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Mi fe creacionista

[Este artículo es una respuesta a la columna que publicó el Dr. Herold Weiss el pasado siete de julio bajo el título “Ni ganan ni mueren con las botas puestas”. En ella, el Dr. Weiss informaba e opinaba acerca de la decisión tomada por la Asociación de Michigan de declarar apóstata la universidad adventista de La Sierra debido a que sus profesores de ciencia enseñan que la evolución es fáctica. Dicha columna generó polémica y por ello invité al presidente de Naturalia (asociación adventista española para el estudio de la naturaleza), a contribuir con su visión.]

Dr. Weiss:

Comencé a leer su columna y se confirmaba para mi la internacionalización y generalización de un tipo de problemáticas que vengo observando prácticamente desde que tengo uso de razón. El manejo del poder en nuestra querida iglesia no siempre se ajusta a nuestro concepto de lo propiamente cristiano. Esto lo he observado a diferentes niveles de ese poder, desde el maestro de escuela sabática, pasando por ancianos de iglesia y alcanzando las cumbres más altas.

Pero siguiendo el hilo de sus argumentaciones, me parece que éstas van fusionando el problema de un individuo, que después es un número mayor de ellos, con la particular convicción creacionista de él/ellos (generalmente utilizaré “creacionista” para referirme a los que creen en una creación hace unos miles de años y de una semana de duración) Particularmente estoy convencido de que ese creacionismo es consustancial a nuestra propia denominación.

Si los hechos que relata son ciertos, y no lo dudo, tan sólo los desconozco y no tengo referencia alguna sobre la que apoyar una postura al respecto, siento profundamente que una vez más se reproduzcan hechos de esta índole, que además se nos antojan tan frecuentes. Pero por otra parte, no puedo dejar de exponer en el mismo foro y aprovechando la misma libertad que le asiste a usted, cómo entiendo el creacionismo que forma parte de mi fe.

Parto de la base de que la naturaleza no puede estudiarse de otro modo que no sea el científico y que para alcanzar ese conocimiento debe usarse el método que le es propio.

Sin embargo , estoy convencido de que el estudio de la evolución padece los mismos problemas que la Historia, debido a que es en buena medida el estudio de un pasado difícilmente observable y experimentable, al menos en su parte del pasado. La historiografía, ante su complejo frente a las ‘verdaderas ciencias’ intentó un salto desde lo meramente descriptivo hacia el gran problema científico: su capacidad predictiva.

La escuela de Annales lo intentó y hasta cierto punto algo consiguió al respecto introduciendo una serie de ciencias auxiliares en la práctica del historiador. Pero lo que cierta literatura de la época amplificó hacia el campo de la predicción, casi de la futurología, no se ha cumplido sino timidísimamente. Sí es verdad que la Historia se ha visto enriquecida como ciencia con esta innovación científica.

El problema que percibo, y creo que también lo ven muchos otros, en la teoría de la evolución, en cualquiera de sus etapas y formulaciones es también de tipo histórico. Esto lo creo especialmente porque en mi caso considero que existe un Relato que afirma un modo de surgir la vida en el planeta que habito pero la teoría de la evolución entiendo que lo explica de un modo radicalmente distinto. Pienso que ambos son incompatibles, y tienen en común el que nadie estuviese allí para dar fe de lo sucedido de un modo aceptable para todos.

No tenemos pues acceso directo a ese origen de los seres vivos, pero sí que contamos con la vida actual, que sirve como elemento de comparación con los restos del pasado que con frecuencia son encontrados. En este caso, veo tan escasas y, al menos hoy, tan sujetas a diferentes interpretaciones las posibles conclusiones que se pueden extraer del estudio de la vida presente respecto de la supuesta evolución, que poco espacio le dedicaría a ello.

Como han reconocido muchos biólogos, la verdadera clave evolutiva está en la historia de lo sucedido, estudiada fundamentalmente por la paleontología. El caso es que para obtener respuestas concluyentes, la mejor de las expediciones que podrían realizar los paleontólogos sería un viaje en el tiempo. El resto de expediciones pueden ayudar pero lo que sucedió no tendrá una respuesta lo suficientemente contundente hasta que poseamos esa máquina del tiempo, o un registro fósil con las famosas páginas estropeadas de las que hablara Darwin, ya restauradas, al menos en una parte significativa.

