nacido en Belén, Jesús no cumple con esos requisitos. Desde el punto de vista del narrador, quienes lo descalifican por ser de Galilea, y no ser un descendiente del rey David están en lo correcto (7: 41 – 42).

Pilato contesta la pregunta de Jesús con otra pregunta, su segunda: “¿Soy yo judío? (18: 35). Esta pregunta pareciera insólita. Es sabido que Poncio Pilato es un romano instalado por el emperador Tiberio como procurador de Palestina. ¿Qué tiene que ver si Pilato es o no es judío con que Jesús sea o no sea el Rey de los Judíos? ¿Acaso sólo los judíos pueden identificar a su rey?

Por supuesto, la pregunta original, ¿Eres tu el Rey de los Judíos?, tiene que ser entendida en su contexto. Los “judíos” acaban de afirmar que le han traído un malhechor para que lo sentencie a muerte. Si Jesús admite ser el Rey de los Judíos será acusado de sedicioso. Pero en el contexto de Según Juan tal acusación no es posible. Jesús se explica diciendo, “mi reino no es de este mundo” (18: 36). Como ya notamos, él no cumple con las expectativas de “los judíos” de que el Mesías debe ser un Hijo de David. Su presencia en este mundo no tiene nada que ver con los reyes y los reinos de este mundo. Jesús vino “para dar testimonio a la verdad” (18: 37). El poder político y la verdad son realidades de distintos universos. En el mundo político, la justicia y la verdad frecuentemente son las primeras víctimas. Quienes pertenecen al mundo de “abajo” no lo distinguen del mundo de “arriba” (8: 23). No, Pilato no es judío, pero esto no se debe a que pertenece a otra línea genética o a otra realidad política. El no es “judío” porque no se ha encajonado en una ideología religiosa que define las cosas de acuerdo a preconceptos incuestionables. No es “judío” porque está interesado en establecer una acusación válida contra el preso. Por otra parte, él es “judío” porque no penetra las realidades espirituales, y ve las cosas sólo desde la perspectiva del mundo de “abajo”.

Sin saber dónde calza, Pilato hace su tercera pregunta: “¿Qué cosa es verdad?” (18: 38). Esta pregunta es aún más irónica que la anterior. La pregunta es también reveladora. ¿Cómo puede ser que alguien le haga tal pregunta al que es La Verdad? Pilato, sin duda, no ve las cosas como son. Está tratando de establecer un cargo legítimo contra un reo que le han traído por ser un malhechor, pero ¿está él dispuesto a enfrentar La Verdad acerca del acusado? Hasta aquí Pilato se ha estado conduciendo correctamente. Sus motivos son buenos, pero ¿está él dispuesto a “nacer de arriba” para poder ver? Con todo, desde la perspectiva del mundo de “abajo”, tres veces Pilato insiste en que no halla en Jesús ningún crimen (18: 38; 19: 4, 6).

Viéndose en peligro de no poder lograr lo que desean, “los judíos”, que habían rechazado la oferta de juzgarlo de acuerdo con “vuestra ley”, ahora reclaman que según “nuestra ley” Jesús “debe morir porque se hizo Hijo de Dios” (19: 7). La acusación ahora no es que es un sedicioso, sino que es un blasfemo. La reacción de Pilato a esta información es sorprendente. La acusación de que Jesús pretende ser el Rey de los Judíos ha quedado en la nada puesto que Jesús niega un reinado terrestre y Pilato, como buen político, no ve una conexión entre un rey de otro mundo y un testigo de la verdad. Considerando la posibilidad de que Jesús sea el Hijo de Dios, algo que Jesús a través de su vida ha proclamado públicamente, Pilato tiene miedo. Quien momentos antes amenazara al reo ante él con poder de vida y muerte ahora tiene miedo del poder que reside en la persona del prisionero.

El miedo hace que Pilato haga su cuarta pregunta: “¿De dónde eres tu?” (19: 9). Finalmente Pilato ha hecho la pregunta decisiva. Esta es la pregunta que todo aquel que lee Según Juan debe contestar. Esta es la pregunta que guía la trama de todo este evangelio. La correcta respuesta a esta pregunta es La Verdad central de Según Juan. La vida y la muerte dependen de la respuesta dada a esta pregunta.

