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Yihad: asistiendo a una universidad cristiana

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Toda religión tiene diferentes luchas diarias. A veces esas luchas crecen con el tiempo y se convierten en luchas por la religión entendida como un colectivo humano. No obstante, ¿qué diferencias habría entre las religiones sin estas luchas? Los cristianos tienen su propio conjunto de luchas, como los musulmanes. Y, como voz que soy de la comunidad musulmana, mi yihad –mi lucha– es reconocer estas dificultades.

En el mundo musulmán hay una palabra que específicamente significa “lucha”, yihad, pero a menudo es malempleada con el sentido de “guerra santa”. El término yihad hoy se traduce como “lucha diaria” al igual que se ha traducido durante siglos, desde el principio del calendario de la Hégira hace 1.435 años. El calendario de la Hégira se ajusta a los ciclos lunares, y así es como los musulmanes fijan el tiempo. La línea del tiempo que los musulmanes siguen se ha expandido con acontecimientos concretos, de manera similar a como ocurre en el calendario cristiano. Entre ambas religiones hay más parecidos que diferencias. Hoy en día en Estados Unidos esa es la lucha, la yihad: encontrar las similitudes más que centrarse en las diferencias.

Los musulmanes se han visto vinculados negativamente a la tragedia del Once de Septiembre. En aquel momento, los estadounidenses comenzaron a asociar a los musulmanes con connotaciones negativas. Desde entonces, cuando se informa sobre un musulmán en las noticias, a menudo se utiliza el término “terrorista” para etiquetar a ese individuo. Con el tiempo, el pueblo musulmán y el terrorismo se han ido viendo como sinónimos.

Como musulmana, asumí que podría tener problemas cuando llegué por primera vez a la Universidad de La Sierra. Ya que he crecido en un país en el que mi religión mal definida determina quién soy como individuo, y ya que he sido prejuzgada, llegué a esta universidad con juicios previos. Estaba preocupada por que la gente tratara de convertirme, así que evité hablar con la gente tanto como pude. Estaba preocupada de que sería juzgada y de que no me aceptarían aquí. Todos los días vivía mi propia yihadpersonal.

La principal razón por la que elegí La Sierra es porque tenía falsas expectativas de entrar en el campo médico, y de que asistir a la facultad hermana de la Universidad de Loma Linda pudiera ser un paso hacia ese objetivo. Cuando empecé a recibir clases de ciencias me odié a mí misma. Todo iba mal, y mis notas iban de mal en peor, lo cual todavía ahora afecta a mi nota media. Sin embargo, todos mis prejuicios sobre La Sierra eran falsos. Hubo algunos pequeños pinchazos en la carretera, por los que no me sentí bien recibida aquí, pero esos momentos son minúsculos en el contexto general.

Recuerdo cuando conocí a mi primera amiga de verdad, irónicamente en la clase de ciencias que odiaba. Mi amiga, Brenda Delfino, es adventista del séptimo día, y a medida que nos íbamos haciendo amigas comparábamos y contrastábamos nuestras religiones. Finalmente encontramos más parecidos que diferencias. Lo que hace que esta amistad sea vital en mi asistencia a la Universidad de La Sierra es que mi lucha por conocer a gente nueva empezó a disminuir lentamente de forma positiva. Brenda nunca trató de convertirme; simplemente me aceptó tal y como soy, lo cual básicamente tuvo un impacto positivo en el modo en que empecé a abrirme a las personas de mi entorno.

Realmente no importa que sea una musulmana asistiendo a una universidad cristiana, porque mi relación con Dios se ha visto reforzada por las personas que me rodean. Su amor por Dios y mi amor por Dios son similares. Dejando a un lado las demás luchas propias de la religión, hace que todo lo demás sea más sencillo. La yihad está dentro de cada uno. Levantarse por la mañana, asistir a clase, salir de nuestras fronteras y de nuestras rutinas diarias, son luchas. Y lo que es más importante: nuestra relación con Dios es una lucha común compartida universalmente. La persona que lea esto, la persona que nunca leerá esto y la persona que escribe esto somos iguales y estamos unidas por las luchas diarias por construir la humanidad en el mundo.

Amar Kiswani nació y creció en California. En su tiempo libre Amar disfruta de la escritura, la pintura y la lectura.

Artículo original en inglés en Spectrum (10 de octubre de 2014).

Traducción: Jonás Berea.

 

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