Mientras tanto, como llegó a afirmar Karl Popper, la teoría de la evolución no es más que un “proyecto metafísico de investigación.” Igual que el creacionismo. Claro, ni es falsable ni predictiva. Pero ante la afirmación de Popper, los evolucionistas se le echaron encima por lo que esto suponía. Había que cerrar filas y asfixiar cualquier aproximación aunque fuese remota entre “proyectos metafísicos de investigación” que parecen condenados a despreciarse mutuamente.

Al menos parte de ese desprecio mutuo viene del desconocimiento. Cuando el evolucionista se digna mirar al creacionista suele utilizar el recurso a la caricatura, consciente o inconscientemente. ¿Qué creacionista medianamente informado cree que las especies de hoy son las mismas que fueron creadas en el principio? Creo que desde Darwin, ninguno, porque si hay algo que este científico demostró es que las especies no son fijas.

Es curioso que prácticamente nunca el creacionismo había creído en ese fijismo, pero en tiempos de Darwin y precedentes esa creencia se había hecho fuerte. Linneo, el padre de la taxonomía biológica moderna, era fijista. Sin embargo, en el libro que el jesuita Atanasius Kircher escribiese en el siglo XVII sobre el Arca de Noé, especifica que no todas las especies de animales que conocemos entraron en el Arca, porque algunas había surgido de mezclas u otros mecanismos a los que apelaba y que eran propios de la época.

Efectivamente, la analogía fundamental de Darwin para explicar las variaciones de las especies en la naturaleza es la domesticación de animales por parte del ser humano. Particularmente considero que la analogía es buena, pero se limita a la variabilidad que no saca a la especie del rango taxonómico de familia. Al menos esa es la única conclusión prácticamente incontestable.

El salto de fe que da Darwin y todos sus seguidores, no soy capaz de darlo. Pensar la transformación de peces en anfibios no es más que un proceso acumulativo supera lo que parecen indicar las evidencias. Necesitaría una fe en ello de la que no dispongo.

Después de haber leído varias veces El Origen de las especies, La variación de animales y plantas domésticos y El Origen del hombre, todos ellos de Darwin, creo que de la evidencia empírica es tensada más allá de lo razonable para trasladar el cambio a transformaciones de las que no creo que existan pruebas concluyentes, ni en el registro fósil ni en la biología que conocemos de primera mano porque nos resulta inmediata.

Es verdad que los griegos hablaban de una especie de evolución, y no me extraña ya que la generación espontánea no se desechó definitivamente hasta después de los experimentos de Pasteur. Por eso tampoco me extraña que anidase con tanta facilidad en el razonamiento de Darwin y muchos otros, porque Pasteur no presentó sus resultados hasta cinco años después de que Darwin publicase su famosa teoría.

Así andaba la biología por aquella época. La vida era algo tan sencillo que podía surgir del lodo por “generación espontánea”. Los griegos y otros creían que así surgían gusanos, moscas e incluso los cocodrilos. Evidentemente, en tiempos de Darwin los experimentos de Redi habían convencido ya a muchos, pero no a todos como se demostró en la oposición que Pasteur encontró a sus experimentos.

No me extraña (siempre hablo tan sólo desde mi convencimiento personal) que con conceptos tan sencillos sobre la vida, la teoría de la evolución se hiciese tan rápido un hueco que paso a ser el pensamiento general. A tal punto era sencilla la vida para aquellos naturalistas y biólogos que ya comenzado el siglo XX, el biólogo francés Stéphane Leduc prácticamente identificaba sus ‘seres’ osmóticos con la vida real. Unos cuantos compuestos químicos en el tubo de ensayo, tomaban una forma, quizá la de un cangrejo, o la de una célula ¡con cromosomas o con cilios! y establecía la analogía sin complejo alguno. Esa era la vida para aquella gente, ya después de Darwin.

