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“Tomando tiempo para animarnos” (“Trompetas, sangre, nube y fuego”)

Cuando Moisés salió de Egipto, se refugió en la región del desierto de Madián. Habiendo acampado en la llanura, al pie del Monte Sinaí por poco más de once meses, los israelitas estaban a punto de viajar a través del país de los desiertos de nuevo –el mismo desierto en el que deambulaban los madianitas nómadas, donde Moisés pasó cuarenta años como pastor. Sin embargo, el viaje fue presagiado por un encuentro con un miembro de su familia extensa, que Moisés debe de haber encontrado angustiante. Su respuesta nos dice mucho acerca de él; ofrece una visión humana poco común del carácter del hombre que desafió a Faraón y que soportó, durante cuarenta años, los caprichos de los israelitas recién emancipados, y nos recuerda que a veces es muy importante que nos tomemos tiempo para animarnos unos a otros.
Cuando los israelitas estaban a punto de comenzar su viaje desde la llanura del desierto de Sinaí, “entonces dijo Moisés a Hobab, hijo de Ragüel madianita, su suegro: Partimos para el lugar del cual Jehová ha dicho: Yo os lo daré. Ven con nosotros y te haremos bien; porque Jehová ha prometido el bien a Israel”. Moisés fue rechazado, cuando se le dijo: “No, no voy a ir, sino que voy a volver a mi propio país y a mi parentela”. Pero Moisés no aceptaría fácilmente un “no” por respuesta. Instó a Hobab: “Te ruego que nos dejes; porque tú conoces los lugares donde debemos acampar en el desierto, y nos serás en lugar de ojos. Si vienes con nosotros, cuando tengamos el bien que Jehová nos ha de hacer, lo vamos a compartir con ustedes” (Números 10:29-32).
¿Quién era exactamente Hobab? ¿Por qué a Moisés le interesaba su compañía, tanto que estaba dispuesto a ofrecerle una parte de la herencia de los israelitas en Canaán?
Moisés se había casado con una de las siete hijas de “un sacerdote de Madián” (Éxodo 2:16). El nombre de este sacerdote es uno de los enigmas del Pentateuco. En Éxodo 2:18 es nombrado como Reuel (aunque dependiendo de la traducción de la Biblia que se utiliza, es a veces escrito Raquel, pero ambas son en realidad, simplemente, transcripciones diferentes del mismo nombre hebreo). Sin embargo, al final de la historia del exilio de Moisés en el desierto, o más bien al comienzo de la historia de la zarza ardiente, nos encontramos con una descripción de Moisés “apacentando las ovejas de Jetro, su suegro, sacerdote de Madián” (Ex 3:1, énfasis añadido). Luego, a través de Éxodo capítulo 18, “el sacerdote de Madián y suegro de Moisés” es consistentemente llamado Jetro (18:1). Él es descrito explícitamente por su nombre como “Jetro, suegro de Moisés”, o como “su suegro Jetro”, o (al describir la conversación de Jetro con Moisés) como “tu suegro, Jetro” otras cuatro veces (18:2, 5, 6, 12 NVI). El término “suegro” se utiliza ocho veces en los otros 27 versículos del capítulo 18. En Números 10:29, sin embargo, nos encontramos con el suegro de Moisés llamado Reuel de nuevo –o posiblemente Hobab: “Moisés dijo a Hobab, hijo de Reuel el madianita, su suegro: estamos partiendo para el lugar . . .”
En la traducción, como en el hebreo, el texto no aclara si Hobab es el suegro de Moisés, o si es el hijo de Reuel, suegro de Moisés, de modo que Hobab sería cuñado de Moisés. Teniendo en cuenta que en Éxodo 2, Reuel es el nombre del padre de la esposa de Moisés, Séfora, la interpretación puede parecer evidente. Sin embargo, en Jueces 4:11 se nos dice que Heber ceneo (cuya esposa, Jael, mató a Sísara, el general amorreo opresor) fue uno de “los hijos de Hobab, suegro de Moisés”. La NVI traduce como “cuñado”, pero agrega una nota aclarando que “suegro” es una traducción posible –un ejemplo de cómo a veces la NVI “ayuda al texto”, aclarando para los lectores lo que no es necesariamente claro en el original.
