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Jesús y las cartas de Juan

(Traducido por Carlos Enrique Espinosa)

El enorme entusiasmo que brilla a través de las cartas de Juan revela el corazón de su mensaje: ¡Hay un nuevo significado y propósito para la vida, porque Dios ha llegado a nosotros y vendrá otra vez! Escribiendo como un adolescente hiperactivo más que como un anciano en sus ochenta o noventa, Juan es el arquetipo de aquél que convence, el testigo que presenta la prueba de lo que él mismo ha visto, conocido, escuchado e incluso manipulado (1 Juan 1:1). Esta flagrante promoción está totalmente justificada, porque Juan es la última “autoridad” que queda viva y que puede hablar personalmente sobre la vida y obra de Jesús, y sobre cómo la experiencia de conocer a Cristo ha transformado totalmente su vida. Y no sólo la suya sino la de toda la comunidad cristiana, que ahora enfrenta amenazas de revisionistas y nuevos intérpretes que han tratado de negar la realidad física de Jesús como Dios: que Dios realmente ha venido en carne humana.

Las cartas de Juan no son meras memorias nostálgicas; se trata de una palabra viva y dinámica para todos los que la escuchan, porque no es tanto un recuento del pasado sino más bien un tratado sobre las consecuencias del tema “Dios en Jesús” para el presente y el futuro. Juan es un teólogo de la esperanza dos milenios antes que la “Teología de la Esperanza” de Jürgen Moltmann, o la “Fe y Realidad” de Wolfhart Pannenberg, o “El futuro de Dios” de Carl Braaten. Escribiendo con claridad increíble, Juan expresa con fuerza su convicción de que el reconocimiento de Dios en Cristo lo cambia todo. Porque es Juan el que registró las palabras de Jesús a Felipe: “si me has visto a mí, has visto al Padre”, y “Yo y mi padre somos uno”, y que por consiguiente Jesús ya no nos llama siervos sino amigos, porque ahora conocemos “la empresa del Maestro”. Estamos adentro, con Dios, porque lo conocemos tal como es y confiamos en él.

Tampoco las cartas de Juan se expresan en una forma vaga, teórica. Aquí está la verdad del evangelio en forma resumida. En estas pocas páginas, escritas por Juan en medio de todo el ajetreo de la vida, tenemos una ventana a la motivación para su vida que él encuentra en las palabras y la persona de su amigo Jesús. Juan lo resume para nosotros—cómo conocer y confiar en Jesús, el que vino a mostrarnos cómo es el Padre. Estas no son reflexiones filosóficas o dogmáticas. ¡Es la presentación emocionada y palpitante de alguien que realmente conoce, cuyo principal objetivo en la vida es comunicar la increíble buena noticia de Dios! Aquí está su declaración de confianza en Dios, su expresión de fe: absolutamente convencida, prácticamente pertinente, e íntimamente personal. Esta es la buena noticia del “discípulo a quien Jesús amaba”. Como escribió Martín Lutero, acerca de 1 de Juan: “Yo nunca he leído un libro escrito en palabras más sencillas que éstas, y, sin embargo, las palabras son inexpresables”.

Al examinar las cuestiones de autoría, rara vez se ha cuestionado que el que escribe sea realmente el Juan los Evangelios, porque negar esto sería negar la autenticidad de las epístolas en sí mismas y rechazar por completo su mensaje—porque es el mensaje de Juan. Este es el testimonio de Juan, el testigo: “Tenemos que escribir y decir esto sobre él, porque mientras más se extiende esta hermandad, mayor es la alegría que nos trae a los que ya estamos en ella” (1 Juan 1:4, Phillips). Aquí está la razón, no sólo de por qué escribir esta carta, sino también de compartir la verdad tal como es en Jesús.

