Skip to content

La Creación en Génesis 1: 1 – 2: 4a

Mientras que Gen. 2: 4b – 4: 26 es un relato en el que se desarrolla una trama con personajes reconocibles, Gen. 1: 1 – 2: 4ª no lo es. La naturalidad narrativa que caracteriza a Gen. 2 – 4 está ausente en Gen. 1. Su estructura arquitectónica le da notable rigidez. Es como un edificio que se ha quedado con los andamios usados para construirlo a plena vista. Las fórmulas que lo sostienen se repiten monótonamente: “Y dijo Dios,” “Y fue así”, “Y llamó Dios a ‘esto’ ‘así’”, “Y vio Dios que era bueno”, “Y fue la tarde y la mañana del día . . . “. Si bien la repetición de estas fórmulas está ligada a días en el tiempo, ellas hacen que la creación pareciera estar ocurriendo fuera del tiempo. Esto es enfatizado por el Dios que pronuncia la palabra creadora pero no hace acto de presencia. Es como si se estuviera dándole cuerpo al esqueleto de Salmos 33: 6, “Por la palabra de YHVH fueron hechos los cielos y todo el ejército de ellos . . . “

            Mucha teología se ha hecho sobre el uso del verbo hebreo bara’para describir la creación. Algunos estudiosos han argumentado que indica una creación ex nihilo.Este verbo aparece muchas veces en el Antiguo Testamento y en cada caso Dios es el sujeto de la oración. Por ello se ha dicho que el autor ya concebía a la acción creadora como diferente y superior a cualquier creación humana. De que tal sea el caso no cabe duda, aún cuando aquí la creación presupone un mar primordial. De que el verbo bara es evidencia de que se describe una creación especial “de la nada” es contradicho por el autor que también la describe usando los verbos “hizo” (1: 7, 16, 25, 26, 2: 2, 3), “apartó” (1: 7), “llamó” (1: 5, 8, 10)  “puso” (1: 17), y en Gen. 2: 3 usa “creado y hecho” como sinónimos en una construcción epexegética. La evidencia, por lo tanto, no indica que bara’ tiene un significado teológico especial.

            Volviendo a la estructura de la presentación, muchos han notado que la secuencia hace que surjan interrogantes. Los más obvios son dos. ¿Cómo pudo haber noche y día en el primer día sin que existiera el sistema solar? y ¿Cómo pudo haber plantas en el tercer día sin la fotosíntesis hecha posible por la luz solar? La segunda pregunta surgió, obviamente, con el descubrimiento de la fotosíntesis en tiempos modernos. La primera fue entendida ya en la antigüedad. En tiempos de Jesús su contemporáneo Filón de Alejandría notó que la luz de los tres primeros días era sobrenatural, primordial. Para Filón, esa luz primordial es la que brilla cada sábado haciendo a cada uno de ellos un día especial. La luminosidad primordial que no depende del sol es la luminosidad de las “velas sabáticas’ que los judíos prenden cada viernes a la puesta del sol. El apóstol Pablo también alude a esa luz primordial para describir la gloria del Cristo resucitado que es transferida paulatinamente al creyente que es transformado de gloria en gloria a la imagen del segundo Adán (2 Cor. 4: 6). Juan el teólogo nos informa que en la Tierra Nueva no habrá ni sol ni luna puesto que la luz primordial del primer día será la que iluminará la existencia de los redimidos (Apoc. 22:23). En realidad, las preguntas mencionadas revelan que los que las hacen no han entrado al espacio teológico creado por el texto.

            Si nos detenemos a considerar la estructura de esta presentación de la creación notamos que está más ligada al tiempo que al espacio. Comienza con la creación de un día y culmina con la creación del día santificado y bendecido. En otras palabras, el sábado domina la secuencia. Aquí creación y sábado están orgánicamente unidos. Un poco más de estudio nos deja ver que los seis primeros días están divididos en dos series de tres días. Los segundos tres están ligados a los primeros tres de manera que el cuarto corresponde al primero, el quinto al segundo y el sexto al tercero. En los primeros tres se crean tres ambientes y en los segundos tres sus habitantes.

