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Congelada y devuelta a la vida

Cuenta Mary Schweitzer que un científico anónimo que revisaba un artículo que pretendía publicar le dijo que la conservación de aquella proteína ‘fósil’ no era posible y que, fueran cuales fueran sus datos, no podría convencerle de lo contrario1.

No es de extrañar, porque recuperar tejidos blandos en los que se reconozcan células e incluso los núcleos de estas, o proteínas en tan buenas condiciones como para ser perfectamente identificables, no es algo que se pueda esperar poder recuperar de restos fosilizados con “decenas o centenares de millones de años de antigüedad”.

Sin embargo, a pesar de las dudas, esta investigadora y sus colaboradores han demostrado una y otra vez que las complejas moléculas biológicas que aíslan de huesos de dinosaurios son reales y no contaminaciones o el producto de la actividad microbiana. Pero, siendo este el caso más sorprendente, no es el único de conservaciones prodigiosas.

Ahora, la publicación que acaba de hacer un equipo de investigación de la Academia de Ciencias Rusa en la revista PNAS, nos devuelve de nuevo al “más increíble todavía”. Han desenterrado del permafrost siberiano los frutos congelados de una planta con flor, la Silene stenophylla2. Le atribuyen más de 30.000 años de antigüedad, según el método del radiocarbono, y a pesar de su supuesta edad, han conseguido hacer crecer los tejidos vivos del fruto y regenerar la planta completa en perfectas condiciones.

No es que se hayan sembrado las semillas de ese fruto. Las semillas son formas de vida preparadas para mantenerse letárgicas durante años e incluso centenares, si no miles de años. Lo que han hecho estos investigadores es recuperar tejido formado lógicamente por células, perfectamente activas y en perfectas condiciones. Es verdad que han estado conservadas a una temperatura media de -7ºC en tiempos recientes, pero aun con las temperaturas propias de un banco de tejidos, si hubiesen transcurrido esos 30.000 años, habría que dudar de que fuese posible la perfecta conservación de esas células en los tejidos. ¿Ha trascurrido realmente ese tiempo, desde que el fruto quedó enterrado? No cabe duda, esta es una cuestión de tiempo…, y el tiempo lo dirá.

 

Bibliografía

1. Schweitzer, M. H. 2011. Fósiles con restos de vida. Investigación y Ciencia, febrero pág: 26-33.

2. Yashina, S. y otros. 2012. Regeneration of whole fertile plants from 30,000-y-old fruit tissue buried in Siberian permafrost. Proceedings of the National Academy of Sciences USA. Publicado online antes de su impresión el 21 de febrero de 2012, doi: 10.1073/pnas.1118386109.

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