Skip to content

No se trata de lo que haces, sino de la relación que aceptas

Mientras escribo, un agujero en el fondo del Golfo de México está vertiendo millones de litros de petróleo, que amenazan con destruir los animales, el sustento y la ecología de al menos cuatro estados de los EE.UU. La destrucción está más allá de mi imaginación más fértil. Las escenas de sufrimiento rompen mi corazón. Sin embargo, mientras estas viñetas de Louisiana corren a través de mi mente, pienso que este desastre empalidece en comparación con la devastación causada en el Jardín del Edén.

En ese particular Territorio Cero, la muerte tuvo su origen. Nuestros cerebros iniciaron una reestructuración que les permitiera sobrevivir al proceso de duelo, una función para la cual no fueron diseñados. Nuestras enzimas comenzaron a cambiar, para permitir a nuestro estómago y a los intestinos hacer frente a una dieta que no estaba en el proyecto original. En el parpadeo de una decisión, nuestra psique cambió, y en lugar de los impulsos iniciales de generosidad, seguridad y confianza, apareció un carácter cuyos impulsos básicos se caracterizan por el egoísmo, el deseo de poder, la falta de confianza, y una incapacidad innata para “hacer justicia, y amar misericordia, y humillarse ante Dios” (Miqueas 6:8).

El resultado de la decisión de Adamah [los seres humanos] junto al Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, fue la desaparición de la integridad y de la existencia de los animales, la ecología, el ambiente, y de la propia humanidad –significó la muerte para todos. El código legal intergaláctico, así como los códigos legales de muchos países en la Tierra, exigieron la pena de muerte por un crimen capital.

Lo que es notable en ese momento de la historia temprana, es que el Fundador del sistema jurídico, aunque inocente de cualquier culpa en la decisión edénica, asumió la responsabilidad de nuestra elección, porque Él nos dio el poder de elección, y se condenó a sí mismo a la muerte por nuestros crímenes contra la Creación. La muerte de Uno pagó la pena de muerte por todos los seres humanos, y por el dolor y la destrucción que cada uno de nosotros hemos causado a los que nos rodean. Se trata de una transacción legal simple, eterna, e infinitamente costosa. Recibimos la vida eterna porque el Inocente pagó por nuestros crímenes. La advertencia aquí es que, al igual que el regalo de la Libre Decisión que nos fue dado en el Edén, ahora tenemos la posibilidad de elegir si aceptamos o no la transacción jurídica de la vida que el Cielo nos ofrece.

Un término teológico usado para describir esta transacción es la justificación por la fe. Para tomar una decisión informada con respecto a participar o no en este acto jurídico, podría ayudarnos el entender sus componentes: justicia [rectitud], nuestra necesidad de esta justicia, y la fe – ¿Fe en quién?

En hebreo, la palabra sedeq, traducida como “justicia”, significa rectitud, justicia, integridad, actuar de acuerdo a la norma de Dios, hacer lo correcto, estar en el derecho, ser precisos, justos, honestos. En griego, la palabra dikaiosyne, también traducida como “justicia”, significa lo que es correcto, la justicia, el acto de hacer lo que está de acuerdo con las normas de Dios, el estado de estar en una relación correcta con Dios.

En pocas palabras, la justicia es el amor. “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente”, y “Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De esto dependen toda la Ley y los profetas” (Lucas 10:27). “Quien no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor” (1 Juan 4:8). Una definición más, señala que:

“El amor es paciente, es bondadoso. No tiene envidia, no es jactancioso, no se envanece. No es grosero, no es egoísta, no se irrita, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca dejará de ser. Pero las profecías, cesarán; las lenguas, será silenciadas; y el conocimiento, se acabará” (1 Corintios 13:4-8).

