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El ministerio mesiánico de Abigail

El primer encuentro de David con Abigail es una experiencia masculina arquetípica. Al poner de manifiesto esta perspectiva de los impulsos masculinos políticamente incorrectos y sin filtrar, no estoy queriendo agregar combustible el debate de género. Sólo clasifíquelo como las primeras impresiones, espontáneas y honestas, que me causa la lectura de un texto bíblico. El pasaje evoca una pregunta muy común entre los hombres, y mucho más a menudo sólo ponderada casi inconscientemente: ¿Por qué las mujeres más bellas e inteligentes están casadas con completos idiotas (de griego moros = estúpido, idiota)? Así que, en todo caso, parece que los que nos creemos hombres inteligentes y guapos, tenemos momentos de olvido acerca de la belleza nuestras esposas, o simple ausencia de espejos de auto-evaluación.

El texto no da una respuesta satisfactoria a este asunto (a menos que la muerte de Nabal esté infundiendo esperanza o miedo en Ud.), pero sí nos habla de una heroína de la fe y del coraje. Y a través de la visión de una mujer tan bella e inteligente, los varones nos enfrentamos a dos realidades que tenemos que considerar (que podrían en última instancia servir como respuestas a nuestra pregunta inicial):

1. Todavía consideramos a las mujeres como personajes de fondo, cuando deberían ser protagonistas principales.

Volviendo la mirada a la casa de Nabal, ¿quién debería haber estado a cargo? ¿Quién debería haber sido encargado/a de dialogar y negociar? ¿Quién debería haber tomado las decisiones finales? Nabal parece haber sido un buen hombre de negocios, sí, pero imagínese –de manera muy materialista— el beneficio que podría haber tenido su compañía si se hubiera nombrado a Abigail como CEO [oficial ejecutiva jefa]. El mundo sabe que una mujer guapa e inteligente es una bomba en el arsenal. La inteligencia combinada con escote, se dice, puede hacer milagros. Mamón sabe lo que pueden hacer las mamás (nunca ha sido dicho mejor). Todo el mundo lo sabe. Nabal no. Eso es lo que hace que el texto (y su propia esposa) lo llame abiertamente e incluso lo nombre así: un tonto. En un mundo dominado por los hombres, el 50% de las ganancias parecen irse por el desagüe, porque el género determina la función.

Sin embargo, Jesús quiere que su iglesia se construya sobre la base del talento (Mateo 25:14, ss). Abigail tiene talento y lo demuestra. Ella puede tomar decisiones rápidas, tiene una gestión de crisis impresionante, tiene el respeto de su personal y una influencia positiva, y puede hablar. Ella cambió la situación con un giro de 180 grados. Trate Ud. de cambiar la actitud de un David arrasador, reducido a un machismo vergonzoso, que jura estar dispuesto a derramar sangre, exclamando no dejar a nadie vivo de los que orinen en la pared (texto original), en alrededor de ocho versículos. Tiene una sola oportunidad, y el resultado es un David que alaba al Señor (v. 32). Me gustaría tener ese don con los miembros de la iglesia que van desahogar su furia en mi oficina. Me gustaría que todos se fueran alabando al Señor. Y me gustaría poder hacerlo en tan sólo ocho versos.

La verdad es que en todas las iglesias en las que he servido, hubo mujeres como Abigail. ¡Alabado sea el Señor! Y siempre que estemos dispuestos no sólo a darles el púlpito (ordenándolas) sino también a seguir su ejemplo, vamos a ver cumplido el sueño de Jesús. El talento cuenta, y el texto nos enseña cómo deberíamos ser llamados si no lo vemos ni lo utilizamos.

2. Actuamos bajo el impulso sexual y lo llamamos visión.

Hay una excelente conjunto de preguntas y respuestas que encontré en un libro sobre leyendas judías. La historia es contada de esta manera: David y sus hombres iban cabalgando cuesta abajo en la oscuridad. Abigail muestra sus muslos, que lucen tan brillantes que David los pudo ver a cinco kilómetros por la carretera. A pesar de que esta parte de la saga parece tan divertida a primera vista, revela el modus operandi incluso de los más fieles entre nosotros –hombres principalmente, pero también mujeres. Sigmund Freud lo llamó libido. Y si bien se tiende a identificar la libido con el deseo sexual, para Freud significaba mucho más. Él quería decir que somos llevados por fuertes impulsos y motivaciones que incluso pueden ser creativos. Pueden trabajar produciendo buenos fines y también fines destructivos. El impulso de David de la ira ciega es una expresión negativa de la libido, casi en el sentido animal de librarse de su oponente.