Juan sigue el ejemplo de su amigo y Señor. No es para él el largo tratado teológico, es decir, el tratado formal. Juan sigue siendo un hijo del trueno en su convicción y confianza. Utiliza palabras poderosas y sencillas para expresar su mensaje. De hecho, sólo usa un vocabulario limitado, y algunos la menosprecian diciendo: “Esto no es teología seria”. Pero, como Jesús, Juan comparte la verdad de Dios de la mejor manera—en palabras que un niño puede entender, pero con el más profundo significado. Antes de su muerte, mi padre me escribió acerca de las cartas de Juan: “las Epístolas de Juan son recordatorios sorprendentes de lo fácil que es perder el contacto con ‘la simplicidad que es en Cristo’. Necesitamos el consejo de Juan para realmente vivir la vida cristiana día a día—‘Si decimos y no hacemos … mentimos’, pero si andamos en luz, tenemos paz para con Dios ….”

Más que nada, el interés de Juan es explicar el sentido. Los otros escritores del Evangelio se centran en los acontecimientos; Juan quiere saber lo que significan. Aquí en las epístolas de Juan, así como su Evangelio, tenemos el resultado de toda una vida de reflexión sobre el significado de la vida de Jesús y sus implicaciones. Se trata de la última voluntad y testamento de Juan, su declaración de lo que es verdaderamente esencial en la gloriosa buena noticia de Dios. Es como si alguien hubiera llegado hasta Juan para una última entrevista, preguntando: “Entonces Juan, ¿cuál es la más importante de sus creencias? ¡Déme el evangelio en una palabra!” Así que Juan suprime todo lo que no es absolutamente necesario, y proporciona una maravillosa e inspiradora visión del don divino de la gracia y la salvación, tal como es revelado en la persona de Jesucristo.

Juan está preocupado de que las evidencias—lo que sabe y lo que ha experimentado—no se pierdan. Escribe estas cartas para tratar de ambas cuestiones prácticas y para fomentar su continuidad—porque ya hay ideas flotando alrededor de la comunidad cristiana que deben ser refutadas. Como dice Pablo, el “misterio de la iniquidad” ya estaba operando en la iglesia, como es el caso de algunos que trataban de negar la presencia física de Cristo (que asumió la forma humana sólo en apariencia, porque un Dios no puede ser parte del “mal” de este mundo físico), mientras que otros promovían la idea de que Jesús era un defensor del “conocimiento secreto” como una forma de salvación. “¡No!”, dice Juan, con el mayor énfasis.

El que existía desde el principio, al que hemos escuchado y visto con nuestros propios ojos, y tocamos con nuestras propias manos, Él es el Verbo de vida. Esta es la vida misma que fue revelada a nosotros, y la hemos visto. Y ahora testificamos y proclamamos que en Él está la vida eterna. Estaba con el Padre y fue revelada a nosotros. Proclamamos lo que nosotros mismos hemos visto y oído, para que también ustedes puedan tener comunión con nosotros. (1 Juan 1:1–3 NLT)

¡Qué gran declaración de misión, eslogan, lema—llámelo como quiera! Este es un resumen del increíble mensaje—basado en la experiencia personal y la convicción. Este pasaje resumen se hace eco de Génesis 1:1, al igual que en el Evangelio de Juan. Dios es el principio—y es la Palabra de vida, que era en el principio con Dios, y era Dios. Sólo cuando creemos en la evidencia de Dios y su carácter podemos proceder—porque la creencia debe estar basada en lo que hemos examinado, y que determinamos como la verdad para nosotros mismos.

Sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y él nos ha dado entendimiento para que podamos conocer al verdadero Dios. Y ahora vivimos en comunión con el Dios verdadero, ya que vivimos en comunión con su Hijo, Jesucristo. Él es el único Dios verdadero, y él es la vida eterna. Queridos hijos, manténganse alejados de todo lo que pueda tomar el lugar de Dios en sus corazones. (1 Juan 5:20, 21 NLT)

Que esto pueda ser verdad para todos nosotros.

El autor y teólogo Jonathan Gallagher es un ex representante de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en las Naciones Unidas. Presenta un dinámico debate de la Escuela Sabática en www.sabbathschoolstudy.org.

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