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La Creación en Apocalipsis

Abordar el tema de la creación es un atrevimiento cuyas consecuencias son impredecibles, sin embargo pienso que llevar a cabo este ejercicio es absolutamente necesario en nuestros días. Por lo tanto mi serie continuará por algunas columnas más. En lo que va de esta serie de estudios ya he visto mucho que no había notado antes. Mi propósito es estudiar la creación en la Biblia y, en el contexto de nuestra historia denominacional, no puedo pasar por alto Apocalipsis, aun cuando no tengo la intención de perseguir el tema en todos los libros de la Biblia.
Como es obvio, la literatura apocalíptica usa un lenguaje especial y se toma libertades que no son permitidas en otros géneros. Una de sus características es el uso de símbolos mitológicos, algo que el lenguaje cinematográfico no se cansa de explotar avariciosamente. Esto hace que el lector moderno se sienta en casa en este universo extraordinario. Cuando leo otros documentos neotestamentarios y encuentro un universo de esferas celestiales ordenadas jerárquicamente con principados y potestades ejerciendo sus poderes en ellas y noto que a medida que se asciende la cadena del ser se va dejando atrás las realidades materiales para alcanzar las intelectuales y espirituales, no me queda duda que estoy en contacto con descripciones aceptadas como verdaderas por sus primeros lectores. Cuando paso de un universo platónico donde se desvalora lo material a un universo estoico donde se considera que todo lo que es es materia no tengo duda que el autor está describiendo lo que considera ser la realidad universal.
Al leer Apocalipsis encuentro a los cielos arriba, la tierra abajo y el abismo debajo de la tierra, y estoy seguro que el autor consideró esta la situación. También noto que se le da al aire y al mar roles especiales. Por otra parte, la muerte y el infierno que parecen estar siempre juntos (6: 8) ¿son realidades cósmicas o personificaciones dramáticas? La manera en que los ángeles salen del cielo, o del templo de Dios en el cielo, y bajan a la tierra para llevar a cabo diferentes juicios revela una realidad unitaria. El universo es una cosa. Que la llave del abismo está guardada en el cielo nos deja ver que Dios controla todo lo que sucede en los tres pisos de su casa. Además, se hace referencia a la “fundación del cosmos” (13: 8; 17:8) que, sin duda, fue llevada a cabo por Dios. ¿Acaso no está el autor describiendo lo que considera ser la realidad cósmica?
Básicamente, este libro es, como bien lo dice su primer versículo, la revelación (apokalypsis) de Jesucristo, a Quien se le atribuyen una larga lista de títulos honoríficos, entre los cuales resaltan: El Primogénito de los Muertos, El que es, era y ha de venir, El Alfa y Omega, El Principio y Fin, El Pantocrator, El Primero y el Ultimo, El que Vive y he sido muerto, El que tiene las llaves del infierno y de la muerte, El que fue muerto y vivió. El que está sentado con Su Padre en Su trono. La acumulación de títulos por parte de faraones egipcios, emperadores romanos o dictadores modernos está bien documentada. ¿Qué significado es el que transmiten?
La revelación de Jesucristo es posible porque Juan el teólogo es invitado a subir al cielo (4: 1), y entrar a la sala del trono de Dios y desde allí ver dentro del Lugar Santísimo donde está el arca (11: 19). Aparentemente después de este viaje al cielo, Juan escribió lo que se le mostró durante su estadía en la sala del trono. Es de notar que, para autenticar la revelación, la literatura apocalíptica emplea o un viaje al cielo por parte del autor o un ángel que desciende del cielo e instruye al autor (como en el caso de Daniel). Esto hace que muchos consideren esta característica una convención literaria. Si es este el caso, ¿cómo han de entenderse las descripciones apocalípticas del cosmos?
Pareciera que el infierno y el abismo son dos nombres para el mismo lugar, pero no podemos estar seguros debido a que se nos dice que Jesucristo tiene la llave del infierno (1:18) y un ángel también tiene la llave del abismo (20: 1). Una estrella tiene la llave del túnel del abismo, y cuando abre el túnel sale mucho humo como de un gran horno (9: 1-2). También hay un ángel del abismo (9:11). La cosa se complica con el papel importante que tienen el mar y las fuentes de las aguas (¿las aguas subterráneas que abastecen los ríos?).
