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Reflexiones sobre la oración, la fe y la curación

Me extrañó que la lección de esta semana no se centrara en el capítulo 5 de la Epístola de Santiago, donde el hermano de nuestro Señor proporciona una de las bases más sólidas para el tema de la curación por la fe. ¡Tal como las lecciones de este trimestre lo están enfatizando, la “sanación” puede tener muchas dimensiones! La fe puede hacer más rica la vida de la Iglesia, así como la de cada persona cristiana. Este es uno de los puntos señalados por Santiago, y por eso voy a hacer lo que la lección no hizo, y me voy a centrar en esta epístola.

Es importante, como siempre, tener en cuenta el contexto de sus comentarios sobre la oración y la sanación. Acababa de instar a sus lectores a “perseverar” en su vida de fe, porque “El Señor es lleno de compasión y misericordia” (5:11-12 NVI). Puesto que la vida de la fe incluye la vida de oración, luego pasa a enumerar las circunstancias en que la oración podría ser necesaria y oportuna. El teólogo alemán Martin Dibelius sugirió que lo que sigue en 5:13-14 no debe ser entendido como interrogantes, sino como oraciones declarativas, seguidas por imperativos. [Santiago: un comentario sobre la Epístola de Santiago, revisado por Heinrich Greeven, trad. Michael A. Williams, ed. Helmut Koester (Philadelphia: Fortress Press, 1976), pp. 241, 252]. Los versículos 13 y 14, por lo tanto, deben leerse así: “Alguien de entre vosotros está sufriendo; haga oración. Alguien está feliz: que cante entonces canciones de alabanza. Uno de vosotros está enfermo, se debe llamar a los ancianos de la iglesia para que oren por él y lo unjan”.

Esta interpretación es especialmente sorprendente, ya que hace que la garantía o promesa de que la oración será contestada sea todavía más marcada, en el versículo 15: “La oración de fe salvará al enfermo y el Señor lo levantará. Si hubiere cometido pecados, le serán perdonados” (NVI). Probablemente, sin embargo, esto causará un cierto escepticismo entre los lectores de Spectrum, así como (sin duda) entre los primeros creyentes a quienes la Epístola de Santiago fue dirigida. Muchos de nosotros conocemos a alguien que cree que ha experimentado la sanidad divina, pero supongo que la mayoría de nosotros conocemos a alguien que no se sanó, aunque haya sido ungido y se haya orado por él fervientemente. En mi carrera de médico, he orado pidiendo poder divino y una bendición sobre mi habilidad quirúrgica, para que yo pudiera ser un instrumento de sanación; he reconocido también un punto más allá del cual soy impotente, y he orado por la intervención de Dios y la curación milagrosa. Puedo señalar algunas veces cuando ambos tipos de oración fueron exitosas, pero también, lamentablemente, a veces no lo fueron.

Entonces, ¿cómo se puede Santiago escribir con tanta certeza? ¿Es simplemente que los campeones de la iglesia primitiva eran más fuertes en su fe que nosotros, y por eso podían hacer milagros, por su fe, porque estaban más allá de nosotros y nuestras dudas? Instintivamente creo que bien podría haber algo de esto, pero estoy bastante seguro de que tampoco es toda la respuesta. Lo que es útil es considerar las oraciones que Santiago nos dice que debemos hacer, y las razones para hacerlas, así como los resultados que Santiago declara que habrá.

En primer lugar, en el versículo 13 Santiago nos insta a orar cuando estemos “afligidos” (KJ) o experimentemos “problemas” (NVI), o “el mal” (Literal de Young), o “sufrimiento” (NVAS). Es de destacar que no se especifica un tipo de problemas, y Santiago aquí usa un verbo general, kakopatheo [“andar mal”]. En otras palabras, la instrucción apostólica es que los tiempos problemáticos son los momentos adecuados para orar. ¡Esto es lo que muchos de nosotros instintivamente siento! Sin embargo, si hemos tenido alguna experiencia de oraciones sin respuesta (¡o en todo caso de respuesta negativa!), tal vez estemos inclinados a pensar que “cuando las cosas se ponen difíciles”, Dios no nos acompaña –que Dios sólo ayuda en las pequeñas cosas. Santiago había visto a su propio hermano crucificado, y a su tocayo, el hermano de Juan, decapitado por Herodes; pero había visto también, muy poco después de la decapitación del hijo de Zebedeo, a otro discípulo, Pedro, milagrosamente liberado por un ángel: así que Santiago sabía que Dios puede ayudar, pero no siempre elige hacerlo. Sin embargo, su fe personal se mantuvo positiva. Cuando los tiempos se ponen difíciles, es el momento de ponernos de rodillas.

