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La trágica muerte de un hombre bueno

A veces les pido a mis estudiantes que voten por el mejor candidato para rey: Saúl, Jonatán, o David. Los resultados son mixtos. A primera vista, David tiene toda la buena prensa. Pero la perspectiva bíblica es mucho más matizada.

Es cierto, la votación no es una idea del Antiguo Testamento. Dios designaba a los dirigentes; y los rebeldes eran apedreados. Israel fue amonestado a “escuchar y temer” y “no actuar con presunción de nuevo” (Deuteronomio 17:12-13, NVES). Sin embargo, uno percibe el comienzo de la democracia. Mientras que el rey debía obedecer la ley mosaica precisamente, no debía exaltarse “por encima de los demás miembros de la comunidad” (Deut. 17:20) –casi como la respuesta de Jesús, cuando Santiago y Juan pidieron ser los primeros en el reino. Eso es para los gobernantes gentiles, dijo Jesús, no para ustedes. En mi reino los que quieren ser grandes deben convertirse en siervos, como el Hijo del Hombre, que vino “no para ser servido sino para servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:25-28).

Eso es sorprendente, ya que en el Nuevo Testamento el Hijo del Hombre es Dios encarnado. Así, el Dios que ordenó que los desobedientes fueran lapidados termina modelando una vida en la que el servicio de amor supera a la idea de “obediencia”. Y Jesús conserva ese ideal, pues en los Evangelios, ni una sola vez exigió ser adorado. Es por eso que podemos adorarlo por amor, no por temor. Como G. K. Chesterton dice en su biografía de Francisco de Asís: “la cosa no se exigió, por eso se hizo” [1].

Pero volvamos a Jonatán, mi candidato para rey. Era amable, modesto, sincero, abierto, cumplidor de sus promesas. ¿Por qué Dios no lo nombró rey? En lugar de eso, murió a manos de los filisteos (1 Crón. 10:2).

Tal vez sea porque la gente de la pureza de Jonatán –y de Jesús— muere en un mundo como el nuestro. La tenacidad de David le permitió conducir a su pueblo. Sin embargo, como rey, es el modelo de los males contra los que advierte Deuteronomio: la riqueza y las mujeres, como señales de orgullo. El arrogante rey tomó a la esposa de otro hombre, asesinando a su marido (2 Sam. 11). Y, en un incidente menos conocido, David exigió que su ex esposa, Mical –dada en matrimonio por su padre Saúl a otro hombre, Paltiel— fuera quitada a su esposo y traída a él (2 Sam. 3:13-16). David tuvo al menos seis esposas que le dieron hijos (2 Sam. 3:2-5). ¿Por qué insistir en tener también a Mical? Cuando vinieron a quitársela a su marido para traerla a David, Paltiel “fue con ella, siguiéndola y llorando mientras caminaba detrás de ella todo el camino hasta Bahurim. Entonces Abner le dijo: ‘Vete de vuelta a casa’; así que volvió”(2 Sam. 3:16).

En nuestro mundo salvaje, Dios no siempre escoge al “mejor hombre”. Esto nos ayuda a entender la gracia. Marque la casilla correspondiente al mejor de éstos: Abraham, Jacob, Moisés –grandes hombres, hombres defectuosos, hombres salvos por gracia, no por su capacidad, no por su bondad.

Sin embargo, Dios nos da hombres buenos como Jonatán para enternecer nuestros corazones, para que nos ayuden a soñar con un reino donde el honor, la integridad y la pureza destierren la vanidad, el doble estándar y la arrogancia.

Pero, ¿cómo nos guía Dios a un mundo como ese? Enterrada en la historia de Jonatán brilla una pequeña joya que señala el camino. Nos muestra cómo la gente común, totalmente sumida en una estructura autoritaria, aún así puede ser guiada por el Espíritu de Dios para contrarrestar la rigidez inflexible que caracteriza a las estructuras autoritarias.

En 1 Samuel 14, Saúl y su ejército están enzarzados en un combate contra los filisteos merodeadores. Saúl precipitadamente lanzó un perturbador juramento sobre sus tropas: “Maldito sea el que tome alimentos antes de la tarde, antes de que me haya vengado de mis enemigos” (1 Samuel 14:24, NVER). Jonatán, sin saberlo, probó un poco de miel. Cuando se le dijo lo del juramento, honestamente manifestó que no estaba de acuerdo con su padre. Si no hubiéramos estado tan hambrientos, dijo, habríamos ganado más categóricamente.

Pero en un sistema autoritario un juramento roto, aunque sea en la ignorancia, todavía rompe la estructura y el hecho no puede quedar ignorado. Un juramento es un juramento. Así, Dios mismo intervino para preservar la justicia formal, pero utilizó al pueblo para que la verdadera justicia se conservara.

