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El asunto del diezmo (I): cargos en la iglesia

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Los adventistas del séptimo día entendemos que el diezmo es un principio bíblicamente establecido y lo asumimos como compromiso personal al incorporarnos a la iglesia.

Entre los miembros que son fieles en la devolución del diezmo hay quienes entienden que el sistema oficialmente establecido por nuestra iglesia es impecable, incluso divinamente inspirado, y por tanto la única opción aceptable es entregar el diezmo en el sobre de la tesorería local, marcando el apartado “diezmo”, de modo que esa cantidad automáticamente se remitirá al nivel administrativo superior de la iglesia (en el caso de España, a la Unión).

Otros hermanos son igualmente fieles en la devolución del diezmo, pero no lo entregan por este cauce, sino que lo destinan a la iglesia local o a ministerios específicos. Cada vez conozco a más hermanos (todos ellos comprometidos con la iglesia, y muchos de ellos con cargos de responsabilidad) que en conversación privada me comentan que ellos eligen esta opción.

En los últimos años, los dirigentes de la Unión española vienen mostrando su preocupación por el descenso en los ingresos por diezmos, y he comprobado que se tiende a hablar de “falta de fidelidad” para hacer referencia tanto a la conducta de los miembros que no diezman como a la de quienes diezman de una forma alternativa a la establecida. No entraré en cómo habría que valorar la emisión de ese juicio sobre otros hermanos, pero sí quiero dejar claro que estas dos conductas son totalmente diferentes, pues es obvio que uno de estos grupos de personas considera el diezmo un principio bíblico ineludible y por tanto lo aparta para el Señor, si bien discrepa con la idea de que deba ser entregado a la Unión.

Lo cierto es que a partir de la Palabra de Dios no podemos establecer con precisión dónde se encuentra el “alfolí” (Malaquías 3: 10), es decir, qué administradores han de recibir y gestionar los diezmos. Y si atendemos a las citas de Elena de White que se recogen en el Manual de la iglesia, encontraremos que el diezmo ha de «ser usado para sostener a los obreros evangélicos en su trabajo» (pág. 209) y que «no se ha de emplear para su uso propio en caso de emergencia, ni debe dársele la aplicación que parezca conveniente, ni siquiera en lo que pueda considerarse como obra del Señor» (pág. 210). No veo que se establezca una norma exacta más allá de estas indicaciones generales.

Es más, en una carta de 1905 escrita al pastor Watson, presidente de la Asociación de Colorado, Elena de White le explica las razones que la llevaron a no entregar los diezmos a la Asociación y a darles un destino diferente.

En mis conversaciones con algunos hermanos de “diezmo alternativo”, me explican que les consta que los dirigentes no están gestionando correctamente los recursos del Señor, lo que, unido a las injusticias flagrantes cometidas por algunos administradores y a la falta de transparencia con que se tratan los asuntos de la iglesia, les impide entregar el diezmo a la Unión con la conciencia tranquila. Y, cuando uno tiene conocimiento no sólo de esos ejemplos, sino de otros más, realmente se pone difícil defender que personas indignas deban ser quienes manejen ese dinero sagrado. Como el propio Manualrecuerda en la página 211, Pablo dice que «lo que se requiere de los administradores es que cada uno sea hallado fiel» (1 Cor. 4: 2); lo dice en referencia a los cristianos en general, y por tanto ha de aplicarse también a los administradores eclesiásticos.

A pesar de todo esto, mi posición personal sobre esta cuestión coincide con la práctica habitual en nuestra iglesia (entregar el diezmo a la Unión), pues sin un diezmo común al conjunto de las iglesias sería imposible realizar una gestión conjuntaque permita tener un cuerpo pastoral y una organización institucional de la que todos nos beneficiamos (Manual de la iglesia, pág. 212). Pero aun desde mi discrepancia de enfoque con quienes no diezman así, estoy convencido de que estos hermanos entregan el diezmo con plena conciencia de que el “alfolí” al que lo destinan es la mejor forma de servir a la obra de Dios. Y desde luego creo que nadie es quién para etiquetarlos como gente con “falta de fe” o de “fidelidad”.

