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“Jesús es más que un proveedor”

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Vivimos en un mundo muy diferente al de hace unos sesenta años.  La visión general del mundo y de la cultura identifica a la razón con el naturalismo, y a la fe con los sentimientos, ¡y nunca los dos se deben encontrar!  Esta gran brecha se encuentra en todas las iglesias, así como en casi todas las instituciones académicas.

En otras palabras, nuestros “corazones” son las fábricas donde construimos nuestras propias torres de Babel  –donde subimos los escalones de nuestra propia razón, moralidad, experiencia y sentimientos—  nuestra propia fábrica de identidad.  Nos decimos a nosotros mismos que si realmente queremos saber la “verdad”, tenemos que comprobar los “descubrimientos” de la física, la filosofía, la astronomía, la arqueología, etc.

Pero todo eso cambió la noche de Belén, cuando un bebé nació de María.  Ese bebé cambió nuestro calendario (A.C. y D.C.), sembró la idea de que los hospitales son una gran idea, e inspiró a muchos a través de los años para ser fuertes, incluso hasta la muerte, en aras de los principios.  ¡Principios que muchas veces desafiaron el “sentido común”!  ¡Le dio un nuevo significado a la palabra “esperanza”!

Pero, ¿es eso todo?  ¡Qué va!  ¡Jesús de Nazaret ha quitado el “giro” de la  pomposidad humana!  Dividió algo más que el calendario.  Él fue más que un “buen hombre” tratado injustamente.  ¡Él era el mismo Dios!

¿Por qué?  Belén, hace más de 2000 años, fue la Zona Cero en el desarrollo del drama del conflicto de los siglos.  La rebelión celestial, antes de que esta tierra fue habitada, había sido un enfrentamiento cara a cara entre el Creador del universo y su Jefe de Comunicación.  Cara a cara: ¡el Creador y Su Creación sin tabúes!

Pero en Belén, más de 4000 años más tarde, ¡fue cara a cara otra vez!  Tiempo de enfrentamiento: ¿quién tenía razón acerca de cómo gobernar el universo?  ¿Quién entiende realmente el grito de libertad que arde en los corazones de todos los seres creados?  ¿Quién se preocupaba más, realmente, por la creación?

Cuando Jesús nació, parecía que el Jefe de Comunicación de Dios estaba ganando.  ¡Por supuesto, algunos descubrieron que él era también el Archi Engañador y no su mejor amigo!  ¡Pero fueron sólo unos pocos!

Pero cuando Jesús nació, todos los habitantes del universo no caído contuvieron el aliento.  ¡El Engañador, majestuoso en habilidad persuasiva y en el control de reyes y príncipes, seguramente tenía todas las cartas!

Ah, todos sabemos cómo el Niño Jesús fue perseguido, desde que nació, por reyes aliados con el Infierno  –y más tarde por los líderes religiosos que fueron pagados, aunque simulaban ser fieles al Camino de Vida  cuidadosamente elaborado por su Dios.  ¡Algunos lo enfrentaron!  Recibió todo lo que las mentes diabólicas podían lanzar contra él, y vivió lo suficiente para ver a casi todo el mundo que le había servido de labios, volver sus rostros cuando más los necesitaba.

Pero a pesar de todo, para todos los espectadores y para aquellos que más tarde habrían de oír esta historia, el Niño de Belén había ganado la batalla más grande de todos los tiempos: Demostró que su Archi Engañador estaba equivocado: Dios es justo, Él no separa la justicia de la misericordia.  ¡Dios es digno de nuestra confianza!  Dios ha sido muy claro sobre las consecuencias de la desobediencia, ¡así como cualquier padre advierte a su hijo/a que la estufa está caliente!

