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“Jesús sufrió todo para que podamos soportar todo”

 

(Traducido por Carlos Enrique Espinosa)

Hay algo acerca de ser cristiano que me llama la atención todos los días, especialmente esta semana.  Estoy diciendo al mundo que estoy asociado con Jesucristo, que es mi Modelo, Ejemplo, Salvador, Sumo Sacerdote, y Dador de vida próximo a venir. 

Por supuesto, también importa si es un amigo a distancia o un compañero siempre presente.  Y también es importante si Él es mi constante proveedor de energía, esperanza y alegría, mi socio en cada momento del día y la noche. 

¿Cómo funciona todo esto? 

¡Seguramente tengo que escucharlo, estudiar su vida, ver cómo vivió como miembro de un pueblo sometido, cómo soportó a sus compatriotas celosos, cómo siguió su camino en un programa que dejaría exhausta a cualquier otra persona! 

Sí, algunos podrían decir: “¡Recuerda que él era Dios!”  ¡Como si hubiera venido a la tierra para mostrarnos cómo Dios haría las cosas!  Para mostrarnos a un gran ser humano como una imagen maravillosa a la cual imitar, pero nada más.  Pero para entenderme a mí mismo, para comprender lo que tengo que pasar, ¡eso no!  Es por eso que María es la Madre a la cual recurrimos, ¡porque ella sí puede comprender y defender nuestro caso!  O vea la posición que generalmente tomamos por defecto: Él sabe que somos pecadores, y sólo nos pide que creamos que Él obedeció por nosotros para poder limpiar nuestro historial. 

Agradezcámosle que no juegue a los juegos de palabras.  ¡Démosle gracias porque no nos pide “hacer” algo que es realmente es imposible, como “vencer” y “resistir” al diablo, y vivir una vida alegre y obediente como Él lo hizo! 

¡Getsemaní no fue una obra de teatro! Si alguna vez, en su corta vida, Él nos enseñó a confiar y llamar a eso fe, mire de nuevo el Getsemaní.  ¡No había ninguna razón terrenal para esperar que las cosas que mejoraran!  ¡No había ninguna razón terrenal para seguir confiando en Dios, su Padre!  ¡O para seguir creyendo que él realmente existía!  ¿Qué tipo de pruebas podría él señalar?  ¡Treinta y tres años perdidos!  ¡Todas las multitudes que él alimentó con algunos panes y tal vez uno o dos peces!  ¡Todos los pueblos que vieron a sus enfermos curados!  ¡Todos los que vieron a Lázaro resucitado y viviendo entre ellos!  ¡Todos los que gritaron “Hosanna” seis días antes!  ¡En qué broma se había convertido su vida!

¿Cuántas veces he percibido realmente su quebrantamiento de corazón?  Abandonado incluso por los más cercanos, exceptuando a su madre y a Juan, que trató de consolarla.  ¡Tres veces enterró su cabeza en el polvo de Getsemaní llorando, buscando alivio o alguna manera de encontrar sentido a todo!  Debe haber una mejor manera de decirle al mundo la Gran Verdad. . . ¡pero! . . .  Él era bueno para dar señales de la bendición de Dios a los demás, pero para él, ¡silencio, nada, cero! 

Pero no se rindió a la Oscura Realidad, la Injusticia de todo esto.  Todo lo que tenía para aferrarse, la única Roca que le quedaba fue la de sus treinta y tres años de aprendizaje de cómo era realmente su Padre, por sobre todas las preguntas oscuras que los seres humanos hacen cuando los cielos parecen semejantes al bronce.  Lo único que tenía eran sus pergaminos del Antiguo Testamento y su experiencia.

En Getsemaní, Jesús simplemente nos mostró cómo confiar en Dios cuando nada en el mundo parece tener sentido.  ¡Todas las enfermedades repentinas y el dolor sin fin!   ¡Todos los quebrantamientos de corazón de un/una cónyuge que observa al otro yendo detrás de otra persona!  ¡Todos los quebrantamientos del corazón de los padres que ven a sus hijos ignorando la Realidad!

Muchas personas que conozco han tenido sus días “felices”, en que todo iba bien –de acuerdo al plan.  Pero cuando el viento se dio vuelta, les pareció que todo se derrumbaba, e incluso culparon a Dios por no responder a sus oraciones.  Pueden haber cruzado su Mar Rojo en la vida, pero todo pareció olvidado cuando, de repente, se encontraron en el Desierto. 

¿Entonces qué?  ¡Piense en Jesús!  Piense por qué se ganó el derecho a ser nuestro Sumo Sacerdote en el Santuario Celestial.  ¡Así es, en el Santuario Celestial, donde él está como ser humano, y todavía en su forma humana!  Todavía vive como nuestro Salvador –ansioso por salvarnos de todos los dardos del maligno.  ¡De cada explosión de las consecuencias del pecado!  ¡De todo sentimiento de ser abandonados! 

Por eso Pablo vio todo esto cuando escribió el cuarto capítulo de Hebreos, versículos 14-16: “Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, aferrémonos a nuestra confesión.  Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino a Uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.  Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (NVR).

Pablo había fijado ya sus principios cristológicos básicos en su segundo capítulo, vs 16-18: “Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham.  Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para que él sea un misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo.  Porque en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados”. 

¡Vaya!  ¿Podría algún ser humano pedir más?  Todos tenemos nuestro Getsemaní, algunos antes, otros después.  Cuanto más negro sea nuestro cielo, más brillante los Cielos de Dios; pero he aquí que tenemos estas promesas, es decir el NT que Jesús no tenía.  Realmente gustó la muerte como nunca tendremos que gustarla nosotros.  A pesar de que podamos caer en sus brazos en nuestro sueño terrenal.  ¡Él probó el “sabor del abandono de Dios” como nunca tendremos que hacerlo nosotros!  ¡Nunca!  Porque Él fue el Pionero que nos enseñó cómo ir a través de las sorpresas de la tierra, de las tristezas horribles de la tierra, de sus espantosas y largas noches.  ¡Alabemos su obra maravillosa como nuestro Salvador Viviente! 

¿Cómo funciona todo esto?  Ahora sé que no enfrento ningún problema terrenal, ningún dolor físico o cansancio, ninguna decepción humana, ninguna tentación poderosa —casi maravillosa, en la que todo parece estar bien— que Él no haya enfrentado.  Pero sé que cuando oro pidiendo orientación, el Espíritu Santo me dará el mismo consejo y el mismo poder que Jesús necesitaba en esas mismas circunstancias.  Es por eso que Él es mi Salvador hoy, salvándome de los mismos Agujeros Negros humanos, dándome las mismas “razones” cuando le pregunto al Padre mis “¿por qué?”  ¡Gracias Padre, Jesús y Espíritu Santo!  ¡Nada puedo hacer sin ti! 

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