Esta norma de Dios llamada rectitud y amor cubre nuestros motivos, el enfoque de nuestros pensamientos, y nuestros comportamientos. Incluye principios que se encuentran en el Edén, tales como: el poder debe ser utilizado en el servicio, las relaciones (tanto verticales como horizontales) son sagradas, nuestra relación con el Creador se basa en nuestra confianza en la benevolencia de la Divinidad, y en la sabiduría de seguir los mandamientos del Cielo. Incluye las políticas bíblicas, que están basadas en principios tales como: llevar las cargas de los más vulnerables, el descanso sabático, el diezmo, la hospitalidad para aquellos que no sean de nuestra cultura o nación, honrar la reputación de la Divinidad y la de los mortales, el respeto por la propiedad y la integridad personal.

La justicia [rectitud] fue alguna vez un aspecto innato de nuestro ser. Cuando nuestro cerebro cambió, ella se convirtió en el estándar por el cual podemos ver nuestra situación jurídica. No sé ustedes, pero yo, al leer los textos antes mencionados estoy convencida de que no me ajusto a los criterios de justicia [rectitud]. Algunos de mis pensamientos quemarían el acero. Si los investigo en profundidad, muchos de mis motivos son muy egoístas. He dicho cosas a algunas personas, y he hecho otras, que les han causado estrés y, por lo tanto, han afectado su salud y la duración de su vida. He robado la propiedad, el tiempo y la esperanza. Egoístamente, no quiero pagar el precio por el daño que he causado. Me gustaría una salida. . . .

No se trata de lo que haces, sino de la relación que aceptas.

La fe es la sustancia de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve (Hebreos 11:1).

He sido criada en un tiempo de individualismo feroz, de desconfianza en las autoridades, y de centrarnos en lo tangible. Cuando se me ofrece algo “gratis”, yo busco la letra pequeña. No puedo ver la vida eterna. No puedo ver al Dios que la ofrece.

Estoy apostando el riesgo de mi existencia en el carácter de un Ser Eterno que, en el centro de la teología del Gran Conflicto, está demostrando su amor a los que buscan Sus errores. ¿Cuántos de nosotros vemos el mandamiento de destruir a los cananeos, descrito en el Libro de Josué, como el fin de cuatro siglos de anhelante prueba para un pueblo que insistía en hacer daño a otros y que se dedicó a destruir a los que habían sido elegidos para demostrar los principios del Cielo? El destino de Rahab muestra lo que Dios quería hacer. La historia de Rut demuestra el propósito de Dios de aceptar a todos los que optan por seguir los principios del amor desinteresado. Este Dios ofrece el perdón legal que es la justificación por la fe. Este Dios ha designado lo que llamamos “El Juicio” (o Día de la Expiación), con el nombre de Yom Kippur, el día de la Misericordia.

En Génesis 3: 8,15, Dios introdujo Justificación por la Fe cuando vino en busca de nuestros primeros padres. En Romanos 3: 21-26, Pablo describe la teología de este perdón lleno de gracia. En Apocalipsis 3: 17-20 Jesús dice:

“Tú dices: “Soy rico; me he enriquecido, y no necesitan nada”. Pero no te das cuenta de que eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que llegues a ser rico; y vestiduras blancas, para que puedas cubrir tu vergonzosa desnudez; y colirio para tus ojos, para que puedas ver. Yo reprendo y castigo a aquellos a quienes amo. Así que, sé celoso y arrepiéntete. ¡He aquí! Yo estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él y él conmigo”.

En este mensaje a la iglesia del último tiempo, creo que el oro representa el amor, la norma de la justicia [rectitud] de Dios. Creo que el colirio es para ayudarnos a ver esa norma de manera clara, y así entender que no estamos cumpliendo con sus requerimientos. Creo que el vestido blanco es una prenda de Dios para cubrir nuestros defectos. Creo que Jesús llamando a la puerta representa el anhelo de la Deidad para que elijamos el perdón. Creo que la comida que se nos invita a comer es la primera comida de la eternidad.

No se trata de lo que haces, sino de la relación que aceptas.

* * *

Catherine Taylor trabaja como terapeuta de práctica privada en Virginia, y es una oradora habitual en reuniones de campamentos. Está particularmente interesada en los principios y enseñanzas objetivas que se encuentran en el Antiguo Testamento.

Subscribe to our newsletter
Spectrum Newsletter: The latest Adventist news at your fingertips.
This field is for validation purposes and should be left unchanged.