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Desesperación, espera y encuentro

Alguien llora. Alguien sufre. Alguien gime. Alguien casi desespera. No siempre fue así. Tuvo una infancia feliz. No había guerra, madre de los mayores padecimientos. La injusticia hecha acción abusiva sobre la indefensa población civil. Ese alguien responde con un mensaje de denuncia. Ese alguien nota su cara húmeda ante las imágenes de terror presenciadas. Ese alguien cree que sus sentimientos se han derrumbado en su interior. Su nombre: Jeremías. Alias, el profeta llorón. Pero, no siempre fue así. Motivos tenía para venirse abajo, pero fue un niño prodigio. Su personalidad antes de nacer ya fue elogiada por el mismísimo Dios. De hecho, lo eligió de entre toda la pirámide de natalidad, que se produjo en Judá hacia finales del siglo VII a. C.

Alguien llora. Alguien gime. Un bebé nace. Hay alegría en una familia. Dios tiene planes de futuro para él. Lo “contrata” para darle un sentido a su existencia. Su destino, escrito está, Jer. 1,5. Para los padres esto provoca un constante fluir de alegría, y seguridad. La salud física, mental, y su desarrollo ético será buenísimo. Dios se ocupa de su educación. Es enseñado y criado con una esperanza mejor. Es criado y amado. Es sensible e inteligente. La humildad le permite absorber las enseñanzas de la vida.

Pero, ¿se sabe capacitado para cumplir con las expectativas divinas? Cree que no. Ante las explicaciones de su misión, le dice al mismo Dios que tiene grandes argumentos para cuestionar dicha elección. Verás Señor. Soy joven en una sociedad donde se obvia la importancia social, y la responsabilidad de cargos, de los de mi generación. Le llaman abismo generacional. Además, no he estudiado retórica como Demóstenes. No tengo facilidad de palabra. Esos son mis miedos, y mis excusas, para no poder ser tu profeta. Lo siento.

No importa Jeremías. Lo sé. Cuento con la realidad. No soy un iluso. Soy pragmático. Hay mucho del destino de muchísimos en juego. Tus contemporáneos, y sus descendientes, deben saber lo que les va a venir si siguen con su conducta consumista, superflua, y alejada del bien. La desgracia puede ser evitada. Necesito de ti para avisarles. Te prometo que te sentirás como un guerrero invencible en mi compañía. Alusión a Jer. 20,11. En mis manos pueden ser modelados como el alfarero realiza su trabajo. Tú sabes que educar a la sociedad es posible. El alfarero escoge con precisión su materia prima. Yo también. La mía son tus vecinos, el pueblo de mi heredad. La niña de mi ojo sufre conjuntivitis. Quiero curarla con mi colirio. El alfarero hace girar el torno a gran velocidad. Los acontecimientos políticos también harán que mi pueblo sea exiliado, y Yo me exiliaré con él. Hemos de trabajar con aceleración, y planificación, para pulir sus inclinaciones; gravar mis sentimientos en sus huesos esqueléticos, y holocáusticos; raspar su superficialidad religiosa; y ponerles asas para que sean capaces de transportarme en su interior de la manera más eficaz posible. Rápido, hemos de darles un baño de barniz para que estén presentables antes los reyes poderosos que los oprimirán. Babilonia se acerca. Persia todavía espera. El exilio está a las puertas. Corre que se acuerden de mi mensaje de protección al profeta Isaías ante la amenaza asiría.

Señor, lo siento. Me hundo. Se burlan de mí. Tengo miedo al ridículo. Mi autoestima se ha resentido. Me deprimo. Abandono la misión. “Recuerdo mi tristeza y soledad, mi amargura y sufrimiento; me pongo a pensar en ello, y el ánimo se me viene abajo”. Ya sé que es mi tercera lamentación. Ya sé que llevo entre 17 y 20 quejas, pero es que no puedo. “Casi ha muerto mi firme esperanza” en ti, Señor. La vida pacífica ha huido de mí. Mi cuerpo ha sido derribado y he masticado el polvo. Este se ha hecho barro como el del alfarero en mi boca. Tu pueblo ha dimitido de ti. No se creían que vendrían las vacas flacas. “Tienen tanta sed los niños de pecho que la lengua se les pega al paladar. Piden los niños pan pero no tienen a nadie que les dé” Lm. 4:4.