Huxley, el llamado bulldog de Darwin, el verdadero propagador del darwinismo, aceptó la existencia de bathybius, el protoplasma viviente y primigenio que cubría el fondo de todos los océanos. Después bathybius resultó ser la floculación producida en las muestras de lodo de los fondos marinos sometidas a la conservación en alcohol. Eso era la vida en aquel momento y no me extraña que con esos mimbres se tejiese la teoría evolutiva moderna con tanta facilidad y hubiese existido una idea de evolución tan extendida. Pero la vida resulta que es un poco más compleja y las células no son simplemente saquitos con un líquido y unas pocas sustancias albuminoides como por aquellos tiempos las llamaban.

Es cierto que en aquellos momentos la idea de evolución merodeaba por todas partes, siempre lo había hecho, pero no todos eran evolucionistas y muchos científicos, auténticos gigantes sobre los que se aúpan los científicos actuales dieron testimonio de ello. La aportación de aquellos gigantes a la biología moderna y a la medicina fueron los que idearon la sistematización de la vida (Linneo), establecieron la anatomía comparada (Richard Owen y Cuvier) o la zoología experimental (Trembley).

Y hubieron otros creacionistas ilustres como Isaac Newton, que escribió aquella famosa frase a Robert Hooke en 1676: Si he logrado ver más lejos, ha sido porque he subido a hombros de gigantes. Es verdad que el creacionismo de aquellos gigantes no era siempre el que nosotros podamos conocer o militar, pero su creencia era más próxima a esta que a cualquier forma de evolucionismo.

Qué curioso que en las biografías de estos gigantes, que sentaron las bases de la biología actual, su fe quede relegada a nada o a la anécdota. Sin embargo, muchas veces fue el creacionismo y la admiración por el Creador y su obra lo que les animó en su búsqueda científica. Distintos historiadores de la ciencia han concluido que su fe no sólo no fue un fardo que lastrase sus investigaciones, sino que por el contrario fue un acicate positivo para ellas. Parece por tanto que no estamos obligados a preguntarle a la naturaleza solo desde una determinada posición ideológica para aprender sobre cómo funciona.

Podemos preguntarnos por qué no hay gigantes actuales creacionistas. La verdad es que no lo se, pero veo que como reflejo de una sociedad descreída (de religión con compromiso) los científicos están en la misma línea y si Dios ocupa un lugar que en el mejor de los casos es el de mero apéndice a nuestras vidas, pues de alguna manera habrá que explicar el mundo que nos rodea

Y ¿para qué incluir a Dios en el asunto si poco nos afecta? Es más, Dios molesta. El caso es que algunos científicos creacionistas los hay. Cuando leo en la revista Geology una investigación sobre fosilización de ballenas, escrito por un equipo biólogos de la Universidad de Loma Linda, veo científicos que al tiempo son creacionistas. Su artículo habla de estratos terciarios y de especies que ya no existen. Su lenguaje es científico y no puede ser de otro modo, porque si no habría sido imposible la publicación de la investigación. No habla del arca y de los animales que allí entraron. Quizá eso lo expliquen el sábado en sus iglesias. Sin embargo, sus conclusiones me llaman la atención, porque parecen tener una explicación más aceptable en un contexto de prejuicio creacionista (porque sí, creo que la fe creacionista es un prejuicio respecto del modo de saber científico) que en uno evolucionista, al menos como está planteado en estos momentos. Los científicos que han hecho la investigación también lo ven así. Pero ¿qué es esa anecdótica investigación frente al gran océano evolucionista? ¿Quizá la excepción que confirma la regla evolutiva?

El caso es que la diferencia entre el creacionista y el evolucionista esté en que el creacionista verá un indicio de que la palabra de Dios tal y como la entiende puede ser cierta (y sí esto puede ser un arma de doble filo, pero como todo puede serlo, a la final depende de como lo miremos o usemos: ¿medio lleno? ¿medio vacío? Para cortar el pan o para matar…).

Doy por seguro que a usted esto no le dirá absolutamente nada, sin embargo a mi me dice mucho. Me lo dice lo que investigan los científicos creacionistas, que los hay. Y me lo dicen las investigaciones de científicos evolucionistas cuyas investigaciones se pueden ver desde otra perspectiva, o al menos a mi se me aparecen desde otra perspectiva, prejuiciado como estoy por el modo de pensar creacionista.