En segundo lugar, inmediatamente después, Santiago nos dice que oremos cuando estemos “felices” (NVI), “de buen ánimo” (Literal de Young), “alegres” (KJ), o “animados” (NVAS). Una vez más, utiliza un verbo general, euthymeo [“sentirse bien”], que podría aplicarse también a alguien que se anima. Así que debemos rezar cuando las cosas son, en general, buenas. Creo que el apóstol sostiene dos puntos. En primer lugar, es una preocupación que en momentos de felicidad pensemos que podríamos caer en la complacencia, de modo que oramos menos. La instrucción bíblica es todo lo contrario: debemos orar más. Santiago está preocupado de que no sólo oremos cuando necesitamos algo, olvidando dar gracias y adoración a Dios. Los tiempos felices son momentos para “cantar canciones de alabanza” al Creador y Salvador de todos nosotros.

En tercer lugar, en el versículo 14 Santiago nos dice que oremos en tiempos de enfermedad. Una vez más, no se identifica ninguna enfermedad en particular, y se utiliza un verbo general, astheneo, que significa estar débil o enfermo. La debilidad física, ya sea en nosotros mismos o en aquellos a quienes amamos, puede hacer que nos sintamos impotentes y desesperados, como si no hubiera nada que podamos hacer. La perspectiva bíblica es lo contrario: hay algo muy importante que hacer, es decir, orar. La debilidad es precisamente el momento de la oración. Es en nuestra debilidad que necesitamos la fuerza de Dios.

Resumen: en otras palabras, ¡Santiago nos dice que oremos en todo tipo de situaciones y circunstancias! Constantemente debemos estar en comunión con Dios mediante la oración. Los comentarios del apóstol se acercan al final de su carta, en la que ha abordado una serie de cuestiones relacionadas con las vidas de sus lectores. Su deseo es la curación, podemos estar seguros, pero fundamentalmente quiere que sus lectores tengan una relación sana con Dios y relaciones saludables entre ellos. Su relación con Dios estaba en malas condiciones: habían sucumbido a la tentación de “dudar de Dios” (1:6), de “culpar a Dios” (1:13) y de “negociar con Dios” (5:12) [George M. Stulac, Santiago, en: Comentario del Nuevo Testamento de InterVarsity Press, eds. Grant R. Osborne, D. Stuart Briscoe, Robbinson Haddon, vol. 16 (Downers Grove, Ill & Leicester: InterVarsity Press, 1993), p. 182]. El apóstol los dirige ahora a confiar de nuevo en su Salvador, a través de la fe y la oración. Pero, también, sus relaciones entre sí habían sufrido. “Santiago ha tenido que amonestarlos contra los favoritismos (2:1), los ataques verbales entre sí (4:11), las luchas entre ellos (4:1), las calumnias contra los demás (3:9), y el juzgarse unos a otros (4: 12). Ahora bien, este pasaje nos ayuda a comprender qué dramática transformación de las relaciones es la Santiago visualiza” [Ibid., 183.]

En las sociedades occidentales individualistas, con un énfasis en la autonomía del yo, sospecho que la parte de Santiago 5 que más se tiende a pasar por alto, o a subestimar, es el versículo 14, que nos dice que debemos “llamar a los ancianos de la iglesia”: son ellos los que deben “orar por . . . y ungir” al creyente enfermo (NVI). En otras palabras, la oración que Santiago recomienda es un acto comunitario, e incluso un acto corporativo. Insta a sus lectores, tanto del siglo XXI como del siglo primero, a que se unan en la oración: estar unidos ante Dios para pedir su intervención en nuestras vidas.