Ya sé que no es una moda. Tristemente en el siglo XX habrán lamentos semejantes, gravados, y comercializados en el espacio televisivo, llamados informativos, que más que sensibilizar, al contrario, adormecerán la retina de la conciencia por la repetición superfluamente instrumentalizada de las imágenes, con el único fin de impresionar a la audiencia. ¡Qué barbaridad más bárbara y macabra!

Señor, quiero abandonarte a causa de las injusticias de los violentos y los malvados, pero siento en mis huesos tu amor convertido en misión hacia los desesperados. Sigo contigo pese a mí debilidad. Alusión a Jer. 20:7-11 Transfórmame de arcilla delicada a óxido de hierro. Frágil igualmente, pero con forma estable en su relación con la realidad. Señor, no quieren huir de ningún castigo porque su corazón te desprecia. Se saben hijos de Abraham, y sus vestidos lujosos no les dejan transpirar las miserias interiores. Creen que su religiosidad histórica les da licencia para no reformarse en su interior.

Jeremías, tranquilo. Mi Hijo, tu Señor, también les profetizará sobre mi reino. Tampoco le creerán en un primer momento. Mi semilla, Jesús de Nazaret, será enterrada para producir un gran árbol de vida justa, buena y bella. El paraíso no es vanidad y vacuidad. Existe para los hijos de mujer. Su mensaje -como el nuestro- también hablará, por boca de su primo Juan, de entrega, y arrepentimiento. El poder religioso y sociopolítico lo tratará como si de un fanático apocalíptico se tratase. Un tumor marginal a extirpar. También habrá desolación en Jerusalén. Alusión a la apocalíptica de Mt. 25,31-46, y 26,3-4. También llorará por el rechazo de su pueblo. Tampoco le entenderán ni lo respetarán. Ejercerán presiones de gran violencia física y psicológica. Lo tratarán como si fuese un terrorista. ¡Qué ridículo! Alusión a Is. 53. Creerán que Yo, su Padre, lo rechazo como maldito. No se darán cuenta de que es mi Hijo Amado, mi viva imagen. Temblarán los cimientos del monte al ser clavada la cruz. Me rasgaré de dolor mis vestidos como Job, mediante el símbolo del velo del Templo. Ese será mi rechazo y mi denuncia velada a los sacerdotes, a Caifás y a Anás, criminales de guerra con cargos por daños colaterales hacia la humanidad. Mi dolor como Padre hará que el astro Sol no ilumine sus vergüenzas. Protegeré su dignidad oscureciendo el día, ya que no podré iluminar con mi mirada su rostro al verlo sudar su sangre, resquicios de la verdadera vida. Te juro que pagarán por ello si no lo reconocen como Señor y Dios. Te lo prometo que el mal será aniquilado por completo. Ya, ya sé que deseas que sea ya, pero quiero moldearlos como el alfarero para que brillen como estrellas en la eternidad. Sí, sí, sé que no lo ponen fácil, Elías sabe de ello, y ya camina conmigo y con Moisés. Aguanta. Resiste. Tú también cantarás con alegría el Canto de Moisés y del Cordero. Ap. 5.