En el primer día creando la luz y separándola de las tinieblas, Dios crea un día. En el cuarto día el sol, la luna y las estrellas habitan en la noche y el día.  En el segundo día Dios crea la bóveda celeste y separa las aguas poniendo parte de ellas sobre el firmamento para posibilitar la lluvia. En efecto se ha creado el espacio con aire entre las aguas de abajo y las aguas de arriba. En el quinto día se crean las aves del aire y  los peces de las aguas. En el tercer día Dios junta las aguas para que aparezca la tierra seca y hace que la vegetación cubra la tierra. En el sexto día se crean los animales que habitan la superficie terrestre, incluyendo los seres humanos, y se les asigna la vegetación como alimento.

            La lógica de esta estructura, sin duda, no es la de un científico. Es la de un teólogo. Sirve para establecer al sábado como una realidad cósmica, en vez de una realidad histórica como lo hace su fundamentación en la liberación de la esclavitud en Egipto (según Deut. 5). Esta estructura también cumple propósitos polémicos en contra de las religiones de la fertilidad que predominaban entre los israelitas antes del exilio. Al no contar una historia, como todos los demás relatos de la creación de la antigüedad, el autor ha trascendido los mitos. A pesar de sus esfuerzos al respecto, sin embargo, se puede observar residuos de ellos. En el segundo versículo, la pareja “el abismo y las tinieblas”, así como la otra “lo sin forma y el vacío”, nos recuerdan las parejas complementarias o antagónicas que en antiguos relatos de la creación constituyen los panteones en que cada dios controla diferentes fuerzas o aspectos de la realidad en que los humanos viven. También nos despierta la curiosidad la referencia al viento que sopla sobre el mar. ¿Es ésta una referencia a la brisa caliente que encuba al mar, o una referencia al viento que subyuga a un mar tempestuoso que rehúsa ser controlado por la voluntad creadora? La idea que hay que controlar al mar antes de poder crear predominaba entonces y aparece en los libros proféticos y los sapienciales.

Es de notar que en Gen. 2 el mar no figura y en vez de depender del mar para crear Dios depende del polvo del desierto primordial. Es también notable que aunque en Gen. 1 se hizo provisión para la lluvia con depósitos de agua sobre la bóveda celeste (ver Gen. 7: 11-12), en el tercer día la tierra produce hierba verde sin que llueva. En las religiones de la fertilidad la lluvia tiene singular importancia (recuérdese a Baal, el dios cananeo de las tormentas lluviosas), pero aquí, con propósitos polémicos, la lluvia no juega ningún papel. Si bien notar la ausencia del mar en Gen. 2 y la ausencia de la lluvia en Gen. 1 son “argumentos del silencio”, estos silencios tienen voz fuerte.

Además el autor marginaliza al sol y la luna, divinidades fundamentales en la mitología de los pueblos vecinos. Aquí se denigra a los astros negándoles nombres. Dios nombra a las tinieblas “noche” y a la luz “día”. Dios nombra al espacio entre las aguas “cielo”. Dios nombra a las aguas de abajo una vez juntadas “mares” y a lo que queda descubierto nombra “tierra”. Pero el sol y la luna quedan sin nombre. Se describen como “la lumbrera mayor” y “la lumbrera menor”. Qué insulto. Lo que no tiene nombre no tiene poder. Los astros no son los poderes que crean el tiempo. Son sólo los instrumentos para medirlo. Su función no es la de regir los destinos de los seres humanos. Sólo el de facilitar la adoración de Dios en el tiempo propicio semanal, mensual y anualmente. De esta manera queda clara la intención polémica del autor que ha superado las mitologías de su tiempo. El Dios de Gen. 1 es un Dios trascendente que permanece ausente e independiente de lo que ha creado, con la excepción del sábado.

La creación de los seres humanos recibe un trato especial. En Enuma Elishtambién los dioses toman consejo antes de crear a los seres humanos. Indudablemente, se trata de una acción con repercusiones y debe ser considerada con cuidado. En Gen. 1, se ha dejado atrás al “concilio de los hijos de Dios” del cual leemos en Joby en los Salmos. Las palabras “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” indudablemente son otra muestra de los antecedentes narrativos de esta presentación formularia. La declaración recita el acuerdo a que ha llegado el concilio divino, aún cuando se han eliminado los detalles circunstanciales de la versión original.

