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“Gente común extraordinaria”

 

“Biiip, biiip, biiip, biiip”, sonó la bocina locamente.
¡Pum!
La anciana yacía acurrucada en la calle empinada San Francisco.  Una multitud histérica la rodeó, hasta que alguien gritó: “¡Llamen una ambulancia, rápido!”  Minutos más tarde el cuerpo inerte fue trasladado de urgencia al hospital.

Aunque no puede comunicarse, la matrona adventista del Séptimo Día de 78 años de edad, sorprendentemente recordó una conversación de hacía varias décadas en la quietud de la habitación del hospital.

“La obra está haciendo un progreso maravilloso, ¿no?”
“Así es”, contestó Elena G. de White, “pero se debe hacer mucho más en favor de las personas de raza negra.”
“Pienso de la misma manera.  Pero, ¿qué se puede hacer?  ¡El prejuicio en contra de cualquiera que trate de ayudarlos es tan fuerte!”.
“Ellos fueron creados por Dios como nosotros.  Nuestra Iglesia les debe el evangelio, sobre todo después de lo que se ha hecho de su raza.  Encontraremos un prejuicio profundo; habrá que utilizar inteligencia y tacto, sin embargo tenemos que trabajar por ellos”.
La mujer se quedó pensativa. ¿Qué podía hacer ella?
“Hermana, Dios te está llamando para hacer una obra especial entre la gente de color”.
“¿Yo? ¿Qué puedo hacer?”, Respondió con incredulidad.
“Dios quiere que construyas un sanatorio para sus preciosos hijos del Sur.  ¿Lo harás?”
Perpleja pero positiva, prometió: “lo haré”.
Sin embargo, los años pasaron y muchas exigencias la tuvieron absorta.  Y ahora esto: En California, para las sesiones de la Conferencia General, se encuentra en una cama de hospital a un paso de la tumba.  Sin embargo ella no quiere morir.  La chispa de la vida todavía está en ella, y tiene una promesa por cumplir desde hace mucho tiempo.
“Oh, Dios, perdóname por no cumplir mi promesa.  Si me restauras la salud para que pueda trabajar de nuevo, voy a construir un hospital para tu pueblo”.
Ella se recuperó totalmente, y después de años de exhaustivo trabajo, el Hospital de Riverside se estableció en Nashville, Tennessee, en 1927.
Nellie Druillard – pionera en educación y el establecimiento de hospitales.[i]

James White, suspiró.  El joven no se iría y no aceptaría un “no”  como respuesta.  Había intentado que lo llevaran donde otras personas, pero fue inútil.  Día tras día había tenido a su molesto huésped haciendo mandados, pero su compañía era agotadora.  Como último recurso, hizo su mejor oferta al hermano Godsmark.  ¿Llevarían a este joven a su casa para ayudar en la granja?  Tan pronto como fuera posible, cuando hubiera una tienda de campaña disponible, mientras más lejos mejor, dejarían que el fanático predicara.

Maravilla de maravillas, los Godsmarks estuvieron de acuerdo.  Y antes de darnos cuenta surgió una oportunidad para que el hombre probara su vocación.  El sermón, sin embargo, fue un desastre.  ¿Cómo decirle a un alma tan ferviente que estaba tan llamado como un tallo de maíz?

El hermano Godsmark fue el que se lo dijo.  “Bueno, usted dice que está llamado a predicar, pero tal vez usted está llamado a predicar en una forma no tradicional. . . .  Tal vez como predicador en las casas. Sí, sí, usted, puede visitar personalmente los hogares de la gente y predicarles cara a cara.  Aún así estará compartiendo el evangelio … “
Infatigable, el joven no tomó esta sugerencia como un rechazo, sino como una oportunidad.  Reunió un poco de literatura adventista y se puso a predicar a todo el mundo, casa por casa, persona por persona, familia por familia.  Vendió libros puerta a puerta.
En su primera semana no le fue bien, sólo ganó 62 centavos de dólar.  Sin embargo, tomando el aparente fracaso como un éxito salvaje, el ambicioso predicador instó a la Review and Herald a que publicara un nuevo libro, y compró la primera tirada  con sus ahorros personales.
George Albert King – padre del colportaje.[ii]

Su esposa lo dejó por la vida glamorosa en la Costa Este después que él descubrió el adventismo del séptimo día en una tienda de campaña, en una noche estrellada de una solitaria ciudad de Wisconsin.  De repente se encontró, con cincuenta años de edad, como padre soltero de cuatro hijas y con un negocio inestable de venta  de árboles.