Ahora, todo lo anterior no surge de la razón, ni de la investigación histórica, ni de los descubrimientos científicos.  Lo aprendemos al escuchar desde su visión la controversia que dividió al Cielo hace mucho tiempo.  La narración viene a nosotros cuando vemos cómo se despliega la Historia.  Llega a nosotros cuando escuchamos a los grandes pensadores de todas las edades en su intento de descubrir el significado de la vida, qué hacer con el sufrimiento humano y la muerte –y vemos cuán clara y adecuadamente responden las explicaciones de Dios a estas preguntas y ruegos.

En otras palabras, Jesús es la Palabra externa, fuera de nuestra mente / corazón.  Él detiene nuestro “giro” cuando se trata de los asuntos que más importan.  En general, la mayoría de los cristianos han creído esto durante siglos.

¡Pero oímos un coro diferente en estos días!  ¡En las discusiones de muchas iglesias o salones de clase!  Pareciera que suponemos que la razón es imparcial.  Cuando pedimos evidencias, recibimos más explicaciones naturalistas.  En otras palabras, hoy en día, la razón se apoya sobre hechos públicos; la fe descansa sobre valores privados.

De hecho, hoy es más fácil hablar de los propios valores religiosos, porque todos tienen derecho a creer lo que quieran.  Supuestamente, eso demuestra convicción, etc.  ¡Sólo que no vayamos a pensar que lo que creemos sea cierto para todos los demás!  ¡Saludo al post-modernismo!

¡Pero nadie debe pensar que este tipo de tolerancia cortés no invadirá la iglesia cristiana, incluso la nuestra!  Cada vez que oímos, “las doctrinas dividen, pero Jesús es la respuesta”, algo que está sucediendo.  Por ejemplo, cantar estribillos pegadizos sobre “Jesús en mi corazón” suena maravilloso, pero “no pretenda evaluar lo que quiero decir.  Eso es personal”.

Lo que quiero decir es que cuando nos retiramos a nuestra propia isla de experiencia subjetiva, lo que llamamos “fe” no es más que deseos infantiles, o la terapia de auto-ayuda, o incluso “un salto en la oscuridad”.  Pero esa no es la fe que envió a William Carey a la India, o a Dietrich Bonhoeffer a la horca, o al apóstol Pablo a la guillotina, o a Ellen White a hacer frente a una sala llena de delegados en la Conferencia General de 1901 –para cambiar fundamentalmente el curso de la iglesia mundial.

La fe subjetiva convierte a la oración en una “práctica silenciosa”.  O algún tipo de coacción o manifiesto para cambiar el mundo a través de la reforma social.  Pero la fe bíblica es más que un buen asesoramiento y maravillosas buenas obras.  Es más que la satisfacción de entrar en la “conversación” sobre cuál es el sabor del mes sobre cualquier tema religioso en particular.  Más que unirse al río de la experiencia, hoy la conocemos como la Formación Espiritual o la Iglesia Emergente.

La fe bíblica está escuchando y siguiendo de cerca a ese niño que se hizo hombre, conocido como Jesús de Nazaret.  Algo acerca de este Muchacho de Nazaret ha atraído a jóvenes y viejos, a hombres y mujeres, porque les dio una imagen de Dios que primero sorprendió y luego asombró; primero unos pocos y luego miles de personas alrededor de la cuenca del Mediterráneo lo llamaron “El Camino”.

¿Qué habían oído?  “He venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).  ¿Cuál fue el secreto de las nuevas respuestas que escucharon de él?  “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:3).

Realmente, ¿qué significan esas palabras hoy?  Hablamos con facilidad de que Jesús es nuestro Proveedor y Sustentador, como lo haríamos con respecto a un padre o una madre, ¡o, posiblemente, al Gobierno de los EE.UU.!  ¡En cierto modo, nuestra atención se centra en todo aquello a que tenemos derecho!  ¡No en su costo para alguien!

Pero no nuestro Señor Jesús. Cuando se hizo hombre, creó un diccionario totalmente nuevo con definiciones completamente frescas para palabras tales como amor, sufrimiento, obediencia –todas ellas sinónimos.

