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¿Cavando nuestra propia tumba?

Es un hecho que los seres humanos estamos emitiendo una gran cantidad de gases de efecto invernadero a la atmósfera, pero hay quienes dudan de que esos vertidos tengan un efecto grave sobre el equilibrio climático en la tierra. Los intereses en juego son muchos y se hacen valer sin medir convenientemente la trascendencia del asunto. Las decisiones que se tomen ahora a este respecto pueden afectar a la vida sobre el planeta, incluida la existencia humana.
Las conclusiones del cuarto informe del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) de la ONU no satisfacían totalmente a los expertos. Los datos fueron matizados por la política. Pocos se atreven a poner en duda los modelos económicos de desarrollo y cambiarlos. Se imponía entonces presentar las predicciones con una tendencia hacia el ‘mejor de los casos’. Evidentemente, las predicciones poseen un grado de incertidumbre, frecuentemente grande y se tendió a presentar como más probable el ‘mejor de los casos’ posibles. Fue el caso de la tendencia en el incremento de las temperaturas. Los modelos advertían de una posible elevación para final de siglo que podría superar los 6ºC , pero se prefirió mostrar como más probables los más moderados, en torno a los 2ºC.
Es cierto que con los datos que se contaba en 2007, el incremento más probable parecía situarse entre 1,8 y 4ºC. Pero con el tiempo transcurrido, hay informes que advierten de que la tendencia parece aproximarse más a los 6ºC, según las investigaciones de Le Quéré y sus colaboradores (1). Es más, las temperaturas referidas son medias, lo que supone que habrá regiones con mayor intensidad de cambio frente a otras en las que los cambios serán más moderados o apenas perceptibles. Entre las regiones con un mayor incremento de las temperaturas se encuentra España. La investigación del equipo de Le Quéré les lleva a pronosticar que la Península Ibérica podría ver incrementada su temperatura máxima en 8ºC. Esto sería sencillamente una catástrofe.
El caso es que un informe para el Gobierno de España, realizado por 120 científicos españoles integrados en la Red Temática CLIVAR-España, sigue la misma línea (2). Los datos no se deben considerar como absolutamente definitivos, pero la revisión de todas las investigaciones realizadas hasta ahora muestra cómo en la media de los dieciséis modelos europeos las coincidencias parecen fatídicas: los meses de junio, julio y agosto podrían registrar 5,41ºC más de media para el 2070 (ver figura ). En invierno, la diferencia de temperaturas respecto de la media actual, sería menor. También se señala en el informe la posible rebaja de las lluvias, pero este último parámetro parece más incierto que el de las temperaturas.
Pero ¿tan importante es esa variación de las temperaturas?
A nivel global, nos encontramos 0,8ºC por encima de lo que debería haber sido la temperatura normal de la tierra. Para en el caso regional de la Península Ibérica, el incremento ha sido de unos 0,5ºC por década entre 1975 y 2005. Esto supone un 50% superior que el incremento medio continental en el Hemisferio Norte. Respecto de la media global de la tierra, prácticamente el triple.
Ese calentamiento es más acusado en primavera y verano.
Pues bien, si se considera el incremento en tan sólo 0,8ºC, casi un grado, este parece estar en la base del incremento de fenómenos climáticos extremos. Los temporales de lluvia son más extremos y las olas de calor más graves.
Si el incremento fuese de 2ºC, esos fenómenos climáticos extremos serían más frecuentes y se producirán cambios irreversibles en los ecosistemas. Los hielos de Groenlandia desaparecerán, los osos polares posiblemente también desaparezcan y en los mares los arrecifes coralinos pueden comenzar a desaparecer masivamente.
Si la subida de las temperaturas es de 3ºC, el Ártico se deshelará en verano y la selva amazónica puede desaparecer. Llegar a los 4ºC provocaría una subida del nivel del mar. Venecia quedaría sumergida y los glaciares de la tierra desaparecerían, lo que provocaría un incremento adicional del nivel de los mares.