Eso me ocurre con la que considero relativa frecuencia, como cuando un científico dice en una reciente investigación:

“Se piensa que la mayor parte de cañones rocosos se formaron por la lenta excavación de los ríos en ellos encajados, durante millones de años (por ejemplo, Grand Canyon, USA) debido a moderadas avenidas recurrentes cada pocos años. Espectaculares cañones en la Tierra y Marte existen, sin embargo, fueron excavados rápidamente en una o varias series de cataclísmicos eventos diluviales1.”

Otro investigador comenta:

“La mayoría de paleontólogos se sienten más agusto con un prolongado proceso de reemplazamiento mineral por neomorfismo o metasomatismo molecular que toma miles, o incluso millones de años. Pero aunque esto es generalmente cierto para la mayor parte de fósiles, para unas pocas excepciones notables la litificación fue instantánea…2

Esto lo escribía este investigador en 1989 para fósiles fosfáticos cuando todavía no conocía que algo similar sucede y se ha descrito en casos de piritización, silicificación y para fósiles carbonáticos. Para el evolucionista esto no tiene ningún significado que pueda poner en duda su paradigma, pero para mí sí que lo tiene.

Además, la fe evolucionista se me hace manifiesta en multitud de ocasiones. Hay casos curiosísimos en los que aparece bastante claro que se cree ver lo que uno (científico) quiere ver. Qué vamos a decir del hombre de Piltdown que no sepa prácticamente cualquiera. Restos de un cráneo humano actual y una mandíbula de orangután retocada se enterraron en un lugar que posteriormente fue “excavado”. La extraña mezcla fue descubierta y convertida en el Hombre de Piltdown.

Pero me quedo con la perplejidad de los paleoantropólogos ante lo que ven como un montaje demasiado burdo y evidente. ¿Qué pudo hacer que la comunidad científica tuviese en cuenta la mentira de Piltdown?

El famoso fósil de una bacteria en un meteorito marciano que la NASA mostró como a una vedette en los medios de comunicación comenzó a levantar sospechas con detalles tales como su brújula magnética de orientación. Idéntica a la terrestre (¿convergencia evolutiva entre planetas?) pero en un planeta, Marte, en el que no sería necesaria por carecer del obligado campo magnético.

El agua que se busca en Marte es prácticamente sinónimo de vida, y en ocasiones hay quienes sufren el lapsus de cambiar la una por la otra al nombrarlas confundiendo el agua con la vida, que teniendo tanto que ver entre ellas, no son lo mismo. Los planetas identificados fuera del Sistema Solar plantean más casos de fe “ciega”. De vez en cuando aparece en la prensa la noticia de haberse encontrado un planeta que posiblemente albergue vida. Pero por favor, si se llevan realizadas un buen puñado de misiones al planeta que tenemos aquí al lado, Marte, a minutos luz, como para aventurar nada (¡que igual hasta tienen vida!) sobre planetas que sólo pueden ser analizados por la luz que nos llega y la posición en su particular “Sistema Solar” a años luz de distancia.

El clásico problema del ojo ofrece otras evidencias sobre la fe evolucionista y no sólo por la poco racional defensa de su supuestamente defectuoso diseño, sino por la suposición menos inteligente aun de que evolucionan rápidamente. Como llegó a decir, el calificado por algunos evolucionistas como fundamentalista darwinista, Richard Dawkins: “en un abrir y cerrar de ojos”.

Como la evolución es tan lenta, se dejó a un ordenador que hiciese evolucionar a los ojos. No se necesitarían ni 400.000 años para transformar un corpúsculo fotosensible en un ojo con cámara donde recibir la luz, y en 550 millones de años habría evolucionado un ojo complejo unas 1500 veces3. Vamos, que casi podríamos encontrarnos un ojo evolucionando a cada paso que diésemos.

Según este ‘cálculo pesimista’, como titularon el artículo en el que se publicó, los ojos evolucionan a ojos vista. Esto sí que es fe y no la que tengo yo, absolutamente insignificante a su lado.

