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Una fe de “chinos”

La mayoría de los que vivimos en España hemos comprado en las famosas tiendas de “chinos”, antes llamadas tiendas de “todo a cien [pesetas, antigua moneda española. Un euro equivale a 166 pesetas.]”. Es interesante entrar en una de estas tiendas. Están llenas, a rebosar de mercancías. Y son baratas, muy baratas. Pasas por los pasillos, normalmente muy estrechos (para poder poner más mercancía en el mínimo espacio) y te encuentras de todo: desde productos de aseo hasta muebles de plancha; desde un destornillador hasta un reproductor MP3; desde ropa interior hasta gatos que mueven la patita sin cesar (¡qué graciosos!).

Como la tienes al lado de casa, entras a buscar un rollo de cinta aislante, por no ir hasta la ferretería. Y es que una vez que entras, ya te das una vuelta a ver qué tienen. “Pues mira, ya que estoy, voy a comprar unas cajitas de plástico herméticas para la comida que están muy baratas”. “¡Anda! ¡Qué espantapájaros más gracioso! Total para lo que cuesta… Ya veré dónde lo coloco” “¡Uy! ¡Qué bolso más cuco! Y con esa CH de la hebilla hasta parece de marca”. Total, 20 minutos y apenas 10 euros después , sales de la tienda toda orgullosa de tu compra.

Un semana después, tendrás que ir a la ferretería porque la cinta aislante tenía muy pocos metros y un adhesivo superpegajoso que se sale de las juntas; el bolso con aspecto superfashion tiene una mancha de tomate frito porque la caja hermética no era tan hermética, (además las cremalleras se han abierto a la tercera vez que has metido la cartera); y tienes un horroroso espantapájaros entre los geranios. Pero no te importa porque “Total… tampoco he gastado tanto”. Y cuando necesites unos lápices de colores volverás a entrar y saldrás con unas pegatinas, unas pinzas para la batería del coche y un bonsai de plástico.

Después de varias experiencias similares y de bastante más dinero y objetos que has tirado a la basura, te propones no entrar en estos establecimientos a no ser que sea absolutamente necesario y de no comprar lo que realmente no necesites. Pero al cabo del tiempo vuelves porque tienes la “seguridad” de encontrar lo que buscas.

Los cristianos somos buscadores por naturaleza. Buscamos la verdad y somos muchos los que creemos haberla encontrado. Pero la verdad verdadera tiene algo de adictivo. Una vez que la encuentras necesitas más y más y nunca te das por satisfecho, porque si algo tiene la verdad es que nunca se termina, siempre te ofrece nuevas posibilidades, nuevas facetas, nuevos detalles que la agrandan, que la hacen más fuerte. La verdad para el cristiano es Dios y Dios nunca se termina.

Afortunadamente tenemos una organización, como es nuestra iglesia, que permite que tengamos “tiendas especializadas” en muchas materias: tiendas de salud, tiendas de educación, tiendas de teología, tiendas de música, tiendas de psicología… Con dependientes y creadores muy especializados, sabios, inquietos y tan buscadores de la verdad como sus clientes.

Pero, cada vez más, estas “tiendas especializadas” se encuentran con la competencia de “tiendas de chinos”, de aquellos que tienen de todo en el mismo sitio y por precios mucho más económicos.

En nuestra necesidad de buscar entramos en todos los establecimientos que tenemos a nuestro alcance. Como dijo Pablo: “Examinadlo todo, retened lo bueno”.

Es cómodo entrar en estos almacenes porque cada vez los tenemos más cerca, a la puerta de casa. Y qué gusto da poder encontrar lo que estábamos buscando, algo que nos parece “bueno, bonito y barato”. Te ofrecen salud, educación, teología, diversión…, todo en un mismo paquete con papel de regalo brillante y con un lazo enorme. ¡Qué satisfacción cuando salimos con nuestra compra! Con qué ilusión y alegría nos lo llevamos a casa. Allí lo abrimos con los ojos como platos y el corazón latiendo fuerte. Luego, llamas a tus amigos, les pones un e-mail o lo anuncias en el muro y presumes de adquisición.

Mira lo que he encontrado:

– Libros con unas tapas impresionantes, que no tienen buena calidad de papel (eso es lo de menos), que el contenido es lo mismo que ya tengo en casa, pero más divertido, más desenfadado y, además, no he tenido que pensar mucho para entenderlo.

– Mensajes que me deslumbran por sus ritmos musicales, por el sentimiento del mensajero, por los decorados, las luces y los PowerPoint pero que no dejan de ser aquello de “mi mamá me mima; yo mimo a mi mamá”

– Consejos dados con tanta dulzura, mirándote a los ojos, abrazándote con tanto cariño que te abren los ojos ante la sabiduría con frases como “si quieres hacer pan, necesitas harina”.

Estas “tiendas de chinos” acaparan cada vez más a los buscadores de verdad que a los pocos días de haber comprado sus productos los encuentran inservibles, ocupando un sitio en el armario y, en el mejor de los casos, amontonado en el vertedero de aquello que hemos examinado y no hemos podido retener como bueno.

Ante esta situación, las “tiendas especializadas” pierden clientes. Es más, pierden futuros clientes porque la verdad “buena, bonita y barata” se conforma con ser “buena, bonita y barata” y los poseedores de esta verdad se sienten llenos, ricos y orgullosos porque han comprado LA VERDAD. Dejan de sentir necesidad de buscar algo más grande, más alto, más fuerte, de mayor calidad, de más verdad.

Lo más lamentable de esta situación es que los locales que antes albergaban “tiendas especializadas” ahora son ocupados por bazares de “todo a cien” que no han quitado su letrero de “tienda especializada”. Los dependientes y creadores especializados no encuentran un sitio donde desarrollar sus productos, aquellos que tienen garantía de verdad. Mientras, los buscadores de verdad (la de la buena), sólo pueden comprar subproductos de verdad con una garantía que ya no existe. Se sienten defraudados, impotentes y desanimados.

Cuando pase una semana, cuando los productos comprados muestren su verdadera calidad, ¿a dónde iremos a comprar productos con garantía que sustituyan a los defectuosos? ¿Dónde compraremos el oro refinado en fuego, las vestiduras blancas y el colirio que necesitamos? ¿O estaremos tan orgullosos de nuestro bolso con hebilla CH que no nos importará llevar la mancha de tomate frito y las cremalleras rotas?

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