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Sauna espiritual (3): La te-lego-logía y sus principios

Hoy he sentido la cuadratura del círculo, y eso que hacía mucho frío. Ya me había pasado antes (en el húmedo momento del bautismo, en el primer e inocente beso a mi novia, en la hora del accidente, en el paseo compartido, en el Ponte Vecchio de Florencia tomando un indescriptible helado de higo) pero no termino de acostumbrarme. ¡Es tan vital!

[Debido a limitaciones técnicas y con tal de apreciar no solo el fondo, sino también la forma del texto, se recomienda leer este mismo capítulo de Sauna espiritual en formato pdf.]

Regresaba del cruce que me sirve de referente cada mañana, donde se enfrentan las rutas y el último banco de cemento indica que la vía aeróbica finaliza. La escarcha abandonaba su sólida rigidez y se derretía ante los dorados y débiles rayos del albor, se hacía más posmoderna: rocío. Un inmenso eucalipto, tras abandonar cortezas carmesíes, jugueteaba con el intenso azul de fondo. El pasto amarilleaba y me hizo ser consciente de que comenzaba el invierno. Un ternerito, desgarbado y temeroso, acudió hasta su madre cuando me paré. Había comenzado a sonar, capricho de los juegos aleatorios de mi mp3, aquella canción. Evito las hipocresías, me agradan las melodías, suavonas y sin percusión, de Jesús Adrián Romero. Y ésta, ésta toca mi corazón.

Espérame por la mañana

antes de que salga el sol.

Antes que comience el día

quiero darte mi canción.

Espérame cuando las aves

aún empiezan a cantar.

Cuando todo está en silencio

yo contigo quiero hablar.

Espérame,

luz en mi corazón,

espérame.

Estrella de la mañana,

te quiero ver.

Espérame,

dueño de mi amor,

espérame.

Serás mi primera cita,

ahí estaré.

Espérame desde temprano.

Yo no quiero el día empezar

sin estar en tu presencia,

sin saber que cerca estás.

Espérame que necesito

tu mirada sobre mí.

Llenas todos mis anhelos

sólo así puedo vivir.

Espérame,

luz en mi corazón,

espérame.

Estrella de la mañana,

te quiero ver.

Espérame,

dueño de mi amor,

espérame.

Serás mi primera cita,

ahí estaré.

Espérame.

Espérame, Jesús, por la mañana.

Amado mío, espera, allí estaré.

Espérame.

Y era como si Dios, el Señor de miríadas de universos, me mirara con complicidad y me dijera: “Venga, que te espero.” He acelerado los pasos de mi alma y he sentido que todo encajaba, que cada pieza estaba en su sitio, que el puzzle de la vida me mostraba su paisaje. Y, una vez más, he comprendido que era mucho más sencillo de lo que tendemos a pensar, que un momento de felicidad apenas si precisa cosas, basta con su presencia.

Rodeado de las tímidas emanaciones de la hojarasca, de la bruma huidiza de una noche acabada y del vaho de mi interior, me he sabido conocedor de la grandeza de Abel, vapor hecho carne, y de la sabiduría de Salomón, vapor hecho palabra. Entonces, con la precaución de los que se encuentran en un espacio santo, he susurrado: “Vapor de vapores, todo es vapor”.

Espérame por la mañana

antes de que salga el sol.

Antes que comience el día

quiero darte mi canción.

Me imagino que su taller sería como el del Santa Claus de Habdon Sundblom pero en danés. Todo surgió en Billund, mientras construía muebles para los lugareños, Ole Kirk Christiansen se dio cuenta de que tenía cierta habilidad a la hora de crear juguetes de madera y comenzó a fabricar miniaturas de tablas de planchar y de escaleras. Las réplicas se multiplicaron exponencialmente hasta que decidió dedicarse al hermoso arte de crear diversión para los infantes. En 1934 llega LEGO con el objetivo de presentar un material sumamente educativo (el término resume la expresión danesa “leg godt” que significa “jugar bien”). La pieza permitía la posibilidad de ensamblarse con otras y formar multitud de figuras. En 1949, los bloques cambian de material y pasan al plástico. La expansión del producto fue impresionante y son el recurso didáctico en cientos de países. Pero el LEGO es mucho más que un juguete, es un proceso mental, es la concreción de la creatividad, es la búsqueda de lo global.

Espérame cuando las aves

aún empiezan a cantar.

Cuando todo está en silencio

yo contigo quiero hablar.

Somos urbanitas y nos enorgullecemos de ello, nos agrada el ruido casi tanto como el smog, las cosas casi como las personas, los datos continuamente actualizados, las frases directas y las agendas apretadas. Somos, es indudable, hijos de Rómulo y Remo, de sus herencias y pertenencias. Nos envuelve, constantemente, la mentalidad grecorromana. Urbs nos traslada a lo que nos importa: el suelo y sus surcos. Cuenta la leyenda que fueron los hijos de Rhea Silvia los que fundaron la ciudad de Roma. Rómulo usó su arado para marcar el pomoerium, lo que designaría cuales eran los límites de la ciudad. No sólo definió su territorio sino que, además, juró que si alguien cruzaba esos límites, moriría. Remo, practicando el soporífero arte de emular al Dios Baco, se embriagó y tuvo la mala fortuna de fenecer en tierras de su hermano. ¡Qué bien define esta leyenda a nuestra cultura! Señalizaciones de posesiones e identidades por doquier, etiquetas de objetos y personas.

