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Los cristianos de Oriente Próximo, los palestinos y la Iglesia Adventista

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El 12 de agosto de 2014 el presidente mundial de la Iglesia Adventista, Ted Wilson, emitió una declaración expresando su «gran tristeza y profunda preocupación» por «la trágica situación en la que decenas de miles de cristianos y otros han sido sometidos a persecución, coerción, asesinatos, intimidación y falta de libertad religiosa en ciertas áreas de Irak y Siria». Wilson hace un llamamiento a los adventistas del mundo «para que oren por las víctimas del extremismo religioso y la intolerancia» y por «las diversas minorías religiosas que están siendo atacadas por sus convicciones religiosas y sus creencias».

Conociendo las terribles agresiones a que están siendo sometidas algunas minorías religiosas en Oriente Próximo, estas palabras de Wilson serían apropiadas, en principio. ¡Cómo no vamos a orar por estas personas que están sufriendo asesinatos y torturas! Pero hay algunos problemas por los que esta declaración de Wilson es muy preocupante: uno es que el comunicado sigue diciendo que «es importante que la comunidad internacional actúe unida para detener la persecución de creyentes cristianos y de otros que representan a quienes han vivido en relativa paz con sus vecinos musulmanes en Oriente Próximo durante cientos de años». Otro problema es el contexto en el que aparece.

Analicemos ambas cuestiones.

1. En el mundo actual están teniendo lugar muchas agresiones a minorías. La Iglesia Adventista, que ha publicado en las últimas décadas declaraciones generales sobre diversos asuntos de actualidad, no suele hacer muchos comunicados sobre situaciones específicas. ¿Qué criterios conducen a los dirigentes (en este caso al presidente, que parece haber redactado la nota sin la participación de ningún órgano colegiado) a expresarse sobre unos casos, y guardar silencio sobre otros?

2. La nota apela a que «la comunidad internacional actúe» para detener estas matanzas. Todos sabemos a qué hace referencia la expresión “la comunidad internacional”, utilizada habitualmente en las relaciones internacionales: a Estados Unidos y sus aliados. ¿Qué tipo de actuación espera Wilson que hagan las potencias que dominan el mundo? Es muy preocupante que esta declaración se publique la misma semana en que Obama anuncia bombardeos con los que, dice, pretende debilitar las posiciones del “Estado Islámico” y defender a las minorías religiosas que están sufriendo persecución en la zona. Al leer la nota de Wilson, es inevitable pensar en las medidas tomadas por el presidente de su país en este preciso momento. Nadie medianamente informado puede creer que esta superpotencia (o cualquier otra en su situación) actué de forma altruista para defender a colectivos concretos, y resulta obvio que actúa por intereses propios (véase el artículo Ni uno de los nueve motivos del bombardeo de Irak es “humanitario”).

3. Los cristianos (y otros colectivos) llevan más de tres años sufriendo masacres por parte de los llamados “rebeldes” de Siria. No tengo noticia de que en estos años haya habido ningún comunicado oficial de nuestra iglesia denunciando estas tragedias y pidiendo algún tipo de “intervención”. “Casualmente”, en todos estos años el gobierno de Estados Unidos, las potencias europeas y sus aliados regionales (el Estado de Israel, Arabia Saudí y Qatar) han estado financiando y apoyando a los llamados “rebeldes” sirios, que no son más que una amalgama de terroristas y extremistas islámicos que han sembrado el terror (incluso usando, ellos sí, armas químicas), mientras los cristianos (y la inmensa mayoría) del país apoyaba a Basar el-Asad, bajo cuyo régimen (y el de su padre) se mantuvo la convivencia religiosa durante décadas. Pero, claro, Asad es la bestia negra de Estados Unidos, y no es políticamente correcto defender a quienes le apoyan; ni lo ha sido condenar a los fanáticos que persiguen a los cristianos, hasta que la situación de estos ha sido clamorosa, y hasta que factores como la intervención de Rusia contribuyeron a cierta moderación (más bien disimulo) en el apoyo occidental a los terroristas.