Al comienzo del evangelio Felipe le comunica a Natanael que ha encontrado al que la ley de Moisés y los profetas anuncian, a Jesús de Nazaret (1: 46). Natanael reacciona diciendo que nada bueno puede venir de Nazaret. Irónicamente, Natanael tiene razón y Felipe está mal informado. Seguramente que nada bueno sale de Nazaret, pero Jesús no es de Nazaret: él es de “arriba”. Eso es lo que los discípulos deben llegar a entender. El evangelio comienza y termina haciendo resaltar que lo más importante acerca de Jesús es reconocer de dónde viene. En sus argumentos con “los judíos” y en su oración al Padre Jesús insiste que el objeto de su pasaje por la tierra es que lo reconozcan como el Enviado del Padre que descendió de “arriba” (11: 42; 16: 27, 30; 17: 3)

El que no tiene paciencia para enfrentar La Verdad, pregunta ¿Qué cosa es verdad? La frustración y ansiedad del que hace la pregunta demuestra que no tiene la amplitud de mente necesaria para entender que el que está frente a él, y que él ha presentado neciamente al pueblo proclamando “He aquí el hombre” (19: 5), no es un hombre de “abajo”. Esto sólo lo puede entender el que nació de “arriba”

El relato del juicio de Jesús da la impresión que Pilato ha fracasado en sus esfuerzos por encontrar una causa legítima para declararle culpable de un delito que justifique su crucifixión. Tres veces él declara no hallar en Jesús delito alguno. En tales circunstancias, naturalmente, Pilato trata de soltar al reo contra el cual no ha podido establecer una causa digna de condenación. Blasfemia no era condenable por la ley romana. La situación hubiera sido otra si se tratara de una infracción del ius divinum. En tal caso su campo de acción hubiera sido amplio. Todo oficial del imperio reconocía la necesidad de obedecer el ius divinumque garantizaba la pax deorum. El senado romano le había abierto las puertas a todas las religiones de los pueblos del imperio, y eventualmente el judaismo vino a ser una religio licita.

Reconociendo que Pilato no los va a complacer, “los judíos” recurren a un ataque personal contra Pilato, pero su maniobra sólo sirve el objetivo del evangelio. Amenazando a Pilato de acusarlo ante César de lése majesté, ellos proclaman considerar a César, en vez de a Dios, como su rey. Con esta declaración “los judíos” de Según Juan quedan más desmerecidos que “los judíos” de Según Mateoque exigen que “su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos” (Mt. 27: 25). Confesando a César y no a Dios como su rey, “los judíos”, que exigen la crucifixión de Jesús, se confiesan apóstatas de la religión de Moisés y los profetas.

La última ironía de esta historia es la escena de “los judíos” pidiendo que Pilato cambie el rótulo que ha mandado poner en la cruz de Cristo. El título sobre la cruz dice: “Jesús Nazareno, Rey de los Judíos” (19: 19). Siendo que César es su rey, ellos quieren asegurarse que nadie piense que ellos consideran al crucificado como su rey. Pilato rechaza su pedido. Cuando se trata de política, Pilato ve claramente a través de la hipocresía. Para reafirmar de la manera más rotunda lo que ha promulgado en hebreo, griego y latín (19: 20) Pilato dice: “Ho gégrafa, gégrafa”, “Lo que he escrito, he escrito” (19:22) En griego el verbo en tiempo perfecto trasciende el tiempo. En otras palabras, Pilato les dice a “los judíos”, vosotros podéis decir lo que queráis, pero oficialmente Jesús Nazareno es vuestro rey. La última ironía es que habiendo desechado al Enviado del Padre que descendió de “arriba”, los que querían que Pilato declarara a Jesús un criminal son condenados por Pilato a tener al hombre de Nazaret, no a César, como su rey. El que muere en la cruz como Rey de los Judíos, proclamado como tal en tres idiomas importantes del mundo mediterráneo, ha sido “levantado” debido a la intransigencia de “los judíos” y por ese medio atrae a todos a sí mismo (12: 32).

Según Juan le da principal importancia a la crucifixión, pero narra el juicio de Jesús con su propósito teológico a flor de piel. Desde el mismo comienzo dirige la vista de sus lectores al derrame del Espíritu que surge como agua de las entrañas del que ha sido levantado y herido para de esa manera abrir el camino que permite a todos los seres humanos tener acceso a las realidades de “arriba”. Ansioso por asegurarse que nadie deje de ver su propósito, el narrador dice al terminar su presentación del juicio y crucifixión: “Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero: y él sabe que dice la verdad para que vosotros también creáis” (19: 35). Todo el evangelio se concentra en esta escena en la cruz. Nadie ha ascendido al cielo, excepto el que descendió (3: 13), y abrió el camino para que todos los que creen en él también asciendan y sean uno con el Padre. Su crucifixión es su ascensión, su retorno al lugar de donde él es.

Foto: Pintura de 1871. “Ecce homo” de Antonio Ciseri.

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