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Diario de un médico adventista español en Haití – 3 y 4

El 6 de febrero de 2010, el doctor Pere Llorca escribió desde Haití:

“No quiero olvidar lo que he visto y sentido, y sé seguro que no podré contaros ni lo uno ni lo otro, pero lo intentaré compartir…

Como decía, el caos circulatorio en Puerto Príncipe y en general en Haití es indescriptible, el número de socavones y de restos de escombros, también. Los vehículos se desplazan como en una pista de esquí con uno o tres carriles de ida y uno o tres de vuelta, según las necesidades a lo largo del día, cuando en realidad solo debería haber uno de ida y uno de regreso.

Gentes vendiendo de todo en todas partes, entre los coches que pasan o entre los peatones, en mercados improvisados en las aceras o sobre los restos de escombros que hay en las mismas formados por las muros de las casas que se derrumbaron en el terremoto, junto a restos de basura maloliente y con insectos volantes sobre ellas, todo ello rodeado por cientos de motoristas intrépidos y vehículos de ONGs que se alternan junto a camiones de gran tonelaje de ayuda humanitaria entremezclados con autobusitos y taxis colectivos decorados con pinturas multicolores y abarrotados de personal que cuelga por todas partes con decorados de textos bíblicos o dibujos de bíblias con textos en ellas.

El campus de la Universidad Adventista de Carrefour está abarrotado de chabolas de plástico y cartón con unas 2500 familias que componen unos 13.000 habitantes, que hace unas tres semanas lo perdieron casi todo, menos su vida.

ADRA nos ha encargado atender médicamente a estas personas con nuestro equipo médico. Por todo ello hemos dedicado un día a buscar el mejor lugar donde establecer nuestra clínica.

Finalmente el rector nos ha autorizado a ocupar una casita cuyas llaves están en mano de unos misioneros que están en Filipinas. Así pues, ha habido que llamar a un cerrajero para desmontar a martillazos las cerraduras de las puertas.

La distribución de la casa nos pareció que podría ser útil para los médicos, pero nuestros cirujanos, necesitaban un hospital y quirófanos.

Tras dos días de búsqueda en hospitales cercanos a nuestro lugar de trabajo hemos descubierto que afortunadamente el número de pacientes que precisan amputaciones es ya muy reducido, y por otra parte, los hospitales ya tienen sus equipos completos ya constituidos y muy pocos quirófanos disponibles. Por todo ello, hemos decidido finalmente usar a nuestros cirujanos para hacer revisiones y curas propias de sus especialidades. Empezamos tímidamente, observando con sorpresa que de día en día no dan a basto para cubrir las necesidades del campo de refugiados.

Ya llevamos tres días completos de consultas donde simultáneamente trabajamos los enfermeros Angel y Mercedes, los enfermeros y “farmacéuticos” Isabel y Dolors, nuestro legista y “farmacéutico” Joan, los pediatras Miguel y Paco, el ginecólogo Gonzalo, el traumatólogo Monti y el internista Pere.

Aunque no lo parecía, no nos acabamos la faena. Desde las 8:00 hasta las 5:00 con un descanso al mediodía, y podríamos seguir hasta que quisiéramos. Vemos mucha patología leve, pero de cuando en cuando vienen casos más graves. Tuvimos que mandar al hospital de Carrefour, un centro abarrotado de pacientes y con pocas enfermeras, médicos y material, a una mujer inconsciente en una motocicleta, abrazada entre el conductor por delante y un amigo por detrás de ella.

También son frecuentes los casos de deshidratación infantil, de desnutrición, de anemia, etc. Entre los adultos, se atendió un parto, varios pacientes politraumatizados en vías de recuperación, una paciente vino con un plástico negro que envolvía tres gusanos vivos de unos diez centímetros cada uno, que le salieron por la boca tras toser, etc.

De todas las historias la que más me ha impresionado es la de un abogado, que mientras estaba en un juicio en el palacio de justicia, notó una sensación de vértigo y un ruido tremendo y la caída del techo sobre el, tras lo cual perdió el conocimiento. Al despertar, solo podía mover los pies, todo lo demás estaba cubierto de escombros. El paciente recuerda que se despertó diciendo: “Pere, je remets mon esprit entre tes mains” o Padre, yo te entrego mi espíritu en tus manos, mientras escuchaba gritos desesperados de otros compañeros diciendo “Jesús sauve-moi, aie pitie de moi” o Jesús sálvame y ten piedad de mi. Estuvo, varios días bajo los escombros, mientras algunas voces dejaron de hablar.

Solo de oírle, sentía escalofríos. Tardaron tres días en sacarle. Ahora, no tiene casa y vive como refugiado en el campamento del campus de la universidad de Carrefour. Cuando le he visitado por dolores abdominales y dorsales, el interesado solo daba gracias a Dios por conservar la vida y a su familia.