La supuesta evolución humana también la encuentro, a titulo particular y seguro que prejuiciado, repleta de ejemplos de fe y tendenciosidad. No es sólo el caso de Piltdown. No hace mucho (2009) que el mismísimo Richard Attemborough, flamante premio Príncipe de Asturias, decía del nuevo fósil Darwinius: el eslabón ya no está perdido. No se si buscan el eslabón o no lo buscan, pero este Lemur se lanzó (también por los medios de comunicación de masas) como la gran noticia del año. Al Museo Americano de historia Natural le venía muy bien al incluir el fósil en su recién estrenada exposición sobre mamíferos y desde luego que les vino bien a los investigadores que publicaron un libro que lanzaron al tiempo que lo hacían con el fósil. Aquí se manifestaron claramente los elementos propios de un negocio y los intereses particulares. La fe la dejamos en lo que interpretaban que significaba el fósil frente a lo que se publicó sólo unos meses más tarde, relegando a Darwinius al puesto de mero y simple lemur.

En el caso referido a la evolución directamente humana, es decir, simios como el orangután, australopitecinos y los diferentes Homo, la cosa creo que está que arde. Bueno, creo que siempre ha estado ardiendo.

El libro del que fuera director de la sección de noticias de la revista Science, Roger Lewin, que lleva por título “La interpretación de los huesos”, presenta de modo muy transparente y objetivo cómo se desenvuelve el mundo de la paleoantropología. El mundo del relumbrón fósil.

Ser el papá de un fósil importante suele suponer una escalada en el estatus, pero si nos referimos a la evolución humana esto se multiplica. Cualquiera de los que encuentran el fósil de un homínido pretende situarlo lo mejor posible en el escalafón de parentesco con el hombre actual. La fe y los intereses de los papás no se ocultan en absoluto.

Así comienzan las discusiones, de que si es pariente de los chimpancés o del hombre, que si es Sahelanthropus (humano) o Sahelpithecus (mono). Hasta tal punto es una lucha por situar lo mejor posible al ‘hijo’ que se ha alumbrado que el árbol evolutivo humano es de los más tupidos del registro fósil. Ni los caballos tienen un árbol tan completo y apretado. No extraña que ante el despliegue de evidencias de la humanidad, presentadas durante este 2010, sobre Ardipithecus ramidus algún investigador haya llegado a decir (en Science): “…es curioso que en una carrera de un siglo de antigüedad tras superlativos fósiles de homínidos en un continente actualmente poblado con simios africanos, nosotros persistentemente desenterramos ancestros homínidos prácticamente completos aunque hasta ahora sólo podemos reconocer unos pequeños fragmentos de los ancestros de chimpancé o gorila4.”

Sí, los gorilas y los chimpancés andan huérfanos, mientras que nosotros tenemos multitud de familia primigenia. Este llamado de atención es tan sólo el más reciente. A algunos científicos esto les da que pensar, aunque el evolucionista medio vive al margen de asuntos como este que a mí me parece que no son menores. Este proceder lo veo claramente marcado por la fe en lo encontrado y por las expectativas que se crean ante un descubrimiento de estas características. Todo ello muy humano, tremendamente humano. Tan humano como el comportamiento de cualquier hijo de vecino.

Pero también hay fe al seguir llenando los manuales de colegios, institutos e incluso universidades con las imágenes ya reconocidas como erróneas o poco rigurosas de los hechos más destacados de la evolución. El experimento de Stanley Miller de la evolución molecular, simulando el origen de la vida, sigue representando los primeros momentos de la evolución, cuando no explica absolutamente nada más que una reacción química en el laboratorio. Porque no nos engañemos, el vitalismo terminó con la síntesis de la primera molécula llamada orgánica, la urea, en el laboratorio. Se creía que las moléculas propias de la vida (como la urea) poseían un algo especial, como una especie de ‘alma’ (eran las moléculas llamadas orgánicas), que las diferenciaba de las moléculas propias del mundo inanimado (las moléculas inorgánicas). Pero eso se acabó, aunque el evolucionismo, quizá inconscientemente parece querer mantenerlo. Los experimentos de Miller y otros muchos similares no han hecho mas que constatar unas condiciones bajo las cuales se forman moléculas ‘orgánicas’ importantes para la vida, pero no poseen ningún soplo vital y no son la vida.