Cuando Dios no respondió a su consulta, Saúl buscó al culpable. “Aunque sea mi hijo Jonatán”, exclamó, “ciertamente morirá” (1 Sam. 14:39). Echaron suertes. En efecto, era Jonatán.

“¿Qué has hecho?”, preguntó Saúl. Jonatán confesó.

“¡Vas a morir!”, exclamó su padre.

Pero a continuación, las tropas se rebelaron. “Ni un cabello de su cabeza caerá al suelo”, manifestaron, “porque ha actuado hoy con Dios”. Así que Jonatán fue “rescatado” y “no murió” (1 Sam. 14:45).

¡Inteligente! Saúl se lleva el crédito en la tierra y en el cielo por mantener su juramento, que es crucial desde el punto de vista del Antiguo Testamento. Pero Dios usó a la gente para evitar que la condena por el juramento roto se llevara a cabo. Inteligente por cierto.

Pero en esta historia están latentes ciertas implicaciones y aplicaciones adicionales, que debemos abordar.

En primer lugar, la Biblia hebrea no tiene ciertas frases clave que la Biblia griega incluye. Una variante nos permite vislumbrar la función sí / no de Urim y Tumim (1 Sam. 14:41-42), siendo el único pasaje narrativo de la Biblia que lo hace. Todas las demás referencias son del tipo legal o meramente descriptivas [2]. La Nueva Versión Estándar Revisada incluye esta variante sin comentarios.

La otra omisión ilumina la rebelión de las tropas en contra de juramento de Saúl. En la Biblia hebrea, las tropas no dicen nada cuando Saúl se dispone a encontrar al culpable (vs. 39), sino que incluso afirman su plan para elegir entre ellos y la realeza (vs. 40). Pero cuando la elección fue Saúl o Jonathan, la variante crucial da un primer vistazo sobre su rebelión: “Aunque las tropas dijeron que no debería ser así, Saúl los obligó a echar suertes entre él y su hijo Jonatán” (vs. 42) [3].

Ya furiosos, cuando la suerte cayó sobre Jonatán, los miembros del pueblo entraron en erupción, bloqueando la ejecución “legal”. Así, la narración ilustra el movimiento desde el “libro de códigos” al “libro de casos” en asuntos legales, y muestra cómo los soldados nos llevan, aunque sea muy sigilosamente, hacia la opinión de Jesús sobre la autoridad.

¿Libro de Casos? La interjección espontánea de un estudiante durante mi conferencia fue el catalizador para que adoptara este nombre. Brillante, pensé. Desde entonces, he utilizado la distinción entre el “libro de códigos” y el “libro de casos” para describir el concepto del que me enteré en el libro Patriarcas y profetas, de Elena de White [4] –que debido a que Israel no podía entender el gran principio del amor, Dios les dio los diez mandamientos. Pero debido a que ni siquiera pudieron entender el Decálogo, “les dio preceptos adicionales, para ilustrar y aplicar los principios de los diez mandamientos….”. He sido sorprendido por el furor provocado por el uso del nombre “libro de casos” para dejar claro que no todas las leyes de Dios se aplican a todas las personas en todo momento. Elena de White con frecuencia usó la frase “sentido común” para tal fin. Citando a Pablo, “a todos me he hecho de todo” (1 Cor. 9:22), instó a los ministros a “estudiar la manera de ser hábiles cuando no hay normas para cumplir con un caso”. George Knight utiliza la misma frase con el mismo fin. Pero uno de mis estudiantes, respondiendo al uso del pastor Daniells de la frase “sentido común” en la Conferencia Bíblica de 1919, reveladoramente señaló que “casi me pone nervioso, porque hace que todo parezca tan común en lugar de sagrado”.

¿Común, en lugar de sagrado? ¿Es esa la cuestión? Por un lado, todo el mundo practica lo que predico. Nadie puede “obedecer” todas las leyes de las Escrituras, y mucho menos todos los consejos de Elena de White. De hecho, los padres sabios dan órdenes aparentemente contradictorias a niños diferentes, no con la intención de ser injustos, ¡sino para ser justos! Lo que he descubierto, sin embargo, es que muchos creyentes se niegan a decir en voz alta que Dios ha dado órdenes que no vamos a obedecer.

Recientemente, leyendo el Deuteronomio, me llamó la atención que las propias palabras del texto bíblico parecen oponerse a cualquier tipo de libro de casos. “No añadirás nada a lo que yo os mando, ni quitarás nada de ello”, dice Moisés (Deut. 4:2). Sin embargo, la Escritura revela que las leyes van y vienen. Agradecemos que las leyes de lapidación se hayan ido. Pero ¿por qué es tan difícil admitir lo que es tan obvio?