 

El diezmo y los cargos en la iglesia

Hace tiempo me comentaron que en otras épocas en las comisiones de nombramientos de las iglesias locales era frecuente que se contara siempre con la presencia del tesorero, de modo que cuando se proponía a una persona para un cargo, si esta no entregaba el diezmo, el tesorero lo comunicaba a la comisión a fin de vetarlo para tal responsabilidad. Yo pensaba que era una de esas típicas prácticas de control propias de otros tiempos, pero lo cierto es que unos años atrás viví una situación parecida siendo yo tesorero de una iglesia, lo cual me sorprendió.

Hace como dos años los administradores de la Unión española enviaron a las iglesias una circular indicando que no se propusiera para cargos eclesiásticos a miembros que no entregaran el diezmo a la Unión. Esta carta provocó una serie de situaciones, algunas de las cuales me han contado de primera mano diferentes hermanos, y las relato porque creo que nos deben hacer reflexionar.

En una iglesia la asamblea eligió a la precomisión de nombramientos. El pastor indagó en los recibos de tesorería y comprobó que algunos de los elegidos no entregaban el diezmo a la Unión, de modo que habló con cada uno de ellos y les dijo que no podían formar parte de la este órgano. Al anunciar a la iglesia los componentes de la precomisión, el pastor nombró a las personas elegidas y a las que habían sido excluidas, indicando las razones por las que alguien no puede formar parte de la precomisión: tras enumerar el adulterio, el maltrato al cónyuge y otros motivos, citó al final la no devolución del diezmo. Una persona de las excluidas se levantó para rechazar el procedimiento seguido por el pastor, quien estaba levantando sospechas sobre la moralidad de varios hermanos; y hubo de explicar públicamente que en su caso era vetada en concreto por no estar devolviendo el diezmo a la Unión.

Los excluidos fueron sustituidos por suplentes; se eligió a la comisión de nombramientos, la cual, sin hacer caso de las indicaciones de la circular y para disgusto del pastor, puso en cargos eclesiales a quienes consideró oportuno según las capacidades personales (incluyendo a varios de los vetados para la precomisión, alguno de los cuales fue elegido para el ancianato). Tristemente, no siempre las iglesias actúan con esta independencia de criterio y sentido común, y en ocasiones se imponen los criterios del pastor y los administradores.

A raíz de estos incidentes, un hermano le preguntó al pastor qué debía entenderse por dar el diezmo; por ejemplo, si alguien entrega cinco euros en un sobre en concepto de diezmo, ¿se entendería que es fiel en este asunto? A lo que el pastor respondió que sí, pues nadie debe entrar en especular cuánto ganan los demás. Por lo tanto, se establece un criterio garantista y respetuoso con respecto a la cantidad, pero no con respecto al hecho de si se marca la casilla “diezmo” en el sobre de donaciones. Hasta ese extremo de absurdo puede conducir una mala comprensión de este asunto.

Estas situaciones ridículas se eliminarían de raíz si realmente se respetara lo que dice el Manual de la iglesia. Por ejemplo, en la página 212 dice que «se anima a todos a devolver un diezmo fiel» (añado negrita en todas las citas), pero algunos parece que entienden “se exige”. También explica que «estos Reglamentos se crearon para manejar el ingreso y distribución de los Fondos por el concepto de Diezmos en todo el mundo»; es decir, que se trata de una cuestión organizativa decidida por la iglesia, mientras que hay hermanos que se empeñan en controlar los detalles sobre cómo y dónde entregar el diezmo como si fueran uno de los Diez Mandamientos. Volveremos al Manual más adelante.

Por otro lado, hay miembros que entregan anónimamente el diezmo, marcando la casilla correspondiente del sobre. Según el sistema de “control de la fidelidad” por parte de los pastores, esos hermanos figurarían como “no fieles”, pues aunque su dinero va a la Unión, no consta su nombre en ningún registro. En caso de ser propuestos por la comisión de nombramientos para un cargo, ¿habría que andar pidiéndoles explicaciones a ellos y al tesorero sobre si han entregado el diezmo?