Así, frente a esto, vemos que la Biblia identifica a dos, o incluso tres, hombres diferentes como el suegro de Moisés: Reuel, Jetro y Hobab. Es evidente que Hobab, en cualquier caso, es el hijo de Reuel, pero Hobab puede ser cuñado de Moisés, o Reuel el abuelo de la esposa de Moisés. Este tipo de diferencias es lo que lleva a algunos estudiosos a declarar que el Pentateuco es una mezcolanza de escritos reunidos, y que reflejan diferentes tradiciones (e incluso opuestas) sobre la historia de Israel, en lugar de una sola narración coherente. Para los eruditos, Éxodo 3 y 18 pertenecen a una tradición oral (o escrita) de la historia de Israel diferente a la de Éxodo de 2 o Números 10. La constante reiteración en Éxodo 18 de que Jetro era suegro de Moisés, probaría que un escriba que registró esta tradición intentó convencer a los lectores, por medio de la repetición, de que el padre de la esposa de Moisés no es el de la historia o tradición rival.
Sin embargo, hay otras explicaciones posibles. Los rabinos judíos que compilaron el Talmud en el siglo II d.C., también notaron las discrepancias, pero vieron soluciones alternativas. En primer lugar, no es algo desconocido que los personajes bíblicos pueden tener más de un nombre. El Comentario Bíblico Adventista del Séptimo Día cita el ejemplo de Salomón, que también fue llamado Jedidías; y Gedeón, que también fue conocido como Jerobaal, es otro ejemplo. En segundo lugar, uno de los dos (o tres) nombres podría ser un apodo, un epíteto, o un título.
“Reuel” significa “amigo de Dios”. Por lo tanto, podría muy bien ser una descripción, más que el nombre propio, del “sacerdote de Madián”, que, queda claro, rendía culto al Dios verdadero. Incluso si así lo hizo, adorando además a otras deidades y no exclusivamente a Jehová –como parece ser el caso— todavía esto lo distingue de los otros sacerdotes de las tribus del desierto (cf. Exo. 18:10-12, y Patriarcas y Profetas, p.247). Aunque algunos de los talmudistas sencillamente creían que el suegro de Moisés tenía más de un nombre, muchos eran de la opinión de que Jetro era su nombre, mientras que Reuel era su título como el sacerdote de Madián que conserva el conocimiento del Dios de Abraham –el ancestro común de los madianitas y de los israelitas (Gén. 25:1-2). Como alternativa, sin embargo, puede ser simplemente una descripción dada por el autor de Éxodo y Números, destinada a indicar el conocimiento que Jetro tenía del único Dios verdadero, lo que no era algo frecuente.
En cuanto a “Hobab” como un nombre posible, es más fácil de resolver. Nicolás de Lyra, teólogo franciscano francés del siglo XIV, Tostatus Abulensis, obispo español y exegeta del siglo XV, y Paul Fagius, erudito bíblico protestante de Alemania de comienzos del siglo XVI, se encuentran entre los que creen, basados en Números 10 y Jueces 4, que Hobab era el suegro de Moisés, y no su cuñado. En hebreo, sin embargo, como en la traducción al Castellano y demás leguas modernas, la sintaxis de Números 10:29 no es clara: la identidad del suegro de Moisés podría ser Reuel o podría ser Hobab, y como Reuel es llamado en otro lugar “padre de Séfora”, identificar al suegro de Moisés como Hobab realmente se basa en Jueces 4:11. Pero esto no es ninguna base segura en absoluto. Porque, como señaló Calvino no mucho tiempo después de Fagius, y como afirman los Comentarios y Diccionarios de la Biblia modernos, no hay una palabra hebrea específica para “suegro”. Más bien, es muy probable que el sustantivo hebreo חתן significaba cualquier familiar político o por matrimonio. Es cierto que se usa más frecuentemente la traducción “suegro”, pero éste no es su significado específico, por lo que (como pasa con tantas palabras hebreas) el significado tiene que ser establecido por el contexto. ¡Algunos traductores de la Biblia evitan que haya problemas traduciendo “pariente”!