Los embriones manipulados de Haeckel (coetáneo de Darwin) siguen ahí, como si de ponerlos una y otra vez durante años, fuesen a convertirse en realidad. O los cráneos de los homínidos que siguen colocándose en ocasiones con el teóricamente mayor de todos, el humano actual como el último en llegar, por delante del de neandertal, su ‘predecesor’ cuando siempre se ha sabido que el cráneo neandertal es más grande que el nuestro.

Todo esto no puede responder más que a una fe que permite a muchos depositar la confianza en otros que así nos lo contaron y además ¡qué importa! esto es anecdótico frente al océano de pruebas. Pues hombre, opino que ya que existe ese océano, pues que se pongan un ejemplos honestos.

El caso es que sigo analizando y buscando la verdad evolutiva y choco con la capacidad de predicción a la que me refería en un principio. No existe. Si todo lo que el supuesto hombro de gigante sobre el que ver más allá consiste para la teoría evolutiva en predecir el tipo de pájaro que dominará el próximo año, no puedo mas que quedar perplejo. En las Islas Galápagos, según las condiciones meteorológicas se puede saber qué tipo de pinzón dominará, si los de pico más robusto o delgado. Esto se debe a que se sabe qué plantas son las más abundantes en función de las lluvias, temperaturas, etc. Pero esto es prácticamente de Perogrullo. Se trata de una predicción que casi no requiere más que un poco de intuición informada. El caso es que creo que el propio subconsciente evolucionista así lo considera y no ha encontrado mejor contrapartida que la famosa medicina evolutiva, cuyas explicaciones, que no predicciones, se fundamentan en la propia fe evolucionista.

Si el creacionismo dice que todo tiene que ser perfecto y funcionar con un diseño a prueba de mejoras, el evolucionismo tiene que encontrar todos los fallos posibles. El ojo tiene que funcionar mal por narices, ya que el ‘cableado’ que lo conecta con el cerebro se superpone a la capa de receptores y una vez unido crea un punto ciego. Así se favorece el desprendimiento de retina. Pero el caso es que nuestro ojo funciona perfectamente.

Las hemorroides se deben, según el pensamiento evolucionista a nuestro paso de la posición cuadrúpeda a la bípeda, al ejercer la gravedad su acción de modo más evidente, provocando el estancamiento de la sangre en los vasos sanguíneos de la zona. Así un largo etcétera de explicaciones. El caso es que la medicina puede avanzar, de hecho siempre ha sido así, hasta que apareció esta moda, sin ser necesaria esta explicación, que no predicción, evolucionista.

Más aún, como en el resto de ciencias, los padres modernos de la medicina eran creacionistas o al menos no eran evolucionistas. Por mi parte, le daré las gracias, primero a Dios, por establecer unas leyes de la naturaleza que nos permiten un conocimiento científico, y después a Rudolph Virchow, a Pasteur y muchos otros por sus importantísimas aportaciones al avance médico, que han hecho posible que hoy vivamos más tiempo que antes de sus investigaciones.

Entiendo que nada de esto tiene el más mínimo valor para un evolucionista, aunque a mi, las investigaciones evolucionistas siempre me parecen de los más constructivas e instructivas. Suelo revisar muchas de las publicaciones periódicas al respecto y casi todo es perfectamente asumible para el débil creacionismo. ¿Cuál es el motivo? Pues que casi todo lo que se presenta como evidencia de evolución no son más que variantes, generalmente más especializadas y sofisticadas que las expuestas por Darwin (moléculas, embriones…). Es decir, todo fundamentado en el salto de fe de Darwin. Él daba el salto desde las especies domésticas y ahora se incluyen los picos de los pinzones o el tamaño de los dedos de los anolis, pero básicamente lo mismo, una evolución evidente y asumible por cualquiera.

No soy un científico, pero en mi corta experiencia en este campo, el científico, he podido trabajar con el método que le es propio y creo que hay diferencias entre el trabajo con material actual y el que se hace con material histórico.

