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La redención para judíos y gentiles

A lo largo de los ocho primeros capítulos de Romanos, Pablo ha subrayado repetidamente el carácter incluyente del evangelio. Este énfasis nos resuena a la mayoría de nosotros. Como lectores tolerantes que somos, con nuestra mente abierta y actitud accesible, la carta de Pablo nos produce regocijo al anunciarnos que el evangelio es “el poder de Dios para la salvación de todo aquel que cree” (Rom 1:16). La proclama de Pablo de que “la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo [es] para todos los creyentes” (Rom 3:22) suena maravillosamente en nuestros oídos sensibles. Ofrecemos un delicioso “amén” a la noticia de que a través de Cristo viene “la justificación que da la vida a todos los hombres” (Romanos 5:18) –con el deseo de que los traductores hubieran elegido una palabra que no sea “los hombres”, para incluir a los dos géneros.

En Romanos 9, sin embargo, estamos frente a frente con algunos de los problemas que la inclusividad del evangelio habría creado a los lectores judíos de Pablo. Después de todo, eran el pueblo elegido. Ellos eran los verdaderos seguidores de Dios. ¿Qué pasa con las promesas específicas que Dios hizo al pueblo judío? ¿Siguen en pie todavía esas promesas para los descendientes de Abraham? ¿Es que Dios había cambiado su plan? ¿Podría ser cierto que todos, hasta los gentiles, podían ser acreditados con la justicia por la fe en Jesucristo?

Yo soy un gentil, pero mi afiliación e identificación con el adventismo del séptimo día me ayuda a resonar con las cuestiones básicas a las que tuvo que hacer frente a Pablo. Los judíos se sentían privilegiados. Tenían una historia muy particular y un rol especial en el plan divino. Un adventista, como parte de un movimiento profético, con una historia especial y un papel especial que desempeñar en el plan de Dios, se siente de manera similar.

Para los grupos religiosos que se sienten los únicos honrados por Dios, la noticia de la amplia misericordia de Dios surgen ciertas preguntas. Si la justicia se le atribuye a todos los que creen, entonces ¿cuál es el beneficio de adorar en el día correcto cada semana? Si Dios salva a todos los que creen, ¿por qué tengo que resistir la atracción de la carne que chisporrotea en el asador de mi vecino? ¿Por qué no comer, y beber, y adornarnos, y bailar? Si Dios da la bienvenida a los gentiles, incluso, ¿por qué mantener los identificadores de comportamiento y doctrina que yo creía que me hacían “especial” a los ojos de Dios –uno de sus favoritos, en cierto sentido?

Sí, el inclusivismo del Evangelio plantea preguntas. Y también crea problemas. Es fácil ver los problemas cuando nos centramos en los exclusivistas judíos del primer siglo, o en los adventistas fundamentalistas. Estos grupos son un blanco fácil. No es demasiado difícil burlarse de los que se creen santos, al menos en parte, debido a que son veganos y no se pintan los labios.[1] Lo que resulta más difícil es reconocer que la inclusividad del amor de Dios es un problema para todos nosotros, incluso para los lectores de este blog de la Escuela Sabática.

En una de mis primeras tareas pastorales, me encontré con lo que todavía se considera una iglesia adventista conservadora y tradicional. Con el tiempo, descubrí que había un grupo de miembros dentro de la iglesia que yo creía que era más abiertos y tolerantes que muchos de los otros miembros. Me identificaba con sus preocupaciones y disfrutaba el tiempo que pasábamos juntos. Hablábamos acerca del carácter incluyente del evangelio, de la belleza de la gracia, y luego lamentábamos el legalismo de los demás en nuestra comunidad de fe. ¡Me avergüenza admitir que me tomó mucho tiempo antes de darme cuenta, con horror, que el grupo más crítico de la iglesia era el de los “mente abierta” y “tolerantes” con el que me había identificado! Yo, el que se describía a sí mismo como el campeón de la misericordia y la gracia de Dios, era un acusador de los hermanos.