 

Dar ejemplo

Un hermano que formaba parte de una de las comisiones que asesoran al Consejo de la Unión me contó que unos meses antes de la Asamblea de 2012 recibió una llamada de un destacado departamental de la Unión en la que le comunicaba que no podía asistir a la siguiente reunión porque habían descubierto que no estaba devolviendo el diezmo. El estupor del hermano fue mayúsculo. En primer lugar, porque él sí devolvía el diezmo (de hecho, conservaba los recibos de tesorería). Pero eso es lo de menos; lo grave es comprobar que los responsables de la Unión puedan ponerse a dedicar el valioso tiempo que deben consagrar al bien común de la iglesia ¡en averiguar entre los cientos de recibos que llegan de las iglesias quién devuelve el diezmo y quién no!

Para colmo, sus argumentos eran de lo más rocambolesco; entre otros, le comentó el siguiente: “Es que, hermano, las personas con responsabilidad en la iglesia debéis dar a la feligresía ejemplo de fidelidad”. Y el hermano le respondió: “¿Ejemplo? El ejercicio de la mayordomía es una cuestión entre Dios y yo, y la feligresía ni tiene conocimiento de ello, ni debe tenerlo. ¿Acaso he de ir proclamando qué hago o dejo de hacer con los recursos que Dios me da?”.

 

“Me habéis robado”

El Departamento de Gestión de la Vida Cristiana realizó una campaña para promover la fidelidad económica de los miembros, consistente en proporcionar materiales sobre el tema (sermones, presentaciones de diapositivas, CD…) a los pastores y las iglesias. Hermanos sencillos y fieles de nuestra iglesia me han comentado escandalizados algunas escenas vividas en su iglesia: el pastor, que vive en un piso confortable, conduce un coche caro y viste trajes variados y elegantes, sale al púlpito y predica sobre el diezmo, instando a los hermanos (muchos de ellos inmigrantes en situación precaria, parados de larga duración…) a ser fieles en la devolución del diezmo. Se percibe que predica “por encargo” un sermón que no ha sido preparado personalmente por él. Pone énfasis en el conocido pasaje de Malaquías 3: 8-10: «¿Robará el hombre a Dios?Pues vosotros me habéis robado.Y aún preguntáis: “¿En qué te hemos robado?” En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi Casa: Probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, a ver si no os abro las ventanas de los cielos y derramo sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde».

Este mismo pasaje es uno de los que se recoge en un cuaderno distribuido por la Unión con textos sobre mayordomía para ser leídos antes de la recogida de la ofrenda. Con este tipo de “llamados”, muchos hermanos se dan cuenta de que en tiempos de crisis la Unión anda escasa de fondos y trata de incitar a la feligresía para que aporte dinero a la obra. La imagen que se ofrece es muy triste. Similar a la que se ha ofrecido en varias ocasiones en que una iglesia con problemas solicitó ser atendida por los administradores, pero no recibía esa atención. Entonces el conjunto de la iglesia, o en algún caso una persona de altos ingresos de esa congregación, decidió retener el diezmo, y en poco tiempo llegaron los administradores mostrando interés por esos problemas. ¿Instamos a los hermanos a no ser materialistas, y a la vez damos muestras de materialismo?

Por supuesto, una de las funciones del pastor y del tesorero es la de animar a la fidelidad. Pero, ¿tan difícil es encontrar una forma apropiada de hacerlo? Precisamente porque esta cuestión del dinero para la causa de Dios es sagrada, la forma de abordarla debe ser genuina y vivencial, y no artificial y programada mediante una campaña diseñada por otros. El propio Manual de la iglesia establece unas pautas muy sensatas: «El Tesorero puede incentivar en buena medida la fidelidad en la devolución del Diezmo, e incrementar el espíritu de liberalidad de los miembros de la iglesia. Unas sencillas palabras de aliento pronunciadas con el espíritu del Maestro ayudarán al hermano o a la hermana a entregar al Señor con fidelidad lo que le pertenece en materia de Diezmos y Ofrendas, incluso en tiempos de dificultad económica» (pág. 97). Tristemente, no siempre son esos el tono y el espíritu con que se promueve la fidelidad.

En la segunda parte de esta serie expondremos algunos principios de la Biblia y del Manual de la iglesia en relación con el diezmo.

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