Skip to content

Cartas desde Camelot (y V): Principios de convivencia

camelot_3

A quien pueda interesar (o como decía un amigo: “Quien tenga oídos para oír, oiga”):

Los camelotitas somos apasionados. Sabemos de la importancia de nuestra misión y de nuestro destino y queremos que se cumpla cuanto antes. ¿Qué cuál es nuestra “misión” y “destino”? Algo tan simple como expandir el ideal de Camelot a todo el bárbaro mundo exterior y la certeza, que no solo esperanza, de un destino eterno junto al Fundador.

Por ello leemos, meditamos e investigamos el Documento Fundacional intentando definir cuál es el ideal de Camelot y cuándo se cumplirá nuestro destino.

Si algo ha enriquecido siempre nuestra ciudad es la variedad de personas que la componemos, de todas las clases sociales, de todas las culturas, de todos los niveles educativos, cada una con su propia historia y su encuentro personal con el Fundador. Por eso las ideas en cuanto a cómo leer el Documento Fundacional y sobre todo las conclusiones a las que llegamos no pueden ser exactamente iguales. A lo que sí debemos aspirar es a reunirnos en torno a una serie de principios básicos emanados del Fundador y presentes en el Documento: amor, alegría, paz, bondad, paciencia, tolerancia, dominio propio, fidelidad y humildad. Este es nuestro ideal de vida en Camelot, porque estos son los principios que regirán nuestro destino eterno.

En nuestro estudio del Documento, nos apasiona creernos poseedores de la Verdad, o de la mayor cantidad de Verdad posible; nos gusta sentirnos portadores de Luz para alumbrar al oscuro caos exterior. Y este es, creo yo, el origen de todos nuestros problemas de convivencia.

Creemos que debemos proteger la Verdad, cuando es la Verdad la que nos protege a nosotros. Creemos que debemos llevar la Luz, alumbrar al caos exterior y no nos damos cuenta de que no poseemos la Luz, sino que la Luz se refleja en nosotros, no para que seamos vistos, sino para que otros encuentren el camino hasta nuestra ciudad.

Creemos que nuestra comprensión del Documento Fundacional es la correcta, la única correcta. Así que, lo estudiamos con la única finalidad de justificar nuestra Verdad. Olvidando los principios básicos, nos enfrascamos en eternas discusiones sobre de lo que dice y deja de decir el texto Fundacional.

Y casi sin darnos cuenta hemos creado dos bloques de oposición: los unos llamados conservadores, fundamentalistas, cerrados de mente, derechistas, legalistas…; los otros tachados de progresistas, relativistas, liberales, secularistas, izquierdistas, descreídos…

Estas diferencias de pensamiento se van haciendo cada vez más y más grandes porque el centro de nuestro estudio no es la persona ni las enseñanzas del Fundador sino el rebatir y demostrar que los demás están equivocados. Utilizamos el Documento Fundacional como un arma de ataque a nuestros conciudadanos, en vez de utilizarlo como un instrumento de encuentro con su Inspirador.

En nuestra pasión por demostrar que nosotros tenemos razón, se teje una red de confianza y desconfianza hacia las personas que nos rodean a partir de tres premisas:

 

  • El que no piensa como yo está contra mí.

  • Los amigos de mis enemigos son mis enemigos.

  • Si mi amigo no está de acuerdo al 100% conmigo, es un traidor.

 

Atacamos sin contemplación a todo el que pueda mostrar una opinión distinta a la nuestra, lo aislamos y lo vamos reduciendo hasta que, con un poco de suerte, decida él mismo abandonar Camelot. Y cuando lo hace, nos sentimos satisfechos y orgullosos de haber limpiado la ciudad, de mantener la pureza de Camelot. Y además, vamos presumiendo de nuestros logros: “¿Has visto lo limpio que tengo mi barrio?¿Has visto qué bien he educado a mis vecinos? Es que los que sobraban se han ido, ¡por fin! No somos como ese otro barrio…”

Por el camino estamos perdiendo la alegría de encontrarnos con los vecinos, la tranquilidad de sentirte a salvo y en paz entre aquellos que aman al Fundador tanto como tú. No te atreves a ser amable con unos y con otros no vaya a ser que te confundan con el enemigo. Perdemos la paciencia y los modales al más mínimo desacuerdo y, por supuesto, cuando hablamos de Verdad olvidamos qué es la tolerancia, esa tolerancia por la que el Fundador nos admitió en su ciudad.

¡Ojo! Entonces, ¿todo vale en Camelot? No, en absoluto.

El Documento Fundacional no puede ser leído ni interpretado de forma acrítica ni en beneficio de intereses particulares. Porque si analizamos las conclusiones a nuestra investigación y éstas no se traducen inmediatamente en amor, alegría, paz, bondad, paciencia, tolerancia, dominio propio, fidelidad y humildad, estas conclusiones están equivocadas, porque no emanan del Fundador.

Tampoco digo que cualquier forma de vida sea compatible con el ideal de Camelot. Ya que, si analizamos nuestro estilo de vida y los demás no encuentran en nosotros amor, alegría, paz, bondad, paciencia, tolerancia, dominio propio, fidelidad y humildad, no es el estilo de vida que el Fundador quería para nosotros.

Si tan solo recordáramos que esta ciudad es y seguirá siendo del Fundador, que nosotros somos solo los habitantes y que debemos cuidarnos los unos a los otros aplicando los principios básicos, esta guerra terminaría.

Tal vez ésta sea la clave para evitar todos nuestros problemas de convivencia. Si vivimos nuestra ciudadanía con amor, alegría, paz, bondad, paciencia, tolerancia, dominio propio, fidelidad y humildad solucionaremos los problemas y las diferencias nos enriquecerán. Nos olvidaremos de las crisis espirituales. Surgirán Caballeros y Sabios verdaderamente carismáticos que nos liderarán y harán brotar de nuevo la ilusión. Y desaparecerán los vendedores ambulantes, los de los productos amenazantes y los de la estafa de cajas vacías y huecas.

Los habitantes del caos exterior verán en nosotros el reflejo del Fundador y se mudarán a nuestra ciudad en tal número que tendremos que derribar nuestras murallas desparramando el ideal del Fundador hasta que desaparezca el caos. Y tal vez, solo tal vez, todos esos vecinos, los vecinos de toda la vida, los que pasean por el extramuros o los que desaparecieron, se vuelvan sentir otra vez como en casa.

No sé si lo conseguiremos, a veces la esperanza me falla. Pero si algo me ha enseñado la vida es a distinguir entre lo fundamental y lo accesorio, a saber en quién y a quién he creído, y actuar en consecuencia, desde la soledad, si es necesario.

Hasta siempre, desde Camelot, dentro o fuera de las murallas, qué más da, pero siempre viviendo el ideal del Fundador.

[Invitamos a nuestros lectores a que tengan en cuenta nuestro compromiso de buenas prácticas a la hora de publicar comentarios. Los artículos y comentarios publicados en Café Hispano contienen las opiniones de sus autores y en ningún caso Café Hispano se hace responsable de las mismas. Si usted quiere publicar o simplemente contactar con Café Hispano, escriba a editorcafehispano@gmail.com]

Subscribe to our newsletter
Spectrum Newsletter: The latest Adventist news at your fingertips.
This field is for validation purposes and should be left unchanged.