4. Ante los medios de comunicación de masas parecería que de repente la minoría cristiana, y otras, de la zona, empiezan a sufrir persecución religiosa. Y entonces hacemos un comunicado. Pero si no se analizan las causas de lo que está ocurriendo, una declaración de este tipo, por muy bienintencionada que sea, no significa más que sumarse a la campaña internacional de moda, la que todos los medios del sistema nos dicen que debemos atender. El escritor español Juan Manuel de Prada ponía el dedo en la llaga sobre estos asuntos recientemente, haciendo referencia a los creyentes de su iglesia: «En estos días escucho muchos lloriqueos en ámbitos católicos por la persecución que sufren los cristianos en Oriente Próximo; en cambio, escucho menos deseos de reconocer, mediante un acto de contrición sincera, cuáles son las verdaderas causas de esa persecución. También me llama la atención que en determinados medios sedicentemente católicos, cada vez que hay que explicar lo que está sucediendo en Oriente Próximo, se recurra a la autoridad de “analistas de política internacional”, “expertos en geoestrategia”y demás ganapanes neocones, liberales o progres […] y no se dé voz a cristianos iraquíes, sirios o palestinos, que son los que están sufriendo en sus propias carnes la persecución, y conocen perfectamente sus causas. Y no se les da voz porque se sabe que lo que van a decir no cuadra con toda la alfalfa que se nos ha obligado a deglutir durante estos años; que se nos sigue obligando a deglutir hoy» (ABC, 27.7.14).

5. Los cristianos de Oriente Próximo, con todos los problemas que pudieran tener, vivían en general en convivencia bastante aceptable con sus vecinos en países como Irak y Siria, protegidos por los regímenes laicistas de los baazistas Sadam Hussein y Hafez el-Asad. Hasta que en 1990 Estados Unidos y sus secuaces comenzaron a “intervenir” en la región, generando una oleada de inestabilidad, guerras y terrorismo que ha asolado la zona hasta hoy, y sembrando semillas de odio y destrucción que durarán indefinidamente. No es que el Oriente Próximo fuera un remanso de paz antes de esa fecha, ni que los regímenes que en ella existían antes y hay ahora sean modélicos, ni mucho menos; pero es evidente que la configuración del “Nuevo Orden Mundial” que George W. H. Bush anunció en su discurso del 11 de septiembre de 1990 ha multiplicado por mil los problemas de esta área (y de todo el mundo), y no ha solucionado ninguno de los que había.

6. La declaración de Wilson resulta especialmente dolorosa al haber sido emitida cuando el mundo entero lleva semanas contemplando impasible, una vez más, el exterminio de miles de palestinos (incluidos cientos de niños) y la destrucción de su miserable “campo de concentración” de Gaza por parte del Estado de Israel. ¿Por qué nuestra iglesia no ha clamado contra esta masacre, que por cierto (aunque esto es lo de menos) está afectando también a la minoría cristiana palestina? Retomo a De Prada: «Lo acaba de decir Michel Sabbah, patriarca emérito de Jerusalén: “Lo que está ocurriendo en Gaza no es una guerra, sino una masacre” […]. Los cristianos palestinos saben perfectamente que las iglesias que han sido destruidas en Gaza no lo han sido por Hamás, sino por Israel. También los cristianos sirios saben quiénes han financiado y asesorado a la chusma que martiriza a sus hermanos. Y los cristianos iraquíes saben quiénes han sido los causantes de la feroz persecución y éxodo que padecen en estos días. Pero aquí nos basta con lloriquear por nuestros pobrecitos hermanos perseguidos, sin querer conocer las causas; o, todavía peor, impidiendo que nuestros hermanos perseguidos nos las expliquen, porque para eso ya tenemos nosotros a nuestros “especialistas” tertulianeses, a sueldo de la embajada americana o israelí (o, todavía peor, gozquecillos que necesitan alinearse gratis con el Nuevo Orden Mundial, para aliviar el gravamen de su insignificancia), que nos lo explican a las mil maravillas, que nos lo llevan explicando a las mil maravillas años o décadas, apoyando la intervención de Estados Unidos en Irak, jaleando la primavera árabe, justificando la guerra en Siria y, por supuesto, aplaudiendo frenéticos con las orejas cada “intervención militar” israelí».