Lo más notable, sin embargo, es que los seres humanos no son creados para servir a los dioses, como en la Enuma Elish, o para obedecer a Dios, como en Gen. 2: 4b – 4: 26. Ellos son creados, varón y hembra juntos, para representar dentro de la creación a un Dios ausente. Como la imagen de Nabucodonosor que debían adorar los israelitas en Babilonia, junto con todos los babilonios, la imagen de Dios en la tierra es puesta para representar a Dios y señorearse sobre las demás criaturas. Todo lo creado ha sido subyugado bajo el dominio del representante de Dios. La imagen ocupa el lugar, hace presente, al Dios que representa y debe ser respetada como tal. Los seres humanos no tienen incrustada, no portan, no reflejan la imagen. Ellos sonla imagen de Dios en la creación. Es difícil pensar que se puede decir algo más sublime acerca de su vocación sin divinizarlos. Es, por lo tanto, comprensible que el Cristianismo Oriental Ortodoxo diga que el proceso que establece la imagen del Cristo Resucitado en el creyente es la divinización del cristiano.

Finalmente, Dios reposa, santifica y bendice al séptimo día. De esta manera la creación culmina, como lo hacen todos los relatos de ella, con la creación del templo que sirve de cordón umbilical entre el Dios trascendente que no mora en el espacio y Su creación en el espacio y el tiempo. El templo en este caso está en el tiempo. Este es un templo supremamente apropiado para los que viven en el exilio o en la diáspora. Seguramente que el sábado como memorial de la liberación de trabajos forzados obtenida en el éxodo (Deut. 5) ya existía en Israel antes del Exilio. La tradición sacerdotal dentro del Pentateuco alcanza su máxima expresión teológica al darle al sábado un fundamento cósmico.

Con excepción de los fundamentalistas, los expertos en Antiguo Testamento concuerdan en determinar que esta presentación de la creación fue una de las últimas partes del Pentateuco en ser escritas, y refleja la sabiduría que hizo posible que un pueblo con una larga historia, la mayor parte de la cual ha sido vivida disperso entre otras razas y culturas, haya podido sobrevivir con una identidad propia. Su templo, su centro cósmico, su puente a la eternidad y su signo de identidad está fijo en el tiempo. La santificación del sábado ha hecho que los judíos sobrevivan todas las peripecias de su historia.

La presentación de la creación en Gen. 1: 1 – 2: 4a no es el reportaje oficial de un testigo ocular de la creación. Tampoco es una representación funcional o simbólica de la realidad. Tiene que ser leída literalmente por lo que es: una declaración admirable de teología monoteísta que rompe con las nociones de que el cielo y la tierra están relacionados materialmente o que la naturaleza tiene en si misma poderes divinos. La secularización de la naturaleza es necesaria para la comprensión del Dios que trasciende su creación, y que por lo tanto es el único Dios digno de adoración puesto que no es el dios de esta o aquella fuerza natural sino de todo lo existente.  Cuando Dios creó los cielos y la tierra el eslabón entre el Creador y la creación fue la palabra poderosa y efectiva de Dios. La palabra creadora que es viva y eficaz une a la creación con su creador, pero no establece una conexión material. Este es uno de los pasos teológicos más significativos del Antiguo Testamento.

La fe de quienes pudieron entender esto no necesitaba soportes ni andamios materiales. La identificación de los seres humanos como los que representan a Dios, los que son la imagen de Dios, es el fundamento para toda concepción de nuestra responsabilidad para con la creación y ante Dios. Esta es teología con la que se puede vivir seguros de nuestro valor ante Dios y confiados en el poder del Dios que nos creó, aún cuando Dios permanece envuelto en la nube misteriosa, fascinante y amenazadora de su santidad. Esta presentación, como la teología de los libros sapienciales, es una teología positiva y confortante.