Hace apenas dos semanas, una entrada del blog de Spectrum reflexionaba sobre la decisión de la Asociación Vegetariana de Toronto (TVA) de no permitir que la Conferencia de Ontario de los Adventistas del Séptimo día tuvieran un stand en Feria Anual de Cocina Vegetariana 2010 de la TVA.[2] Los Adventistas habían alquilado un stand con anterioridad, y el Director Ejecutivo de la TVA destacó el hecho de que “nuestra objeción no es a los que se han presentado en la Feria de Cocina Vegetariana en el pasado. Tenemos todas las razones para creer que los que se han presentado en la feria, en nombre de la Conferencia de Ontario de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, han proporcionado información útil y han mostrado respeto hacia todos los miembros del público”.

Según el Director Ejecutivo de la TVA, ésta es una organización que busca “crear un entorno y servicios que estén libres de racismo, sexismo, discriminación y prejuicios, donde todos los individuos sean tratados con respeto y dignidad”. Entonces, ¿por qué se negó el pedido de la Conferencia de Ontario para la exposición de 2010? Debido a que la TVA tuvo conocimiento de las declaraciones oficiales adventistas sobre la homosexualidad. En la mente de la TVA, ya no podían permitir que los adventistas participaran.

Podríamos resumir la posición de la TVA de la siguiente manera: “Gracias por su participación en años anteriores. Ustedes han sido respetuosos con todos. Pero somos tan tolerantes y tan incluyentes que no podemos tolerarlos o incluirlos a ustedes. No es por lo que han hecho, sino porque no estamos de acuerdo con lo que ustedes creen. Tengan un buen día”.

Mi argumento aquí es el mismo que el apóstol Pablo ya ha presentado varias veces en Romanos. Todos somos pecadores. En cualquier aspecto que juzguemos al otro, nos estamos condenando, porque nosotros, que juzgamos, hacemos las mismas cosas. Cuando se trata de la Ley, y cuando se trata de la inclusión, la misericordia, la tolerancia, el amor (y de cualquier otra virtud a que se pueda aspirar) no existe, de hecho, ningún justo, ni siquiera uno. Ni entre los judíos ni entre los gentiles. Ni el progresivo ni el fundamentalista. Ni el administrador ni el erudito. Es posible que nos obsesionemos con cosas diferentes, pero todos estamos destituidos de la gloria de Dios.

Si pudiéramos captar la plena medida de la compasión de Dios, la plena medida de su misericordia, estoy convencido de que hasta los de mayor amplitud de miras, los más incluyentes y tolerantes entre nosotros, haríamos una mueca de dolor y desearíamos que Dios mostrara un poco más de discreción al elegir a los que salvará.

Todo esto nos prepara para algo que Pablo dice en Romanos 9. Allí, Pablo nos informa –incluso nos desafía— con el recordatorio de que Dios es soberano. “Dios tiene misericordia de quien quiere tener misericordia”, nos dice Pablo (Romanos 9:18). Dios “llama ‘mi pueblo’ a los que no son mi pueblo” (Rom 9:25). Él tiene un lugar para el judío y para el gentil, para los demócratas y los republicanos. Incluso puede ser que los miembros de la Asociación Vegetariana de Toronto y también los miembros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día coman en la mesa celestial juntos. Dios está a cargo. Él no nos consulta acerca de a quién debe salvar. No podemos elegir a nuestros vecinos que estarán en el Cielo. Dios decidirá. Y su misericordia hace posible que todo tipo gente sorprendente estén allí. Es un problema, sí. Pero también es una noticia bastante esperanzadora para una persona como yo: tolerante e incluyente hacia afuera, pero en lo secreto juzgadora y escandalosamente orgullosa.

NOTAS:

Todas las citas bíblicas son de la Nueva Versión Internacional de la Biblia. Además, en todos los casos, el énfasis se suministra.

[1] Confío en que mis lectores son capaces de identificar el uso de la hipérbole en mi argumento.

[2] Véase Alexander Carpenter “Ministerio pro Salud de la Conferencia Adventista expulsado de la Feria Vegetariana debido a una declaración de la Iglesia“, visitado el 17 de agosto 2010.

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