Más allá de los 4ºC se entra en un terreno tan incierto que cualquier pronóstico puede ser erróneo, por excesivo como por escaso, pero los océanos podrían comenzar a quedar estériles y el avance de los desiertos en los continentes podría ser implacable. El desastre humano, palpable desde los primeros grados de incremento de las temperaturas, tendría la forma de desplazamientos que afectarían a cientos de millones de personas. La aniquilación total podría estar próxima.
Según los estudios realizados hasta la fecha, no todos los lugares sufrirían igual los efectos. En tanto que España sufriría un proceso de desertización, Canadá se podría convertir en el granero del mundo.
En el caso local de la Península Ibérica, se podría llegar a extremos realmente graves. Los informes de investigaciones foráneas y el publicado por CLIVAR* España, apuntan a incrementos de temperatura muy elevados y posibles descensos drásticos de las precipitaciones anuales. La desertización avanzaría y los fenómenos extremos relacionados con las precipitaciones, intensas o episodios secos, podrían aumentar. Según pronostica el informe español, se producirá un incremento de olas de calor con más de 30ºC, especialmente en el sur peninsular.
Eso sí, incrementos tan elevados de las temperaturas se producirían en el caso de que las emisiones de gases de efecto invernadero de origen humano sigan la tendencia actual y no se las pone coto. Si se consigue su control, el escenario podría ser menos maligno. Son muchos los que tienen la falsa sensación de que poco aportamos nosotros a la atmósfera en comparación con lo que desata la propia naturaleza. ¿No emite más CO2 un volcán en un episodio eruptivo que nosotros en mucho tiempo? Pues no. Se han realizado varios estudios sobre las emisiones anuales de los volcanes y las que realizamos los seres humanos. Las erupciones volcánicas no llegan a suponer ni siquiera el 1% de las emisiones antropogénicas. Según algunos estudios no es más que el 0,22% y otros elevan la cifra hasta el 0,26% (3).
Sí podemos hacer algo. En Copenhague se perdió una oportunidad para dar un paso adelante que no parece que deba esperar más. Por entonces, al final de 2009, se intentó enturbiar el ambiente sacando a la luz unas supuestas falsedades que pondrían en entredicho los resultados que apuntan a una causa humana del calentamiento global. Al director de investigación de la Unidad de Investigación del Clima de la Universidad de East Anglia, Phil Jones, le robaron un correo electrónico en el que decía: “Acabo de completar el truco de Mike en Nature: añadir la temperatura real a cada una de las series para los últimos 20 años (de 1981 en adelante) y desde 1961 para las de Keith para ocultar el descenso”. Esto fue interpretado, por los detractores de la idea de un cambio climático con clara implicación humana, como un falseamiento (truco) de los datos. Este embrollo fue llamado el Climagate. Sin embargo, tanto una comisión parlamentaria británica, como la comisión científica designada para estudiar el caso han negado que hubiese ni manipulación ni mala práctica. Los resultados presentados por este equipo de científicos son perfectamente aceptables desde el punto de vista científico.
Es cierto que no sabemos qué es lo que sucederá con seguridad en el futuro, en diversas ocasiones las previsiones han resultado ser erróneas. Pero hay serios indicios de que estamos modificando la naturaleza más de lo que lo hacen en estos momentos los propios volcanes.
Parece sensato dedicarle un poco de reflexión y acción a mantener el equilibrio ecológico de nuestro pequeño planeta, nuestra pequeña casa común.
*CLIVAR: Climate Variability and Predictability. World Climate Research Programe.
Bibliografía
Le Quéré, C. y otros, 2009. Trends in the sources and sinks of carbon dioxide. Nature Geoscience. 2: 831-836.
Consorcio de autores, 2010. Clima en España: Pasado, presente y futuro. Informe de Evaluación del Cambio Climático Regional. CLIVAR España. http://clivar.iim.csic.es/?q=es
Williams, S. N. y otros, 1992. Global carbon dioxide emission to the atmosphere by volcanoes. Geochimica et Cosmochimica Acta. 56: 1765-1770.

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