El hecho que David le pide a Abigail que se case con él, revela la tensión sexual que está presente en todo el espectacular despliegue de esa noche. La alabanza de David a Abigail en los versículos 32 y 33, parece ser a la vez honesta y deshonesta. Honesta porque Abigail gestiona con éxito para conseguir que David piense dos veces y se arrepienta de su deseo inicial de destrucción. Deshonesta porque el lector sabe instintivamente que mientras que David está impresionado por la espiritualidad de Abigail, su piadosa respuesta parece esconder una subyacente fascinación sexual, como lo revela su propuesta instantánea después de la muerte de Nabal.

Así es que yo mismo, como pastor, lleno de motivaciones aparentemente puras y santas, me he sentido atrapado y me he preguntado cuántas veces estoy ocupado en justificar buenos y nobles fines, sin reconocer ante mí mismo los impulsos subterráneos y arcaicos que motivan mis acciones, y que son tan fácilmente y, a veces, vergonzosamente expuestos por la mera visión de una mujer hermosa e inteligente.

Pero aquí está la buena noticia: Dios puede usar estos mecanismos del alma para sus propósitos más elevados.

3. Una historia de salvación.

Por último, esta es una historia de salvación. Como tal, adquiere una dimensión mesiánica. Cada vez que veo una lista de profecías mesiánicas del Antiguo Testamento, inmediatamente me doy cuenta de que la mayoría de ellas son presentadas como profecías mesiánicas debido a que evocan un paralelismo, un patrón, o una idea de la salvación tal como se revela en Jesucristo, el Mesías. Y eso ocurre aquí:

Abigail es una mujer que está luchando por la vida de su familia y la de los miembros de su personal. Al final, tanto ellos como Nabal le deben su supervivencia a ella (aunque el destino final de Nabal es una trágica muerte en la cara de la supervivencia, la última locura producto de endurecer nuestro corazón).

Pero hay más en el rescate realizado por Abigail, y David lo reconoce. Ella rescata la reputación de David, incluso su título de rey de Israel, por el que llegará a ser antepasado de Cristo. La historia revela dramáticamente el delgado hilo que atraviesa la historia de la salvación hasta la cruz y la resurrección de Jesús, y cómo Dios usó a las personas para evitar que ese hilo se rompa.

Hablar sobre Abigail un poco anacrónica e ingenuamente como un típico personaje secundario, que más bien debería ser considerado como figura principal en el escenario (ver más arriba), es quedarnos cortos con las connotaciones mesiánicas del texto. Sólo miremos los paralelismos:

  • Las palabras de Abigail son nada menos que proféticas. Al igual que Natán, más adelante en la vida de David, que apuntó con su índice a la cara del rey, diciéndole: tú eres el hombre (que mató al marido de Betsabé, 2 Samuel 12:7), Abigail, aunque de forma mucho más humilde y subordinada, y por lo tanto más eficaz, habló palabras de reproche profético en la cara de David: Que ninguna maldad sea hallada en ti en todo el tiempo que vivas (v. 28).
  • Entra en el escenario central montada en un burro.
  • Sus palabras están llenas del poder de convertir el odio y el afán de venganza en alabanzas.
  • Ella toma la culpa de otro sobre sí misma (v. 24).
  • Invita a David y su gente a una mesa de comunión, preparada con pan y vino (y algunas otras cosas).
  • Las palabras de Cristo a sus discípulos al lavarles los pies, parecen ser un eco de las de Abigail, diciendo: He aquí tu sierva, dispuesta a servir y lavar los pies de los siervos de mi señor (v. 41).

Esta es probablemente la razón por la que Elena G. de White comentó acerca de Abigail que “el Espíritu del Hijo de Dios moraba en su alma” (Patriarcas y profetas, p. 667). Y esta es, quizás, la más grande imagen de lo que los adventistas denominamos mediante la expresión bíblica “el Espíritu de profecía”: un don dado por Dios para influir en el curso de la historia de la salvación en cualquier escala, pequeña o grande, y para hacerlo de tal manera que el autor original sólo puede ser Dios mismo.

Y esta es también, quizás, la razón por la que no se oye mucho más acerca de esta mujer en el resto de la Escritura: para destacar plenamente el desarrollo de la historia de Dios interactuando con este mundo, se necesita gente que dé un paso atrás para dejar que la luz del amor de Dios brille sobre los demás.

Esa luz brilló sobre mí esta semana. Y no le faltó ni belleza ni sabiduría.

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