Bueno, os dejo de momento, ya es hora de dormir. Solo quiero terminar agradeciendo nuevamente el apoyo recibido por todos y cada uno de vosotros, tanto a nivel familiar, como a nivel emocional o laboral, como a los que habéis apoyado económicamente a este proyecto de ADRA-España o los que pensáis hacerlo, como a los que rezáis por Haití y por nosotros. Todos somos parte del proyecto solidario de Haití y por favor, seguid acordándoos, porque la destrucción masiva de este país necesitará de nuestra ayuda durante muchos años. Aunque los medios de comunicación se hayan olvidado, Haití sigue sufriendo hambre, sed, miseria y destrucción

Muchas gracias.!!”

El nueve de febrero de 2010, el doctor Pere Llorca escribió desde Haití:

“No quiero olvidar lo que he visto y oído, pero estoy seguro de que no podrè expresar lo uno ni lo otro aunque lo intentaré…..porque no quiero tampoco que os olvidéis del infierno que vive Haití aunque las televisiones y periódicos ya lo han hecho……

Ya llevamos una semana larga por aquí, y nuestro trabajo ya está muy sistematizado. A las ocho comenzamos la consulta, descansamos un rato para comer y terminamos sobre las cinco.

Vemos muchos enfermos, muchos pacientes y muchas personas con historias que son difíciles de olvidar.

Las patologías más prevalentes en adultos son las traumatológicas 21%, las infecciosas 20%, las del aparato digestivo 15%, las ginecológicas 13% y las cefaleas 13%. Pero tal como cabría esperar, en un campo de refugiados, lo común a todos los pacientes son historias de sufrimiento.

Os voy a contar alguna para no olvidarlas. A Jean, de 33 años, le sorprendió el terremoto, que según dicen solo duró unos quince segundos, con su niñito sentado en su regazo. Fue tan repentino que no le dio tiempo a salir de la casa. Una pared se derrumbó sobre ellos. Después de tres días le rescataron de bajo los escombros. Su hijito estaba muerto sobre su abdomen. Ahora aún tiene heridas en abdomen producidas por los huesecillos del niño…

Eva tiene 40 años aunque aparenta muchos más y está llevando sobre su cabeza un barreño cargado de patatas, berenjenas y frutas. Le miro la cara y aprecio una mirada perdida y sin alegría. Le pregunto si le pesa mucho la carga y sin mover el cuello me dice que si, pero que tiene que llevarla a la fuerza. Intuyendo su historia y sin atreverme a preguntársela le digo que soy el Dr. Pedro de ADRA-España, que si nos necesita puede acudir a la consulta. Eva me sigue casi sin hablar. En la consulta me dice con una cara inexpresiva que tiene cinco hijitos y que en el “tremblemant de terre” perdió a su marido y su casa…….

Caminando hacia la consulta veo una niña de unos 13 años con una garrafa de agua potable facilitada por una depuradora instalada por ADRA-Portugal junto con un grupo de Canadá. Le pregunto su nombre y me dice que se llama Vanesa. Me dice que vive en el campo de refugiados de Carrefour, donde trabajamos, y me dice que vive sola. Intuyo la razón, y sin preguntarle me dice que al hundirse su casa murieron todos los miembros de su familia. Me pide “Je veu que tu soie m’ aide sil vous plai”. No se que responderle y le digo que yo soy su familia y que me venga a ver a la consulta y le daré uno de los botecitos de crema para los labios que me dio Miry antes de venir aquí…

De cuando en cuando, vienen camiones a repartir alimentos a los refugiados generalmente un saco con arroz y algunas cosas más. Cuando entra el camión las gentes se ponen alterados por miedo a que no les den a ellos. Normalmente se entrega la carga a la madre, la responsable de la familia. Uno de los guardas me comento que al principio de repartir alimento, al llamar al responsable de la familia solo acudía un niño o niña de pocos años porque los demás familiares habían muerto en el terremoto. Estos camiones van acompañados de varios guardas de seguridad armados con escopetas de munición de 12 mm. Ayer mientras pasábamos consulta se repartió comida y debió de haber algo de revuelta, porque se escucho un tiro al aire. Estas son las consecuencias del sufrimiento, del hambre y de la desesperación de estas pobres gentes .

Y nosotros nos quejamos muchas veces de la crisis, y…, de…, todo. La crisis la tenemos en nuestros corazones y en nuestros valores de occidentales mezquinos, incapaces de dar el 0.7 de nuestro PIB. Un 20% de la humanidad (nosotros) los occidentales, usamos el 80% de los recursos del mundo, mientras que el 80% de de la humanidad tiene que malvivir con el 20% de los recursos que les dejamos.

Bueno, no quiero entristeceros, pero cada paciente tiene su historia y creo que es bueno compartirlas para que no os olvidéis de Haití y para que sigamos “haciendo ruido” pues queda mucho camino por hacer. La suerte de tener un portátil e internet de cuando en cuando, nos permite compartir con vosotros estas vivencias.

Si os parece interesante este diario de un voluntario podéis reenviarlo.

Yo asumo la autoría del mismo, y agradezco a ADRA- España el privilegio que me ha dado de poder ser un voluntario en Haití.

Una abraçada. [Un abrazo]”

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