Espérame,

luz en mi corazón,

espérame.

Estrella de la mañana,

te quiero ver.

LEGO y Rómulo representan dos hermenéuticas bien diferenciadas, dos maneras de proyectar el pensamiento. Es la complementariedad frente a la suplementariedad, la síntesis frente al análisis, lo global frente a lo particular, la totalidad frente a la fragmentación, el organismo frente al trozo, lo inductivo frente a lo deductivo, la respuesta frente a la pregunta, la revelación frente a la especulación, lo semita frente a lo grecorromano. Rómulo somos nosotros y LEGO es Qohelet. Nosotros precisamos diseccionar (¿qué otra cosa significa análisis?) el tiempo, el espacio, la vida y medirlos, poseerlos y cuantificarlos. Abordamos la esencia desde sus minucias y, con el orgullo de los que marcan surcos y realizan definiciones, pretendemos interpretar la “realidad”. Qohelet asume, sin embargo, el existir desde la conciencia de lo macro, de la presencia divina, y disfruta de la realidad. Toma cada momento de la vida como un bloque de interconexiones y construye carácteres. El abrazo de la Totalidad sólo puede producir crecimiento.

Espérame,

dueño de mi amor,

espérame.

Serás mi primera cita,

ahí estaré.

El entendimiento y la inteligencia, en el Antiguo Testamento, se expresan con tebunah, término que proviene de la raíz banah que se asocia con el campo semántico de la edificación o de la formación. Los pensamientos se construyen con las experiencias vitales y dan forma a las personas y a sus ideas. Este conjunto de “bloques” crea una cosmovisión que tiende hacia la sabiduría. Ese agregado de procesos mentales, en una perspectiva semita, se integra en lo concreto de la persona. En la mentalidad griega, por contraste, las ideas, como abstracciones, residen más allá de los individuos. Esa, posiblemente, sea la razón por la que vivimos ese hiato entre los datos que percibimos en las estructuras académicas o eclesiales y las opciones de vida que practicamos. El discurso no tiene que coincidir con la existencia. Aquí, pienso, comienza la primera deconstrucción que nos va a permitir entender el libro de Qohelet. La comprensión de la existencia surge de ella misma no de abstracciones o ideas.

Espérame desde temprano.

Yo no quiero el día empezar

sin estar en tu presencia,

sin saber que cerca estás.

Uno de los principios básicos del pensamiento semita es la complementariedad. Un relato se construye con la suma de diferentes narraciones, de diferentes perspectivas. La complementariedad permite comprender la totalidad del mensaje y detectar sus matices. La mentalidad occidental identifica como relevante la suplementariedad, tiene como meta detectar lo objetivo y la verdad como elementos excluyentes. Una notable influencia de esta manera de concebir la interpretación es el recurso de la crítica literaria en los métodos históricos con relación a la Biblia. Un ejemplo es la teoría de las fuentes vinculada al Pentateuco, el análisis de estos materiales por el método histórico-crítico termina por diseccionarlos hasta mutilar su identidad. Leer Qohelet desde la mirada de la suplementariedad es no comprender porque surgen incoherencias constantes. Experimentar la complementariedad es dar una posibilidad a lo alternativo, como dirían los rabinos: “Setenta caras tiene la Torah”.

Espérame que necesito

tu mirada sobre mí.

Llenas todos mis anhelos

sólo así puedo vivir.

Otro de los principios a considerar es la integralidad. El análisis fragmenta mientras que la síntesis totaliza. Nos resulta incomprensible para los habitantes de la Urbs comprender el cálculo inclusivo de la mentalidad semita (la pasión de Jesús no son tres días sino uno y fracciones). La inexactitud numérica se cataloga de error. A fin de cuentas somos hijos de Pitágoras y sus descendientes. Preferimos el punto a la progresión. Pues bien, para entender la mentalidad veterotestamentaria hay que superar el detalle (el antiguo “proof text” y el nuevo “proof word”) y pensar más en la trayectoria. Un ejemplo: el pecado. Tenemos tendencia a maximizar (quizá como ritual cuasimágico) un acto y a cargarnos de suma culpabilidad en el proceso cuando lo relevante es la línea de conducta. Dejemos de pensar en los puntos de la existencia para pensar en la integral que generan. Salomón dirá con suma claridad que “todo tiene su momento”. Lo importante de la frase no es “momento” sino “todo”.

Espérame,

luz en mi corazón,

espérame.

Estrella de la mañana,

te quiero ver.