¿Cómo podría esto no afectar a nuestras relaciones? Al enfrentar a nuestro Creador y Redentor, no vamos a juzgar a los demás, más bien seremos más propensos a juzgarnos a nosotros mismos y admitir nuestras propias deficiencias. ¡En lugar de intentar asignar la culpa a los demás, nos convertiremos en personas deseosas de perdonarnos unos a otros, porque no hay lugar para criticar cuando estamos intercediendo por alguien! Por esta razón, en el versículo 16, hay una aparente desviación de la curación física a la sanación espiritual: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros y orad unos por otros para que seáis sanados” (NVI). No es que Santiago esté avalando los conceptos hebreos erróneos de que todas las enfermedades son el resultado de algún pecado, sino que se debe a que Santiago quiere que nos concentremos en otros en lugar de nosotros mismos. Cuando nos confesamos unos a otros y oramos unos por otros, no podemos dejar de reconciliarnos entre nosotros. El hermano de Jesús sabía que el mejor camino para lograr la unidad por la cual nuestro Señor oró la noche que fue traicionado, es de rodillas, en conjunto, con humildad y contrición ante nuestro Padre.

¡Una vez que entendamos por qué Santiago estaba escribiendo, y cómo él esperaba que sus lectores se beneficiaran por la oración, entenderemos por qué podía escribir con una garantía absoluta del éxito de la oración! Habrá ocasiones en que, al igual que Jacobo hijo de Zebedeo sucumbió ante la espada del verdugo, mientras que Pedro vio que sus cadenas se caían y se abrían las puertas de la cárcel por orden de un ángel, así también la curación física no siempre ocurre, aún cuando haya mucha oración de una Iglesia unida y contrita. Ahora, por cierto, Santiago imagina que con frecuencia la sanación física va a tener lugar, porque el verbo griego que se traduce en la NVI como “hacer bien” (v. 15) es sósei (“salvará”), que tiene el sentido de curación física y no de salvación espiritual.

Pero incluso cuando, por razones que no entenderemos de este lado del Jordán, nuestras peticiones sean negadas en su forma precisa, pueden tener y seguirán teniendo un efecto eficaz de manera más general, tanto para nosotros como para la Iglesia. Habrá fruto espiritual y sanación del cuerpo dividido de los creyentes, aunque no sea en el cuerpo enfermo de un creyente en particular.

Dibelius argumentó que el versículo 16, con su declaración “la oración del justo es poderosa y eficaz” (NVI), es una promesa válida “para cada creyente peticionario” (op. cit., 256). Podemos orar con confianza y con esperanza, porque Santiago claramente tiene previsto el cumplimiento de las oraciones corporativas para la curación física, así como espiritual. Pero el testimonio del versículo 16 es también un llamado a todos los creyentes nominales a convertirse en verdaderos creyentes: para que todo seguidor de Cristo aspire a la justicia y la rectitud con Dios. Seamos claros acerca de lo que esto significa. Como señala un comentarista:

“Santiago no niega la salvación por gracia mediante la fe; [pero] está . . . convencido de que la fe genuina se expresará en rectitud, y la oración que es eficaz es la oración de fe verdadera. Después de todo, ¿qué es lo que me lleva a tratar de protegerme a mí mismo por medio de juicios injustos? Es mi incredulidad. . . . La fe que confía en la gracia de Dios me hará fuerte para actuar rectamente en medio de las pruebas” [Stulac, op. cit., p. 185].

Esto no es un llamado a la perfección, es decir, a la rectitud en un sentido absoluto, ya que la Escritura enseña que: “No hay justo ni aun uno” (Romanos 3:10 RV). Es un llamamiento al compromiso con Cristo, para vivir más y más como Él, por medio de una relación de oración con él.

Así, los escritos de Santiago sobre la oración, y particularmente la oración de sanación, son un llamado para que desviemos nuestro enfoque de nosotros mismos y nos centremos en cambio en Aquel que murió por nosotros –para enfrentar de manera franca las opciones que se nos presentan, y elegir el camino que conduce en última instancia a Dios, en lugar del callejón sin salida del diablo. A lo largo de esta epístola breve pero de gran alcance, el apóstol exhorta a sus lectores, a pesar de las dificultades muy reales que enfrentan, para que resistan la tentación de poner en peligro la rectitud. Aquí, a medida que Santiago avanza hacia el final de su carta, poniendo de relieve la importancia de la oración de los que son rectos, se nos insta a cada uno a comprometernos con el Camino de Cristo sin reservas, y a experimentar la unión con Dios y la unidad en la Iglesia, por medio de la constante y consistente unidad con el Señor de todos, a través de la oración.

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