Otro tema potencialmente volátil planteado por la historia de 1 Samuel 14, es el de la “crítica textual”, la búsqueda del texto original de la Biblia. A pesar de que vemos que se practica todo el tiempo en las notas de nuestras Biblias, resulta más perturbador de lo que generalmente se quiere admitir. Tenga en cuenta este comentario de una de mis alumnas cuando expliqué por qué la doxología de la Oración del Señor no se encuentra en la mayoría de las traducciones modernas. “Me está empezando a molestar la forma en que Ud. hace que pareciera que lo que dice la Biblia no sea verdad”, ella escribió. “Mire, cuando yo era niña un montón de gente resultó ser falsa. Me defraudaron, y ahora ya no confío en ellos. Bueno, usted está haciendo que sienta que no puedo confiar en la Biblia…. Por favor, ayúdeme a recuperar la confianza que estoy perdiendo”.

“La crítica textual” a menudo ilumina la Biblia. Debo admitir que estoy fascinado por la variante en la historia de Jonatán que completa la imagen de cómo el pueblo se rebeló contra el dominio autoritario. Es fascinante –y potencialmente útil. Pero ¿cómo podemos señalarlo con seguridad a la iglesia?

Por último, una historia maravillosa que me da esperanza. Viene de Llew Edwards, ahora jefe de la obra adventista en Egipto. Cuando yo estaba dando los toques finales a mi libro Inspiración, Llew y yo nos reuníamos semanalmente para discutir las diversas cuestiones tratadas en el libro[5]. Él era pastor de la iglesia en Edimburgo en ese momento. Años más tarde confesó la ira que sentía por lo que yo estaba haciendo, aunque admitió que, tras cada una de nuestras sesiones semanales, hacía las paces con los temas. Pero su primera reacción fue de enojo. Y sé que él no es el único. Sus ideas han sido muy útiles para mí y espero que también para la iglesia en general. Él me ha animado a seguir usando el nombre “libro de casos” aplicado a las Escrituras. Hace unas semanas compartió conmigo esta narración alentadora:

El fin de semana pasado estuve en un pequeño pueblo del Alto Egipto llamado Beni Sharon. Antes del servicio estaba [intentando] charlar con tres de los hombres. El tema estaba relacionado con la lección de la Escuela Sabática y la elección de Dios, pero de repente uno de ellos me preguntó si a las mujeres se les permitía hablar en la iglesia, y se refirió al par de textos que se refieren a eso. Tuve que parar y pensar por un momento –con algunas de nuestras iglesias aquí que tienen divisiones que separan a los hombres de las mujeres, sentí que tenía que responder con cautela. Así que le hice una pregunta: ¿deberíamos apedrear a los que transgreden el sábado? [Tenga en cuenta que todo esto fue con nuestro muy limitado número de ‘palabras en común’ en Inglés y en Árabe]. Él dijo que no deberíamos lapidar a la gente. [¡Me sentí aliviado!]. Entonces le pregunté, ¿por qué no? Estaba pensando en cómo presentarle el enfoque del “libro de códigos” o “libro de casos”. Él es un veterinario, así que le pregunté si él siempre daba la misma medicina a todas las criaturas. En su Inglés limitado, respondió: “No … un caso y otro caso”. ¡Fue una alegría oír su uso de la palabra “caso”! Le dije: “En algunos casos,. . . Dios dice usar piedras,. . . en otros casos,. . . sin piedras; de modo que en algunos casos . . . las mujeres en silencio y en otros casos . . . deben hablar. Al igual que usted, tenemos que saber cuándo y en qué caso se debe aplicar un medicamento”. Su rostro se iluminó y dijo: “Muy bien, muy sabio. ¡Gracias!”

La historia de Jonatán es a la vez maravillosa y trágica, es la historia de una bella persona cuya vida tuvo un final trágico. Sin embargo, su historia puede ser un gran estímulo para nosotros. La próxima vez que se preocupe por la “providencia” cuando su “buen” candidato no gana una elección, Jonatán le puede dar la certeza de que Dios todavía está vivo en el planeta Tierra. Y las personas buenas todavía puede hacer mucho bien, incluso cuando pierdan una elección.

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NOTAS

1. G. K. Chesterton, San Francisco de Asís (Londres: Hodder & Stoughton, 1960 [1923]), 96.

2. Por ejemplo, Éxodo. 28:30; Lev. 08:08.

3. Ralph Klein, 1 Samuel, Comentario de la Biblia Word, vol. 10 (Waco, TX: Libros Word, 1983).

4. Elena G. de White, Patriarcas y profetas (1890), 305, 310-11, 363-64.

5. Alden Thompson, Inspiración: Preguntas difíciles, respuestas honestas (Hagerstown, MD: Review and Herald, 1991).

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