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El Enemigo de la Fe

No debiera haberme sorprendido, pero la verdad es que no esperaba que el deseo de reformar el sistema para pagar por los servicios médicos en este país despertara la belicosidad y la desconfianza de una alta proporción de sus ciudadanos. Todos estamos muy conscientes de que este es el único país industrializado en que todos los ciudadanos por igual no tienen servicios médicos a su alcance. También sabemos que aquí se gasta pagando servicios médicos una proporción más alta de la producción nacional que en ningún otro país. Aunque parezca mentira, mientras que en este país los que pueden pagar tienen a su alcance la mejor medicina, las estadísticas de los resultados obtenidos en el tratamiento de diferentes enfermedades en diferentes países desarrollados no catalogan a los EE.UU. como el país con los mejores resultados. Lamentablemente, está lejos de serlo.
Todo esto hace que case todos los ciudadanos estén de acuerdo que se necesita reformar la forma en que se suministra y se paga por los servicios médicos. Casi todos ven la reforma del sistema como lo más razonable. Mientras que en el pasado la asociación de médicos, las empresas farmacéuticas y los hospitales se oponían a toda reforma del sistema que los beneficiaba pródigamente, esta vez estas tres ramas de la medicina apoyan al esfuerzo por la reforma del sistema.
La fuerza más poderosa en este complicado aspecto del bienestar público, sin embargo, no tiene nada que ver con la medicina. Controla la bolsa que paga por los servicios médicos. Es el conglomerado de compañías de seguros que cobran las quotas y pagan a los médicos, los hospitales y las farmacias. Mediante generosas contribuciones a las campañas presidenciales y legislativas de ambos partidos políticos, la docena de compañías de seguros gigantes han creado un sistema muy beneficioso para ellas. Como resultado el costo de los servicios médicos está llevando al país a la bancarrota, pero los ejecutivos de esas compañías reciben, además de sus exorbitantes sueldos, aguinaldos anuales de decenas de millones de dólares.
Siendo este el caso, es razonable que la gran mayoría de los ciudadanos de este país estén a favor de reformar el sistema para pagar los servicios médicos.
Las compañías de seguros y sus beneficiarios directos y algunos controlados ideológicamente han montado una campaña extremadamente bien financiada para evitar que se reforme el sistema. Su campaña está basada en un principio básico de la vida humana. Cuando las cosas se presentan de cierta manera, el miedo generalmente triunfa sobre la razón.
Basándose en este principio los que se oponen a la reforma han diseminado todo tipo de mentiras que atemorizan a muchos. Todos sabemos que en algún momento, talvez el menos propicio, necesitaremos asistencia médica. Pocas cosas pueden perturbarnos y hacernos temer el futuro más que saber que cuando estemos en necesidad crítica de ayuda médica, ésta no estará a nuestro alcance. Usando al miedo como arma ofensiva las compañías de seguros y sus secuaces han logrado ofuscar la mente de muchos y hacer que la reforma que la gran mayoría piensa ser razonable y necesaria esté en peligro de no llevarse a cabo.
Por supuesto, las circunstancias económicas por las que pasa el país han contribuido significativamente al éxito de la campaña que se opone a la reforma. La depresión económica ha hecho que el desempleo afecte al 10% de la población. Algunos sectores, sin embargo, están sufriendo hasta un 20 o un 25 % de desempleo. Muchas empresas han cerrado sus puertas y las que están sobreviviendo la crisis se están re-organizando más frugalmente. Esto hace que los que tienen empleo teman quedar desempleados en un futuro cercano. Cuando a este ambiente de temor se le añade el temor a la falta de acceso a los servicios médicos, el temor triunfa rotundamente sobre la razón.
Una de las verdades que los evangelios hacen clara, pero que pocos conocen es que el enemigo de la fe no es la duda. En realidad, la duda es la compañera inseparable de la fe. El verdadero enemigo de la fe es el miedo. Siendo que el miedo pareciera normalmente triunfar sobre la razón, el cristiano debe estar alerta para que el miedo no triunfe sobre la fe. Esta verdad está explícitamente expuesta, especialmente, en el evangelio de Marcos.
En Marcos se enfatiza la oposición de la fe con el miedo. En ambos relatos de Jesús calmando la tempestad se menciona que el miedo ha paralizado a los discípulos. En el primer relato esta oposición es explícita. Jesús le pregunta a sus discípulos en la barca: “¿Por qué estáis aterrados? ¿Por qué no tenéis fe?” El evangelista entonces nos dice que “un gran miedo los tenía miedosos” y ellos se preguntaban “¿Quién es éste que aún el viento y la mar obedecen?” (4:40-41). El lector con entendimiento no puede dejar de notar que el mar agitado por el viento, el mar tempestuoso, es la fuente primordial del miedo. Es el ámbito de las tinieblas y la muerte. En ese mar, en vez de reconocer a Jesús por fe, los discípulos permanecen ignorantes de su identidad, constreñidos por el miedo.