Fundamentar al sábado en la creación y concebir al sábado como el templo que hace posible el intercambio de energía entre el cielo y la tierra es la expresión más elevada de una fe que no necesita a la materia para mantenerse viva y eficaz, aún cuando reconoce que toda la realidad material es buena. Al imitar al Dios que deja de obrar en el séptimo día, los seres humanos que fueron creados para representarlo en la tierra entran a la eternidad en que mora el Dios trascendente y luminoso del primer día de la creación. A la vez, el Dios trascendente que crea por Su palabra entra a su creación cada sábado para participar en la gloria de la creación. El sábado es la manera en que ya en el Antiguo Testamento Dios se encarna.

En realidad Gen. 1 tiene una función didáctica. Su lógica no es ni histórica ni científica. Su argumento es la respuesta a la primera pregunta de toda teología: ¿Cómo es que Dios, los seres humanos y el mundo en que vivimos están relacionados? La respuesta está en las dos doctrinas fundamentales enseñadas aquí.

Dios fijó su imagen en el espacio al crear a los seres humanos. En otras palabras, Dios sacralizó el espacio existencialmente. Su imagen es llevada por doquier por seres humanos que revelan la existencia del creador y han sido confiados con la responsabilidad de supervisar el bienestar de todas las criaturas. En vez de estar bajo los poderes de la naturaleza, los seres humanos representan a Dios en la creación. Por un lado, los seres humanos han sido creados con el resto de los animales terrestres en el sexto día. Por el otro, como la imagen de Dios, como Sus representantes, los seres humanos son una creación especial. Su creación es el producto de deliberación y reflexión, y su función es extraordinaria. Ellos son un eslabón que une al Creador con su creación

La estructura arquitectónica de Gen. 1 establece que Dios, aunque ausente, está presente en el sábado, el pedazo de tiempo santificado por Su descanso. No cabe duda de que esta presentación de la creación está enfocada en el significado del sábado. En el séptimo día Dios creó y descansó. ¿Acaso no es esta una contradicción? Ya los judíos del tiempo de Jesús se vieron obligados a buscar maneras de explicar cómo pudo ser así. Para ellos, por supuesto, la creación no fue algo que sucedió, digamos, cuatro mil años antes. Para ellos, si Dios no crea este día de hoy, la creación deja de ser. La creación no es el “cosmos”, un bello sistema que funciona de por sí. La creación y la providencia son una misma cosa. Cada sábado Dios crea y descansa y lo crea semanalmente para que los seres humanos descansen en Su creación. ¿Cómo puede Dios crear y observar el descanso sabático al mismo tiempo? 

Esta es la lógica de esta presentación de la creación. Primeramente Dios crea tres ambientes o casas. Luego, en los siguientes tres días, Dios crea los habitantes de esas casas. Finalmente, Dios crea el sábado para que los seres humanos recuerden que son la imagen de Dios en la creación. O, tal vez, se pueda decir, Dios creó el sábado para garantizar a los seres humanos que Su creación está basada en la bendición del sábado. El sábado es la señal de la efectividad del poder creador de Dios. Es una contradicción, pero Dios crea por su palabra descansando. Así como el arco iris es la señal del pacto con Noé, y la circuncisión es la señal del pacto con Abraham, el sábado es la señal del pacto acerca de la creación con la humanidad. Esta es la manera en que la familia humana, el mundo en que vivimos y Dios están relacionados.

Teológicamente hablando, la creación no es un mecanismo automático con fuerza motriz inagotable que está regido por leyes eternas. El Antiguo Testamento no concibe la noción abstracta de la naturaleza que los científicos modernos se esmeran en estudiar. Nada en el mundo garantiza que dentro de un minuto el universo va a estar funcionando como funciona en este momento. Creer en la creación no es creer que Dios creó el universo unos miles de años atrás en una edad de oro. Tal concepción de la creación es un retorno a la mitología que los autores de Génesisanhelaban descartar. Creer en la creación es creer que cada instante es creado por Dios. Es creer que la familia humana y el mundo en que vive está siendo creado y preservado por Dios cada día. Descansar en el sábado es reconocer la presencia de Dios en el tiempo y actualizar nuestra fe en el Dios trascendente que no permanece ausente. Los de fe podemos descansar con-fi-ados porque Dios está activo creando los cielos y la tierra y cada sábado se encarna con nosotros en la Santidad de Su Descanso

Subscribe to our newsletter
Spectrum Newsletter: The latest Adventist news at your fingertips.
This field is for validation purposes and should be left unchanged.