Un tercer principio es el de la colectividad. Nos cuesta entender, en la antropología bíblica veterotestamentaria, el concepto de monismo. Estamos tan acostumbrados a dividir el ser en secciones (cuerpo, mente, espíritu y algunas más) que tenemos tendencia a rechazar el concepto. Lo mismo acontece en dicha antropología con la idea de lo colectivo frente a lo individual. El invento del hombre como ser independiente, alienado del entorno, no es tan lejano. La antigüedad destaca por asociar el individuo a colectivos (sea clan, tribu, familia, género o estatus). Una búsqueda exclusiva de la existencia del individuo en Qohelet será una búsqueda sesgada. La persona existe inmersa en un sumatorio de situaciones vitales que implican otras personas, incluyendo en ellas a Dios. El Yo, el Uno, precisa del Otro para, vislumbrando el Nosotros, comprenderse. Salir del eje de la propia mirada es esencial para afrontar cualquier texto sapiencial de la Biblia. La mirada conjunta aporta comprensión conjunta.

Espérame,

dueño de mi amor,

espérame.

Serás mi primera cita,

ahí estaré.

Un cuarto principio es el del diálogo. El positivismo no sólo nos ha mutilado sino que, además, nos idiotiza haciéndonos pensar que somos impresionantes. La ciencia ha reducido la investigación al objeto, a lo material y así no se puede comprender el texto bíblico. La gran crisis creada en los lexicógrafos de la Biblia por James Barr con su obra The Semantics of Biblical Language (1961) es un ejemplo de ello. Se habían establecido las definiciones, los “surcos, de los campos semánticos de los textos hebreos hasta que vino a demostrar que el asunto, lingüísticamente, no era tan claro. Es agradable considerar el material bíblico como un objeto (sea objeto histórico, lingüístico o normativo) porque nos da control, autoridad. Podemos conocer al dedillo el original, recordar cada detalle de la historiografía, memorizar multitud de versículos y no entender nada por que estamos ante un objeto. Tras la Biblia hay una persona, la Persona. La Biblia es un instrumento para el diálogo no para la disección.

Espérame,

dueño de mi amor,

espérame.

Serás mi primera cita,

ahí estaré.

Repito el coro porque es relevante y tengo que insistir que tras la Biblia hay una Persona. Martín Buber nos abrió los ojos con Ich und Du (Yo y Tú) al enseñarnos a “tutear” a Dios (antes de que alguien se escandalice le sugiero que piense si es mejor seguir considerando a Dios como a “eso”, como a un objeto). Me acerco a la Biblia para encontrarme con el Dios-Tú no con el dios-texto o el dios-norma o el dios-exégesis. Qohelet no tiene ninguna lógica, insisto, ninguna lógica si no me lleva al Todo. Cuando percibo que mi existencia se encuentra con la Existencia, entonces comienza a encajar mi comprensión de las cosas. Pido disculpas, como teólogo y exegeta, por parecer más un carnicero que un mensajero. He puesto el bisturí en tantas perícopas, he diseccionado tantos campos semánticos, he troceado tantos conceptos que hasta aprecio la sangre en mis manos. Salomón no fue así, convocó al qahal y contó cómo le había ido. Quizá debamos aprender a escuchar con atención, sin interrumpir.

Espérame.

Espérame, Jesús, por la mañana.

Amado mío, espera, allí estaré.

Espérame.

Dijo, o eso parece, Aristóteles (Metafísica 983b) que el estudio de la verdad es en parte fácil y en parte difícil. Y le creímos porque, reconozcámoslo, era un individuo capaz y, aunque la mayoría no lo haya leído, es auctoritas. Desde entonces nos hemos venido preguntando qué es la verdad sin detectar, a la luz de la Biblia, que la cuestión es incorrecta. Deberíamos haber detectado quién es la verdad. El último y gran principio es el del reconocimiento. Reconocer quién es el auctoritas. Ya está bien de llenar pies de páginas con multitud de nombres cuando estamos ante Quien. Quien todo lo sabe. Quien todo lo puede. Quien ama a todos. Descubrir a Dios es descubrir la Verdad. Comprender a Jesús es facilitar el camino. Recurrir al Espíritu es asirse de certezas. No hay comprensión sin Presencia porque somos criaturas y nuestros recursos son escasos. Aquel que creó la palabra puede habilitarnos para interpretarla, Aquel que dio sabiduría a Salomón está ahí, esperándonos.

Permuta términos como lego, leguleyo, legalista o legislador y échate un rato (tiempo impreciso con tendencia a alargarse) jugando con Él al LEGO. No te puedes imaginar lo que edifica.

Hoy he sentido la cuadratura del círculo porque no estaba solo, porque no me he mirado a mí sino a Él. No tengo mérito alguno, mañana puedo calcular mal e irme por la tangente, sólo Él. Eso sí, tengo en mi haber pedirle que coloque los bloques de mi existencia de manera que formen una figura que supere la estética, que aporte sentido. ¿Qué queréis que os diga? Ya me había pasado antes (en el abrazo del amigo, en el primer sermón y en el último, en el paseo hacia la salida de sol e, incluso, hacia el crepúsculo) pero no termino de acostumbrarme. ¡Es tan vital!

Libertador San Martín, el día de la albiceleste bandera argentina del 2010

(1) Vamos a jugar a niños, construyendo, con nuestros cubos y con simplicidad, formas que sueñan fondos.

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