Señor, soy un hombre que cree en ti en la sociedad occidental en el siglo XXI. Mi nombre, Tú lo conoces bien. Mi sensibilidad la he de proteger de las malas nuevas, llamadas informativos. Me frustra tanta desgracia. Me pesa la angustia y la existencia. No, no, ya sé que he leído a Kierkegaard, pero es más la identificación con lo explicado por Ti en las bienaventuranzas. Se sufre en presente, y tan sólo se dará la plenitud con tu futuro. Alusión a Mt. 5. Señor, el hombre occidental tampoco mayoritariamente practica tus palabras. Sí, sí, ya sé que vive y data su historia haciendo mención a tu Nombre. Pero no creen que tus palabras apocalípticas se vayan a realizar. Ni siquiera que sean dignas de fe. Alusión a Ap. 21,5 y 22,6. Como mucho las consideran interesantes, y utópicas. ¿Sabes una cosa? ¿Quieres que te confíe una intuición? Han pasado casi 2000 años y no has vuelto. Tu pueblo se queja de la espera. Empieza a creerlo de labios, pero no es acción motivadora de misión. Sí, ya sé que Tú dices que vuelves pronto pero somos seres impacientes. Sí, ya sé que es tu último mensaje a tu último apóstol, Juan, para que exprese tu amor ecuménico. Está declarado a todas las iglesias. Ap. 22. Ya sé que mereces exclusiva adoración por ello. Ya sé que traes un premio para recompensar la espera activa y positiva. Pero es que vivo en la sociedad de los puntos estrella; de los reyes magos; de los premios de la lotería; de las quinielas; de la bonoloto o primitiva; de variados regalos plastificados por comprar un huevo Kinder; o por masticar hamburguesas en centros comerciales; y qué decir de los premios por enviar sms, y bajarse politonos; o de ser premiado por llamar a los concursos o reality shows. Ya, ya, sé que les dicen premios basura, pero matan las expectativas de grandes regalos. Ya no hay ilusión ante la novedad de tu gratuidad hecha regalo. Sí, sí, lo sé. Lo material acapara los sentidos. Atonta y obnubila.

Señor, siempre nos quedará la fe como actitud de resistencia y resiliencia. Sé que seré ciudadano del reino futuro. Sé que mis vestidos lavados por ti, me otorgarán tácitamente el derecho de derechos. Sí, ya sé que el primer Derecho Humano es el derecho a una vida digna. Tú crearás el árbol de la vida en tu ciudad, la Nueva Jerusalén. Allí no crecerá el árbol del bien y del mal. Alusión a Gn. 3. Hoy dicho árbol tiene raíces en la actual Jerusalén, símbolo de partidismo político, y de confrontación religiosa. Hay opresión e indefensión en los territorios ocupados. Gaza parece un campo de concentración. Hay miedo a atentados dicen los que protegen el muro de Jeremías, perdón de las Lamentaciones. Todo bastante lamentable por cierto. Todo fruto de la intolerable intolerancia. Señor, conozco tu promesa de que el mal y los malos, los hombres ensuciados de injusticias desaparecerán en la no existencia, de igual manera que el Diablo, y sus ángeles caídos, llamados vulgarmente demonios. Es decir, no habrá engaño en las relaciones familiares ni laborales ni espirituales. Alusión a Ap. 22,15 ¡Eureka! He encontrado tu mensaje más repetido por ti. Firmado en primerísima persona. Comprometido con el mandamiento de no utilizar tu Nombre indebidamente. Te cito en Ap. 22,16 “Yo, Jesús he enviado mi ángel para declarar todo esto a las iglesias”.