Por ejemplo, trabajando sobre el problema de la resistencia al estrés hídrico y por sales en plantas del género Brassica, a nivel molecular, analizábamos la variación en las proteínas activas en las situaciones de estrés y en condiciones normales. Una y otra vez podíamos recurrir a un material inagotable y analizar lo que sucedía en tiempo real. Se pueden plantear hipótesis y someterlas a la observación y experimentación, limitados por las técnicas disponibles y la propia capacidad intelectual.

En el terreno de la biología histórica no he tenido la oportunidad de un contacto de primera mano, pero sí he podido ver un poco de su trabajo, muy cerca de mi casa hay un yacimiento miocénico de los llamados Lagerstaten o yacimientos privilegiados por la abundancia y/o calidad de sus fósiles. Charlando con los científicos que dirigen los trabajos uno se da cuenta de que es otro tipo de ciencia. La comparación es fundamental y siempre se cierne sobre las interpretaciones si esa comparación será adecuada, y el grado de especulación es muy grande, más aun cuanto más nos alejamos de lo puramente empírico.

Evidentemente es lo mejor que se puede hacer, pero las interpretaciones suelen estar impregnadas por las creencias que se tienen. No de tipo religioso, pero si uno piensa que aquello es producto de la evolución, sólo busca respuestas en esa dirección y puede desechar respuestas que podrían ser más satisfactorias. El catastrofismo estaba proscrito de la geología por los ecos del Diluvio y quien daba una explicación de este tipo era simplemente ignorado. Pero una vez que los dinosaurios encontraron un motivo para desaparecer, el famoso meteorito, el catastrofismo entró de lleno en la geología y ahora no hay desaparición que se precie en el registro fósil que no tenga entre sus posibles causas un hecho catastrófico.

Nada de esto significa nada para el evolucionista, pero unido a mi fe religiosa, cuando veo este desarrollo de la ciencia lo interpreto de modo diferente a quien no tiene esa fe.

El Dr. Armenteros hacía referencia a una teología que exigía la creación tal cual aparece en la Biblia y ese planteamiento lo conocemos todos, no hay nada nuevo en él. Si no lo creemos lo haremos con nuestros motivos, pero no lo desconocemos. Por mi parte lo suscribo, e incluso le pediré responsabilidades a Dios si finalmente en el mecanismo de creación se introdujo el proceso evolutivo.

¿Cómo ha podido introducir el sufrimiento y el dolor en el mismísimo proceso de Creación? ¿Cómo se atreve a pedirme que me arrepienta de los pecados si son consustanciales a nuestra naturaleza evolutiva, más aun si nos son necesarios? ¿Cómo se atreve a decir que me va a redimir si él puso en nosotros el hacer así las cosas, buscando nuestra supervivencia a costa de otros?

No, la verdad es que no me cuadra. En cualquier caso esto también habrá sido sopesado por el adventista que crea en la evolución y nada le aportará. Pero para exponer mínimamente y al tiempo del modo más completo posible el por qué soy un cristiano creacionista, todo esto debía exponerlo.

Esta es mi fe honesta. Como doy por sentado que es la suya. Por mi parte, le pido a Dios que me ayude a mantener la honestidad de mi fe y que si debo cambiar las premisas de mi fe, el cambio se produzca sobre la misma base de honestidad. Busco la verdad, no doblegar a la verdad.

Referencias

  1. Lamb, M. P. y Fonstad, M. A. 2010. Rapid formation of a modern bedrock canyon by a single flood event. Nature Geoscience, 3: 477-481.
  2. Martill, D. M. 1989. The Medusa effect: instantaneous fossilization. Geology Today, nov-dec. Pág: 201-205.
  3. Nilsson, D-E. Y Pelger, S. 1994. A pessimistic estimate of the time required for an eye to evolve. Proceedings of the Royal Society of London, Biological Sciences, 256: 53-58.

4. Sarmiento, E. 2010. Comment on the Paleobiology and Classification of Ardipithecus ramidus. Science 328: 1105.

Atentamente

Celedonio García-Pozuelo Ramos

Presidente de Naturalia, asociación adventista española para el estudio de la naturaleza

Cónocelos en http://www.naturaliaonline.com/

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