Escuchemos a Pablo describiendo la Gran Historia: Él “se hizo nada” y “estando en la condición humana, se humilló [vació] a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil. 2:7, 8, VSI).  La Cruz es el lugar donde el amor, el sufrimiento y la obediencia se han revelado y demostrado sin dejar dudas.  Someterse a la cruz fue un acto de obediencia amorosa por parte de Jesús.

Piense en ello: Dios, la segunda persona del Trío celestial, por medio de la cual se crearon todas las cosas, se ha hecho nada.  No sólo en la Cruz, porque fue “inmolado desde la fundación del mundo” (Apocalipsis 13:4).

Él se despojó cuando se rebajó para convertirse en un Ángel, a fin de revelar el amor, el sufrimiento y la obediencia a todos los ángeles, especialmente a los que se planteaban interrogantes sobre el amor de Dios y su justicia.

Él se rebajó todavía más cuando se hizo hombre, no como Adán, perfecto, sino con todas las debilidades heredadas y las propensiones de más de 4000 años de elecciones pecaminosas. ¿Por qué?  ¡Por la misma razón que lo hizo humillarse para convertirse en un ángel!

Jesús tuvo que tomar una decisión.  Vemos el amor en acción cuando lo escuchamos en Getsemaní, en su rendición al Padre, en la que “estando en agonía, oraba más intensamente, y su sudor era como grandes gotas de sangre” (Lucas 22:44, NVI).  ¿Cómo se compara esto con nuestras luchas?  “Sin embargo, no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42).

Aquí Jesús nos enseñó la anatomía de la obediencia.  ¿No la obediencia legal de los dientes apretados!  Aquí Jesús nos mostró lo que hace que la obediencia genuina sea posible: no Su voluntad sino la del Padre.  ¡La fe que cree siempre pone a Dios en primer lugar!  No lloriquear ni quejarse –¡fíjese en la obediencia de nuestro Señor en Getsemaní!

La lección de esta semana lleva en sí lo que Jesús quiso decir cuando dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”.  Él señaló el camino: Getsemaní, el Calvario, la fe, el amor, el sufrimiento, la obediencia.

Lo cual, por supuesto, nos lleva a plantear la pregunta: ¿Cuándo aprendió Jesús la obediencia?  Pablo se lo preguntó también y se enteró de que “durante los días de la vida de Jesús en la tierra, ofreció ruegos y súplicas, con fervientes gemidos y lágrimas, al que podía salvarle de la muerte, y fue escuchado por su reverente sumisión.  A pesar de ser Hijo, aprendió la obediencia por lo que sufrió y, una vez perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Hebreos 5:7-9, NVI).

La obediencia es una conducta aprendida.  ¿Cómo se aprende?  A través del sufrimiento, que es inevitable cuando se toma en serio la vida cristiana. A veces es tan serio para nosotros como lo fue para Jesús en Getsemaní.

Una de las razones por las que somos arruinados por la comodidad y el placer es que la abnegación nos parece desagradable.  Así que tratamos de escapar de la toma de decisiones, cuando la vida cristiana es, por definición, una vida de opciones.

Obediencia no es una palabra favorita hoy en día; es bastante desagradable para la mayoría. ¿Por qué?  Porque cuando reconocemos la obediencia, también estamos reconociendo la realidad de la desobediencia; ¡pero “desobediencia” es una bandera roja para los postmodernistas!  De hecho, ella levanta otra bandera roja, la de la autoridad.  ¡Y esa es hoy una bandera aún “más roja” para la mayoría!

¡No hay verdad absoluta, todo es relativo!  ¡Ninguna autoridad final!  ¿Somos responsables ante nadie más que nosotros mismos?  Sin embargo, nos preguntamos por qué incluso el respetado sentido común no puede resolver los problemas sociales, económicos y geopolíticos que amenazan el futuro, como si los seres humanos no tuvieran otra opción en la materia!

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