Aquí es donde los simbolismos de las mitologías del Cercano Oriente antiguo no pueden ser pasados por alto. El océano primordial, el mar, juega un papel importante en Gen. 1: 1. Antes de que Dios comenzara la creación ya existían dos cosas: el mar y las tinieblas. El versículo termina diciendo que antes de que Dios llamara la luz a la existencia, el viento (¿o el Espíritu?) de Dios se movía sobre el mar. El Canto de Moisés proclamando la victoria del Mar Rojo sobre los egipcios (Ex. 15: 1-18) contiene fuertes alusiones a las batallas mitológicas entre el viento y la mar en la literatura de pueblos vecinos, especialmente en la Enuma Elish, el relato babilónico de la creación. El mar es la fuente de poderes que se oponen a la voluntad de Dios, por lo tanto el viento (Espíritu) de Dios debe subyugarlo, aun cuando no lo alcance a controlar completamente. Con todo, Dios tiene el poder para dividir el mar y poner parte de sus aguas sobre el firmamento (Gen. 1: 6). Tanto en Daniel como en Apocalipsis poderes malignos salen del mar, y en Apocalipsis se nos asegura que en la tierra nueva no habrá mar (21: 1). En otras palabras, no habrá la potencialidad de que se levanten agentes del mal.
Otra característica importante en Gen. 1 es que la luz no depende del sol, la luna y las estrellas. Por lo tanto, en la tierra nueva tampoco estarán presentes estos astros (22: 23). La nueva creación también se distinguirá por que en ella tampoco habrá tinieblas, como las había en el principio, las hay en esta creación, y aún las hubo en los primeros tres días antes de la creación del sol, la luna y las estrellas. Cuando Dios dijo: “Sea la luz”, El creó el día separando las tinieblas y la luz, creando horas de luz y horas de tinieblas, y llamó las unas día, y a las otras noche. En la tierra nueva esa luz que iluminó las horas de luz antes de la creación del sol brillará constantemente y los días no tendrán noches (22: 25).
Si bien la función maléfica del mar en Apocalipsis es fácil de entender, tal no es el caso con las fuentes de las aguas. Por lo tanto, sólo me atrevo a sugerir tentativamente que siendo que se mencionan asociadas al mar, pareciera que se las considera negativamente. Pero también el mar, los ríos y las fuentes de las aguas se mencionan juntos (16: 3-4). Por otra parte, los ríos que son víctimas de las plagas son agentes de vida que han sido convertidos en agentes de muerte. Indudablemente, la creación está siendo usada para ejecutar la venganza de la ira de Dios. Lo mismo sucede con el aire (7: 1; 9:1; 16: 7). Pareciera, entonces, que la creación que Dios juzgara “buena en gran manera” cuando la creó puede ser también convertida por el mismo Dios en agente de muerte. Aquí aún los árboles y la hierba verde reciben mención especial (7: 1, 3; 8: 7). El máximo agente de muerte, el que finalmente se traga al infierno y la muerte, es el lago de fuego, de cuya posición dentro del universo creado por Dios no se nos informa. Por otro lado, el mar de fuego y vidrio (15:2) es un lugar de refugio de cuyo paradero también permanecemos ignorantes. ¿Es este lenguaje teológico o cosmológico?
Más importante que todas estas observaciones, es el papel central de la tierra en Apocalipsis. En las cosmologías que ya he considerado el anhelo humano es ir al cielo, escaparse de la realidad material, gozar de la vida en cuerpos espirituales o en el reposo hypostático de Dios. Apocalipsis ve a esta tierra, aún cuando purificada por fuego, como el legítimo hogar de los seres humanos. El futuro de los seres humanos no es el de seres espirituales en el cielo. Es el de seres humanos en esta tierra. La resurrección de los muertos produce seres humanos capaces de pelear la gran batalla final. De esta manera Apocalipsis le da singular importancia a la tierra como el destino de la humanidad. La salvación no consiste en escaparse de ella, sino en vivir eternamente en ella según el propósito original del Dios Creador, con importantes diferencias.
El universo de la casa de tres pisos con fácil acceso entre ellos queda convertido en el universo de sólo un piso, sin ninguna otra cosa en existencia. Aún el trono de Dios ha de estar asentado en esta tierra. Con el trono en la tierra, ya no hay necesidad de un templo (22: 22), ni en el cielo ni en la tierra. Siendo que el templo es el cordón umbilical que transmite vida a los que viven abajo, en un universo de sólo un piso un templo sería redundante. La tierra es el futuro. Esta afirmación hace que más que otros autores bíblicos Juan el teólogo (junto con los autores de los libros sapienciales) sea el que fundamenta su teología en Dios como Creador. Si bien su último interés es demostrar que la justicia de Dios es retributiva y efectiva, la justicia de Dios depende de Su poder como el Creador capaz de realizar Sus designios. Personas que son atormentadas y deseando morirse no pueden (9:5-6), y aves del cielo que son invitadas a hartarse con los cadáveres de los poderosos (19: 21), sin embargo, nos repelen al notar algo de sadismo cuando la venganza toma el lugar de la justicia.
Los designios de Dios son inmutables y Su voluntad es invencible. Seguramente que mi fe se aferra a este Dios Creador Todopoderoso que está sentado en su trono y es adorado por todos los seres del universo en reconocimiento de su gloria y poder. La visión apocalíptica del universo en el cual la justicia de Dios triunfa es, sin embargo, algo artificial y fácilmente fechable. En las visiones apocalípticas modernas, los viajes espaciales no se realizan en nubes.

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