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La humanidad: la obra de Dios

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“Obsequios gratis” chilla la voz de un actor mientras las palabras suben en gigantes setas rojas y ámbar a través de la pantalla del televisor.   Por otra parte, me avisan por Internet que tengo “premios instantáneos” u “ofertas gratis”, si es que compro alimentos – ropa – un auto nuevo – gasolina con descuentos, o reservo un pasaje de avión, ahora mismo o en poco tiempo.  Se dice que, hasta cierto punto, este tipo de publicidad es una situación de ganar-ganar, pero al mismo tiempo, los minoristas están construyendo y compartiendo enormes bases de datos con información personal de la gente.  ¿Regalos gratis?

Mi respuesta frecuente es pensar que un verdadero regalo, ya sea para cumpleaños, Navidad o cualquier otra ocasión, viene sin compromiso.  ¿Y no es que un regalo dado por  amor, es “gratis” de todos modos?  Si bien atado con cinta brillante, un regalo, en el sentido más verdadero, viene “sin ataduras”.

En la lección de esta semana, Romanos 5, verso 18, en la Versión King James, se recuerda al lector el regalo más increíble de todos los tiempos: el específico y auténtico «obsequio» del Cielo:

 “Por lo tanto, como por la transgresión de uno, vino el juicio a todos los hombres para

condenación, así por una justicia de uno vino la gracia a todos los hombres para justificación de vida”.

El versículo 20 continúa hablando de la gracia, la justicia y la vida eterna “en Cristo Jesús Señor nuestro”.   Ciertamente, el Dios Creador, Señor de todos, Dador de la gracia personificada  es el mejor “regalo” que se pueda ofrecer.

Del conocimiento de nuestras propias vidas, en el fondo de nuestros corazones sabemos cuál es nuestra necesidad, por haber caído en las trampas de Satanás y habernos convertido en seres abrumados por la debilidad y el egoísmo.  Somos habitantes del planeta Tierra, y estamos sujetos al sufrimiento y a la muerte.  Sólo la gracia, personificada en un ser divino, puede cambiar nuestra situación y nuestro destino.

¡La humanidad, la obra de Dios, puede ser y será restaurada!  Este es el mensaje de las historias de las misiones, de los reformadores sociales cristianos, de los predicadores y mártires, de las elevadas torres de las iglesias o de los simples lugares de culto sagrado.  Así lo afirma un sermón maravilloso del predicador bautista, Charles Spurgeon, titulado “Cristo glorificado, el constructor de su Iglesia”, basado en Zacarías 6:13, y que fue pronunciado el 2 de mayo de 1858. Los poetas, también, desde el Rey David en adelante, han sido inspirados para hablar del Salvador que puede restaurar la imagen de Dios en la humanidad.

John Donne (1572-1631) escribió en Sonetos Sagrados: La meditación divina:

            Oh haz mi negro y santo duelo,

            Y el rojo rubor, cuando tú tratas con el pecado;

            Oh lávame en la sangre de Cristo, que tiene este poder;

            Que siendo roja, convierte las almas del rojo al blanco.

Gerard Manly Hopkins (1884 – 1889) en La grandeza de Dios, recuerda que “El mundo está cargado de la grandeza de Dios, que el Espíritu Santo sobre un Mundo doblado / nutre con pechos tibios y con ¡ah! alas brillantes”.

Los inconformistas ingleses, desde el siglo XVII, han contribuido en gran medida a la cultura inglesa y americana.  Nombres como Daniel Defoe, John Bunyan, Isaac Watts, Wesley Charles, William Cowper, Milton.  La lista de los poetas temerosos de Dios continúa, incluyendo a otros como Emily Dickinson, W.H. Auden y a los poetas australianos, James McAuley, Harwood Gwen y Bruce D. Prewer.

Gary Sloan dice que Robert Frost (1874-1963) en su última carta, que fue escrita sólo unos pocos días antes de morir, insistió en que “la salvación, nunca la vamos a obtener de nadie sino sólo de Dios”.  En su profundo poema Un Campanario en la Casa, Frost dice:

    Una torre y un campanario que vienen sobre el techo,

    significa que un alma se acerca a la carne.