Así, incluso si es Hobab el que es señalado en Números 10:29 como suegro de Moisés, en lugar de Reuel (y como ya se señaló, es imposible estar seguro de la sintaxis del original), es también probable que se lo llamara cuñado de Moisés. Teniendo en cuenta las costumbres locales, Hobab puede no haber sido el hermano de Séfora, sino el marido de una de sus seis hermanas (Éxodo 2:16). En resumen, dado que Hobab nunca es mencionado antes de Números 10, que otros dos nombres (o títulos) se suministran para el suegro de Moisés, y que la palabra traducida como “suegro” probablemente puede indicar otros parientes por matrimonio, la interpretación más lógica de Números y Jueces es que Hobab era hermano de Séfora, o su cuñado, y por lo tanto, era cuñado de Moisés (y esta es también la posición de Elena G. de White, evidentemente, aunque ella no aborda el asunto de manera explícita: cf. Patriarcas y Profetas, p.628).
Hay un asunto final, y es que esta última identificación también tiene más sentido en vista de lo que se nos dice en Éxodo, y ahora en Números. En Éxodo 18 se nos dice que Jetro había vuelto a casa (v. 27) y el contexto sugiere que esto sucedió después de una visita de sólo unos pocos días (v. 13). Teniendo en cuenta que Moisés ya era de edad avanzada, aunque Séfora hubiera sido mucho más joven que su marido, el padre de ella debe haber sido aún mayor, tal vez débil y, ciertamente, apenas capaz de soportar las exigencias agotadoras de la travesía del desierto que los israelitas estaban a punto de enfrentar. Por lógica, entonces, Hobab tiene más probabilidades de haber sido cuñado de Moisés.
¿Acaso importa todo esto? Sí, creo que sí.
En primer lugar, está la cuestión de la fiabilidad de la Biblia; a veces somos demasiado fácilmente sacudidos por aparentes inconsistencias en las Escrituras. Sin embargo, con frecuencia, un estudio detallado muestra que las discrepancias son aparentes y fácilmente conciliables. La posición estándar de muchos estudiosos, cuando se trata de inconsistencias como éstas, se resume en el supuesto de un comentarista de Números, que dice que “las dificultades [sobre la identidad del suegro de Moisés] se derivan de la redacción de las tradiciones variantes” (P. J. Budd, Word Biblical Commentary, vol. 5, Números, p. 114). De hecho, en este caso hay soluciones más fáciles, y de hecho más evidentes, que debido a que indican una armonía entre los diferentes pasajes, también apoyan una “alta” opinión sobre la Escritura, que cree que es inspirada por Dios. Porque, incluso si el Pentateuco y el Libro de los Jueces fueron compilados y editados a partir de narraciones anteriores, un editor o compilador sin duda puede ser inspirado por Dios tanto como un autor original.
En segundo lugar está el hecho de que la comprensión de las relaciones familiares de Moisés da un panorama interesante sobre él. Porque aprendemos sobre Hobab a partir de la invitación que Moisés le hace para acompañar a los israelitas hacia la tierra prometida. A la luz de las prácticas culturales de la época, Moisés bien podría haberse sentido obligado a invitar a su suegro. Pero debido a que hay una enorme probabilidad de que Hobab era en realidad el hermano de Séfora, o incluso su cuñado, no habría habido ninguna obligación, o ésta no habría sido tan fuerte.
Así, al ofrecer a Hobab la posibilidad de aprovechar las “cosas buenas” que “el Señor ha prometido a Israel …”, y luego al instarlo a “compartir las bendiciones que el Señor nos da” (Núm. 10:29, 32), Moisés está mostrando una gran generosidad y preocupación por aquellos que no eran sus parientes de sangre. En efecto, ¡después de haber hecho la oferta, Moisés se preocupa de que su cuñado no crea que él no es más que una persona amable! Lo que encontramos aquí es un ejemplo de la generosidad de Moisés, de haber invitado a Hobab (y por ende a su familia extendida) a unirse a los israelitas en su viaje a la tierra prometida, y luego se toma el tiempo para convencer a su pariente renuente.