Pero el destino finalmente le sonrió.  Conoció a una mujer que prometía ser un ama de casa estable  –su cocina era legendaria—  y el hombre se trasladó a Iowa con su familia compuesta sólo por mujeres.  Allí participó activamente en la pequeña iglesia Adventista, que no tenía pastor, enseñando en la Escuela Sabática.  Aunque era pobre, continuó dando todo lo que tenía, y al poco tiempo había adoptado a dos niñitas necesitadas.

Decidido a testificar de su fe tanto como fuera posible, el padre de las seis niñas decidió, junto con su esposa, hacer algo notable y ordenaron 50 números especiales de la revista Las Señales de los Tiempos para distribuir a la gente de la ciudad.  El hombre recogió el paquete con entusiasmo una semana más tarde, y debido a que la oficina de correos estaba llena, él mismo empezó a repartir el contenido de su paquete.  Cuando le preguntaban el precio de los pequeños periódicos que distribuía, el hombre decía que eran gratis, pero que si la gente quería dar una donación, él la aceptaría.  En menos de una hora había distribuido 47 revistas y recaudó US$ 4.  Misteriosamente, diez días más tarde llegó otro paquete de 50 Señales más.  El hombre estaba desconcertado, pero su esposa sabiamente respondió que Dios estaba detrás de todo.  Así que él obedientemente distribuyó la literatura a la gente del pueblo, a agricultores y empresarios por igual.  Este lote de 50 revistas le dio 26 dólares, varias veces el costo del pedido.

Para entonces, el hombre y su esposa se dieron cuenta de que habían dado  con algo grande.  Después de ordenar y distribuir más publicaciones, la pareja envió las ganancias a la Asociación local, sólo para recibir la respuesta que los fondos obtenidos por la mendicidad de los “gentiles” no serían aceptados.  Pero la pareja insistió en que el dinero fuera a las misiones y, finalmente, la Asociación cedió.

Considerado un loco en un primer momento, historias asombrosas de este hombre empezaron a aparecer pronto en La Revista Adventista.  Sin embargo, el progreso fue lento.  La pareja constantemente escribió cartas a los líderes de la iglesia en busca de apoyo para este nuevo programa de evangelización.  Sin embargo, no fue sino hasta que se obtuvo el pleno respaldo de Elena G. de White que la innovación levantó  vuelo.  Pero el éxito no detuvo a este hombre.  Él mismo dio el ejemplo, continuando con la distribución de donaciones, instando a los líderes de la iglesia a conseguir que los miembros probaran este plan por sí mismos.  Él finalmente llegó a ser el consultor oficial del programa de Recolección de la Asociación General.
Jasper y Emma Wayne – primera pareja de la Recolección.[iii]

En la misma medida que una de las señas del pueblo de Dios, como es la presencia del don de profecía, el movimiento Adventista del Séptimo Día ha mostrado el espectro de otros de los dones espirituales que Pablo esboza en I Corintios 12-14 y en Efesios 4.  Mucho más que impulsada por los pastores, nuestra iglesia ha sido en gran parte impulsada por los esfuerzos de los llamados “laicos”, como se aprecia en las historias anteriores, que presentan a una poderosa ciudadana de la tercera edad, a un adulto joven aparentemente sin talento, y a una pareja que superó los reveses de la vida para tomar su lugar en los anales de la fe.

La iglesia cumplirá su propósito divino sólo cuando sus decenas de miles de laicos utilicen los dones que Dios les ha dado para llegar a un mundo que los está esperando.


[i] Rosa T. Banks, A Woman’s Place: Seventh-day Adventist Women in Church and Society (Hagerstown, MD: Review and Herald Publishing Association, 1992), 54-55.

[ii] Véase “George King Centennial Jubilee,” Atlantic Union Gleaner, April 8, 1980.

[iii] Véase Richard G. Bowes, “Jasper Wayne—Adventist Innovator 1 & 2” (Adventist Review, October 27, November 3, 1983).

 

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