Un segundo pasaje clave en la lección de esta semana, es especialmente digno de discusión.  La versión Reina Valera, en Hechos 17:25-28, dice:

 . . . “Él es quien da a todos la vida y el aliento y todas las cosas.  Y ha hecho de una sangre todas las naciones de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen el Señor. . . . Porque en él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser; como algunos de vuestros propios poetas también lo han dicho: Porque somos linaje suyo”.

La referencia a “una sangre” trae a la mente la visión de personas como Abraham Lincoln, William Wilberforce y Charles Fox, los opositores iniciales de la trata de esclavos y abolicionistas de la discriminación, a mujeres blancas como Hannah More y Mary Wollstonecraft, y mujeres anónimas de Estados Unidos que colgaban una manta de parches en los alambres de colgar ropa para dirigir a los esclavos hacia una casa de seguridad cuando se escapaban.  Pensaba también en abolicionistas de África, como Ignacio Sancho y Olaudah Equiano, en John Newton, un ex comerciante de esclavos que más tarde escribió “Amazing Grace” (Gracia asombrosa), y en Martin Luther King Jr.

El invasivo comunicador de Internet no puede ofrecer un regalo que no sea discriminatorio y que redima a un cautivo.  Sólo hay un «obsequio gratuito», que vibra con la seguridad de la vida abundante más allá de la esclavitud y la tumba.

Jesús trae regalos adicionales.  ¿Qué es lo que usted elije, o va a dejar que la Omnisciencia decida?  ¿Su preferencia se menciona en 1 Corintios 12?  O tal vez las cajas que Ud. marque están entre los siguientes ejemplos basados ​​en la Biblia: ¿Vivir en un hermoso jardín como Eva, ser tan leal al pueblo de Dios como Ester, o ser una madre que lleva a sus hijos a Jesús?  ¿Es su deseo encargarse del cuidado de la tierra y sus animales al igual que Adán, caminar con Dios como Enoc, o ser noble carácter al igual que Job y Noé antes del diluvio?  ¿O usted elige ser un misionero como Bernabé y Timoteo, o convertirse en otro Dr. Lucas, o tener una iglesia en su casa al igual que Priscilla en Roma? (Romanos 16: 3,5).  Tal vez su elección es ser un amigo o amiga muy querida, al igual que Pérsida, una mujer que “trabajó mucho en el Señor” (Rom. 16:12), o ser un seguidor fiel y amoroso que se alimenta de la Palabra, que crece día a día en Cristo y que estará entre la multitud que en día final “reciba al Señor en el aire” (1 Tes.  4:17).

Cuando estudiaba en el Colegio Avondale me di cuenta de que Gwen, mi compañera de cuarto, siempre oraba inmediatamente después de despertar.  Su hermoso carácter y su devoción a Jesús me impresionaron mucho.  Tanto es así que, a pesar de que ella murió cuando era joven, yo todavía pienso en ella cada mañana, recordando versos de un escritor desconocido:

            Al abandonar tu habitación esta mañana, ¿pensaste en orar?

            ¿Buscaste hoy el favor amoroso de Dios como tu escudo?

“Conságrate a Dios cada mañana, que ese sea tu primer trabajo” (El Camino a Cristo, Capítulo 8); ese es el tiempo de mantenimiento para los regalos sagrados que no dañan.  Walmart o Woolworths no pueden hacer esta oferta, gratuita o a cualquier precio.  Sólo Jesucristo, el Hijo de Dios, Salvador del Planeta Tierra, puede hacer eso y mucho más: la libertad, el perdón y el sustento Ahora, la transformación para la eternidad con la reunión con él y la renovación completa en su segunda venida.

Es posible que quiera unirse a mí en esta oración:

                                    Téjeme, Señor, en tu telar,

                                    con la urdimbre y la trama de la inmortalidad

                                    como lo prometiste. Toma mis habilidades simples

                                    dentro del marco oscuro o iluminado por el sol de la vida.

                                    Téjeme, confórmame con fuerza, Señor.

                                    Confío en tu gracia para mezclar con hilos de seda

                                    mis lagunas y mis puntadas perdidas

                                    en momentos desperdiciados de descuido y vergüenza.

                                    Téjeme, Señor, como tú quieras.

                                    Mezcla tus lazos en mí, suavemente, tejiendo y entrelazando.

                                    Forma una imagen de tu encantadora semejanza

                                    con madejas de oro, transformando todo, cabalmente.

(Traducido por Carlos Enrique Espinosa)

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