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El agua sagrada y un Cristo sediento

“Que las aguas de las montañas nevadas brinden salud y paz a todas las personas. Que el agua de manantial les lleve paz y las lluvias puedan ser una fuente de tranquilidad para todos”. (Atharva Veda, alrededor de 200 a.C.)

“Los dioses deben estar furiosos. Es la única explicación que tiene sentido para Jia Son, un campesino tibetano que inspecciona la catástrofe que vino sobre su pueblo en la provincia montañosa de Yunnan, China. “Hemos alterado el orden natural”, dice el devoto budista de 52 años de edad. “Y ahora los dioses nos están castigando”. Así comienza el artículo de National Geographic, “El gran derretimiento”, en un número especial de abril de 2010 sobre el tema “El agua: Nuestro mundo sediento”.

Y el granjero confiesa que el hielo fundido podría ser su culpa. Cuando el glaciar comenzó a liberar parte de su agua a principios del año, los aldeanos se dieron el lujo de tener dos cosechas al año. Los turistas llegaron, también, para visitar el glaciar, y la aldea se convirtió en una de las más ricas de la región.

Jia Son no deja de hablarles a los visitantes sobre el significado espiritual del glaciar. “Nada va a mejorar”, dice, “hasta que nos liberemos de nuestro pensamiento materialista”.

Esta semana, al centrar nuestra atención en “El Agua de la Vida”, es importante recordar que los cristianos no somos los únicos que encuentran un significado espiritual en el agua. Para los hindúes, el Ganges es uno de los siete principales ríos sagrados. En la tradición judía, el agua que se utiliza para la limpieza espiritual se llama mikva. Mahoma dijo a sus seguidores: “La limpieza es la mitad de la fe”. El agua alimenta la fe a muchos.

Por eso es notable que la lección nos lleve al pozo de Jacob para volver a contar la historia de la Samaritana y Jesús. A pesar de que los samaritanos y los judíos compartían a Jacob como antepasado, y por eso compartían el agua de este pozo, no se llevaban bien. Su desacuerdo era de naturaleza religiosa, y se remonta a la época de Esdras y de la construcción del templo en Jerusalén, de la que los samaritanos habían sido excluidos.

Por eso, la demanda de agua que Jesús hace de la mujer samaritana es una sorpresa para ella. Los judíos no hablaban con los samaritanos. El diálogo de Jesús prosigue con nuevas sorpresas e intriga: Su oferta de agua viva, su conocimiento de la historia matrimonial de la Samaritana, su sugerencia de que no es el lugar del culto lo que importa.

Ella es rápida en captar el significado de lo que Jesús le dice, y comprende quién es Él. La implicación de encontrarse con el tan esperado Mesías la hace olvidarse de sacar agua. La Samaritana deja caer su cántaro y vuelve a su pueblo para compartir las buenas nuevas.

Y en su comprensión y rápida respuesta, de compartir la noticia, Jesús también se refresca. Elena G. de White nos dice que “Nuestro Redentor tiene sed de reconocimiento. Tiene hambre de la simpatía y el amor de aquellos a quienes compró con su propia sangre” (El Deseado de todas las gentes, p. 190 en inglés).

El tiempo de Jesús había comenzado con la constatación de que los fariseos estaban ganando lo que creían que era una carrera bautismal entre su primo Juan y él mismo. Esto lo cansó, por lo que se fue de Judea, y estaba en su camino de regreso a Galilea cuando se detuvo en el pozo de Jacob.

Ni siquiera sus discípulos entendían por qué estaba hablando con la Samaritana. ¡Qué refrescante fue para Jesús encontrar a alguien que entendió con tanta rapidez el significado de su misión! Así que se quedó en Samaria por dos días.

“Los fariseos despreciaban la sencillez de Jesús. Hicieron caso omiso de sus milagros, y exigieron una señal de que Él era el Hijo de Dios. Pero los samaritanos no pidieron ninguna señal, y Jesús no realizó milagros entre ellos, salvo el de la revelación de los secretos de la vida de la mujer junto al pozo. Sin embargo, muchos le recibieron”, dice Elena G. de White (El Deseado, p. 192).

En el ministerio de Jesús, este es el punto donde comenzó a derribar el muro que separaba a los judíos de los gentiles, para predicar la salvación al mundo. Y este es el significado del agua viva. “El que beba del agua viva se convierte en una fuente de vida. El receptor se convierte en un donante. La gracia de Cristo en el alma es como un manantial en el desierto, que brota para refrescar a todos, y hace que los que están a punto de perecer deseen beber del agua de la vida” (El Deseado, p. 195).

Y ¿qué pasa con el agua corriente que sostiene la vida en la Tierra, como Bárbara Kingsolver lo llama –el fuerte sistema circulatorio del mundo?

¿Tenemos los oídos para escuchar, cómo la Tierra misma parece estar alzando su voz? “Casi el 70 por ciento del agua dulce del mundo está bloqueada en el hielo. La mayoría del resto está en los acuíferos que estamos drenando mucho más rápidamente que la tasa de recarga natural. Dos tercios del agua se utilizan para cultivar alimentos. Con 83 millones de personas más en la tierra cada año, la demanda de agua va a seguir subiendo a menos que cambiemos la manera como la utilizamos”, nos informa National Geographic.

Ojalá que entendiéramos este mensaje rápidamente, también, como la Samaritana percibió rápidamente el mensaje de Cristo, para que podamos responder de tal forma que agrademos al corazón del Dios Creador.

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