El autor de la lección tiene una opinión diferente. Él se centra en las palabras de Moisés en el versículo 31, lo que sugiere a Hobab como el posible líder de los israelitas en su camino, y ve esto como una señal de duda por parte de Moisés. Otros versos en el capítulo 18 dejan muy en claro que el Señor estaba guiando a Israel. ¿Por qué, entonces, de repente Moisés pediría a su pariente que sea “nuestros ojos” para que les diga a los israelitas “donde debemos acampar en el desierto”, a menos que Moisés hubiera olvidado que el Arca de la Alianza, la nube, y la columna de fuego fueron signos de la presencia de Dios con su pueblo? Aun teniendo en cuenta que, como madianita, familiarizado con esta parte del desierto, por razonamiento humano Hobab sería el líder lógico de la marcha, qué estaría haciendo Moisés si recurriera a la lógica humana, cuando Dios estaba conduciendo a los israelitas? La conclusión del estudio de la lección es que, en esta historia “vemos la humanidad de Moisés vacilando ante el desafío que se le presenta, sin recordar que el Dios que abrió el Mar Rojo también podría abrir una vía a través de los desiertos y facilitar la provisión de alimentos y agua”.
Sugiero que está bien que hagamos ver la humanidad de Moisés, pero de una manera mucho más positiva y fiel.
Como Calvino señaló hace casi cinco siglos, en el texto hebreo de Números 10:31, “hay más de una partícula causal”. Observó que, en lugar de traducir las palabras de Moisés como “porque conoces” (o “has conocido”) cuáles son los mejores lugares para acampar, “como si Moisés deseara retener a Hobab por ser de utilidad para sí mismo”, Moisés en realidad está diciendo: “Dado que, por esta causa, has conocido todos nuestros lugares de descanso”, etc. Moisés realmente le está diciendo a Hobab que irse ahora está en contra de su propio interés; es como si le dijera (como Calvino ha parafraseado): “¿Por qué has sufrido tantos inconvenientes hasta ahora, mientras dirigías nuestro rumbo, a menos que puedas disfrutar con nosotros de las bendiciones de nuestro reposo?” (Calvino, Comentarios sobre los cuatro últimos libros de Moisés, dispuestos en forma de una armonía, vol. 4).
Así pues, Moisés no está hablando aquí del futuro: no está diciendo “serás nuestros ojos en nuestro próximo viaje”. Más bien, le duele que su pariente esté a punto de abandonar a los israelitas justo antes de entrar en la tierra prometida, de hecho, a punto de abandonar la esperanza. Moisés le recordó que la recompensa por su ayuda prestada a los israelitas en el desierto se perdería si se diera por vencido ahora. En resumen, Moisés le alienta a continuar en el camino al que se había comprometido, de modo que pueda obtener la “cosas buenas” prometidas por el Señor.
El Libro de los Jueces nos dice que los descendientes de Hobab, los ceneos, estaban en Canaán –que vivían entre los israelitas, como un grupo distinto pero aliado y aceptado (Jue. 1:16; 4:11). Por lo tanto, es evidente que, aunque no se nos dice en Números, Moisés tuvo éxito en sus esfuerzos para persuadir a Hobab a quedarse. La familia de Hobab y sus descendientes, en definitiva, fueron introducidos en la verdadera adoración de Dios, además de ser introducidos en la tierra “que mana leche y miel”. Sin embargo, esto sucedió a pesar de su líder, y no por causa de él. Él había dudado y estaba dispuesto a renunciar. Pero Moisés no estaba dispuesto a renunciar a él.
Por medio de unas pocas palabras bien escogidas, en parte halagadoras (con énfasis en el conocimiento de Hobab del desierto y cómo sobrevivir allí), y en parte alentadoras (con énfasis en las promesas del Señor de recibir “cosas buenas”), Moisés aseguró que todo un clan fuera contado entre los adoradores del único Dios verdadero, ya que de otro modo, probablemente, como el resto de los madianitas, habrían sido idólatras y opresores del pueblo de Dios (cf. Jue. 6 y 7). En cambio, fueron libertadores del pueblo de Dios y bendecidos por el Señor (Jue. 4:17-22; 5:24). Lejos de “vacilar ante el desafío que enfrentó”, creo que Moisés, a pesar de todos los problemas que deben haber amenazado con desbordarlo, y que podrían no haberle dejado tiempo para los parientes de su mujer, vio los temores y las dudas de otro, y se tomó el tiempo para animarlo, para inspirar en él la esperanza que el propio Moisés tenía en el Dios que era el líder de Israel en el desierto.
Alabemos a Dios por los amigos y la familia extendida que no se dan por vencidos con nosotros, incluso durante nuestros años en el desierto.

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