El segundo relato cuenta que Jesús se acerca caminando sobre la mar a media noche. Los discípulos han estado luchando por salvarse en medio de la tormenta. Al ver a Jesús acercándoseles, pensando que se trata de un fantasma, se aterran. Esta vez Jesús explícitamente se identifica: “Soy yo”. Entonces, en vez de decirles, “Tened fe”, les dice, “No temáis” (6:50).
En varias de las curaciones relatadas en este evangelio se hace referencia al miedo. Los gadarenos, que salen de la ciudad para averiguar qué ha sucedido con el endemoniado y con sus puercos, al ver al endemoniado sano tuvieron miedo y como resultado le dicen a Jesús que se vaya de allí (5:15). Por contraste, de camino a curar a la hija del líder de la sinagoga, una mujer con flujo de sangre le toca la ropa y se siente curada. Cuando Jesús se detiene y la identifica, la mujer “con miedo y temblando” se le acerca y le dice la verdad. Jesús entonces le dice “Tu fe te ha salvado” (5:33). Su transformación es del miedo a la fe. Para ese entonces llegan mensajeros que anuncian que no es necesario que Jesús vaya a la casa del líder de la sinagoga puesto que su hija ha muerto. Ante esta encrucijada, Jesús le dice al líder de la sinagoga: “No temas, solamente ten fe” (5:36). Otra vez la oposición es explícita.
El evangelio de Marcos es notable por la manera negativa en que caracteriza a los discípulos. Una vez Jesús emprende el camino a Jerusalén, repetidas veces les explica a los discípulos que le es necesario cumplir su vocación. El evangelista explica a sus lectores que los discípulos “no entendían” lo que les decía y “tenían miedo” de preguntar (9:32). La ofuscación intelectual y el miedo van juntos..
Mi cuadro verbal preferido en Marcos dice: “Estaban en el camino subiendo a Jerusalén, y Jesús iba adelante solo y los que le seguían estaban espantados y tenían miedo” (10:32). Estas pocas palabras son la definición de la falta de fe que hizo que en Jerusalén todos los discípulos lo abandonaran en el momento crítico.
Finalmente el broche de oro. En los manuscritos más antiguos del evangelio de Marcos, el evangelio termina abruptamente en el capitulo 16, versículo 8. Los versículos anteriores cuentan que varias mujeres fueron a la tumba el domingo por la mañana temprano para ungir el cuerpo con drogas aromáticas. En vez del cuerpo encuentran allí a “un mancebo vestido con una túnica blanca”, y se asustan. El desconocido les encomienda que le digan a los discípulos y a Pedro que Jesús ha resucitado y que quiere encontrarse con ellos en Galilea, según ya les había dicho. El evangelista entonces cierra el libro diciendo: “y ellas saliendo, huyeron del sepulcro porque tenían temor y espanto, y no le dijeron nada a nadie porque tenían miedo” (16:8).
Pareciera como que con este toque final el evangelista nos dice que entre los primeros discípulos el miedo triunfó sobre la fe. Pero tal no puede ser el caso puesto que él escribió el evangelio para proclamar su fe. Como muchos desde entonces, el evangelista pareciera estar haciendo suyas las palabras del padre del mudo que Jesús y sus discípulos encontraron al bajar del monte de la transfiguración. A ese padre Jesús le dijo: “Si puedes creer, al que cree todo es posible”. El padre entonces clamó: “Creo, ayuda mi incredulidad” (9:24).
Este evangelio anuncia que la fe con sus dudas (sus incredulidades) triunfa sobre el temor y el miedo. El Cristo que camina sobre la mar hace callar al viento y la mar. El cristiano de fe también triunfa sobre el miedo y la muerte. Es una verdadera tragedia que en la vida natural de los humanos el miedo triunfe sobre la razón. La falta de entendimiento y el miedo andan juntos, pero la fe que triunfa sobre el miedo no apacigua toda inquietud intelectual..
Es de recordar que Marcos es el más apocalíptico de los cuatro evangelios. Por lo tanto la manera en que la fe se sobrepone al miedo tiene que entenderse dentro de ese marco. El apocalipticismo es la manera de defender la justicia de Dios en un mundo injusto. Si bien el miedo es algo que predicadores apocalípticos usan para hacer conversos, miedo de Dios no es un buen motivo. El apocalipticismo proclama la victoria de la justicia de Dios sobre la injusticia del mundo, pero lo que vence al mundo no es el miedo. “Esta es la victoria que vence al mundo, vuestra fe”. Como teología de la justicia, el apocalipticismo se basa en el Antiguo Testamento y predica el temor de Jehová. En esta tradición teológica, sin embargo, “temer” indica respeto y obediencia, asombro ante el Todopoderoso y Santo. Otra cosa muy distinta es el miedo que paraliza la fe y no le permite actuar. Como bien dijera el apóstol Pable, la fe obra por el amor que le da validez a la obediencia de fe. Según el evangelio, el amor quita el temor. El miedo, como una virtud de este mundo, triunfa sobre la razón. La fe es la virtud espiritual que triunfa sobre el miedo.

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