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¿Quién va a re-inventar al adventismo?

(Traducido por Herold Weiss)

En el adventismo estadounidense abunda la inseguridad. Muchas de sus instituciones están tambaleándose o al borde del precipicio. Un número muy reducido de los miembros que son hijos, nietos o bisnietos de adventistas se sienten fuertemente ligados a la iglesia. Nuevos conversos muchas veces se hacen miembros sin aceptar la cultura adventista, y no la pasan a sus descendientes.

Después de asistir a un animado Seminario sobre Apocalipsis, muchas personas se enamoran del adventismo. Pero, una cosa es enamorarse, otra es mantener un matrimonio. Según la recontra-repetida metáfora, la puerta giratoria sigue girando.

Sólo que gira aún más.

Puede ser que el problema es que la mayoría de los jóvenes viven en el vestíbulo de la iglesia y raras veces entran al santuario. De cualquier modo, todos admiten—inclusive todos los administradores—que en norte américa (y también en viejos centros adventistas en otros continentes) gran parte de lo que hace que nuestra comunidad religiosa sea tan buena y hermosa se encuentra en peligro.

Al menos desde la década de los 70, algunos pocos teólogos adventistas han querido re-inventar el futuro del adventismo. Ellos al mismo tiempo hicieron suya la herencia del movimiento y la cuestionaron. Usando marcos bíblicos trataron de poner la mira del movimiento en objetivos más altos. La mayoría de ellos fueron marginalizados. Si bien algunos son bastante bien conocidos, es rara la vez en que se les invita a participar en las asambleas de las asociaciones, a contribuir en las investigaciones del Instituto de Investigaciones Bíblicas, o a dar conferencias en el Seminario de Berrien Springs, Michigan. Si enseñaban en universidades adventistas eran desconfiados, y temían, o sufrieron, la pérdida de su trabajo.

Ahora más que nunca, sin duda, se necesita una nueva visión del futuro. Muchos de los líderes de la iglesia saben muy bien esto, y se preguntan cómo encender las pasiones de una proporción más amplia de la membresía, especialmente de la juventud.

Pareciera que ha llegado el día para extender una cálida bienvenida a los adventistas visionarios.

A fines del septiembre pasado, en el congreso anual del Adventist Forum en Santa Rosa, California, se entabló una conversación extraordinaria. Fue provocada por la publicación de la segunda edición de Seeking a Sanctuary (Buscando un santuario). Este libro, escrito por el sociólogo Malcolm Bull (profesor en la universidad de Oxford en Inglaterra) y el periodista londinense Keith Lockhart, ofrece un vistazo sumamente provocativo del movimiento adventista.

Según los autores el adventismo es un fenómeno completamente norteamericano, aunque también algo desviado. Los adventistas vivimos a la moda norteamericana, pero tratamos de mantenernos a cierta distancia, apegados a nuestro pequeño “santuario”, o refugio que nos protege del “mundo”.

Su aislamiento de las corrientes culturales norteamericanas, según Bull y Lockhart, explica tanto el marco mental adventista y el crecimiento del adventismo. El crecimiento, dicen ellos, continuará hacia un futuro indefinido tanto en el tercer mundo como entre las nuevas olas de inmigrantes en los Estados Unidos. Pero no ocurrirá entre los norteamericanos de descendencia europea que fueron los fundadores del movimiento. La perspectiva hacia la vida y el espíritu adventista produjeron la medicina adventista y el sistema educativo adventista, especialmente a nivel terciario. Pero estos aspectos del movimiento parecieran empezar a declinar. En realidad, los autores predicen la “de-medicinación” de la iglesia, puesto que Loma Linda University no podrá mantenerse como una institución adventista.

En Santa Rosa participaron unas 160 personas, la mayoría de descendencia europea y de edad avanzada. Gracias a la tropa que presentó la obra Red Books (Libros rojos—el color de las tapas de los libros de la Hna. White en inglés), escrita y ejecutada por estudiantes del Pacific Union Collage, y también a la presencia de unos pocos adventistas de menos de 40 años, la conversación que tuvo lugar fue decididamente transgeneracional.

El drama representado por los estudiantes explora cómo los adventistas han reaccionado a la nueva información acerca de Elena White. Se presentó el viernes por la noche, y abrió viejas heridas a la vez que ayudó, aunque haya sido sólo en parte, a sanarlas. Como bien se puede imaginar, los autores de Seeking a Sanctuary también hicieron que brotara sangre. Nos dijeron que al fin de cuentas, los adventistas no hemos hecho mayor diferencia, más allá de la diferencia que hemos hecho en nosotros mismos. A excepción de materia de salud y de cuidado médico, hemos sido más o menos irrelevantes a lo que sucede en el mundo.

Si la medicina adventista y la educación terciaria adventista declinan, el espíritu separatista—poco interesado en impactar al mundo—puede solidificarse, o disolverse en lo que está de moda o es fácil. Esto haría al adventismo del futuro, no importa cuán grande sea, aún menos capaz de ser la “levadura” y la “luz” que Jesús deseó que fuera.

Bull y Lockhart y los 160 concurrentes pasaron todo el fin de semana argumentando, ponderando qué se debía hacer, o haciendo ambas cosas.

Ya para el domingo por la mañana, los que estaban más involucrados en la conversación eran los jóvenes de 20 a 40 años. Estaban absortos por el desafío que se les había presentado y no les faltaban ideas o imaginación. Obviamente estaban listos para nuevas iniciativas. Meras palabras, grasa lingüística, no les atraía. Requerían un esquema de acción, una iglesia llena de pasión por transformar al mundo.

Una iglesia que es sólo un refugio puede crecer. Pero no puede infundir en los que educa una visión profética, a diferencia de una sectaria. Quien se anima a ser un Daniel o un Isaias se anima a confraternizar con el mundo, a imaginar su mejoramiento y a resistir su maldad. Desea más que una vida enclaustrada, y nos abandonará, si es necesario, para lograr su vocación.

Por lo tanto, proclamo este desafío:

Extendamos una cálida bienvenida a los adventistas visionarios. Los pastores, miembros maduros y los líderes de la iglesia deben extenderla. Que la bienvenida se extienda a todo tipo y color de adventista. Que se extienda a todo aquel que por su amor a la iglesia osa presentar una nueva idea. Pongamos a un lado discusiones de insignificancias doctrinales, así también como la desconfianza y las sospechas. Dejemos que santas imaginaciones alcen vuelo.

Esta es otra manera de decir un Si al Espíritu Santo y un No a los temores que nos paralizan. Dios nos ha de ayudar a elevar nuestras miras a blancos más transcendentes. El puede encender nuevas pasiones. Puede hacer que desconfirmemos el determinismo sociológico que nos reduce a algo menos que levadura y luz.

En ese magnífico fin de semana, Kendra Haloviak fue más que visionaria en su maravilloso sermón sobre el significado biblico de santuario. Fue parte de lo que hizo que los jóvenes quisieran que la conversación siguiera más allá del domingo por la mañana. El sermón demostró que la re-invención del adventismo no sólo provee discernimiento sino también…entusiasmo, ese artificio que hace que nos excitemos.

El efecto de ese sermón puede difundirse, pero solamente si extendemos una calurosa bienvenida a todos.

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