7. La única referencia que he visto en medios adventistas a los sucesos de Gaza es una noticia recogida en la Adventist Review en la que se destacan algunos incidentes antijudíos desarrollados en Europa en el contexto de las protestas por la masacre de gazatíes. Preocupante, sin duda, pero ¿más que los miles de palestinos asesinados?

8. ¿Acaso tenemos miedo de que al condenar esta matanza nos identifiquen con los “terroristas palestinos”? El caso es que tenemos el testimonio de numerosos judíos, muchos de ellos ciudadanos del propio Estado de Israel, que no han tenido ese miedo, pues el amor por la verdad y la compasión por el prójimo han sido, en ellos sí, mucho más fuertes; ellos sí han condenado duramente esta masacre, a veces a costa de ser estigmatizados y sufrir represalias por parte de las autoridades y de su propia comunidad.

9. Una vez más, no aprendemos las lecciones de la historia (véanse mis artículos Con cien años de retraso: lecciones de 1914, Adventistas ante la guerra y la pazy La Iglesia Adventista y los derechos humanos).

10. No estoy haciendo un juicio sobre las intenciones del presidente Wilson. Soy consciente de que, aunque vive en “el país de la libertad”, las posibilidades de tener una información plural y contrastada sobre los asuntos del mundo son muy limitadas para quien vive allí, a no ser que se moleste en buscar fuentes de información alternativas. Pero precisamente por ser asuntos que requieren cierta documentación, los dirigentes de nuestra iglesia, ya que no suelen pronunciarse sobre la mayor parte de los asuntos políticos graves del mundo, mejor optarían por guardar silencio también cuando la moda informativa les anime a pronunciar los tópicos que todo el mundo está emitiendo, sin haber realizado (quiero creer…) el más mínimo análisis del contexto y la historia. Claro que de actuar así, aunque no incurriríamos en grandes meteduras de pata ni en sangrantes agravios comparativos, también estaríamos traicionando el ideal ético cristiano (ver ¿Debemos permanecer en silencio?).

11. Hemos podido comprobar estos días la terrible presión social a que se han visto sometidas las pocas personas que en Estados Unidos se han atrevido a condenar la matanza de palestinos: han sido acusados de “antisemitas” (o, si eran judíos, se les ha acusado de “autoodio”, viejo recurso utilizado contra los judíos que no aceptan el sionismo criminal), han sido detenidos en manifestaciones pacíficas… En ese contexto social es muy difícil poder expresarse con libertad. Por ello, es necesario que la sede de nuestra iglesia deje de estar instalada allí. Dada la influencia que los dirigentes tienen sobre el conjunto de la iglesia, el encontrarse en el epicentro del Nuevo Orden Mundial confiere un sesgo sobre los asuntos globales que afecta al conjunto de la denominación. Nuestra interpretación profética de Apocalipsis 13 señala que de Estados Unidos surgirá la corriente persecutoria más grave de la historia; vista la trayectoria seguida por los dirigentes, es más que dudoso que estos tengan la perspectiva adecuada y estén a la altura para reaccionar oportunamente ante la crisis final. Pero incluso la cuestión profética no tendría que ser lo decisivo: unos mínimos principios éticos deberían inducirnos a estar alerta para favorecer que en cualquier ocasión podamos pronunciarnos por la paz, la no violencia, la justicia y la defensa de los más débiles (véanse Mat. 5; 25: 31-46; Isa. 58: 6; etc.).

[Contacte con el autor: jonasberea(arroba)gmail.com]

Imagen: Mujeres y niños palestinos buscan refugio en la iglesia de San Porfirio, Gaza (Periodista Digital).

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