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Diario de un médico adventista español en Haití – 7 y 8 + fotos

15.2.10

Son las 6 de la mañana. Como cada día me he despertado empapado de sudor. Lo primero he pensado en Sara, me he acordado que hace unas horas se celebraba en España San Valentín y nosotros aquí tan lejos…, he pensado en mis hijas, en mi familia… Ayer no pude conectar con internet y además se marchó la electricidad…

Dormimos tres compañeros en el mismo cuarto y me da apuro levantarme y despertarlos. Desde la cama escucho a “los sin techo” cantar a coro bajo el cielo raso, que hoy también ha llorado, aunque no tanto como el otro día.

Al principio de escribir los diarios creí que pronto no sabría qué escribir, que se iba a convertir en una repetición de historias, pero cada día hay alguna historia de Haití que me ha impresionado y deseo compartir.

Ayer visité a una paciente con bocio. Al preguntarle si había otros miembros de la familia con bocio, vi que no debía haber hecho esta pregunta. Sus ojos un poco perdidos se nublaron, acabando anegados de lágrimas. La paciente confesó que tenía seis hijos, el mayor de 12 años. Su casa se había destruido, y su marido, había muerto. Solo tuve fuerzas para coger su mano con las dos mías y apretarla suavemente y decirle que sus hermanos de España estaban con ella y la acompañaban en su dolor…

También hay historias de alegría, de niños y niñas que cuando vamos hacia la clínica, ya nos conocen porque ya les hemos visitado en las ultimas semanas y chillan con fuerza “Blanch…blanch….blanch” mientras saltan y mueven sus manos mientras se agitan sus cientos de trencitas que llevan casi todos ellos y sonríen a nuestro paso. Algunos hasta saben nuestro nombre. Seguro que algunos de ellos quizás habría muerto de su deshidratación o de su neumonía si no hubiésemos estado por aquí.

La gente de Haití a veces parece seria de cara. Hemos aprendido que esto es falso. Algunos tienen cara seria o de preocupación, porque tienen hambre y ven un futuro incierto para sus familias y su país, pero solo tienes que saludarles desde lejos con la mano, y lejos de ignorarte, se les iluminan los ojos y te responden con un cariñoso saludo. No hay nadie que deje de corresponder a nuestros saludos. En realidad, pienso que les agrada que les saludemos.

Me contaba Miguel que el otro día acudió a su consulta una niñita de seis años con su hermanita de dos años que estaba enferma. Al preguntarle por sus padres les confesó que toda su familia había fallecido en el terremoto…

Os conté hace días que encontré a Vanesa, una chica de unos 20 años, que se quedó sola en el mundo, y está viviendo en medio de 15.000 personas, pero no tiene ningún familiar que ella conozca. Esta semana también conocí a una chica de 16 años llamada Germani que me confesó que todos sus familiares habían muerto. Pensé presentarlas la una a la otra para que se cuiden mutuamente. Me hice una foto con ambas y estuvimos hablando un ratito. Les enseñé las fotos del móvil de mis hijas y de mi esposa y antes de irse Vanesa me miró los ojos y me preguntó: ¿Es que yo podría llamarte papá ?… Me cogió temblor y ganas de llorar, que intenté controlar, creo, y le pregunté ¿quieres llamarme así? Sí…, por favor, me dijo…

Bueno, voy a dejaros por ahora. Tengo que comenzar a prepararme para el nuevo día. La consulta empieza a las 8 en punto, y necesito dedicar un tiempo a mi espíritu antes de enfrentar tantas emociones.

17.2.10

Escribo porque no quiero olvidar lo que he visto y oído…, aunque estoy seguro de que no podré describir lo uno ni lo otro, pero lo intentaré…

Ya hace dos semanas y media que estamos por aquí. Tal como ocurre siempre que se llega a un lugar nuevo, nuestros ojos, desafortunadamente ya se van acostumbrando lentamente a muchas cosas que nos llamaban la atención el primer día. Sin embargo, creo que todos estamos haciendo lo posible para que cada persona con la que tenemos alguna relación, que esté segura de que sentimos algo especial por ella.

Los niños siempre tan sinceros, nos chillan al pasar por la calle “blanch,,,,,blanch” provocándonos conscientemente para que les saludemos y así podernos saludar ellos con su sonrisa y con sus manitas.

Cada día me estoy enamorando más de los haitianos y su forma de ser. Al principio me parecían muy serios, pero solo es una apariencia, pero están deseando que les saludes con la mano para devolverte el saludo, no importa cuan ocupados estén.

Cada día nos pasa alguna “historia” de esas que te deja pensativo. Os comenté que conocí a dos huérfanas, que no tienen nadie en el mundo, o si lo tienen no saben dónde y será difícil que se encuentren. Una de ellas es jovencita, solo 16 años y parece como si no fuera muy consciente de su situación. La otra, tiene 21 años, igual que una de mis hijas y tal y como os dije me pidió por favor si me podía llamar papá… Tras un largo compás de espera le pregunte que si realmente me quería llamar papá. Me respondió que sí…, por favor, déjame llamarte papá….. He hablado con el rector de la Universidad para que les ayude a encontrar a sus familias, si es que existen, pero en un país que ya era un caos antes, y sin gobierno ahora… lo dudo que se encuentren!!

Solo “me exigen” como ahijadas que les deje venir a verme unos minutos al día, mientras paso consulta y al acercarme me dan la mano…, sonríen dulcemente…, y ya está. Ayer busque a la enfermera intérprete para hablarles de mi próximo futuro y de su necesidad de que vivan juntas y se cuiden mutuamente. Estoy pensando que quizás mi familia y yo podríamos ayudarlas a terminar sus estudios mientras se hacen mayores…. ¡¡Existen cientos y miles de casos más dramáticos que estos!!, pero estos son los dos primeros que yo encontré…

Les pregunté por su casa. La más joven vive absolutamente sola, bajo dos palos entrecruzados que tendrán una altura de un metro y separados unos 60 cm. Sobre los que hay un plástico de una longitud parecida a su altura. Bajo el mismo hay una sabana limpia doblada, una botella de agua que le di y no se si algo más.

Ayer a las 12:30, tras haber visitado unos 40 adultos y 60 niños, fuimos a comer. A la salida, estaba Germanie, la huérfana más joven y me comentó que no había comido desde la comida del día anterior. Podéis imaginar como me sentí. Entré al comedor a pedir un nuevo plato de comida para mí. Lo tapé, y lo saqué para ellas. Se juntaron tres amigas y lo comieron en riguroso turno una cucharada similar cada una hasta que se terminó todo.

Esta noche ha llovido bastante y no he podido dejar de pensar en ella y en los miles de personas que viven así. Cuando pienso en lo bien que vivimos en mi país, todos, incluso los desempleados…, creo somos unos afortunados que tenemos la obligación de compartir lo mucho que tenemos con los débiles de este mundo.

El pasado domingo se celebró el mes después del terremoto. Curiosamente estaba escribiendo cuando sobre las cinco de la tarde la tierra se estremeció un segundo… ¡¡¡Qué sensación más extraña.!!! Dos días después se repitió un leve movimiento de tierra. Supongo que como ya lo habréis oído en algún medio de comunicación, os lo escribo para que no os preocupéis. Son movimientos suaves de asentamiento y estamos todos bien.

La semana pasada vinieron unas señoras desde New York solo para cocinar a los voluntarios y nos hacen comida bastante aceptable. Arroz blanco, frijoles oscuros, y verduras rehogadas o refritas, con una botellita de agua fresca. Así que somos afortunados.

Bueno ya es momento de ir terminando y prepararnos para desayunar e ir a trabajar.

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