Skip to content

El apóstol Juan

(Traducido por Carlos Enrique Espinosa)
Se ha dicho que Juan tiene una visión diferente de la esperanza cristiana que los otros escritores del Nuevo Testamento. En tanto que los demás escritores proyectan la esperanza del creyente hacia el futuro, Juan ve que la esperanza se hace real en el presente. En 1936 C. H. Dodd afirma que la escatología de Juan es una escatología “realizada”. Más tarde amplió su planteo en un libro titulado La Interpretación del Cuarto Evangelio (1953). Sostiene que el foco de la esperanza del creyente debe estar en el presente y no en el futuro. El cumplimiento final ha de venir por la fe en Jesús y no, como en el escenario escatológico del resto del Nuevo Testamento, en el regreso de Jesús. Una vez más, de acuerdo con la escatología realizada tanto de Dodd como de Bultmann, se hace hincapié en el hecho de que Jesús ha venido y no en que él vendrá otra vez.
Es innegable que Juan tiene mucho que decir sobre el cumplimiento en el presente y sobre lo definitivo de la decisión de una persona en el presente. Por ejemplo el juicio, en el Evangelio de Juan, tiene lugar en el momento en que una persona se encuentra cara a cara con la revelación de Dios en Jesús, y se lleva a cabo en el presente (Juan 9:35-41; 12:47-48). Pero la idea de que el significado de la esperanza en Juan es mejor entendido como “escatología realizada”, no es sostenible.
Pensemos por un momento en la promesa de Jesús del discurso de despedida a sus discípulos:
“No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas. Si no fuera así, os lo hubiera dicho. Voy, pues, a preparar lugar para vosotros, y cuando lo haya hecho vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:1-3).
En este texto, Jesús conserva todos los elementos que son sublimados en el paradigma de la escatología realizada. Temporalmente, Jesús habla de un punto en el tiempo futuro, asegurando a sus discípulos, que ya estaban entristecidos por la perspectiva de la partida de Jesús, que “vendré otra vez y os tomaré a mí mismo”. En lo referente al espacio o lugar, Jesús dice que (1) va a otro lugar; (2) volverá donde ellos están, y (3) llevará donde él está a los creyentes que lo esperan.
Este verso no es una excepción, no es una isla solitaria en el mar de la omnipresente “escatología realizada” de Juan, por así decirlo. De hecho, los parámetros espaciales de la misión de Jesús, en ninguna parte son más sustancialmente destacados que en el Evangelio según San Juan.
”Estaré con vosotros por un poco de tiempo y, a continuación, voy al que me envió” (Juan 7:33).
”Jesús, sabiendo que el Padre había entregado todas las cosas en sus manos, y que él había venido de Dios y volvía a Dios . . .” (Juan 13:1).
”Simón Pedro le dijo: ‘Señor, dónde vas?’ Jesús respondió: “Donde yo voy, no puedes seguirme ahora; pero me seguirás después” (Juan 13:36).
”Y ustedes saben el camino hacia el lugar donde voy” (Juan 14:4).
”Ahora voy al que me envió, pero ninguno de ustedes me pregunta, ‘¿Dónde vas?’” (Juan 16:5).
”. . . acerca de la justicia, porque voy al Padre y ya no me verán” (Juan 16:10).
“Así que ahora os acongojáis, pero os veré de nuevo, y vuestros corazones se regocijarán, y nadie tendrá una alegría como la vuestra” (Juan 16:22).
”Vine del Padre y entré en el mundo; de nuevo, estoy dejando el mundo y voy al Padre” (Juan 16:28).
Estos ejemplos no agotan lo que Juan dice al respecto, pero serán suficientes para el propósito presente. El tema central de estos textos no es el “interior” mundo de la fe (de la “escatología realizada”), sino el mundo “exterior” de la esperanza. Hay ambigüedad en algunos versos, como la ambigüedad de que Jesús “va” a morir y que “se va” al Padre, pero en el hecho de que “va” al Padre predomina el sentido objetivo, físico, de volver al Padre. El fin de esta historia aún no ha llegado, y no llegará hasta que Jesús regrese. En este sentido, el punto final de la historia en el Evangelio de Juan es igual que el final en los Evangelios sinópticos o en el Libro del Apocalipsis, “estar con él donde él está, y ver su gloria” (Juan 17:24 ).
Según algunos estudiosos, se hizo necesario sublimar los parámetros temporales y espaciales de los cristianos porque la demora del retorno de Jesús estaba costando caro. En Juan, sin embargo, no existe tal sublimación. El remedio de Juan en el período de transición no consiste en decir que la esperanza del creyente ya se ha cumplido, sino más bien en instar a los creyentes a perseverar siguiendo a Jesús, esperando el cumplimiento futuro. En efecto, el Evangelio de Juan termina con esta nota.
Pedro volvió y vio al discípulo a quien Jesús amaba siguiéndolos; él era el que se había reclinado junto a Jesús en la cena y había dicho: ‘Señor, quién es el que te va a traicionar?’ Cuando Pedro lo vio, dijo a Jesús: ‘Señor, ¿qué pasará con él?’ Jesús le dijo: ‘Si es mi voluntad que permanezca hasta que yo venga, ¿qué a ti? ¡Sígueme tú!” (Juan 21:20-22).
En este texto, el creyente tiene una esperanza que aún no se ha cumplido, y no se cumplirá “hasta que yo venga”, como dice la respuesta de Jesús a Pedro. En el ínterin, Pedro debe seguir a Jesús sin mirar a la derecha ni a la izquierda, ni si otras personas parecen tener un mejor trato o no.
Las epístolas de Juan resuenan con el mismo mensaje que su Evangelio. “Amados, somos hijos de Dios ahora, y lo que seremos todavía no ha sido revelado. Lo que sí sabemos es esto: cuando él se ponga de manifiesto, vamos a ser como él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan 3:2). Al igual que en el Evangelio, nos encontramos con una fuerte e inequívoca afirmación de la condición del creyente en el presente. Algo se ha cumplido, en efecto: “Somos los hijos de Dios”. Pero la esperanza del creyente, enfáticamente, no ha sido realizada en el presente; aún no, no ahora: “lo que seremos todavía no ha sido revelado”. Espera un cumplimiento futuro. Sólo “cuando él se ponga de manifiesto”, considerado como una experiencia que no llegará a un pleno desenlace en el presente, “vamos a ser como él”; sólo entonces lo veremos “tal como él es”.
Juan es un agente de esperanza como ninguno. Él se destaca como un agente de la esperanza realizada, pero es igualmente una sobria voz que insiste en que aún no hemos llegado; todavía no estamos allí. “Y esto es lo que él nos ha prometido, la vida eterna” (1 Juan 2:25), obtenida ahora, claro que sí, y, sin embargo, todavía no.
Sigve Tonstad es profesor asistente de Religión y de Estudios Bíblicos en la Escuela de Religión de la Universidad de Loma Linda.

Subscribe to our newsletter
Spectrum Newsletter: The latest Adventist news at your fingertips.
This field is for validation purposes and should be left unchanged.