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La junta de iglesia, ¿es la iglesia?

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Cuando leí la lección de escuela sabática del 19 de septiembre, me pareció muy oportuno que se tratara la enseñanza de Jesús sobre la disciplina eclesiástica, pero comprobé que la exposición del pasaje que fundamenta esta enseñanza (Mateo 18: 15-17) resultaba insuficiente, incluso sesgada. Me disgustó en especial esta afirmación (añado destacados):

Jesús nos instruye que llevemos el problema ante la iglesia. No dice que se interrumpa la reunión del sábado de mañana por un conflicto personal. El lugar apropiado para plantear el problema, si los dos primeros pasos no tuvieron éxito, es la junta directiva de la iglesia.

El texto de Jesús es clarísimo: “dilo a la iglesia”, ekklesía en el original griego, es decir, “asamblea”, “congregración”. Cuando un hermano peca contra otro, es el conjunto de los fieles quien debe conocer el caso y decidir sobre él, previo cumplimiento de los dos pasos que anteriormente señala Jesús. Pero los autores de la lección consideran que “la iglesia” se refiere a “la junta directiva de la iglesia”.

Me ha sido grato encontrarme con un artículo del blog En las Catacumbas en el que se analizan esta y otras graves insuficiencias de esta lección del 19 de septiembre (¡cuántos errores puede haber en una sola página!). Animo a su lectura y a participar con comentarios: Mutilando la Palabra en la escuela sabática.

Con tergiversaciones de este tipo, ¿nos sorprenderá que haya hermanos que entiendan que “la iglesia” son básicamente los dirigentes y los órganos rectores de la misma? ¿Nos extrañaremos de que en nuestra organización se halle extendido el clericalismo, a pesar de la seria advertencia de Jesús de que “entre vosotros no será así”? Estos planteamientos son los que fomentan que algunos miembros, al descubrir casos de corrupción moral entre los dirigentes, se planteen darse de baja de la iglesia, pues llegan a la conclusión de que “la iglesia” (la cúpula) no es lo que ellos creían. Grave error, fruto de una falta de reflexión e instrucción (mediante estudios bíblicos, sermones, revistas oficiales…) acerca de la genuina eclesiología bíblica. Hay honrosas excepciones, como el libro de Russell Burrill Revolución en la iglesia. Secretos para liberar el poder del laicado, que reseño en mi artículo El sacerdocio universal de los creyentes y el ministerio eclesial.

Hace unos años un dirigente de nuestra unión me escribió diciéndome, entre otras cosas: “Te has posicionado en una crítica sistemática de lo que la Iglesia hace o ha hecho en España”. Le tuve que responder extensamente para explicarle que no sólo era falsa esta acusación gratuita, en la que no aportaba ni un solo dato, sino que además me parecía increíble que un pastor identificara “la iglesia” con ciertos dirigentes de la misma (por cierto, jamás me respondió).

Si no entendemos que la iglesia somos todos, ¿cómo esperar que haya un reavivamiento y reforma de la iglesia?

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