¿Cuál es ese mensaje angelical? ¿Cuál es de entre todos tus mensajes el más relevante para “el Espíritu Santo y la esposa”? Tú exclamas “¡vengo pronto!” Ap. 22,7 y nosotros, tu esposa, y tu Espíritu respondemos lo mismo que tu apóstol del amor: ¡ven Señor Jesús! Queremos ser destinatarios del encuentro contigo en gloria, poder y juicio. Esta sociedad ha perdido los parámetros de espera confiada, y de búsqueda del bienestar moral. Hay crisis económica generada por ejecutivos irresponsables más amantes del dinero que de Ti -como decía Pablo a Timoteo. Las religiones mayoritarias se han inventado el camino hacia ti, mediante productos de la imaginación humana como la inmortalidad del alma, o la reencarnación, desesperadas por tu tardanza. Su credo lo enseña, pero no te esperan en vida. Nos pasa como a Noé al afirmar que Tú vienes por segunda vez a juzgar a los vivos, y a los muertos. Les produce risa irónica. A tu pueblo, que llevamos desde mediados del siglo XIX enseñándolo, nos produce cierta incomodidad no saber a ciencia cierta si tendremos el privilegio concedido a Simeón, a Ana la profetisa, y a Juan el Bautista. Nos identificamos con el segundo Elías. Nos gustaría pensar que nuestros jóvenes mantendrán la esperanza activada como mantienen actualizado su antivirus para seguir comunicándose en los muros actuales. No, Señor, ya sé que no son muros de piedra como el de las lamentaciones. Sólo que a través de dichos muros la espera se les hace más entretenida. Ya, ya sé que se pueden evadir del encuentro contigo. Claro que por otro lado, les encantan las historias cinematográficas que acaban con final feliz. Sí, yo también creo que todos imaginamos ser el protagonista de una historia de amor.

Señor, como Jeremías, yo también quiero identificarme contigo a través de tu cantar romántico sobre tu Segunda Venida. Me gusta saberme amado por Ti. Me gusta saber que mi nombre está escrito en el libro de la vida del Cordero. Alusión a Ap. 21,27. Como los verdaderos héroes, quiero seguir defendiendo las buenas acciones, y la fidelidad a Ti, que implica gran valentía porque supone ir a contracorriente. Es todo un movimiento contracultural. Es desafiar la globalización del pensamiento único.

Señor, soy José, y sé que vendrás a por mí. En tu historia de amor los protagonistas, tu iglesia y Tú, interpretan un guión con todos los elementos para un final feliz. El amor vence. El amado encuentra a la amada. El chico se enamora incondicionalmente de la chica. Esta es rescatada del infierno ocasionado por todo tipo de opresión.

En un último diálogo, ante las expectativas de una audiencia universal, Tú te expresas así:

“Mi amada,-las personas escritas en tu libro de amor vital y eterno- es entre todas las mujeres, como una rosa entre los espinos.” Cnt. 2,2

¡Qué hermosa eres, amor mío!

¡Qué hermosa eres!¡Tus ojos son como dos palomas!

¡En ti no hay defecto alguno!

Me robaste el corazón, hermanita, novia mía,

Me robaste el corazón” Cnt. 4,1;7 y 9

Prometedme, mujeres de Jerusalén,

no interrumpir el sueño de mi amor.

¡Dejadla dormir hasta que quiera despertar!

¡Déjame oír tu voz,(…)

Nuestros amigos esperan escucharla! Cnt. 8,4 y 13

Nosotros sentimos como iglesia-esposa así el inminente encuentro contigo:

¡Ya viene mi amado!

¡Ya escucho su voz!

Mientras llega el día

Y huyen las sombras,

Vuelve, amado mío; Cnt. 2,8 y 17

Yo soy de mi amado:

Los impulsos de su amor lo atraen a mí. Cnt. 7,8

¡Llévame gravada en tu corazón!

¡Llévame gravada en tu brazo!

El amor es más fuerte que la muerte(…)

¡El fuego ardiente del amor

es una llama divina! Cnt. 8,6

Por eso, a los ojos de Cristo,

Ya he encontrado la felicidad. Cnt. 8,10

Por todo ello, Señor, volverás. Por todo ello, como Jeremías, y Noé, lo anunciaré. No concibo la solución a esta vida sin Ti. Tu salvación sí que es un auténtico lujo. Verdadera BUENA NOTICIA, digna de ser anunciada en los informativos de máxima audiencia. Cambia la trilogía de noticias que abren los telediarios: sangre, violencia y muerte, verdadero filón informativo. En tu despedida, en tu última carta, obtenemos la trilogía siguiente: amor, paz y vida esperanzada.

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