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Sorprendidos por el gozo

En 1956, C. S. Lewis publicó un libro de memorias de su infancia, titulado Sorprendido por el gozo. Desde joven fui una entusiasta lectora de la serie de las famosas Crónicas de Narnia de Lewis, y una vez que llegué a la universidad devoraba la mayor parte de sus otras obras. Mi favorita fue Sorprendido por el gozo. El señuelo de lo místico, el dolor amargo-dulce que parecía acompañarlo a lo largo de su viaje, fue un tema que definitivamente yo podía relacionar. Lewis lo llamó el gozo,

Que aquí es un término técnico y debe ser distinguido tanto de la Felicidad como del Placer. Gozo (a mi juicio) tiene en verdad una característica, y sólo una, en común con ellos, el hecho de que cualquiera que lo haya experimentado querrá hacerlo otra vez. Aparte de eso, y considerado sólo en su calidad, bien podría ser considerado casi como un tipo particular de tristeza o dolor.

Después de terminarlo, yo estaba irritada al comenzar a notar el uso frecuente del libro en los sermones (o el mal uso) acerca de esa sensación emocional dulce a la que la mayoría de nosotros nos referimos cuando utilizamos la palabra gozo. Los predicadores desde el púlpito utilizaban a Lewis como una especie de trofeo de conversión: “Miren”, decían, “¡C. S. Lewis era un ateo infeliz, pero una vez que Cristo entró en su vida, experimentó el gozo! ¡Aleluya!” A veces me preguntaba si estos predicadores habían leído el libro de memorias que citaban con tanta autoridad. ¡El uso de Lewis de la palabra “gozo” parecía muy diferente al suyo!

La lección de la Escuela Sabática de esta semana comienza por establecer algunas distinciones bastante agudas entre el gozo y la felicidad. El principal contribuyente sostiene que “La felicidad es el resultado de circunstancias favorables; el gozo, en cambio, es el resultado de una cualidad del ser –como cuando estamos conectados con Jesús, la Vid verdadera”.

Me rebelé cuando leí esto por primera vez, y me equipé con estudios de las palabras griegas y latinas que desacreditan la dudosa distinción entre las palabras gozo y felicidad. Finalmente me di cuenta de que desde la experiencia, e incluso desde la perspectiva bíblica, la distinción no es tal vez tan dudosa, después de todo. Y tal vez el término técnico de Lewis, “gozo”, sí tiene más que ver con el gozo cristiano de lo que yo pensaba originalmente. En Gálatas 5, el gozo viene de estar conectado al Espíritu de Dios. Asimismo, al final de su libro, C. S. Lewis descubre que sus encuentros periódicos místicos encuentran su máxima plenitud en la realidad de Dios; es decir, en la conexión con la Vid.

Lo que todavía no tenemos, sin embargo, es la evidencia de que el gozo nos hace sentir bien (lo que los predicadores parecen decir). Lewis dice que duele, aunque es un dolor que anhelamos. La lección cita Isaías 53:3: Jesús era un “varón de dolores, experimentado en quebranto”, pero también describe a Jesús como un “varón de gozo”. Si el gozo sólo se refiere a la sensación de bienestar con que relacionamos habitualmente esta palabra, entonces Jesús no era un varón de gozo. Y el gozo, para nosotros que dependemos de la Vid que es Jesús, sería una expectativa poco realista.

Hace algunos años, el dúo cristiano Fuera de la Grey escribió una balada y la llamó, simplemente, “Gozo”:

Algunos dicen que el rostro es inolvidable,

Estoy seguro de que lo he visto muchas veces,

Ah, pero tú me conoces,

Me olvido tan fácilmente

Pensé que te vi en una multitud de Domingo,

Pero entonces te perdí en una mancha de color,

Nubes de color de acuarela,

Como ‘Déjà vu’, ¿eso eres?

La semana pasada hice una peregrinación a un lugar que es muy querido para mí, una casa vieja llena de recuerdos de la actividad divina. Pero cuando llegué, me di cuenta de que había caído el invierno. La temporada de nieve estaba llegando, tanto literal como metafóricamente, y el gozo de ese lugar ya no era el mío. Fue muy doloroso, y estuve tentada de añorar lo que solía ser. Pero C. S. Lewis descubrió que cada vez que trataba de volver a invocar viejos sentimientos de gozo, no lo conseguía. “Yo los espantaba con mi impaciencia codiciosa para atraparlos”, escribe, “Y, aún cuando venían, inmediatamente los destruía por la introspección, y en todo momento los vulgarizaba por mi hipótesis falsa acerca de su naturaleza”.

Fuera de la Grey nos recuerdan que el gozo es frágil. C. S. Lewis nos enseña que el gozo es complejo, misterioso, y que no puede ser controlado. Gálatas 5 nos dice que es un fruto del Espíritu de Dios que, como bien sabemos, es como el viento que va y viene como le plazca (Juan 3). Y, sin embargo, incluso después de la aplicación de todas estas verdades juntas en nuestras mentes, todavía estamos tentados a hacer desfilar al gozo triunfalmente, a explicarlo, y a capturar lo que sólo puede ser recibido como un regalo.

Entonces, ¿qué es el gozo? ¿Cómo podemos sintetizar todas las cosas que sabemos sobre él? He encontrado una respuesta en el texto dado para el domingo, el Salmo 139:7-10:

¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿A dónde puedo huir de tu presencia? Si subo al cielo, allí estás tú; si hago mi estrado en el Seol, allí tú estás. Si me levanto sobre las alas de la aurora, si me instalo en el otro lado del mar, también allí tu mano me guiará y tu diestra me asirá.

Como Lewis descubrió en sus últimos años, el gozo es degustado cuando Dios nos lo sirve, susurrando a través de la naturaleza, a través de la música, a través de cuentos y versos. Pero estos momentos nos remiten a una verdad más profunda: que detrás de todo, cuando estamos conectados, Dios se nos hace presente en todas las experiencias de la vida. No podemos huir de él. Ya sea que nos sintamos arriba o abajo, incluso en las profundidades de una depresión, puede haber gozo, porque el gozo es la presencia de Dios. No siempre nos hace sentir mejor. De hecho, a veces, la compañía de Dios hace que nuestros valles parezcan muy vastos, porque los vemos con la honestidad de Su visión. Pero lo necesitamos. Y lo queremos. Como dice Lewis otra vez: “Dudo que cualquier persona que haya probado [el gozo] lo cambiaría, si estuviera en su poder, por todos los placeres del mundo”.

Para mí, esta es una muy buena noticia. Porque en lugar de sentirme culpable y poco cristiana cuando estoy triste, tengo la confianza de que Dios está conmigo, que estoy en el gozo, y ese gozo está en mí, independientemente de cómo me sienta. Entiendo que el dolor es tan precioso como la dulzura en mi viaje hacia el Reino. ¡Tal seguridad no sólo me hace sentir gozosa, sino también feliz!

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