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El eslabón perdido de la evolución humana pierde el trono

El relumbrón mediático tuvo otro momento paleontológico el pasado mes de mayo. El fósil llamado Ida, era presentado en sociedad por todo lo alto. Google convirtió el fósil en el icono de la página con la que se inicia en la red durante aquel día. Darwinius masillae se presentó en sociedad a la luz de los flashes, junto con un libro, y como estrella de una exposición en el Museo de Historia Natural de Nueva York, en el año de Darwin. En aquel museo, el Premio Príncipe de Asturias David Attemborough dijo a cuento de este lémur fósil que: “El eslabón ya no está perdido”.

Para hacer más familiar al fósil se le puso por sobrenombre Ida. Fue situado como el primer eslabón de una cadena que llevaría, 47 millones de años después, hasta los antropoides y el ser humano.

Pero el pasado mes de octubre, el áureo eslabón descendía de categoría tras ser presentado otro fósil, Afradapis longicristatus, en un más discreto y estricto ámbito científico. Las características anatómicas que dieron pie a establecer la relación entre Darwinius y el ser humano no parecen tan exclusivas ni tan próximas a los primeros antropoides reconocidos en el registro fósil. Sin embargo, Afradapis, sí posee más caracteres comunes con los primeros antropoides del registro fósil, siendo posterior a Darwinius y sin tener nada que ver con los monos antropoides.

Para llegar a esta conclusión se han estudiado 117 especies de primates vivos y fósiles, y en ellos se han analizado 360 características morfológicas. Como ha señalado el paleoantropólogo Robert Martin para la revista Investigación y Ciencia: “Estoy totalmente convencido de que Darwinius no tiene absolutamente nada que ver con el origen de los primates superiores”.

Elwyn L. Simons, uno de los científicos que firman el trabajo que desaloja a Ida de su puesto estelar, también se vio envuelto en una situación de mala interpretación de un fósil hace ya varias décadas. El maxilar superior de Ramapithecus lo interpretó como homínido, precursor del ser humano, pero la reconstrucción de los fragmentos del maxilar era errónea. Después, se describió Sivapithecus más completo pero similar al mono de Rama y se vio que realmente eran parientes del orangután.

En su momento, Simons tuvo que tragarse el sapo de una mala interpretación. Ahora, le ha tocado a él poner en evidencia un juicio demasiado precipitado. Hubo que reubicar a Ramapithecus y ahora toca reubicar a Darwinius. Esta clase de sucesos resulta relativamente frecuente en la historia de la paleoantropología. No es lo mismo encontrar un pariente de los orangutanes que uno de los seres humanos. Están en juego el prestigio, el reconocimiento e incluso el dinero.

Bibliografía

FRANZEN, J. L. y otros. (2009). “Complete skeleton from the middle Eocene of Messel in Germany: morphology and paleobiology”. PloS ONE 4, e5723.

SEIFFERT, E. R. y otros. (2009). “Convergent evolution of anthropoid-like adaptations in Eocene adapiform primates”. Nature. Vol. 461: 1118-1122.

WONG, K. (2009). “El eslabón débil”. Investigación y Ciencia. Diciembre, pág. 6-7.

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