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Paradojas temporales del arte prehistórico

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“Papá, mira ¡bueyes!” Estas inocentes palabras, pronunciadas en 1880, habrían de convertirse en el principio de una revolución para la antropología y la arqueología.

Cuando Marcelino Sáez de Sautuola mostró al mundo aquello que fue visto por vez primera tras milenios, por su hija María, en el techo de la cueva de Altamira (Santander), pocos le dieron crédito. Los arqueólogos franceses, los más influyentes por aquel entonces, imbuidos del pensamiento evolucionista no estaban dispuestos a aceptar que un predecesor humano pudiese pintar en el techo de una cueva aquellas maravillas.

A tal punto llegó el desprecio, que Marcelino murió sin ser reconocido su hallazgo y por tanto apesadumbrado, al comprobar que aquella realidad era considerada una mentira.

Los arqueólogos franceses tuvieron que pedir perdón y reconocer que aquella Capilla Sixtina del arte rupestre era real. Marcelino sólo fue creído por unos pocos, tal fue el caso del profesor Juan Vilanova, catedrático de Geología, que no era seguidor del evolucionismo. Para la teoría de la evolución, aquella espléndida muestra artística sólo podía ser la producción de un ser humano actual, con una capacidad intelectual superior. El prejuicio incapacitaba al prehistórico habitante de la caverna para realizar semejante prodigio. Aquel, habría sido, a lo sumo, un casihumano.

La fe creacionista muestra, sin embargo, a un ser humano perfecto, frente al humano haciéndose por millones o cientos de miles de años, en progresivo crecimiento, tal y como postula la evolución.

Tras admitirse que aquella era la obra de humanos pretéritos, el paradigma evolucionista siguió marcando el modo de interpretar el arte rupestre. En 1994, se descubrió la cueva de Chauvet, otra maravilla de arte paleolítico, en Francia. Solo es comparable a los más espléndidos casos, tales como Lascaux o Altamira. Sin embargo, su situación temporal, resulta controvertida.

Las dataciones estándar sitúan las pinturas del techo de los policromos de Altamira en unos 14.000 años, en el Magdaleniense. De un momento próximo a este parecen ser también las realizaciones de Lascaux, en Francia. Por su parte, la mayor parte de indicios apuntaban a que las pinturas de la cueva de Chauvet, eran anteriores. Lo que no cuadraba es que unas representaciones tan perfectas y modernas ocupasen espacios temporales más antiguos y sin embargo, parece que es así.

Acaba de publicarse en la revista PNAS una nueva datación que sitúa las pinturas de esta cueva como las más antiguas datadas hasta la fecha. El estudio geomorfológico y el isótopo de cloro 36Cl así lo indican, de nuevo.Si estilísticamente no podían ser anteriores a los 22.000 años estándar, lo cierto es que pertenecen a una cronología de unos 32.000 años estándar.

Como comentan los autores de esta investigación:”… este estudio confirma que las pinturas de la cueva de Chauvet son las más antiguas y elaboradas alguna vez descubiertas, desafiando nuestro actual conocimiento de la evolución cognitiva humana.” ¡Si Marcelino Sáez de Sautuola levantase la cabeza!

 

Bilbiografía

1. Sadier, y otros. 2012. Further constraits on the Chauvet cave artwork elaboration. Proceedings of the National Academy of Sciences USA 109: 8002-8006.

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